martes, 25 de mayo de 2010

Canto profano ante un Cristo sevillano

La iconografía que fundamenta  una hermosa talla del Cristo del Amor que se expone en la Iglesia del Salvador de Sevilla (sobre septiembre anduve fotografiándola), fue uno de los conocimientos adquiridos que más impresionaron a ésta que suscribe que en su momento estudió Historia del Arte. Se trata de una bellísima escultura en madera policromada representando a Cristo en la cruz realizada por el imaginero Juan de Mesa, en el siglo XVII.  A los pies de la cruz,  y éste es el detalle, aparece un pelícano con sus dos polluelos. El ave está picándose el pecho para así conseguir hacerlo sangrar y  de esta forma, lograr que  sus crías puedan saciar su hambre. Es el símbolo del Amor. Para quien se haya acercado alguna vez a lo que hago, no resultará extraño pues encontrar este ave rondando  por mis poemas, aunque en éste precisamente no aparezca, :). Otras cosas, otras luces, siempre dos, y la fuente, siempre una que ronda y ronda por lo mismo siempre...



Amor a dos luces (Canto profano ante un Cristo sevillano, o dos)

Si la verdad siempre verde, siempre amor.
Si tú, Amor, canto solar de la noche clara y rosa...
Si yo me hago en tu boca de vida, flor sagrada,
princesa mía del amor y de la muerte tan hermosa,
de la buena muerte y del Amor...
Si yo, Amor, ¡que para tu mar yo soy!
Si tú, Amor, que para tu mar tan mío
ya florezco en playa tuya arribando al espejo de la rubia arena...
Si yo, Amor, para ese mar tan grande,
para este mar tranquilo,
y para el mar en tus caracolas rizando el aire al ritmo de la marea...
Si tú...si yo...
Si vida y pecho abierto...
Si llaga, tierra y flores,
si fuente y agua clara, si sol y dicho amor...
Si yo, si tú, si juntos y a dos luces...

¡Ah!,
...¡Ya la fuente riega risa y recorre los veneros proclamando algarabía de verso bajo el cielo!
Ya... si tú, si yo... es que somos la hermosa imagen de la llaga bella.

Sofía Serra, 24 mayo 2010

domingo, 23 de mayo de 2010

No soy Eva, ni Beatriz (en audio)

No se cuántas veces he vuelto a este poema, compuesto aproximadamente hace un año ahora. Como estoy preparando el blog donde pretendo publicar el poemario del que forma parte, sigo dándole vueltas. Ahora lo he grabado de esta forma, sonando con la música que, paradójicamente, y digo paradójicamente porque siempre suelo negar la audición de música cuando estoy escribiendo, resonaba una y otra vez en mis adentros cuando lo escribía.

Este poema es importante para mí, creo que casi el más importante atendiendo a lo que una pretende y ha pretendido siempre en la vida, independientemente de que lo logre o no, actuar lo más congruentementemente posible con lo que piensa y siente, no se sabe muy bien a ciencia cierta si esforzándose en ello o porque sale sólo la mayoría de las veces de las manos de eso que yo llamo Poesía, que  casi siempre, todo hay que decirlo, no sé muy bien si tiene que ver mucho con lo que los demás entienden por ella.

También se trata del que recité por primera vez en mi vida, así que se le añade un valor más para mí al que de por sí ya poseía.

Me gustaría hablar de él.

Y he escrito una larguísima entrada  explicándolo todo,  pero al final la he borrado y opto por dejar tan sólo su sonido, y su letra. En él están todos los datos, en la música que lo acompaña también. Si alguien desea o le intersa saber algo, con preguntar, lo tendrá dado, lo que hace e hizo posible el poema.

Sólo un dato. Este poema  fue escrito tras la escritura de cuatro poemarios, alguno más endeble que otro, y el pequeño de los Sonetos, "Son-ethos". Unos seis, siete, años después de que decidiera por primera vez en mi vida conservar todos los poemas que iba escribiendo. Es la primera vez que conscientemente, consigo nombrarme como "poeta" ante los demás.

"Vide cor meum", la cantata compuesta por Patrick Cassidy basándose en el tercer capítulo de la obra de Dante "´La vita nuova" es la música que lo acompaña. Pido disculpas si la "mezcla" de los audios no ha quedado perfecta. No soy técnica en sonido. Si consigo hacerlo mejor, la sustituiré.
Aquí la entrada  donde por primera vez lo publiqué. En ella se puede ver la fotografía de la que, este poema sí, arranca.



