(correcciones de El muriente)
Juventud perdida (lusing mai ioventus)
¿de qué están llenas tus lágrimas mundo?
como hermosa es tu presa,
como soldado y nubérrimo
tu viento y tu yago
y tu codicioso y locuaz aullido
de hambre como verbo
surtiendo sed y famélicos
hilos de plata que atornillan
tu alumbrada boca
de germinal sarmiento
de uva voz y vino pleno.
Adviento de mosto y senectud,
no te otorgaré el poder.
Quiero que te extremes
en lo que olvidaste.
Sofía Serra (De El muriente)
martes, 29 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
De donde veo y pienso llegarte
De donde veo y pienso llegarte
Se sumaron algunos versos
al continuo de tu boca.
Trabarme entre tantas luces
fue necesario, colmar el silencio
de tus mejillas, entregarme
a un solo punto de tu página
en blanco, presentir el
sonido de la miseria haciendo
aguas y calderilla en el bolsillo
de tu mano hueca, mano abierta,
soldado del crisantemo
que se posaba en tu espalda
de soledad y senectud extendidas
sobre el mantel de un jardín
silvestre la melaza
de las flores se evapora,
nosotros la vemos, algunas huellas
de tu futuro se ahogan
en la laguna de las hojas muertas,
agua dulce, parca lucha la tuya,
el gentío inexcusable sin el don
de la palabra te conminó
al extrarradio: afuera.
Aquellas murallas fueron
pan de alforja,
mas hoy
éramos dos y se quebró
el límite del imperio.
éramos dos atravesados
sobre la corriente.
Hoy tus pasos y las azules rejas
o el transparente de tu medida
taladran otras lindes de la mañana,
y sus solares huecos de noche,
y los vacíos que me dejas.
Sofía Serra (De La exploradora)
Se sumaron algunos versos
al continuo de tu boca.
Trabarme entre tantas luces
fue necesario, colmar el silencio
de tus mejillas, entregarme
a un solo punto de tu página
en blanco, presentir el
sonido de la miseria haciendo
aguas y calderilla en el bolsillo
de tu mano hueca, mano abierta,
soldado del crisantemo
que se posaba en tu espalda
de soledad y senectud extendidas
sobre el mantel de un jardín
silvestre la melaza
de las flores se evapora,
nosotros la vemos, algunas huellas
de tu futuro se ahogan
en la laguna de las hojas muertas,
agua dulce, parca lucha la tuya,
el gentío inexcusable sin el don
de la palabra te conminó
al extrarradio: afuera.
Aquellas murallas fueron
pan de alforja,
mas hoy
éramos dos y se quebró
el límite del imperio.
éramos dos atravesados
sobre la corriente.
Hoy tus pasos y las azules rejas
o el transparente de tu medida
taladran otras lindes de la mañana,
y sus solares huecos de noche,
y los vacíos que me dejas.
Sofía Serra (De La exploradora)
domingo, 27 de mayo de 2012
La esquina
Pues hasta dos veces, si fuera necesario,
hay que repetir lo que es hermoso.
Empédocles
La esquina
Se besaban
en la esquina
sobre los adoquines
un duro suelo
y toda su blanda alegría
meciéndose entre sus brazos
sus lenguas y sus bocas
se besaban alegres y blandos
los adoquines mecían
el suelo de su beso.
No sé cuándo lo perdí, no sé cuando lo perdí.
Sí sé cuando lo perdí, sí sé cuando lo perdí.
Tengo que pensar
en desasosiego
poder volver a él,
desfallecer a la altura
del hombro de la vida, ceñirte
al único paso soldado
a tu calidad perpetua
de ente vacío
acostumbrado
a las señas
inconclusas
de un deseo
de un taimado deseo
de un vital deseo
de volver
a ti.
Sofía Serra (De La exploradora)
sábado, 26 de mayo de 2012
Es peso de la historia (el peso de la historia)
Es peso de la historia (el peso de la historia)
sobre tu lomo
tan blando y deslamido
el alma endurece como
un bastión alejado,
que de qué
sirve su único lamento
de salve y solitaria magnífica
más que para amortiguar
las olas confusas
del miedo en los oídos.
tan lejos te ahuyenté
que ya no queda
relieve del agua
al que asirme.
escalo esta horizontal
de piedra mojada.
