jueves, 6 de mayo de 2010

Amapola libertad


Título de la fotografía: Les coquelicots en chino


Canto de libertad

Como las tórtolas,
como las tórtolas de las tardes del verano
que se enamoran entretejiendo la armonía oreada
por el mutuo silábico de la palabra
del tú al gemelo
que se ha perdido en los vagabundeos de los lugares. Así
permaneces tras tu propio verbo, y ,
sonríe, ave de la noche
llena, sonríe que en tu boca palpitan
las flores de tu estómago tan ardientes y frescas
que yo las huelo, que yo las suspiro,
que ya hacen cosquillas en mi garganta,
...ay, amor, tus flores de mariposas
con pétalos de amapolas...
Si yo las encuentro, ¿cómo no orientarlas a tus pies
o depositarlas en tu sabia boca para que las bebas?
O esparcirlas sobre tus hombros, sobre tu cabello, ungirte con el bálsamo del sueño por el camino desandado/
que sólo trae de vuelta lo que somos, lo único que cuenta.

Escribe un libro con los besos, levanta el vuelo alto,
amor,
de tus rojos pétalos: de la roja amapola
llega
la pacífica respuesta de lo amado con su libre imperio sobre la mies,
y que yo ya, abrazándote,
uní
sus semillas con mis pechos, que yo sé lo que es el estipendio
más allá de la rasas leyes y el amor a toda muerte
de lo vano y la mentira del reclamo
sordo.
Como la verdad grande y buena del agua se bebe:
Las amapolas no necesitan para florecer más que el siguiente año.
Que aún no existe.
Miedo al futuro. Sólo. Miedo a lo nonato. Sólo. Miedo a lo más inocente.

Y aquí, la urdidora de letras, lenta siempre jardinera
de amapolas y tulipanes de futuros anteriores,
siempre sol y viento, siempre agua,
siempre alba, siempre tierra,
eternamente siempre manos tuyas me han escarbado, y yo, en la tierra-yo cultivo
tu semilla de hombre bueno:
Gozo, gozo al regar esta dehesa libre de los escombros de la bestia.
Gozo al traspasar el filo envenenado
de la renta de la avaricia
sobre la que todo surte, todo abona, todo cuida, todo ama
la jardinera.
No ha mentira, no es amaino si no fuerza.
No tomes sus pétalos en vano, ni a mis flores ni a mis frutos
que disfracen tu palabra de verga luminosa y carne prieta, con sus venas,
con su piel transparente que deja los ojos clavados en lo ya existente.
Odian las palabras porque las visten con materia hueca,
y hasta el hueco me llena del revés o del derecho,
que sólo hay que dar la vuelta: Sobre mí y en sí y por ti.

Yo quiero fuerza y poder de Hombre
sobre el aire,
verdad de tú a tú, de amapola a tulipanes,
esto hablo, esto soy:
es demasiado de ti y de mí para nombrarlo yo sola y sólo entre los dos puede saberse.

Las palabras son las flores del alma y de la carne.
En la bestia, escamas imantadas
de aristas que sangran emponzoñadas
cabalgando a lomos de su propia hambre.

Liquidada sobre tu mesa, la alterada amapola
grita con sólo canto de besos y en el verso escribe lo que tú ya sabes:
Yo no quiero más de ti que por mí, por mí
que soy roja y escindida de ti flor de amor.

Ay, jardinera, qué lenta labras siempre... Que ya no te queda nada por hacer...Que las amapolas han brillado siempre con luz propia./

Sofía Serra 6/mayo/2010

martes, 4 de mayo de 2010

Monolitos y otras maternidades (re-publico)


Título de la fotografía: Monolito


El tren de la vigilia

Tendrás que poder perdonarme algún día,/
por estas batallas, estos traqueteos que temo ajen tus bellas y poderosas alas./
Mas no, ¡no!/
Te amalgamé bien acrisolada, con acero y pétalos de flores fundí tu esmeril verdadero/
en la sangre de carne y huesos. Te acuné en mis entrañas/
te hice fuerte como una roca, pero tan liviana/
como el humo del verano que a las avispas espanta./

Es que tu mundo no es el mío,/
tu dicha no es mi alegría, tu trabajo es distinto a ése en el que se afanan estas pequeñas manos./
En definitiva, ya que te gesté y te he parido, tengo que hacerte el hueco/
en un lugar en el que no vivo y aún menos duermo./
Y así andamos ambas, yo con mis cuadradas ruedas y tú con tus alas aún envueltas./
Pero llegará, llegará, que no permitiré que mueras sin volar./

Al mundo para el que naciste lo envuelve atmósfera ambivalente,/
vientos de frío, vientos de agua, vientos de lenta calma y dudoso pero potente brío,/
cruentas corrientes y hasta corrientes encontradas, de vértigo/
en sus colisiones, de combates y tropiezos del aire contra el aire.../
Pero tus alas están tan bien diseñadas.../

