miércoles, 27 de julio de 2011

Un poema que me desconcierta

(Correcciones Nueva biología)
Desde que lo escribí, allá creo que por septiembre del año pasado, no consigo reconocerme en él, reconocer la poesía que me suele salir. En el poemario en el que no desisto de incluirlo, Nueva biología, lo tengo siempre marcado en rojo. No sé, no lo sé. Sí sé que como la mayoría lo escribí del tirón. No sé si es un extraño, no sé cómo ha llegado, cómo tan "extrañamente" ha brotado, no lo entiendo, aunque sea de los más inteligibles y yo sepa "la anécdota" desde dónde llega.
Un poema que me desconcierta encontrar y que no sé qué hacer con él. Ni siquiera consigo titularlo.


Corazón, quedo y mudo en tu silencio.
Corazón, aprieto con tus manos este gemido.
corazón, yo no te hago caso omiso: al alba te alivié.


Corazón, tu tierra,
mi tierra, no tiene plumas.
No despedazaron sobre ella las aves blancas,
no entorpecieron el sereno de la sal en sus fauces.
Tu mi tierra tu tierra, canta
sobre piedras y fósiles y fantasmas
que logramos revivir henchidos
de aire, sustancia y carne.
Tu tierra, mi tierra, juntan soles azules
sobre la faz tornasolada de la colina reseca,
la casa sobre la espalda, al peso de los riñones,
el toro en bisiesto año,
la amargura del oro líquido,
la lluvia bajo la cueva abrigada,
azul de nuevo
tan lleno de luz… tu stop, corazón.
Tu tierra, mi tierra, nuestra tierra
clama tiempo, clama ocaso,
clama por tus hondas huellas
al son del canto que moldea
como barro del que bebemos
uno en dos,
ojos, mis azules, corazón.


Y estas palomas que de la nada parecen haber nacido,
tal vez de la suerte, canto que me hace:
tu santo y seña.
No somos aves, no somos duendes.
Al despojarnos del miedo -¿qué es la muerte sino un desnudo?-,
sólo nos queda el nombre.
Corazón, desde esta garganta y la tuya te expandes,
se unen estas proclamas sobre el orbe dicho quieto y al unísono,
cantándose mutuamente, juntos no
seremos uno, sino dos, que es mayor número.

Sofía Serra, 2010 (Nueva Biología)

martes, 26 de julio de 2011

Quiero ser sabana

Quiero ser sabana

En esta aquiescencia perfecta
el guepardo camina sin más huella
que el rastro del viento sobre la yerba,
invisible y luminoso guía
que me acerca a tus ingles
derogando la sentencia de la mañana,
penetrando en tus pupilas
de animal solificante
hasta hacerme amanecer
sabana.

Sofía Serra. Julio, 2011.

(Quiero poder celebrar de alguna forma que por fin tengo ya el ordenador a punto. En este instante, tras más de cinco horas ya con el disco duro nuevo recién instalado, acabo de terminar de instalar (es decir, pelearme a brazo partido con esto que tengo delante que seguro es más listo que yo) más o menos lo "básico" para poder seguir haciendo lo que suelo hacer con esta herramienta: escribir poemas y hacer fotografías.
Herramienta, ésa es la clave de cada una de nuestras sucesivas "civilizaciones".
Y me pregunto de camino qué sucederá si a la RAE le da algún día por decir que sigamos homogeneizando grafías, es decir, por seguir modificando nuestra herramienta, obligando a ajustarnos a sus normas revisionistas, bajo la pena de excomunión de la ortografía correcta: vamos, por dios, quitemos las tildes en otras cuantas palabritas más además de sobre los pronombres demostrativos para conseguir una grafía más uniforme, menos matizada... Los remedo, obviamente, sin atisbo alguno de  acuerdo con sus imposiciones.)


sábado, 23 de julio de 2011

La cainita

La cainita

Los perros mean en las esquinas.
Las perras, en la tercera orilla.


