viernes, 3 de febrero de 2012

Nuevo hombre en la cruz

(Creo que voy a decidirme a preparar un blog para publicar este poemario completo, Nueva Biología, al modo de cómo tengo esos tres que andan rondando por la barra lateral. Me reprime un poco el saber que contiene algunos poemas muy cortos, y quedarían horribles en una página de un blog para ellos solos, una tontería visual, lo sé, pero así funciono.
Por lo demás, lo tengo listo.


Estoooo...¿le gustaría a alguien poder leerlo?... :), ay, madre... (esto es un suspiro))


Nuevo hombre en la cruz

Verte en verde puro quisiera,
ausente de tus férreas estampidas,
lenta en un segundo presiento
tiempo al sol de ese tulipán equivalente
que me llama, me pregunta, me requiere:
¿por qué?, ¿por qué no bebes?
Y tus manos amasando espinas.
Como ya no se te clavan…
Al verde quiero sostenerte:
Flamearás sucediendo en el vacío
hasta que el celo mudo de tu viento,
si es que mientes,
se haga hueco en la cruz de tu pecho.
Y entonces se abrirá el cuero herrumbroso,
y el manantial borboteará
de las cuatro paredes de tus brazos,
y el sol del aullido iluminará
las doradas clavijas
como si fueran brotes verdes:
verte como si no te hubieras zanjado.
Y el campo de cuerdas de hierro
tronará en rasgueo salvaje
de tu boca que reirá llagando el aire
que hoy permanece ileso,
como muro, como vano a la muerte
en la que tañes preso
de esa cruz en la que te clavas,
que ya no sé,
yo no sé,
no sé
con qué manos apuntalas
esos clavos a tus palmas.


Hombre de cuatro brazos,
mutante de esta tierra
morada por la espada de tu arado,
que me llama, me demanda y me pregunta
de qué te sirve ya ese par de alas.


(Sofía Serra, de Nueva Biología)

jueves, 2 de febrero de 2012

Malagueña Salerosa (Chingón)

Pedazo de versión, sin comparación, monumental para estas fibras sensibles, me lleva a la estratosfera


 

Nocturno I

(A partir de hoy creo que dejaré de señalar detalles prosaicos sobre los poemas, incluida mi firma)


Nocturno I


Me hablaron del sol y de la tumba,
tantos olvidados parias,
tantas lumbres negras
me hablaron y culminaron
su andar por casa,
cuando ni el sonido de la lluvia
aleja de mis sienes
la luz que gotea,
la luz que gotea,
puesta en marcha de los otros olvidos,
las blancos que no se marchitan a golpe de vehemencia.
Blando, blando porvenir
como un niño sin rostro ni llanto,
blanco y perfecto,
¿qué sabes del presente,
del pecho u ojos
al luto de la noche
en la calle de piernas
dormidas como todos
menos las farolas?
Nada adviertes.
Gimo:
Nuestras manos
son el nombre
de lo que hacemos.


Las gotas de neblina
me empapan mares
en mi frío mano océanos.


Ya apenas queda lluvia por caer.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Canto de amapola-libertad

(Correcciones "Los parasoles de Afrodita")


Un poema que me tiene frenada en terminar ese poemario, creí que ya por fin lo tenía, pretendía hace unos minutos grabarlo recitándolo y...




:)))


Aquí dejo el poema habiéndole metido mano de nuevo, me tiene "desesperá" este poemario, ;)

Canto de amapola-libertad


Como las tórtolas,
como las tórtolas de las tardes de verano
que se enamoran entretejiendo la armonía,
el mutuo silábico de la palabra
del tú al gemelo que se ha perdido
en los vagabundeos por los lugares,
así permaneces tras el propio verbo,
y,
sonríe, ave de la noche llena,
sonríe que en tu boca laten
las flores de tu estómago
tan ardientes y frescas
que yo las huelo,
que ya arrasan mi mucosa,
...ay, amor, tus flores de mariposa
con pétalos de amapolas...
¿cómo no orientarlas hacia tus pies
o depositarlas en tu sabia boca?
O esparcirlas sobre tus hombros,
sobre tu cabello ungirte
con el bálsamo del sueño
sobre el camino desandado
que sólo trae de vuelta
lo que somos, lo único que cuenta.


Escribe un libro con los besos,
levanta el vuelo alto
de tus rojos y pétalos:
de la roja amapola
llega
la pacífica respuesta y su libre imperio sobre la mies,
que yo, ya,
uní
sus semillas con mis pechos,
que yo sé del estipendio
más allá de la rasas leyes y del amor
a toda muerte de lo huero
y la mentira del reclamo
sordo.
Como la verdad grande y buena del agua se bebe:
Las amapolas no necesitan para florecer
más que el siguiente año. Que aún no existe.
Miedo al futuro-Sólo-Miedo a lo nonato-Sólo-Miedo a lo inocente.