Volarás sin que ninguna tormenta/
te atormente la osamenta que a tus plumas mantiene./

Los terrenos baldíos se superponen unos a otros en estratos acuíferos,/
en vertientes arriesgadas de poderío infrecuente, despeñaderos/
que desaguan en sembradío de chumberas,/
las verdes, las de agua llena y fruto manjar de dioses. Donde las ratas se esconden./
Pero a ti, con tus poderosas alas, de nuevo tus alas, no te amilanarán los abismos./
A ti no te hacen ruido./
Porque eres voz, no necesitas oídos./

Y esas tierras, áridas o cenagosas, labrantíos de piedras afiladas/
como la que atajó el tendón de la hechura de la palma que te hace,/
Y estos zapatos de piel de rosas que ya sabes cómo sufre cuando sobre ellos danzan:/
sangran, sangran estas plantas que desnudas caminan/
sin suela que al suelo las acomode./
Y así, algunas veces oigo tus lamentos,/
sordos y lentos, que tanto dolor me producen aunque sepa que tú no lloras./
Llegará el día en que no necesites una persona, una boca, unos brazos/
que te abran paso./

¡Y es que tú y yo somos tan distintas!/
Tú, omnipotente y valerosa,/
yo, temerosa e impotente:/

Ya me ayudaste a cruzar el mar, pero ahora tendrás que ayudarme a cruzar el aire./
Y así, voy, desembarazando tus potentes alas con cuidado,/
mimo para el torbellino, lujo para que tu fuerza libre/
se halle ya en el centro de tu mundo, de tu vida, de tu estirpe./
Esta tierra baldía a la que hemos llegado sólo es tierra de viaje./
Allá, mira./
Ízame un momento, sólo por un instante, allá casi en el extremo del horizonte, ¿lo ves?,/
donde el sol se aparta para alumbrar a los santos inocentes, reaparece tu tierra:/
Allá serás del todo, voz sola, voz sin piernas que te sostengan ni siquiera alas que me alumbren./
Ya no me necesitarás más que para lograr que me olviden./

Allá por los montes bravíos y las elevadas cumbres/
florece la flor espigada del estío verde y húmedo./

Y ya entonces el tren de la vigilia frenará sus ruedas destempladas./
Tu medida inconclusa logrará ocultarme, y así, yo ya muda,/
tierna y arropada en tus mullidas alas, podré descansar alegre de vida y sueño,/
la que fue jardinera entre las tumbas sobre el aire durmiendo/
ya para siempre./
Tú estás hecha para volar haciendo llover flores/
y yo para fregar los platos y bordar con madejas de colores./

Poesía mía,/
poesía que no tiene nombre,/
hija mía eres,/
pero de mi canal te extraje para ti, y para el hombre./



Sofía Serra, Febrero 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

En rima con el cielo y la tierra (Madrid)


Y sin querer he tenido que titularla como a la primera que hice en Sevilla sobre el mes de Agosto, y  tal como después llamé a toda una serie sobre ella.
Porque, ¿qué es si no una ciudad sino nada más que un atisbo de piel humana extendida sobre la tierra?... al menos yo siempre las veo así, aunque a pie de asfalto o puerta de "cárcel" me halle.
Al fondo creo que se puede divisar la sierra de Guadarrama, o de El Escorial. Gozo con vislumbrar los límites licuados del aire que hasta en el caserío más encementado y, a primera vista parece que inabarcable por la medida humana, encuentra su cauce.

Ésta y algunas más las pude hacer gracias a...;)

http://stenapoeta.blogspot.com/2010/03/desde-la-zona-de-fumadores.html

domingo, 2 de mayo de 2010

Azules y a(r)lmas de un 23 de abril

Varios días después, con mis disculpas por la tardanza, soy así, lenta y tímida, demasiado tímida (tímida llega de la misma raíz que temerosa, es decir, que siente temor, o sea, miedo) , lo peor que puede pasarle a alguien que encima tiene la osadía de querer hacer oir su "voz". Menos mal que siempre se encuentran almas generosas que le facilitan a una la labor.

Y eso me sucedió este pasado 23 de Abril.

Una fecha que tanto ha significado siempre para mí.

Esta vez me pilló en Madrid, acogida por el cariño y la atención tan generosa de mi amigo Santiago Tena y arropada por el calor de mi amiga Eva Márquez, que aunque esa noche no estuviera presente, como la vi la anterior, y entre ella y yo ha sido posible una buena comunicación que va más allá de las presencias físicas, sé bien que su poderosa y cálida voz me insufló aliento para poder hacer lo que tantos otros poetas hacen constantemente, pero que yo no había hecho nunca: recitar en público.