Yo soy la mujer perdida,
esa que avistaste en la acera
del descubrimiento.
Se apostó entre tu territorio
y el del vecino
con un delantal en el pecho
y la hojarasca tierna
acariciando sus tobillos.
Tan perdida, tan perdida era
esta mujer buena,
esta mujer de todos,
esta mujer parida
por manadas de lobos
y lechuzas hambrientas,
que abandonó su nido
para visitar tu establo,
ése que levantaste allá en la esquina
de la acera donde excretan los perros.

Y ya te llegarán días soles
con techo de invierno,
azules mantas cercarán
tu oxidado aliento de puerta
sin goznes ni cerrojos,
ordenarán a golpe de dedo
minúsculo y apéndice de tus horas revueltas
cada célula de tu pequeño
universo atomizado
en vitales secuencias de besos
al vacío, que también te oye
buscando algo que poder
amar, entregarte tú a ti
hasta la descompresión,
hasta exhibirte como pájaro plomo
traspasado por flechas interestelares, negras
y bandidas palomas comerán de tu carne
convertida en grano
que en el establo se olvide
y yo seré ala perdida
como jaula en invierno
libre de presos.

Y esa mujer buena,
esa mujer a penas vestida
y de sexo abierto
mirará con descaro
las mentas yerbas de la esquinas,
hoy anegadas de orines
en su llanto al aire
de las frescas calles. 
Y las pisaré,
las pisotearé hasta borrar
toda huella de tus clavados verdes,
y compraré tu tumba arenosa
para ofrendarla al viento
lejano al huerto.
Que aquél reseque tus palmas tristes
de hombre sin cerebro,
sin venas, desmenuzado
y deshecho como la hojarasca
seca que, abono lleno,
cumplirá rediles, ejecutará
sentencias fértiles sin que el hombre
avieso, aquel hombre,
solicitara taquilla
o compra o venta de solares
donde quiso caer ya muerto.

Soy la mujer que sembró ciervos
a la puerta de tu establo,
soy yo, yo soy
el hombre que labró
la acera que encontraste.

Sofía Serra. Julio, 2011.

viernes, 22 de julio de 2011

La casa rosa

Llevo como un par de días con problemas en el ordenador. Ya "solucionados" (el lunes me instalará el técnico un nuevo disco duro) me doy cuenta de que trabajo sobre lo más aún efímero si se puede. Con un ordenador recién formateado, o sea, a cero, recupero algún archivo desde los dvds donde voy siempre grabando y hago esta entrada. Me descargo "demos" de filtros de programas de fotografía aprovechando que sé que todo lo que llene este disco duro hasta el lunes, será eliminado. Uno de esos filtros he utilizado en la fotografía que acompaña a ese poema que escribí justo la noche antes de que empezara a notar que algo iba mal en este ordenador.

Todo parece accidental, pero a mí me llega la completa sensación de que todo me encaja. Ayer supe que un blog recién conocido, un blog dedicado al reciclaje casero de muebles, algo hacia lo que por instinto (o genética) siempre me he sentido inclinada (no obstante llevo como dos semanas "reciclándome" ropa, trapos le digo yo) me hizo un bonito regalo. Un premio de cadenas de blogs por el que me nombran "pink lady", porque dicen que soy una gran fotógrafa. En otras ocasiones algunas otras personas han tenido ese detalle conmigo o este blog, pero siempre los he rehusado una vez agradecido. No me siento cómoda con las relaciones sociales "encadenadas", ni en este medio ni en la vida "diaria". Recuerdo perfectamente cómo, estando en la universidad, justo antes de que comenzara las clases se reunía equis grupito para ir a tomar café, un grupito en el que se incluían mi mejor amiga y mi mejor amigo de por entonces ( y más o menos siempre). No sé cómo me las apañaba, nunca iba a la cafetería con ellos, o lo que es lo mismo, me quedaba sin tomar el café (té) de antes de clase o primera tarde. Eso sí, a la salida, al término de la jornada, nadie me quitaba el lugar ( ni el tiempo, siempre la primera, :D) en la esquina de "La moneda", una gloriosa taberna de Sevilla, bastante minúscula, que "diezduplicaba" su tamaño de "local" gracias a  la cantidad de personas que nos situábamos en la extensa acera de alrededor, donde nos reuníamos los compañeros que durante la promoción habíamos ido haciendo amistad, todos integrantes de distintas especialidades y hasta de distinta facultad (Biología, filología, Derecho...) para tomarnos nuestras buenas, y hasta elevadas, dosis de,  cervezas.

