domingo, 9 de mayo de 2010

Ya no publico



Por todos  es conocido el hecho de que existen editoriales de autopublicación  o “de pago”, como comúnmente las conocemos. No puedo criticar su negocio. Se trata simple y llanamente de eso, su negocio, y estoy segura de que todas ellas desarrollarán su labor dentro de los compromisos éticamente adecuados.

Existen otras que no se autonombran de esa forma, ni pública ni privadamente cuando por la circunstancia que sea, en este caso, al parecer, haber leído un poemario de una que les ha gustado, entras más directamente en contacto con ellos, pero que, una vez expuestas someramente las condiciones de la supuesta edición, y con la REAL justificación de lo inédito de la autora en cuanto que escritora de poesía, y por el hecho de en ese mismo momento saber que debo pagar una X cantidad de dinero, pero que en el fondo, no sé si en la forma porque, aprovecho para decirlo, no he llegado ni a leer el contrato, significa lo mismo. Es el propio autor el que financia la edición de su obra.

Y no importa, porque por más que piense, y por mucho subterfugio que pueda parecer ha sido usado, o por muy poca claridad de mecánica del negocio que haya sido expuesto, sigue siendo SU negocio.

No veo nada criticable en el hecho de que para conseguir se usen ciertos medios como es la poca claridad expositiva. Ésas son las “armas” y el “juego” del negocio, y ésas son las armas también muchas veces de la poesía y el arte. Que usándolas en un campo de juego se consiga beneficio contante y sonante, y usándolos en el otro, no, no dice nada merecedor de crítica o comparación para mejor o peor actitudes.

Simple cuestión de, tal vez ni objetivos, sólo de distintos caminos en la vida.

Llegados a este punto sólo puedo hacer esto. Yo me acuso, amigos, y en primer lugar y antes que todo pidiendo disculpas a la vez a todos esas personas queridas que sé han vivido con ilusión el hecho de la posibilidad de ver uno de mis poemarios publicados en papel, me acuso y les pido disculpas por este NO que doy. Me acuso de presuntuosidad, me acuso de que la necesidad, humana, sí, lo somos todos, que siento de reconocimiento por un trabajo en el que me despellejo todos los días y de todas las formas posibles, me haya dejado en sombras durante creo más de una semana , dudando, sin ser capaz de ver claramente. De que en el fondo lo que iba a hacer, si hubiera firmado, hubiera sido auto-publicarme.

Me acuso de presunción porque yo, que reniego de la autopublicación, para mí (hoy vamos a dejar los desdobles poéticos e infinitamente necesarios en otras ocasiones a un lado) por motivos que las personas que me conocen estarán ya hasta aburridos de oírme argumentar, caí en el peor “pecado” posible, es decir, en el de sentirme “elegida” por méritos propios (o el de mi poesía en este caso mejor dicho). No hay nada peor que un anhelo o necesidad aunque sea someramente aliviado. El cuerpo se desmadeja, los ojos se cierran y menos mal que un tercer sentido, un sexto, o tal vez el más común de todos, me hizo al menos sentir el beneficioso asomo de la duda.
Hasta hoy y esta noche no he conseguido despejarla.

En resumidas cuentas me decido a no publicar en la editorial que me lo había ofrecido (no puedo citarla porque como digo no he leído el contrato, no lo tengo aún en mi poder, y el lunes llamaré para que no me lo envíen, es decir, no tengo pruebas documentales) y que yo bien requetebién arrogada en mi propia vanidad y esa necesidad de alivio en el esfuerzo, acogí con la alegría que espontáneamente dejé manifiesta en una anterior entrada de este blog, y de la que no me arrepiento por mí, tan sólo por la ilusión que pueda provocar en esos amigos que sé me quieren bien y que hoy les robo. Les pido perdón desde lo más profundo de mi corazón, aunque goces así, por muy desdibujadores de la realidad que sean son la sal de la vida. Disfruté ese día como pocas ocasiones en mi vida lo he hecho. Después llegó el calvario, sí, calvario merecido, por mi forma de ser que ciertamente contemplo como ambiciosa, y, por defecto, presuntuosa con lo que respecta a la poesía que escribo, porque presuponer que  algún día pueda estar en papel, sólo indica creer en la posibilidad de que alguien pueda apostar por ella. Significa tan sólo eso, pre-supuesto sobre su propio valor.

