Nosotros
Abedules, tirabuzones
de salvaje yerba
enredada entre las nubes.
Verdearán las amazonias
de un horizonte que no dibujo:
las manos trazan seguras
la línea entre el sol
y la marisma.
Y las cárcavas de Afrodita,
y los fiordos de Noruega
y los acantilados de Doven y los de Barbate,
ahora que pueblan las playas
algunos parasoles y ya ni Claudia
ni Julio podrían reconocerse
en sus ombligos, aunque sí
en las sienes a dos de aire
temblarán los volantes de las lenguas
del ácido mar que saltea,
que asimila
toda arena sobre arena
del hombre amontonado:
verte y no venir,
verte y no llegar
el quijotesco turno
de cada hermafrodita.
Pero, ¿y qué somos
si no sino sino?,
hijos
del comercio y del amor,
del trasvase
entre aquella justicia
y esta nuestra cobardía.
Más el río cristalino
subterráneo amasando
los nacaradas calizas
que un artista enterneciera.
O encarnara. Allí, cerca de otros bajíos
al sur del iceberg.
Al norte de nos.
Sofía Serra. Agosto, 2011
miércoles, 10 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
Cuenta atrás
Cuenta atrás
Tan conseguidas confirmaciones
consideran ultrasónica tocada
por la mano y la punta del ala
atada a la barbilla de tu averíguame,
atrácame,
obstrúyeme
apremiante
de contenido
melifluo de un sol
cualquiera adecentado
sobre los adoquines
olvidas que el vejestorio
trabaja sin descanso
sobre los pétalos de las flores
de los ciruelos, y hasta de los magnolios.
Cuando te creé,
aún no había soñado
contigo
se desvía venerable
el solsticio por la puerta
súbitamente golpea el absorto
régimen tras la cristalina sombra.
Velamen, el viento pule el nivel
líquido sobre el cuerpo, mi cuerpo
abandona el pairo
me trae sin cuidado
hasta los cabezos amarillos y verde
navego como barco vikingo de vuelta
de las américas, roto el turno
y la razzia cuerda,
el torso
girado a mis orígenes y Laercio
alisa la huella de la estela
del iceberg ligero marisma arriba.
Junio. Sevilla. No, era mayo,
clase por la tarde. Tanto calor.
Y sed, aula a oscuras.
Doce años a medias derretidos…
Y entonces, emergió la sandía.
Sofía Serra. Agosto, 2011
Tan conseguidas confirmaciones
consideran ultrasónica tocada
por la mano y la punta del ala
atada a la barbilla de tu averíguame,
atrácame,
obstrúyeme
apremiante
de contenido
melifluo de un sol
cualquiera adecentado
sobre los adoquines
olvidas que el vejestorio
trabaja sin descanso
sobre los pétalos de las flores
de los ciruelos, y hasta de los magnolios.
Cuando te creé,
aún no había soñado
contigo
se desvía venerable
el solsticio por la puerta
súbitamente golpea el absorto
régimen tras la cristalina sombra.
Velamen, el viento pule el nivel
líquido sobre el cuerpo, mi cuerpo
abandona el pairo
me trae sin cuidado
hasta los cabezos amarillos y verde
navego como barco vikingo de vuelta
de las américas, roto el turno
y la razzia cuerda,
el torso
girado a mis orígenes y Laercio
alisa la huella de la estela
del iceberg ligero marisma arriba.
Junio. Sevilla. No, era mayo,
clase por la tarde. Tanto calor.
Y sed, aula a oscuras.
Doce años a medias derretidos…
Y entonces, emergió la sandía.
Sofía Serra. Agosto, 2011
domingo, 7 de agosto de 2011
Pinta de india
(Correcciones Nueva Biología. Trabajando en este poema he recordado la fotografía que comento allí en mi otro blog, ésta)
Pinta de india
De pronto le han nacido plumas
desde el pelo conserva triste
la mirada de un niño
escondido entre los gladiolos
tan altos como sus padres.
cabizbajo el niño ha reído
y de pronto me he visto
en sus dientes de calvario de leche.
Mi pecho amamanta piedras
que se encalan.
¿qué pinta el metapoema
entre dolores de parto
en cuclillas sobre la yerba?
Qué pinta lo entendido
sobre lo que de estas manos
huye sin advertir
qué color pintan
las auras que pintan el cielo
con los colores del arco iris
que no nos pinta,
que no nos pinta.
Construyo lo único que huelo
y oteo palmo a palmo un mar
de hombros y pechos soldados
con ojos sin cal viva que les pinte
que se devuelven la sonrisa
al ombligo,
que no tiene dientes,
que no
pinta al margen del camino,
piedra blanca sobre la tierra.
