Ayer supe por qué lo escribí. Agosto no existe, o hacen que no exista en este hemisferio norte. Qué mal nos portamos con él, y qué casi carcajeante paradoja. El mes con nombre de emperador, de César, de casi omnipotencia, no puede nada. Simplemente porque en él, hacemos que casi nada de lo que nos condiciona, exista. Salvo alguna barbaridad y algún alumbramiento casi divino. Agosto es el mes virgen, por poblar, por llenarlo de fundamento, de bienes y bondades.
Creo que ayer supe por qué escribí este poema para un futuro, aunque naciera de un pasado en el que Agosto, como siempre, fue tratado injustamente.
Los hombres, cuando mal actúan, cuando mal-dicen, pervierten el nombre de lo más puro. Agosto y virgen, te sembraré de milagros y hermosuras.
Poema para Agosto
siniestro e indoloro cautivando
el obsequio, madreperla
benevolente culminando
la hechura de la vasija
desde el barro, limo y centinelas
bajo las palmeras de este oasis
zurdo y regalado.
Las chumberas multiplican
higos verdes: este justo verano
terminará por endiosarse
con la aureola del agosto
arenoso y libre.
Y cuánto sueño duerme
bajo las ojeras de tus testículos
tan jadeantes. Ellos piensan púdicos
y sosegados por la espera
de mis manos, y no habrá
un solo vino que desechen
cuando sed a solas manen,
cuando yo te hable
del fango y de la sangre
volverán las heladas fuentes
a derretir el blanco mármol
en la verdina fresca de mi pozo,
esa luz redonda que cultiva
el agua liberando el milagro
de los panes y los peces
en el desierto.
(De La dosis y la desmedida)