Unas veces, lo dudo; otras, no. Pero sí sólo creo en una forma de hacer las cosas para mí, tal vez demasiado exigente y hasta pre-potente, y por lo tanto, posiblemente reprobable. Y esa forma es atendiendo al neg-ocio del que hablamos que es el de la Poesía, que si ella, yo, puedo tener la fortuna de lograr verla publicada en papel algún día, sea de verdad porque es merecedora de ello. Es decir, por méritos propios SUYOS, si es que los tuviera, y no porque su autora o personas que me quieran a mí también, y no exclusivamente a esa poesía, nos dispusiéramos a salvarle el puente para el papel con billetes extendidos.

Éste es el negocio de la poesía, o al menos el negocio de la poesía que sale de mí. Si mejor o peor, digna de ser apreciada o no, es otro cantar para el que, sobre ése sí estoy completamente segura, yo no puedo ser su altavoz.

A vosotros, queridos amigos que me podáis leer os pido disculpas de todo corazón. Acompaño esta entrada con esa canción que, casi-casi puedo considerar como la canción que más me gusta de todas cuanto puedan hacerlo, con la pretensión en la medida de lo posible de regalaros algo bonito con estas palabras.

Reabro ahora mismo el blog que tenía dedicado al poemario que la editorial había decidido publicarme.

Aquí:


Un enorme abrazo a todos

sábado, 8 de mayo de 2010

Canto inefable

Canto inefable

Como un barrunto de luz./
Como si la Tierra se despertara a sí misma soslayando el abandono de su soledad en su propia esfera./
Como si la lluvia no formara cuerpo,/
como si la adelfa suspendiera su floración terqueando contra los tiempos inestables./
Como si la luz no fuera precisa en el sur./
Como si la calma fuese un ser vivo./
Como si la piedra no estuviera muerta./
Como si tu sonido, inhábil y gozoso en la estepa múltiple,/
no aconteciera cuando la desdicha conforma eco./
Como si me abandonase a mí misma./
Como si muriese, pero viva./
Así crezco sobre tu verbo, tu boca limpia y tu abandono pleno./
Como yo muero, mi planeta de órbita inquieta./

Si no nací para observarte, ¿por qué te pusiste delante?/

Un tal vez de asomo de arrogante dicha./
Una gibosa protuberancia sobre la lluvia de azoteas dispuestas en lontananza./
Un vacío, por desconocido, resorte que me impide asomarme a un nuevo tiempo,/
barca asolanada, sin brea ni conversos, sin justa yunta,/
sin alquimistas proporciones…pretil del agua, futuro conforme./

Me asombro ante mi misma ausencia./

Rompo y reconstruyo./
Abrazo intempestivo entre la luz que nos gobierna y las sufridas añoranzas./
Justa quimera recompensada que abraza el orbe inquieto de esta cruel intensidad./
Quebró el sol al suspiro, a la luz, al hábito inconcluso, a las nobles novedades,/
a la gallarda lozanía de una mente en grata penumbra./
Soliviantaron los ecos los recuerdos atávicos, la suerte de la dicha./
Juventud humana./
Sinergia de las cosas bellas./
Bendito panorama./

Como las perlas de ultramar que hubieran depositado sobre la orilla mis gentiles amapolas./
Como un sueño profundo, lozano y suspensorio de afanes./
Como el locuaz blanco que inunda el cielo en las tardes de estío./
Como un supremo haz de vida refrescando la calma rallada./
Como la risa más sincera./
Como tú, acometida mía, que me has vertebrado sujeta a la puerta, a la observancia,/
al asombro, al respiro beatífico de tu yodo./
Como la mar de grande./
Como yo de suelta…/

Sofía Serra (del poemario "El paraíso imperdible", 2009)

viernes, 7 de mayo de 2010

Que vuelvan las lilas

Al blanco


Como las lilas de ultramar.
Así me posé sobre la yerba cercana a  tu dorado estanque,
convertí tus cañas en siringas y canté hasta soñarte inundado
de ti.
Canté y tañí.
En honor de las letras me hago sangre, despedazo cada sílaba por ver
si al nombrarlas consigo encontrar el descanso para este cuerpo.
Anhelo el otoño sin que haya nacido el verano.