No sé cómo me las apaño, de nuevo lo digo, pero siempre, como por instinto, me desligo de lo que por pura lógica coyuntural o circunstancial debería quedarme más cercano. Mi querencia es "lo otro".

La casa en "rosa" que aparece en la fotografía era blanca, estaba pintada de blanco. Ésa era mi antigua casa, un piso de alquiler de renta antigua que tenía subrogado a mi nombre desde que murió mi abuela, porque antes, y desde 1933, fue su casa y con ella la de de mi abuelo, mi padre, mi tío, y hasta de nosotras cuando fuimos naciendo. Después ya mis padres se fueron mudando a otros pisos de alquiler (y con ellos, lógicamente, sus tres hijas y, después, mi hermano).

Hasta hace unos 10 años y desde que me casé, viví en ella, en el último piso, el único en el que  sus ventanas traseras dan al jardín del palacio de las Dueñas. Calle Espíritu Santo, barreduela de Enrique el cojo, un gran maestro del baile flamenco.

Gracias a Olga y Rosa (su blog: "De andar por casa") por el bonito regalo que me han hecho, sin conocerme apenas de nada, no más de un comentario o dos en sus gustosas entradas. Esta entrada va dedicada a ellas. No lo sabían, no podían saberlo, pero cualquiera que haya ido siguiendo este blog donde la mayoría de las veces subo poemas, o el otro de las fotografías, habrá podido intuir que desde Abril más o menos, voy buscando el rosa, y como siempre, sin pretenderlo.




Autorretrato con dosis
diezmedida y sub
urbio herido
y dislocado.

Así se sucedía mi casa sobre los perfiles raudos del espacio de quienes no habitaron. Quisieron masacrarla a golpes de instantes devenidos en yo no sé qué, sólo perversiones, y sólo, tan sólo, consiguieron uniformar sus pupilas, las de ellos, tan negras afloraron, tan pronosticadas por las bajas endechas… Asolaron con una simple mirada, tautárgica mirada el porvenir de la pobre casa, la rica casa, arrasaron sus vigas y sus mimbres, los tabiques y sus muros, sus balcones y la escalera, desbancaron sus cimientos embarrados que vuelan ya tal vez camino de esa tierra removida con la que el topillo engalana con cráteres de luna la yerba... Tan verde, se olvidó de mi casa la yerba, de sus sucederes y aconteceres, tan obligada a permanecer, mi casa, aun derruida en el suceso de mi alma.

Sofía Serra, 19 de julio de 2011

martes, 19 de julio de 2011

El suicida

(Correcciones Nueva Biología)


El suicida

Fuiste valiente.
Cumpliste objetivo.
Conseguiste matarte.
¿Y quién no lo logra?
Carne de matadero directa a la boca del cañón, ¡valientes!
Pero yo no, ¡ah!, yo, no.
Yo quiero vivir.
Yo soy cobarde.
No me amarrarán las coordenadas bipolares
que nacen ante el estrépito
de la rotura del hilo
que une a tu querer
con tu poder pro-boca
oídos sordos,
manos sobre orejas,
como si no les llegara
el pulso
bogando por las arterias
hasta los capilares ecos
que huyendo (huicida eres)
generan esos digitales cuencos
en modo altas voces:
Eco en modo tuyo.

Y sólo uno de enmudecerlo.

Sofía Serra, 2010  (Nueva Biología)
 
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