No soy Eva, ni Beatriz (Adán antes de ver la hoja de parra o canto a la ingenuidad)

Suerte de este amor bello que me permite contemplarte./
Suerte de este cuerpo de mujer que el azar genético conquistó para mi alma,/
que me posibilitó engendrarte, construirte, albergarte en mi centro sin haber tenido que introducirte en él./
Suerte de suertes irrazonables que irradian la belleza de lo extraído de la materia viva,/
palpitante,/
llena de sanguínea flor, inefable habilidad por la que los sentidos,/
harto claros,/
inteligentemente dúctiles, maleables, hacedores en mis tersas yemas/
de preñez plenas, culminan su indestructible afán por lograr aprehender la intangibilidad de los azules conquistados con las hormonas por bandera./
Beso tus pies,/
con suerte de que al hacerlo, beso los míos, como al independizarte de mi seno te acaricié con las livianas manos de la libertad que para ti construí./
Yo, que sólo sé arquitrabar ideas./
Suerte de magia terrena hilada en el sentido de las verdades honestas con el ser y la materia, plenos de omnipotente energía, fuerza, arrojo, ingenuidad. Humanas y buenas./


Sin el perjuicio de las lenguas sin boca, yo puedo amarte,/
adorar tu cuerpo,/
beber de tu mente y hasta instruirte en el hambre./
Suerte mía. Suerte buena de ser tu madre./


Suerte de que todavía habitan entre nosotros ángeles pre-claros,/
seres que a fuer del ser, más que transparentes, crean la luz./
Y con ellos llega la herida en las opacas impertinencias de los ritmos simétricos,/
las logo y loco-ritmias batidas a fuerza de esperpento humano que se autonombra,/
doctores encauzados en la circunspecta utilidad de las etiquetas,/
descorduras disfrazadas de monjes genuflexos y monjas desorientadas, desubicadas, perdidas del único arrobo del ser de hembras,/
quimioterapia renacida desde sus propias células suicidas,/
leyes circunscritas a su propia osadía, que ni osadía ni oleaje borrascoso,/
sino tibieza de propio ser fútil y filamentoso, gusanos con estirpe de villanos./


Suerte que tú, Dante, alquimista de nuestra belleza cercana y plena,/
pariste especie procreadora de adalides seráficos que con sus alas flameantes arrasan/
la, parecía inabarcable, inderrotable, intocable alambrada de espinos zarzales secos/
que separaron al Paraíso del ser humano./
Y que hoy ya humea./
Huele a cenizas y polvorín mojados por las lluvias doradas, u orinas, de todos los seres claros./


Suerte de que el álbum secreto de la vida nos depare la espléndida visión de la cristalina sombra blanca./
Suerte que poesía y utopía caminan con los pies calzados de la imbatible consistencia de los lugares creados a fuer de amor, de luz,/
maternal costumbre de la Ingenuidad,/
siempre pretendidamente materia imperdible de mi ser de poeta./


Suerte, buena suerte la mía./

Sofía Serra, Junio de 2009. Del poemario El paraíso imperdible. Junio, 2009

sábado, 22 de mayo de 2010

Flor de mayo en audio





Dejo audio del poema publicado en la anterior entrada. Colocaré el mismo reproductor en ella con el fin de facilitar su lectura.
Esto de recitar cada día me enardece más, me trae más locamente gustosa por estos caminos de la poesía. No sé cómo lo hago, me gustaría mucho que quien me oiga me deje sus opiniones. Para mí es difícil porque hay que "reaprender a pronunciar", aprender a declamar, lo que sientes y vives al escribirlo, que una se ve con sus gestos, ser capaz de exponerlo para afuera, en tono, en ademanes, perder la vergüenza ante una misma (lo más difícil) pero disfruto como una chiquilla, me pongo nerviosa, a temblar, unas veces me sale del tirón y otras tengo que repetirlos cien veces, nunca contenta del todo, pero gozo, realmente gozo, me llevaría todo el santo día recitando.
¿La foto de la rosa?...ya saldrá.

jueves, 20 de mayo de 2010

Flor de mayo

(Este poema va con una fotografía de una rosa  que aún no he disparado, pero que espero poder fotografiar hoy mismo)



Flor de Mayo (Del cuarto claro al Jardín de las delicias)

Del gobierno del cuarto claro me deduzco,/
alba y vida externa,/
y el tuyo alcanzo resuelta en la algarabía/
de los ojos reflejados en la rosa, los del búho sabio del jardín de las delicias./
Deja que te cante, flor de mayo,/
deja que alegre y risueña y nerviosa absorba tu aroma y me prenda en tu cáliz,/
para que me recoja/
la mano precursora del brazo extendido/
que acaricia las nalgas de nácar./
Me has contagiado tu ritmo taquicárdico,/
corazón, corazón,/
has enhebrado, fiel, las cuentas del collar de perlas/
de coral, de coral,/
corazón, rojo amor,/
vibran mis cuerdas prendidas de estos cascabeles/
aligerando al mirlo, al soslayo, al silencio, a la asesina suerte. Por dentro y por fuera./
Has perpetrado en mí el crimen más horrible,/
la más sangrante rosa, la más menuda calma,/
la menos dolosa muerte, la más codiciada estrella./


Has sembrado en esta tierra grande la memoria de mi alegría./


Germina, germina la flor de mayo, germina creciendo/
tan lúbrica y vigorosa que hace quejigos a las encinas./
Y yo me abro a su perfume, y cosecho caricias de plena vida,/
luz de mayo o de verano./
Y yo navego por estos mares de pétalos y flores y savia/
que destila tu sabia boca de almendra mía, gusto mío, placer mío/
en la suerte de este huerto artesonado al ritmo de tus manos terrenales./


