viernes, 31 de julio de 2009

Poesía rima con utopía



Título de la fotografía: En rima con el cielo y la tierra


Todos mis amigos están muertos o por venir.
En aquéllos me encuentro y con ellos comparto,
Los sobrevinientes me hallarán, para ello poetizo.
Mas no tengo en mi pleno tiempo con quien conllevar.
Ni lo deseo.
Sólo puedo creer en lo que veo, mis ojos, tus ojos, el azul del cielo y de la calle,
la paradoja y a la vez el hallazgo interminable, como el río sin sombra ni cauce mas que previsto por mí.
Si sólo yo puedo verlo, ¿cómo lograr convencer?
¿Cómo hablar de lo inefable?

(Sofía Serra)
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La calle Enladrillada es azul


(Título de la fotografía: En rima con el cielo y la tierra)




En rima con el cielo y la tierra (Para José Hierro)


Todos mis amigos están muertos o por venir.
En aquéllos me encuentro y con ellos comparto.
Los sobrevinientes me hallarán. Para ello poetizo.
Mas no tengo en mi pleno tiempo con quien conllevar.
Ni lo deseo,
creo, sólo creo en lo que veo: tus ojos, el azul del cielo y el de la calle,
la paradoja y, a la vez, el hallazgo interminable, el río sin cauce ni sombra.

Si sólo yo puedo avistarlo, ¿cómo lograr convencer?
¿Cómo hablar de lo que es inefable?

Y a quién.


(Sofía Serra 31 julio 09)

(La calle representada en la fotografía se llama  Enladrillada).

viernes, 24 de julio de 2009

Canto primario



Canto primario

Que nadie me eche de menos, que nadie me recuerde, que ni siquiera tengan que olvidarme.
Que mi paso por esta tierra haya sido como la atroz presencia de la sequía, que cuando desaparece,
se abren los cauces de sus sonrisas,
las llagas dulces y plenas de las humedades que aromatizan las almas venideras, las por llegar, las verdaderas.
Siempre las verdaderas.

Que nadie construya mi tumba, que nadie oree mi entorno, que ninguna cigüeña venga a posarse en la espadaña alegre de mis ojos.
Que el silencio sobre mí permanezca como la esfinge sobre la arena, muda, sola, etérea piedra sin contorno ni pecho. Sin memoria justiciera.

Me voy como el agua que, al romperse en la roca, sigue siendo. Más pequeña, más abarcable, pero menos manto.
Me voy sin relativismos, para no quedarme.
Me voy para ausentarme.
Del todo.

Tan callada que ni el silencio hoyará huella en mi ausencia.

(Sofía Serra 24 julio 2009)

El último manzano





Y como si emanara de la nada,

llegó que aquél que sí pudo crecer
regresa en calma al germen de preñez
del humus. Como en la casa habitada,

como en el volumen de forma exacta,
precisa para su tiempo, su envés
en la entelequia que por doquier

nos habla, construye, padece y clama.

Que no por serlo negamos verter,
mas por humano evito la llamada
de quien me regaló vida y placer.
¡Oh, querido manzano!... tú, tus ramas
volviendo al suelo para renacer
desde mi extravío a tus no podadas.

(Sofía Serra 22julio09)

miércoles, 22 de julio de 2009

Sobre la inefabiidad

Una reflexión que sí sé a dónde me lleva y que está íntimamente relacionada con la entrada anterior. En realidad todas las entradas están relacionadas, sino que nunca suelo decirlo explícitamente. prefiero dejarlo al libre ejercicio de las inteligencias y sensibilidades ajenas.

Cuando hablamos de la “inefabilidad” o la insondabilidad intentando referirnos a eso que comúnmente podemos entender como ser humano, no evidenciamos pruebas de que efectivamente las característica que nos aparte o destaque del resto de las especies de los seres vivos, calificando una parte de nuestro ser, aquél que al parecer, o al menos históricamente, hemos concluido por llamar espíritu o alma, sea especialmente profunda, o efectivamente insondable, inexplicable o totalmente imposible de entender o analizar en su totalidad ,sino que aludimos, la mayoría de las veces sin percatarnos de ello a nuestra propia limitación en el hecho o intento de conocernos al completo. Lo único que sucede es que somos conscientes de ello, de esa propia limitación para el hecho de aprehendernos, nuestra “inhabilitación” para con ello. La prueba de que somos conscientes de ello es que hemos logrado llegar a verbalizarlo, aunque, singular , y paradójicamente, cada vez que se usen determinados adjetivos para calificar al espíritu humano, se interprete hasta por el propio hablador como el que el ser humano es, como así quisiéramos, como si así lo deseáramos fervientemente, insondable, indeterminable, incalificable en su totalidad.
Tal vez lo sea para nosotros mismos, por esa misma limitación empíricamente demostrada, pero no hay nada que nos pueda demostrar que podemos ser estudiados como especie por un “segundo”, observador, estudioso nuestro, sea o no su existencia posible.
Tal vez en las misma autoconciencia del Hombre como especie se halla la misma limitación que, a la vez que nos empuja hacia ese, al parecer infinito, afán cognitivo por nuestras propias características (y por nuestro entorno), nos determina como impedidos para nuestro propio estudio.
Sólo nos queda amar.
Sólo nos queda poder saber amar.
Sólo nos queda lograr la alienación de nosotros mismos.
Pero… ¿quién desearía, o podría, dejar de ser ser humano?
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.