Y aquí, la urdidora de letras,
lenta siempre jardinera
de amapolas y tulipanes
de futuros anteriores,
siempre sol y viento,
siempre agua, siempre tierra,
siempre manos tuyas
me han sembrado, y yo,
en la tierra-yo cultivo
tu semilla de hombre bueno:
Gozo, gozo al regar esta dehesa
libre de los escombros de la bestia.
Gozo al traspasar el filo envenenado
de la renta en la avaricia
sobre la que todo surte,
todo abona, todo cuida
la jardinera.
No ha mentira, no hay amaino
sobre pétalos en vano
hasta el vacío del revés o del derecho
todo llena: sólo hay que dar la vuelta.
Yo soy fuerza y poder de Hombre,
verdad de tú a tú, de amapola a tulipanes
esto hablo:
es demasiado de ti
o de solo y sólo
entre dos se nombra:
en sí, sobre mí y por ti.


La alterada amapola
te grita con dos cantos de besos
y en el verso escribe lo que tú ya sabes:
Yo no quiero más de ti que por ti,
que eres roja y escindida de ti
flor de amor:
Ay, jardinera, qué lenta labras...
Que ya no te queda nada por hacer...
Que las amapolas han brotado siempre por sí solas.


Sofía Serra (Los parasoles de Afrodita)

¡Ah!, por cierto, lo escribí como una verboluz, hilado con esta fotografía, la cual disparé en el Jardín Botánico de Madrid un 24 de Abril de 2010.

lunes, 30 de enero de 2012

El hombre y yo

El hombre y yo

ahora la playa cabecea desierta
ahora la playa debe sentirse vencida
situándose entre mis hijos
se agolpa paulatinamente
paulinos somos
nietos que engendramos
efebos de la Grecia antigua,
las mesnadas sufrientes,
las ptolemaicas abstracciones
pasean por ahora la playa
que hierve en salud de sal ya tan vista
ya tan visto y tan dado todo
como en el mostrador
de aquella tienda de ultramarinos.


la velocidad se torna puente
y aún no sé si rodarán
mis ámbitos con guardabarros
o sin ellos.
esta playa, esta abierta playa
esta hermosa y amplia
labia de mar valiente y sometida,
y esta playa esta supuesta playa
gimosa, lateral a la medida de unas cuantas
curvas como el sol te doblega el perfil
cuando miras el horizonte flexible
con verbales respuestas que se desarman,
o desaman,
en el entresijo entrecomillado con todas las altas luces.
te regalo el mar para que duermas
en los brazos de la odalisca
siempre numantina ante la vejez,
tu vejez


sonreía con las ruinas de tu nombre
paseando por las mejillas
era tal la blandura
túnica y mente quisieron
beber de ellas algunas lágrimas
y sólo separaron tu sed de su alivio
y calma la tormenta del vaso
del cristal de tus ojos,
qué solos se estremecen y temblaron
las hojas sobre la ingenua superficie del mar
tan lisa y caliente como el descanso
que necesitas.


ni nematodo ni platelminto.
sólo tan primitivo
una luciérnaga de las que planeaban suspenderse
del salvaje cielo pleistocénico sin afán por querellarse
contra las eras que la transformaron
en insecto de algún
centímetro apenas.


¡ah!, qué pena, qué pena
pendiente de tus cebollas y mensajeros,
qué pena tus pendientes en las orejas
del escarceo entre los cuerdos y tensos cuernos
de la embestida adusta,
qué pena y solitario magnífico
paseas lamiendo la tierna carne
de las gustosas anémonas virginales
tan cándidas y prístinas como
el ciclamen de invierno,
qué pena tu alba blanca de sacerdote
ungido por la cabellera unísona del arroyuelo
qué pena que no te merezcas,
qué pena ese sol en la puesta de poniente
que sólo sabe iluminarte a contraluz.
Los negros te hacen flaca justicia.
Aunque te alimentes de la gorda:
la abundancia.


tendré que aprender a reconocerte.
No tienes ni carne ni huesos
tu mano imaginada me sabe a hueco
y sobras de algún aire
lejano tan abstracto
y sin embargo me hinchas el vientre
con las domeñadas de tu abrigo, las insurrectas,
tendré que reconocerlo algún día
de esos que no existen, cuando la noche
se haya ido y el día ni asome pero todo sea luz o negra nube
tal vez nieve en los adoquines del sur
y la mialgia de amarte
y qué solo te encontré en la esquina
entre los barracones de feria
sentado sobre el barril de madera
de mi alma hueca,
que esperábamos ser llenados
o desarmados
para volver al naufragio que sobrevivió
sobre la orilla de ahora nuestra playa.


Sofía Serra (de "Suroeste")
 
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