Estoy desnuda como el mar verde ante tu yema-flor del día:/
Este cuerpo se sostiene ingrávido sobre las perlas cantarinas/
paseando collares de cuentas de risa por tu tallo,/
y por tu pétalo dorado y rojo que ilumina sábanas antaño musgo,/
alba y quieta verdina del arroyo que desde la fuente/
me llega poco a poco, desde tu perfil de rosa roja a la silueta/
revelada en la caverna caliente que ya no es mía, sino tuya./
Raíces a la alegría./


Y el manzano vence contra desquiciadas sinuosas soportando el peso de lo efímero,/
atesora historias que enardecen, evidencia tempestades/
que no llegaron desde el cielo, sólo de las imperiales losas/
de los ruidos fantasmales que se hacinaron en la bodega/
de aquel barco, aquella oscura y lóbrega estancia del pasado,/
cascarón de fría y rancia materia ósea. Como el huevo huero./

Yo, que me vertebro en tus dos luces, la del cielo,/
que me cae,/
y la que desde el pie me alimenta,/
que siempre mana de tu boca,/
sol de amor, santa correspondencia, sal de fragor de las batallas/
tiernas entre las carnes rosas, mutuamente amadas,/
pétalo con pétalo estrellado,/
astros procreados por mor de la caricia,/
¿cómo voy a helar este pulso tan mío, tan caliente?/
Encontró la paloma al sol vivo tras la empresa,/
crisantemos olvidados por el paso de la escarcha,/
y ya duerme, ya duerme envuelta en los carnales aires,/
pétalos-alas extendidos, rosa abierta:/
Mayo Grande. Mayo cantarina boca. Mayo cuerpo a cuerpo de Mayo en mis pequeñas manos./

Sofía Serra, 19 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

Desde la nada al silencio



Título de la fotografía: Nuevos tulipanes


Cae el cielo


Desde la nada al silencio,/
del alma al trecho que nos separa/
disolviéndonos como sendas trazadas en el agua,/
nos bebemos./
Calmamos así la agonía en la batalla por ser amados./
Cálmame, cálmame. Bébeme, bébeme. Me abro, ábrete./
Se hace insufrible este sordo batir en la ensenada/
contra su propio abierto de/
lame y lame arena,/
y terciopelo con color de piel humana como tu gemelo, tu mano, tu curva,/
tu lado costero que me embate/
al son de un pulso caliente de mar,/
de mar y combate,/
de mar y su arrastre,/
de mar y su agua, su lecho blanco, la cama/
del mar con sed de hambre a mis venas,/
a mi gusto, a mi carne, a mi alma a tu vera,/
a tu ombligo en mi aire./


Yo ya ni sé vivir ni mucho menos lo que quiero./
Cegada esta palabra/
se desoja por encontrar el consuelo que la haga limpia,/
verbo puro/
de un cuerpo o un alma que vagan, qué más da,/
vivos a todas horas./


Yo hoy callaré mi voz./
Yo hoy sumiré mi alma en el silencio./
Para que tú respires y venzas y sufras y llores y goces, y te entierres en la fecunda,/
y germines como el verde y florezcas como flor eterna del mirlo en su pico bebiendo del sol./
Yo hoy soy ya muerte de mí, y de las aguas y de los aires me ausento/
en la nada, ya sin lugar y sin juego./
Sin piedra, sin rama, sin canto,/
ya hoy callo. Y ya bebo. Si puedo./
Callaré mientras vivas, callaré mientras voy muriendo, callaré tras de ti, callaré ante el silencio, callaré loca, callaré cuerda, callaré, callaré, callaré...cae el cielo./
...Y las palomas sangran... ay, cómo sangran las palomas./


Vosotros mudad, mirlos blancos, a otros lugares u otros colores,/
que yo con mi sangre vuelvo a tierra,/
que yo a mi cielo propio voy,/
que yo en su palabra encuentro mi verbo./


Muda y blanca y roja y quieta. Así me quedo./
De mis pupilas nacen flores, las armas vestales/
que empuño con mi aliento pretendiendo lo imposible./
Ella, acero fraguado./
Mis tersas yemas, pétalos suicidas./
¿Habrase visto tamaña torpeza?/
¿Qué me reventará por dentro cuando Ella se asoma/
confundiendo el tiempo con la sangre/
de las blancas palomas?/
Aquellos mirlos blancos posados en el suelo,/
emplumados con pétalos de flores, fueron mi armadura./
Ella, ya, no más que polvo seco que moldearé con mis manos en cuanto llueva./
Cae el cielo./


Y beberé, beberé y beberé, de la lluvia que tú me bañes./
Y hallaré tu aliento con los párpados cerrados./
Y arrullaré esta ensenada abierta a la templanza de tu ansiado adviento./
Y posaré esta fotografía sobre tu boca, ahora que sé te distraes con la fértil./
Y tomaré de tus manos,/
y tornearé mi canto,/
y ensancharé mis caderas ahora que sé consumas las curvas de este mundo en norte
con las cosas serias./


...Somos tan ricos, ¡somos tan ricos!
En la tierra renazco.
Cae el cielo.



Sofía Serra, Mayo 2010
 
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