Mis yemas florecen en el grito.
mas son los de ellas
ajenos a la estación primera.
No hay primavera
que vomite una perséfone
dormida por los siglos
que unos y otros unos
tras otros quienes
delante de quienes
llevamos a cuestas
dormidos por los siglos
de nuestras venas
sin amén.
Sofía Serra (De Suroeste)
sobre tu lomo
tan blando y deslamido
el alma endurece como
un bastión alejado,
que de qué
sirve su único lamento
de salve y solitaria magnífica
más que para amortiguar
las olas confusas
del miedo en los oídos.
tan lejos te ahuyenté
que ya no queda
relieve del agua
al que asirme.
escalo esta horizontal
de piedra mojada.
Mis yemas florecen en el grito.
mas son los de ellas
ajenos a la estación primera.
No hay primavera
que vomite una perséfone
dormida por los siglos
que unos y otros unos
tras otros quienes
delante de quienes
llevamos a cuestas
dormidos por los siglos
de nuestras venas
sin amén.
Sofía Serra (De Suroeste)
viernes, 25 de mayo de 2012
Posada de noche (I, II, III, IV)
Posada de noche (I, II, III, IV)
variación I
Terminar una noche
con dolor de espalda
anclado al dominio
de una sentencia con agria
disconformidad. Escepticismo.
los pájaros duermen. Ellos saben
de horas. Menos el ruiseñor.
Aún resuena en mi pensamiento su dolor
dulce de canto en mi compañía.
las encinas y la noche azul. Mi sentido
del olfato se enreda
en las madrugadas en rima
con el cielo y la tierra.
Una sola mujer sola
y toda la noche serrana
tan sólo extendida para ella
me pregunto si me recordará.
Y si sabrá volver a crearla.
variación II
la habitación húmeda
sabía a polvo de huerto,
la casa cerrada se había hundido
en la tierra removida, sonaban
leves clarines con voces
astutas y alegres del zorro.
La yerba y la luna.
La falta de miedo en el suelo.
Mis pies frescos.
variación III
Inabarcable como el
volumen
espaciado de la noche.
Tan libre azul
súbitamente se abarandó
el cielo nocturno,
azul siempre de negro
vestido para mí
y no matarme
al verme caminar
hacia el ruiseñor
célebre dulce íntimo
mío canto de amor
y consuelo. La plácida
belleza del bálsamo.
La recompensa.
Plenitud.
Variación IV
variación I
Terminar una noche
con dolor de espalda
anclado al dominio
de una sentencia con agria
disconformidad. Escepticismo.
los pájaros duermen. Ellos saben
de horas. Menos el ruiseñor.
Aún resuena en mi pensamiento su dolor
dulce de canto en mi compañía.
las encinas y la noche azul. Mi sentido
del olfato se enreda
en las madrugadas en rima
con el cielo y la tierra.
Una sola mujer sola
y toda la noche serrana
tan sólo extendida para ella
me pregunto si me recordará.
Y si sabrá volver a crearla.
variación II
la habitación húmeda
sabía a polvo de huerto,
la casa cerrada se había hundido
en la tierra removida, sonaban
leves clarines con voces
astutas y alegres del zorro.
La yerba y la luna.
La falta de miedo en el suelo.
Mis pies frescos.
variación III
Inabarcable como el
volumen
espaciado de la noche.
Tan libre azul
súbitamente se abarandó
el cielo nocturno,
azul siempre de negro
vestido para mí
y no matarme
al verme caminar
hacia el ruiseñor
célebre dulce íntimo
mío canto de amor
y consuelo. La plácida
belleza del bálsamo.
La recompensa.
Plenitud.
Variación IV
Despierto con la alegre llamada del zorro. Las cinco de la mañana y dulce oscura la noche. Me levanto y voy hacia la puerta de la casa. Al abrirla, mi piel se refresca con la caricia del aroma nocturno. El azul saborea mi mirada a la luna. Mis sienes se posan sobre el canto del ruiseñor.
Las cinco y el campo me saluda. Buenos y nocturnos días de plenitud tras la guerra.
(Sofía Serra)
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