Y esto es lo importante, aunque sé que lo hice fatal, nerviosa y sin arte declamativa ninguna, porque no la poseo, ni nunca creo que llegue a poseerla, por esa timidez que me envuelve constantemente, pero, como decía, fue el hecho de poder hacerlo, es decir, el hecho de que me dieran la oportunidad de poder hacerlo.

Y esto se lo debo por encima de todo a alguien que ya siempre quedará fijado en los engramas de este alma corazón y vida que al parecer tejen mi sustancia de poeta. Él es Chema Rubio, un poeta, pero además, porque este además hay que señalarlo, un poeta comprometido con su hacer, atrayendo con su generosidad y saber estar a esas personas que por hache o por be aún, o nunca tal vez, tienen, si merecemos o no es otro cantar, ciertas oportunidades. Por otro lado, y quiero gritarlo bien alto, es alguien comprometido con lo que hace intentando desde su hacer que a todos nos llegue esa voz común que nos hace, que nos surte, que nos ennoblece como seres humanos, algunos con las virtud de habitar en su ser el ser de poeta.

Él fue el que al verme en la noche anterior, y tras Santi comentarle que también "escribía" no dudó en invitarme a participar. Yo, por supuesto, por muy tímida que sea, y aunque de verdad conmovida por el ofrecimiento, no dudé en decir que sí.

A Leo Zelada, que fue el conductor del evento, de nada lo conocía, y siento en el alma no disponer de mejores fotografías suyas, pero te siento en el corazón, Leo, y espero y deseo que haya más oportunidades de compartir contigo momentos tan especiales como éste que tan bien supiste llevar.
Muchas gracias, Leo.

Alla , en Los diablos azules ( bar literario C/ APODACA Nº 6 (ENTRE METRO TRIBUNAL Y BILBAO), que ya siempre también permanecerán conformando la memoria de gratos e importantes para una momentos vividos de su vida, aunque al parecer, y remito a la fotografía que pondré al final, algo hubo por ahí hace un año ( y hasta dos) que me unió a vosotros sin que nada ni nadie pudiera ser consciente de ello.
Muchas gracias, Pilar

Chema, a ti, gracias infinitas, y ojalá en este mundo hubiera más personas como tú, que bien distinto sería.
Un beso enorme.






Y esta fotografía de hace justo dos años con respecto a las que te disparé a ti, pero utilizada el año pasado con motivo de la misma celebración como mera cuestión personal, mejor, esta rosa, cultivada por mí, con su título y todo de entonces, para ti, Chema, con todo mi agradecimiento y el afecto y admiración que has conseguido arraigue dentro de mí hacia tu persona.



Título de la fotografía: Las espadas azules del dragón

Canto en paz


Título de la fotografía: Flores sin nombre



Canto en paz

Sólo alojo al silencio.
Sin voz y digo. Sin ser y soy.
Sin manos y tacto, y palpo el mar sin más y con todo. Y lo soy.
Sin ojos y miro.
Sin luz y veo
sin noche y duermo viva sin estar.
Soy tú, que es ser más.
Serlo todo.
Yo he encontrado al verbo y a la luz hechos hambre,
y hambre no tengo. Ni saciada estoy.
¿Seré sal o blanco pecho?
Morir para vivir para no ser, ni en habla
por no habitar el nombre,
oe permanecer, o formar, o fluir. Beber
de hallar donde ya eran
las eras: las eras, las eras que vivieron y ahora ya me empapan toda,
me abastecen en tu mesa de cuerpo divino
sin nombre,
con nada
de qué hablar, con el todo hallado que nos hace.


...Y tú que llegaste sin percibir siquiera,
que te inundaste bebiendo del aire
de la nube llena de lágrimas mías como la esfera de poniente.
Y yo, que me asomé al pretil del asombro ante el hombre y su mundo,
ciega de luz ante las fauces de la negrura,
pero abierta.
Y tú, que lloraste de tristeza al ver caer los párpados de la memoria
cuando arrastré, vestidos de azul, a los ángeles del sueño hasta la cabecera de tu lecho de noche,
y acaricié tu pelo, y escuché el latido perpetuo
del hambre de vida en tierra,
ahora te retorno cantando la melodía
de los cantos claros para arrullarte en tu sueño.
Para que siempre seas.
El aroma, la paz de tú en ti, es el oro que reluce
sobre la otra.
Para que siempre seas.
Que no tienes nombre.
Que ya, por fin, libre de la palabra, del signo, del hacer, del decir, del intentar, no soy luz.
Y la noche se hace. Y duermes por fin.
Y tú me das:
Paz de Dios entre varas de azucenas,
al verte dormido en la linde de la luz del sur dormida como siempre
duerme la inocencia.


Sofía Serra , terminado hoy 2 de mayo 2010
 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.