¿Y si me dejas descansar?
No morirás aunque duerma, la luz se hace luz sin el tiempo:
hay algo más.
En el vacío interestelar existe la anti-materia,
¿por qué yo no puedo auto-extinguirme?
Ser capaz de perpetrar homicidio
contra estas cansadas manos, brazos, más tuyos
que míos: deja que duerman.
Al parecer, sólo el aire me mantiene viva,
ventana y lumbre. Al parecer el sonido no ondea sobre el agua,
puerta y límites.
Al parecer los lilos sólo florecen una vez al año.

¿Qué tal si me dejas apoyar la cabeza aunque sea en la nube de espinas?
No ahuyentarme. Dejarme en paz de mí.

Auto-ventilarme,
en un sol, en una punta, en un nítido y exento atisbo
del negro sobre el blanco.
¡Puff!... y dejar.
Dejar de ser.
Auto-ininhibirme en el altar de sangre abierta de lo que sea.

Al blanco. De las lilas.

Sofía Serra

jueves, 6 de mayo de 2010

Amapola libertad


Título de la fotografía: Les coquelicots en chino


Canto de libertad

Como las tórtolas,
como las tórtolas de las tardes del verano
que se enamoran entretejiendo la armonía oreada
por el mutuo silábico de la palabra
del tú al gemelo
que se ha perdido en los vagabundeos de los lugares. Así
permaneces tras tu propio verbo, y ,
sonríe, ave de la noche
llena, sonríe que en tu boca palpitan
las flores de tu estómago tan ardientes y frescas
que yo las huelo, que yo las suspiro,
que ya hacen cosquillas en mi garganta,
...ay, amor, tus flores de mariposas
con pétalos de amapolas...
Si yo las encuentro, ¿cómo no orientarlas a tus pies
o depositarlas en tu sabia boca para que las bebas?
O esparcirlas sobre tus hombros, sobre tu cabello, ungirte con el bálsamo del sueño por el camino desandado/
que sólo trae de vuelta lo que somos, lo único que cuenta.

Escribe un libro con los besos, levanta el vuelo alto,
amor,
de tus rojos pétalos: de la roja amapola
llega
la pacífica respuesta de lo amado con su libre imperio sobre la mies,
y que yo ya, abrazándote,
uní
sus semillas con mis pechos, que yo sé lo que es el estipendio
más allá de la rasas leyes y el amor a toda muerte
de lo vano y la mentira del reclamo
sordo.
Como la verdad grande y buena del agua se bebe:
Las amapolas no necesitan para florecer más que el siguiente año.
Que aún no existe.
Miedo al futuro. Sólo. Miedo a lo nonato. Sólo. Miedo a lo más inocente.

Y aquí, la urdidora de letras, lenta siempre jardinera
de amapolas y tulipanes de futuros anteriores,
siempre sol y viento, siempre agua,
siempre alba, siempre tierra,
eternamente siempre manos tuyas me han escarbado, y yo, en la tierra-yo cultivo
tu semilla de hombre bueno:
Gozo, gozo al regar esta dehesa libre de los escombros de la bestia.
Gozo al traspasar el filo envenenado
de la renta de la avaricia
sobre la que todo surte, todo abona, todo cuida, todo ama
la jardinera.
No ha mentira, no es amaino si no fuerza.
No tomes sus pétalos en vano, ni a mis flores ni a mis frutos
que disfracen tu palabra de verga luminosa y carne prieta, con sus venas,
con su piel transparente que deja los ojos clavados en lo ya existente.
Odian las palabras porque las visten con materia hueca,
y hasta el hueco me llena del revés o del derecho,
que sólo hay que dar la vuelta: Sobre mí y en sí y por ti.

Yo quiero fuerza y poder de Hombre
sobre el aire,
verdad de tú a tú, de amapola a tulipanes,
esto hablo, esto soy:
es demasiado de ti y de mí para nombrarlo yo sola y sólo entre los dos puede saberse.

Las palabras son las flores del alma y de la carne.
En la bestia, escamas imantadas
de aristas que sangran emponzoñadas
cabalgando a lomos de su propia hambre.

Liquidada sobre tu mesa, la alterada amapola
grita con sólo canto de besos y en el verso escribe lo que tú ya sabes:
Yo no quiero más de ti que por mí, por mí
que soy roja y escindida de ti flor de amor.

