La llamada
Todos corrieron a experimentar el cielo azul,
pero los cabezos permanecieron
residiéndolos a todos.
Las venerables arrugas
de sus rostros no marcaron
la juventud que hoy
exultante encuentro
en tu ubérrimo contenido
de hombre lleno de agua
como los cabezos,
como los cabezos
sonrío
tan grandes
sus sienes y mi gozo.
hay que leer amor y sentir dolor,
pensar alegría y escribir amor.
y ellos, amorosamente plegados,
duermen ya plácidos
con su frente
al mar y a la brisa.
La luna los ilumina.
Los veo sonreír.
Y me llama.
viernes, 21 de febrero de 2014
jueves, 20 de febrero de 2014
Juveniles luces
Juveniles luces
la poesía es, está y se hace sola.
Un día en blanco, de registro
blanco en la dosis de arena
cuyas señales borra el mar,
así.
por-
que
qué
importan,
nadan
los brazos fuertes
y la fe
de una frente
que beso.
Al final
(y al principio),
leer nuestra vida,
porque esa es la memoria.
El presente.
Destilar juvenales
y juveniles luces.
la poesía es, está y se hace sola.
Un día en blanco, de registro
blanco en la dosis de arena
cuyas señales borra el mar,
así.
por-
que
qué
importan,
nadan
los brazos fuertes
y la fe
de una frente
que beso.
Al final
(y al principio),
leer nuestra vida,
porque esa es la memoria.
El presente.
Destilar juvenales
y juveniles luces.
martes, 18 de febrero de 2014
La misma
La misma (a mi cicatriz)
soy una urraca adquirida
en el mercadillo de la alfalfa,
pasean los sombreros
de paja, sólo me visto
de desnuda mies
aunque de azul o negro me pinten,
una brizna de yerba seca
en la arena que conquista dunas
donde entierro mis cuatro ruedas,
las avenidas de asfalto
se hicieron para los caballos
con la herradura en su flanco.
llega la furgoneta como llega
el vendedor de camarones
como llega el domingo alegrando
mis oídos.
Pero nunca me gustaron
sus plurales,
ni la ferretería fue
mi buena compañía,
el hierro cayó sobre mi nariz,
cicatriz tantos años vista
de vieja y estúpida suerte
montada bajo la tienda
o la campaña que averigua
y pesquisa, inocente
ligera y turba y hulla
y miel de tus ojos de
durmiente
antes
alegre
niña.
soy una urraca adquirida
en el mercadillo de la alfalfa,
pasean los sombreros
de paja, sólo me visto
de desnuda mies
aunque de azul o negro me pinten,
una brizna de yerba seca
en la arena que conquista dunas
donde entierro mis cuatro ruedas,
las avenidas de asfalto
se hicieron para los caballos
con la herradura en su flanco.
llega la furgoneta como llega
el vendedor de camarones
como llega el domingo alegrando
mis oídos.
Pero nunca me gustaron
sus plurales,
ni la ferretería fue
mi buena compañía,
el hierro cayó sobre mi nariz,
cicatriz tantos años vista
de vieja y estúpida suerte
montada bajo la tienda
o la campaña que averigua
y pesquisa, inocente
ligera y turba y hulla
y miel de tus ojos de
durmiente
antes
alegre
niña.
viernes, 14 de febrero de 2014
Paisaje para un sueño
Paisaje para un sueño
pocos hombres
en aquel tiempo de la rueda
y la desventaja.
Los que nadaron
atusaban la arena
mecida sobre las olas,
es la orilla, se transparenta
el agua bajo sus manos.
Ninguno hubo, apenas, que lograran
hacer brotar el romero, el tomillo,
que también crecía por aquellos parajes,
¡el cantueso!,
tan malva y lila como
los cabezos amarillos
cuando se hacía la noche.
la noche curva como los cabezos,
la noche guinda o fruta
o fruto rojo,
la noche nido de tanto
sueño
caliente
recogido
entre cuatro lonas azules
y mis brazos.
Ese merecido y seguro
abrigo que sólo el amor
procura. la noche,
la noche violeta
y después azul oscura,
la nana del mar,
el cansancio que reposa
extendido a la luz
sobre la frente
abierta.
Porque el mar nunca es de color negro
si el hombre no se alquitrana.
O lo ennegrecen.
pocos hombres
en aquel tiempo de la rueda
y la desventaja.
Los que nadaron
atusaban la arena
mecida sobre las olas,
es la orilla, se transparenta
el agua bajo sus manos.
Ninguno hubo, apenas, que lograran
hacer brotar el romero, el tomillo,
que también crecía por aquellos parajes,
¡el cantueso!,
tan malva y lila como
los cabezos amarillos
cuando se hacía la noche.
la noche curva como los cabezos,
la noche guinda o fruta
o fruto rojo,
la noche nido de tanto
sueño
caliente
recogido
entre cuatro lonas azules
y mis brazos.
Ese merecido y seguro
abrigo que sólo el amor
procura. la noche,
la noche violeta
y después azul oscura,
la nana del mar,
el cansancio que reposa
extendido a la luz
sobre la frente
abierta.
Porque el mar nunca es de color negro
si el hombre no se alquitrana.
O lo ennegrecen.
miércoles, 12 de febrero de 2014
La sonrisa del cangrejo
La sonrisa del cangrejo
se engullen abisales
cada paso dado cada paso,
cada paso más lejos, cada paso
un solo hacia atrás, hacia atrás
sentencias y gravámenes
en la cota del cuartel
de la senda que llega
a la playa a las rocas
y las horcas
de los cangrejos:
cada paso dado,
un menos cerca
boca aplastada,
una herida más llena.
cada pico cada paso de lado,
cada paso más lejos, un paso
de vuelta en este fallo
de guarda y estorbo
impasible de cuanto desea
la orilla y el cangrejo le quita,
le roba, la imita
cada paso dado
un menos cerca
a su lado, cada nieve desecha
un plomo de lado,
cada paso, cada paso, cada paso
uno hacia atrás la orilla
me ha echado encima
la tonelada de tierra
que me sujeta
en esta torpe entrevista
con las rocas y la arena mojada
que pegajosa e inútil
soporta el peso
de tanta mole engolada
giran los cabezos
su curva se asoman
al circo revuelto
de mi está-día
con mis pinzas y un inequívoco
gesto de curioso abandono
el cangrejo me sonríe
con sus patas aviesas,
nada podía decirme
nada podía decirme
nada podía decirme.
se engullen abisales
cada paso dado cada paso,
cada paso más lejos, cada paso
un solo hacia atrás, hacia atrás
sentencias y gravámenes
en la cota del cuartel
de la senda que llega
a la playa a las rocas
y las horcas
de los cangrejos:
cada paso dado,
un menos cerca
boca aplastada,
una herida más llena.
cada pico cada paso de lado,
cada paso más lejos, un paso
de vuelta en este fallo
de guarda y estorbo
impasible de cuanto desea
la orilla y el cangrejo le quita,
le roba, la imita
cada paso dado
un menos cerca
a su lado, cada nieve desecha
un plomo de lado,
cada paso, cada paso, cada paso
uno hacia atrás la orilla
me ha echado encima
la tonelada de tierra
que me sujeta
en esta torpe entrevista
con las rocas y la arena mojada
que pegajosa e inútil
soporta el peso
de tanta mole engolada
giran los cabezos
su curva se asoman
al circo revuelto
de mi está-día
con mis pinzas y un inequívoco
gesto de curioso abandono
el cangrejo me sonríe
con sus patas aviesas,
nada podía decirme
nada podía decirme
nada podía decirme.
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