martes, 20 de octubre de 2009

Soy una roca



Si no estoy anclada a la tierra,
si la piedra no es capaz de humillarse ante mi suela de albatros,
si la luz no me llama
o el aire no me suplica,
si a través de mis orificios no circula ya la benefactora dulzura de tu aroma,
si mi llaga no traspasa tu era,
si nada me retiene,
si mi yunta sólo me obliga y mi cerviz más que dolorida sólo busca en la tierra su consuelo...
De la nada y del todo, del negro y la no mirada, la del ahogo y la asfixia,
de la placidez soñada cuando mi mente pesa más que el mismo planeta...
Si mi llanto, de pura sal, ya ni fertiliza mis cauces internos,
ni me alivia,
ni circula,
ni separa,
ni ejecuta,
ni abrillanta,
ni estimula
ni calma... si... la nada,
...si la nada existe debe ser mi alma ahora,
o la realidad,
o la vida por alter egos pronunciada,
o la escueta pusilanimidad,
tantas veces odiada, tantas veces maldecida.
...Algo así debe ser
para lograr quebrar la espina dorsal de esta cariátide de arena.

Si soy yo, o tú, como antiguamente eras,
¿qué me queda?.

Si mi cadena de plata se ha roto,
si mi amor de luz ya no clama.
Si sólo percibo marmórea lejanía en tus nubes de azucena...

A través,
al quiebro,
a la orfandad,
al gesto propio,
a la rotundidad de tu propia existencia,
al clamor de tus miembros anhelantes de objetos directos susceptibles de cercanía,
de golpes, de hambre, de traspaso de mi misma tierra.
...Al paso,
al quite,
a la zancadilla,
a mi curva de cintura
y a mi cadera,
aparece, y amo su pase,
esta corriente de viento azul, plegado en onduladas valmedades,
que segundos tras días airea estos ojos ya cegados por la tersura
de lo ya acontecido, sin quiebros ni quebrantos que lo remitan al negado
mundo de las siniestralidades opacas.

Clavo y clamo
al cielo y a la encina.
Clamo por una invisible tarea que me permita reventar los puños de mis entrañas.

...En la piedra, no,
la piedra es mi alma.

Sofía Serra (Asesinos de almas, 2002)

jueves, 15 de octubre de 2009

Ser-Afín



Título de la fotografía: Pulmón

Ser-Afín (En el nombre de mi madre y otras flores)


Serás el beso asomado al aire del
vespertino azul. Yo, la mejilla que lo sostiene
soñolienta en el vaivén de la vigilia
sobre estas dobles manos, estas pequeñas flores …

¿Y qué decir del aliento expelido por tus rosadas branquias?

Abarataré mi canto para que el perfil de la memoria pueda lucir,
prendido en tu cabello,
el clavel de abril, ¡ay!, mi noche persa sobre ríos de plata...
Y junto a la rosa del encuentro, la zapadora,
profanaré las tumbas de la estirpe que, contiguas a la feraz fuente,
impidieron a las buganvillas bramar la verdad atronadora con sus brácteas.
Ellas, las jardineras engalanadas,
las de frazadas de papel de seda en sus breves cinturas,
las de profundos escotes, herméticos y oscuros
balcones abiertos al pretil del aire,
desde donde asoma, tímida, la flor blanca,
la bella Inmaculada, La que no tiene nombre.


Sofía Serra, Octubre 2009

sábado, 10 de octubre de 2009

La calle doblada

Título de la fotografía: La calle doblada

Epílogo

En el límite de este entredicho te propongo ajustemos cuentas/
sobre los pasos dados/
desde tu fiebre o la mía, sin maniqueísmo ni torpes esdrújulas que sólo hacen/
enturbiar el mar alegre donde podemos lavar nuestras manos./
Aquí tú y aquí yo,/
frente a la espera, anudados por nuestra secuencia vital,/
mirándonos los pies mutuamente contemplando cómo el borde salado/
agiganta el vacío bajo nuestra posada,/
nuestra común estancia arenosa./