Ay, jardinera, qué lenta labras siempre... Que ya no te queda nada por hacer...Que las amapolas han brillado siempre con luz propia./

Sofía Serra 6/mayo/2010

martes, 4 de mayo de 2010

Monolitos y otras maternidades (re-publico)


Título de la fotografía: Monolito


El tren de la vigilia

Tendrás que poder perdonarme algún día,/
por estas batallas, estos traqueteos que temo ajen tus bellas y poderosas alas./
Mas no, ¡no!/
Te amalgamé bien acrisolada, con acero y pétalos de flores fundí tu esmeril verdadero/
en la sangre de carne y huesos. Te acuné en mis entrañas/
te hice fuerte como una roca, pero tan liviana/
como el humo del verano que a las avispas espanta./

Es que tu mundo no es el mío,/
tu dicha no es mi alegría, tu trabajo es distinto a ése en el que se afanan estas pequeñas manos./
En definitiva, ya que te gesté y te he parido, tengo que hacerte el hueco/
en un lugar en el que no vivo y aún menos duermo./
Y así andamos ambas, yo con mis cuadradas ruedas y tú con tus alas aún envueltas./
Pero llegará, llegará, que no permitiré que mueras sin volar./

Al mundo para el que naciste lo envuelve atmósfera ambivalente,/
vientos de frío, vientos de agua, vientos de lenta calma y dudoso pero potente brío,/
cruentas corrientes y hasta corrientes encontradas, de vértigo/
en sus colisiones, de combates y tropiezos del aire contra el aire.../
Pero tus alas están tan bien diseñadas.../

Volarás sin que ninguna tormenta/
te atormente la osamenta que a tus plumas mantiene./

Los terrenos baldíos se superponen unos a otros en estratos acuíferos,/
en vertientes arriesgadas de poderío infrecuente, despeñaderos/
que desaguan en sembradío de chumberas,/
las verdes, las de agua llena y fruto manjar de dioses. Donde las ratas se esconden./
Pero a ti, con tus poderosas alas, de nuevo tus alas, no te amilanarán los abismos./
A ti no te hacen ruido./
Porque eres voz, no necesitas oídos./

Y esas tierras, áridas o cenagosas, labrantíos de piedras afiladas/
como la que atajó el tendón de la hechura de la palma que te hace,/
Y estos zapatos de piel de rosas que ya sabes cómo sufre cuando sobre ellos danzan:/
sangran, sangran estas plantas que desnudas caminan/
sin suela que al suelo las acomode./
Y así, algunas veces oigo tus lamentos,/
sordos y lentos, que tanto dolor me producen aunque sepa que tú no lloras./
Llegará el día en que no necesites una persona, una boca, unos brazos/
que te abran paso./

¡Y es que tú y yo somos tan distintas!/
Tú, omnipotente y valerosa,/
yo, temerosa e impotente:/

Ya me ayudaste a cruzar el mar, pero ahora tendrás que ayudarme a cruzar el aire./
Y así, voy, desembarazando tus potentes alas con cuidado,/
mimo para el torbellino, lujo para que tu fuerza libre/
se halle ya en el centro de tu mundo, de tu vida, de tu estirpe./
Esta tierra baldía a la que hemos llegado sólo es tierra de viaje./
Allá, mira./
Ízame un momento, sólo por un instante, allá casi en el extremo del horizonte, ¿lo ves?,/
donde el sol se aparta para alumbrar a los santos inocentes, reaparece tu tierra:/
Allá serás del todo, voz sola, voz sin piernas que te sostengan ni siquiera alas que me alumbren./
Ya no me necesitarás más que para lograr que me olviden./

Allá por los montes bravíos y las elevadas cumbres/
florece la flor espigada del estío verde y húmedo./

Y ya entonces el tren de la vigilia frenará sus ruedas destempladas./
Tu medida inconclusa logrará ocultarme, y así, yo ya muda,/
tierna y arropada en tus mullidas alas, podré descansar alegre de vida y sueño,/
la que fue jardinera entre las tumbas sobre el aire durmiendo/
ya para siempre./
Tú estás hecha para volar haciendo llover flores/
y yo para fregar los platos y bordar con madejas de colores./

Poesía mía,/
poesía que no tiene nombre,/
hija mía eres,/
pero de mi canal te extraje para ti, y para el hombre./



Sofía Serra, Febrero 2010
 
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