viernes, 10 de julio de 2009

Madreselvas en flor


Título de la fotografía : Madreselvas en flor


Madreselvas en flor

He contemplado cómo se abandonaba al Hijo dejándolo a la intemperie helada de la vida.
He vislumbrado la osadía de las manos humanas ensangrentadas con el real líquido de la estirpe,]
para luego morir, víctima de su propia locura.
He comprobado la resurrección del verbo hecho carne bendita a través del propio ser de ser humano,]
y el triunfo de la vida izado a los altares del merecimiento con el baile de los brazos omnipotentes del amor.]
He organizado justas lentas y humildes, gallardas lozanías esculpidas mediante la alegría y la ingenuidad del bien amado como soldados del ejército deseado.
He sido corresponsal denunciante de la guerra entre hermanos, reportero entre dos fuegos enemigos levantando bandera de paces cuando sólo aparecían puños amenazadores.]
He sido testigo combativo del ultraje al anciano, carne de mi carne, a la vez que el anciano me violaba.]
He visto rasgarse las cortinas del inframundo horrorizada ante la ignorancia de las propias garras que provocaban su apertura, y con ella, la avenida sobre mi carne del fuego abrasador, la tortura esculpida con dedos vestidos de cristales ciegos, ]
cuchillos de obscena y afilada obsidiana, asfalto, automóvil y desley y el depósito de la descreencia sobre mis hombros enlutados, cuando yo, rezaba. ]

Por tu alma, por mi pérdida.

Con un rosario en mis manos que a su vez tuvieron que educarte en el dolor, para extraer de tu lívido semblante el rubor de la vida con esperanza.]
He soportado el peso de la marmórea losa y de la infinitud de la tierra plena.
He gastado mis uñas hasta horadar las paredes del ataúd en el que me enterraron viva a la vez que hacía emerger cipreses de sus tablas.]
He patentado la fertilidad del dolor abonando al mismo suelo que me torturaba logrando extraerle sus risas floridas que, como ángeles, me acompañaron.]
He vivido en la soledad del inentendido, ajeno a las banderas que los demás ondean como libertades, intentado dibujarles los sudarios con los que se amortajaban.]
He dejado crecer tantas ortigas como para desplagar los jardines colgantes de Babilonia, aunque en mi delicada y fina fiel, producen urticaria.]
He sembrado tal número de árboles que bastarían para alimentar los pulmones de cien criaturas que hubieran depositado en mis brazos para criarlos con los pechos de una jardinera nodriza, a ellos, que estorban para el prestigio social de madres alopécicas.]
He llegado al límite de la vida, entre la tierra y el ser vivo, extrayendo el barro cocido por el estío de las delicadas bocas de las encinas, para que no se asfixiaran, ellas, las sonrisas de la tierra.]
He reconstruido murallas de piedras ciclópeas derrumbadas por la osadía de los temporales invernales, cuando mis manos, muy pequeñas, sólo pueden abarcar los guijarros que el cauce leve del arroyo moldea.]
He abierto caminos sobre el desierto a la vez que verdeaba sus lindes, para qué la presencia del jilguero, y de la abubilla, ornara con sus voces el aire vacío del abandono humano.]
He matado con mis zapatos de rosas a los devoradores del verde a la vez que habilitaba el criadero de sus crías entre las aspidistras de mis años infantiles (he convertido serpientes mortíferas en amas de cría).]
He dejado andar a mis entrañas por la boca negra de la noche serrana camino de su aprendizaje, para que pudiera comprender el esperpento de la soledad y la valentía humanas.]
Te he amado, renunciando a mi lustre, para que otros pudieran necesitarte, y así, tú, amarte.]
He entregado y he contemplado mis manos no sólo vacías, sino convertidas en caricatura de sí mismas cuando la muerte nos habilita como sólo recordatorio de hombre, estructura ósea ya imposibilitada para la caricia.]
He arado, he cimentado, he curado sus alas, extraído sus huevos para alimentarnos, mientras construía jaulas para voladores sintéticos, por no quebrar el diseño natural del orbe y poder levantar el mío desde el mismo suelo.]
He ayudado a la tierra en su vital ciclo del agua. He sido nube y océano. Sol y helada matutina.]
Me he visto llorar, he visto morir, he matado, he realizado obstetricias, he contemplado tu insurrección, he soportado la venganza, he vengado, he muerto ante la envidia, he temblado de dolor ante la sevicia, he sucumbido ante el discurso de las lenguas huecas, he hablado cuando todos callaban, he convertido mis versos en palabras de judicatura, he amado cuando todos se autoamaban, he resucitado por mí misma…]
He creado casi de la misma nada.

Que nadie diga que el mundo no ha hablado a través de mí,
que no soy poeta,
que mi yo ha pertenecido al mundo y al mundo vuelve a través de mi fuente florida, cubierta de madreselvas, sembradas por mí, que purifican con su dulce aroma el aire envilecido de la estulticia.]

(Sofía Serra, Junio 2009)

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