lunes, 11 de mayo de 2009

Luz que sana heridas, luz del sur

Esta fotografía la he realizado hace escasas horas:

Título: Parra en interior

Inmediartamente terminada, recordé esa otra que interpongo más abajo realizada ya hace algunos años, cuatro en concreto como la firma atestigua. Por aquel entonces no solía escribir el título de las fotografías que realizaba en el "interior" de la imagen, pero sí en los archivos de los que formaba parte, así que en este momento se lo he incluído. Llevaba añadido el subepígrafe de "Luz que avienta heridas..."
Título: Luz del sur

El ejercicio memorístico-intuitivo que ha derivado de la realización de la primera mostrada me permito usarlo, en el caso de esta entrada de blog, para reivindicar algo sobre lo que llevo algún tiempo dando vueltas en forma de poemas y pensamientos más o menos inefables , esto es, el valor ineludible de la memoria y de la intuición como formas de conocimiento humano, como caminos para el conocimiento que el ser humano puede, y debe, utilizar en la exploración, y por tanto, aprehensión, tanto de la realidad externa como interna, utilizando ambos términos, externa e interna, sólo como salvoconductos para entendernos, pues se hace casi imposible establecer unos límites definidos entre una y otra, sino es que llegan a conformar en realidad la misma cosa.
Casi segura estoy de que ningún especialista en la psique humana (filósofos, trabajadores de la construcción o del metal, agricultores y pescadores, psicólogos, polliticos, publicistas, historiadores, antropólogos, médicos, letrados, filólogos, creadores, empresarios, maestros, madres, padres, alumnos, amigos, amores, y hasta sacerdotes o/e imanes, y brujos) desprecia el primero como forma de conocimiento, así como, un casi menos amplio, tampoco del todo al segundo, el de la intuición, pero se percibe a las claras que el primero, el de la memoria, se ve algunas veces denostado por quienes confunden el hecho del recuerdo con otras reacciones humanas, o bien lo asimilan al ejercicio del rencor, así como el segundo, el de la intuición, asimilado tan sólo al hecho del ejercicio creativo como valor en alza, resulta la mayoría de las veces depreciado o poco valorado por el hecho de que desde nuestras mentes , aún firmemente ancladas en el ejercicio racional que de tan moda puso el SXVIII europeo con su inexacta recuperación de los valores de la antigüedad grecolatina, no acirtamos a fiarnos del valor intrínseco que desarrolla en ese camino de conocimiento que resulta el afán supremo de la especie humana.
Los reivindico porque emocional y racionalmente, es decir, intuitivamente, pero también empíricamente, acierto a percibir que en los dos se funden como en un todo los procesos por los cuales conocemos, es decir, exploramos y apercibimos la realidad o lo que quiera que seamos y sea, es decir, los procesos emocionales y los procesos racionales, mientras que por el método racional, ese amparado en el perpetuo, por inamovible, silogismo lógico, dejamos de lado la también hermosa y gran parte de lo que conforma al ser humano, esto es, su capacidad para vivir y transmitir emociones.
Usando ambos, el camino de la memoria y el de la intuición, tendríamos la suerte de haber hallado el logro de "conocer mejor", ya que incluiríamos la capacidad intelectiva humana en su totalidad, esto es, como motor racional y como motor emotivo.
Tiempo es ya, creo, de que podamos extraer algún beneficio de nuestra propia esencia como especie sin rebajarnos a denigrar ninguna de nuestras capacidades.

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