Sofía Serra, 2010
Pinta de india
Tú sabías, lo dijo valiente
la india pariendo en la pradera.
De pronto le han nacido plumas
desde el pelo conserva triste
la mirada de un niño
escondido entre los gladiolos
tan altos como sus padres.
cabizbajo el niño ha reído
y de pronto me he visto
en sus dientes de calvario de leche.
Mi pecho amamanta piedras
que se encalan.
¿qué pinta el metapoema
entre dolores de parto
en cuclillas sobre la yerba?
Qué pinta lo entendido
sobre lo que de estas manos
huye sin advertir
qué color pintan
las auras que pintan el cielo
con los colores del arco iris
que no nos pinta,
que no nos pinta.
Construyo lo único que huelo
y oteo palmo a palmo un mar
de hombros y pechos soldados
con ojos sin cal viva que les pinte
que se devuelven la sonrisa
al ombligo,
que no tiene dientes,
que no
pinta al margen del camino,
piedra blanca sobre la tierra.
Sofía Serra, 2010
sábado, 6 de agosto de 2011
Provistos por escrito II (Empédocles)
Esta cita de versos se la debo a un buen amigo que me la envió hace pocas semanas. Me pregunté al leerla, cuánto tiempo más seguiremos diciendo-viendo lo mismo. O mejor cómo es posible que olvidemos lo que tantos han dicho antes que nosotros. Parece que nuestro sino es llegar al mismo lugar por nuestros propios medios.
Los estudiosos han interpretado siempre estos versos del agrigentino desde su teoría de la metempsicosis. A mí no me sonaron a nada de eso, me conmocionaron, primero por su "modernidad" y después porque me recordaron mi propia poética, la vertical memoria, o teoría de lo que somos y el olvido que consentimos sobre nuestro paraíso imperdible.
Pues yo fui alguna vez un muchacho y una niña y una planta, y un ave y un mudo pez marino[Al nacer] lloré y gemí al ver una región insólita...
(Empédocles, fragms. 117-118)
jueves, 4 de agosto de 2011
Níobe o la mujer poeta
(Correcciones Nueva biología)
Níobe o la mujer poeta
Da igual lo que pienses sobre el florecer y los lirios.
Los cambios permanecen empapados
bajo el barro seco de una memoria
que sólo algunos ojos humedecen,
ablandan
esta costra y duelen… duele tanto asimilar
cómo se levantan los lirios.
Rompieron paredes
cuando ya el abisal canto del cuco
dirimió
entre el sol y la tarde
que sólo existe un dios inacabado
que crece y crece hasta
que las arterias revientan
de sangre, pura sangre
de lodo y dolo
por estas muertes propias de lo ajeno.
Da lo mismo a todos.
Los lirios a toda vela cabalgan
aunque aprisione sus raíces
la tierra dura,
tan dura como tanta
fuerza llora
la prensa hipotálamica de tu vestigio.
¿Qué hay de lo que fuiste cuando dejaste de ser?
Me balanceé al son del columpio
que me soñó sin yo serlo,
breve paisaje deslizado
bajo las volátiles piernas
de la niña siempre riente
al estreno
del estómago desbocado al aire
del vaivén
del cielo al alcance.
¿Para qué sirven los dones más que para enlutar?
Todos eran mis hijos.
Uno a uno los fue matando
hasta hacer nacer cada uno de sus versos.
(Sofía Serra, 2010)
Níobe o la mujer poeta
Da igual lo que pienses sobre el florecer y los lirios.
Los cambios permanecen empapados
bajo el barro seco de una memoria
que sólo algunos ojos humedecen,
ablandan
esta costra y duelen… duele tanto asimilar
cómo se levantan los lirios.
Rompieron paredes
cuando ya el abisal canto del cuco
dirimió
entre el sol y la tarde
que sólo existe un dios inacabado
que crece y crece hasta
que las arterias revientan
de sangre, pura sangre
de lodo y dolo
por estas muertes propias de lo ajeno.
Da lo mismo a todos.
Los lirios a toda vela cabalgan
aunque aprisione sus raíces
la tierra dura,
tan dura como tanta
fuerza llora
la prensa hipotálamica de tu vestigio.
¿Qué hay de lo que fuiste cuando dejaste de ser?
Me balanceé al son del columpio
que me soñó sin yo serlo,
breve paisaje deslizado
bajo las volátiles piernas
de la niña siempre riente
al estreno
del estómago desbocado al aire
del vaivén
del cielo al alcance.
¿Para qué sirven los dones más que para enlutar?
Todos eran mis hijos.
Uno a uno los fue matando
hasta hacer nacer cada uno de sus versos.
(Sofía Serra, 2010)
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