Y ahora, te pregunto:/

¿Qué más podemos hacer sino amarnos?
/

* * *

Fin de Canto para esta era

Sofía Jesús Serra Giráldez, Sevilla, Octubre de 2009

Los mirlos

Título de la fotografía: Los mirlos


Los mirlos

Y ahora resulta que el alba se deposita y extiende sobre este lecho conformado escritura,/
curva de mis sienes desde allá por los mares inciertos de la infancia,/
cuando la senectud llama a mi puerta para asomarse serena, convenciéndome/
con tan sólo su mirada,/
de que la franquicia aplaude los longevos textos hechos manos,/
caricias de amor comprometido sobre el verbo/
que levantan y soliviantan este pecho que un día parió la que hoy casi sin nombre figura./

Junto a los mirlos entoné mi canto abrazándome a tu tronco,/
palmera, encina o nocturna madre./

Porque un árbol es tan sólo un árbol./
Qué o cuánto importa su nombre si bajo él depositamos nuestro cofre del tesoro,/
lo conquistamos a horcajadas sobre la infancia o lo podamos buscando la insondable sima del Misterio./
Un árbol es tan sólo un árbol./
Mas, ¿qué sería de nuestro abrazo si no dispusiéramos de tierra donde un día,/
tal vez el primero del mundo, pudiéramos sembrarlo?/
Quién sabe dónde se aquilatan nuestras huellas/
cuando, hurgando bajo el manto, nuestros vecinos los hongos/
abren, vencidos ante la luz, su fresco y carnoso parasol para avisarnos de que allí,/
sólo allí, nuestro paso no ha encontrado aún posada ni sendero./
Quién sabe qué sería de las tejas si los mirlos/
no las habitaran saltando profundidades y cárcavas calinas/
bajo el sol recién nacido./
Quién sabe qué sería de los árboles si no supiéramos llamarlos,/
o, sencillamente,/
qué sería de nosotros, aves pasajeras,/
aves con apenas canto ni salto,/
si no pudiéramos cicatrizar su abismo cosiéndonos al verbo./


Sofía Serra, octubre 2009 (Curvas de nivel)

domingo, 4 de octubre de 2009

Sin pie, dad

Título de la fotografía: Fotografía sin piedad

Así que aquí estoy, en la otra orilla.
No resulta sencillo caminar sobre las aguas, pero
¿quién puede decir que no tenga agallas que me hayan permitido bucear bajo los límites licuados del aire?

Es sólo que ahora me toca callar.
Después vendrán los evangelios, las inasumibles interpretaciones,
pero yo os digo que sólo recordéis esta voz mía, aquélla por la que nombro al hombre sin piedad:
que no os améis, que no os améis como yo os he amado.
Que no ceséis en la cesura de uno a otro,
que procuréis mantener siempre el contacto entre el candente hielo de vuestras mejillas
y la mejilla del contrario, digo del hermano.
Que uséis la prórroga en proporcionar atajo a quién os mira suplicante,
que cimentéis vuestros pies, costureros venidos a menos, sobre la aguja imposible
del tacón cercano, el asesino,
aquél de una sola puntilla, aquél que abre herida en el albero en y la tierra,
y en la franca yerba que ventila vuestras vidas, piolet para el hielo.
Jugad a construid arquitecturas efímeras,
ésas que con el fuego arden en la otra carne viva,
o las que al viento se las lleva el viento tergiversando
los relatos de las vidas inocentes,
seguid con vuestra mutua tortura hasta que terminéis La Labor,
que sólo así el mundo podrá crecer en paz.

(Conspicuo y abrasador este poema me quema como granada con argolla extraída)

Así que aquí me hallo,
en esta otra orilla tan blanca,
y yo tan sedienta como si hubiera navegado por todos los mares , caldo de cultivo órbico.
No oscilo, perpetuamente íntegra, demasiado íntegra.

Así que ya , tras de ti y al paso, solícito y ferviente servidor de tu mirada dispuesta,
me yergo sobre este mar ajeno a los raseros y las yuntas.
Así que, sin arte de magia, sino por humano encono, ahuyenté por fin a las gaviotas salobres,
y, bajo las catedrales cristalinas, renací como una diosa,
afrodita de pensilvania,
quimera enrojecida por el tumulto y la feroz ardentía de las arenas.


Sofía Serra, Octubre 2009
 
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