martes, 6 de marzo de 2012

Amanecer

Amanecer
la cresta de la ola salvaje,
¿quién podría domesticarla
amoldarla comerla con su seno
toda ella una llena en la boca?




un océano de lumbre indiscreta
y paraíso en el extremo de mi boca
y mi sereno al mar
cuando lo tienes a pedido de tus ojos
de hombre o de tierra verde
como las libélulas que pululan aladas
y beben leche, tan blancas y doradas
como la púrpura
que te encumbra
dentro de mí,
nívea como el armiño.


de más está
que digamos
que sí a qué
o vino de más
y en la sobra
he continuado la caminata
marítima cuando te ibas
y te ibas tan lejos que ni las olas,
por mucho que anduvieran bajo el mar,
por más arrecifes y caracolas que arrostraran
en su paso,
—tantas barreras, tantos límites—
por más delfines que murieran arrollados
en sus remolinos,
—tanto dolor, tantas lágrimas—
por más que longitud y latitud
confluyeran en un solo punto
del uniforme geoestratégico:
tu ombligo moreno da la vuelta
al mundo de mi lengua.
Así se levanta el sol.


un insufrible acto de perdición,
sumisión y autoextinción:
el mar parsimoniándose
sobre la arena.
Y tu belleza de hombre
contenido en la palabra.


Sofía Serra (Suroeste)

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