Ya tenía ganas de poder dar con este archivo "perdido" en mis cajones. Extraigo tres capturas. Creo que podrán leerse medio bien. Después va un etcétera. Muy largo. Hasta nuestros días. Y lo que queda hasta que se consiga hacer entender.
martes, 17 de diciembre de 2013
Graphos Ilustrado (1908)
El mayor nigromante
—Editor: Sofía, lo siento, tenemos cerrada la planificación del próximo año.
—Yo: XXXXX, ¿sabes que siempre se obtiene la misma respuesta cuando se envía a editoriales?y yo siempre pregunto, o digo: pues decidme cuándo envío para que mi original pueda entrar en el cupo del siguiente año...entonces ya no responden¿lo harás tú?¿Imaginas el proceso kafkiano al que es sometida una mente con esta dinámica de respuestas que todas, absolutamente todas, las editoriales dan?
Este es el esquema por defecto, el patrón de diálogo habitual con una editorial a la que una se decide a enviar sus originales. Sin excepciones. Durante dos semanas, creo que ya tres, en más de una treintena de ocasiones, el diálogo se repite una y otra vez.
Es evidente que con esa respuesta, aunque pueda ser sincera, se ocultan todas las demás posibles: no tenemos dinero, no nos interesa publicarte porque vives lejos de aquí, no perteneces a la tribu, etc.
Por supuesto el original no se lo leen (yo sí sé lo que es leer 70 originales al mes). Normalmente lo eliminan.
Hoy he decidido seguir las recomendaciones de mi psiquiatra (gratuito, es de la familia, y quizás la mejor psiquiatra de Andalucía) y me tomo el primer tranxilium del día.
Mi hijo me da la respuesta: "... la necesidad de tu poesía para verse en papel, de que pueda leerse en físico, incluso de poder contemplar como un "objeto" en la mano aquello a lo que te dedicas no puede verse sometida por el estado al que te lleva. Es contraproducente, no ya para tu poesía, sino hasta para tu propio bienestar físico."
Y concluyo. Son incompatibles de por sí. Siempre lo he sabido, ese es el concepto que siempre he desarrollado y en el que creo. La poesía es incompatible con la costra dura de la nomenclatura. El acto del negocio, de la tesitura, de la competición (por ejemplo los premios), son ética y estéticamente incompatibles.
Yo, como soy de nervios a flor de piel, quiero decir, estado de transparencia summa lo mismo para exponer que para absorber, sufro mental, emocional y hasta físicamente el encontronazo que el roce entre estos dos mundos conlleva.
No soporto ni la incongruencia, ni la desinteligencia (¡cuánta torpeza, falta de habilidad y de conocimiento en tantos personajes que se deciden a montar una editorial!), ni las tapadillas, ni los subterfugios, ni la arrogancia (¡cuántos presupuestos de ignorancia sobre el autor con los que coronan su testuz algunos editores!), y aún menos, los fraudes. Cuántos libros de "buenas" editoriales publicados al socaire de gravísimas situaciones personales de los autores, cuánta mentira cuando una editorial se decide a apostar por algunos equis libros, cuánta, en definitiva, negación del ocio que presupone la hechura del arte.
OCIO, sí, que no significa falta de esfuerzo, sino todo lo contrario, un infinito esfuerzo hecho sin la pre-tensión de obtener un beneficio, sea el que sea.
Después "hablan" de los políticos, de los banqueros... Este mundo, el editorial, es el mayor nigromante.
Juega con lo único puro que le queda al ser humano.
Por tercera vez en mi vida decido dejar de enviar en este mismo instante originales a "editorial". Hace ya más de dos años de la última.
Pudiente
Pudiente
Antes del ayer
Escribí un poema
Para celebrar
Tu adviento voy
A seguir pidiéndote
Para así poder darte
Un final feliz
Herrumbroso y seco
De navidad o diciembre
Sin ninguna carga
De misterio: el amor
Todo lo puede.
Antes del ayer
Escribí un poema
Para celebrar
Tu adviento voy
A seguir pidiéndote
Para así poder darte
Un final feliz
Herrumbroso y seco
De navidad o diciembre
Sin ninguna carga
De misterio: el amor
Todo lo puede.
lunes, 16 de diciembre de 2013
Conjuro contra La Bestia
Conjuro contra La Bestia
Brama la casa: no puede
hacer más que esperar que la abran.
Llena, blanca, alma, clara la puerta.
Se quedaron los poemas vacíos
de palabras.
Margen, marea
hoyada, pulso
detenido en el pálido
orgasmo de piel venida
a menos de silencio por amor,
dicen, miran
el pestillo sin aviso
de urgencia a tu soplo.
Avarientos atavíos tapizan
sus belfos sordina,
la corneta costeada,
el clarín festejado,
el retrato de La Locura
disfrazada de simpleza.
Tengo que abaratar al Amor
para que en todas partes quepa:
Ese tan humilde venero que favorece la vida.
Ese que surge sin miedo y sin deterioro de la tierra,
ese que lozano y sabio se diluye
hasta hoja, tus ojos
labios exudados,
las endrinas en tu estómago…
Definitivamente lo han enterrado con usura.
Las baldosas se multiplican,
la geometría ocupa lugar en la memoria.
Ni el lugar inventado, ni el espasmo,
ni el giro del cuello hacia la clavícula:
Gurú de la mala muerte,
del orden de lo ajeno,
funcionaria del miedo y la destreza,
qué bien sabes convivir con aquello que paraliza.
Francotiradora con diana inmóvil,
mercader del aire,
¿cómo haría para silenciar
tu fratricida proclama?
... La Bestia, la bestia
que por tu boca se alimenta.
sábado, 14 de diciembre de 2013
Amargura
Amargura
Ha ido bien la primera
salida, los adoquines
se han deslizado bajo mis pies,
las calles se han doblado
en las esquinas, mi amigo aparece
como un porteño desembarcado
por el ayer y el presente.
la nomenclatura municipal
me otorga crédito de santa
fe en las circunstancias:
la providencia en el bar,
el jefe indio hace novillos
—es tan torero, tan torero
ese juncal con el blanco pelo—
me habla, coincidimos,
salgo, conduce
su hogar hasta mi vida:
me venden naranjas
mientras contemplo cómo
dulces nubes velan
el sol helado de invierno.
Dulces las mandarinas.
Dulce el sopor caliente
que provoca el vino.
Cuando el sueño vence,
vence la justicia.
Pero yo nunca duermo.
Ha ido bien la primera
salida, los adoquines
se han deslizado bajo mis pies,
las calles se han doblado
en las esquinas, mi amigo aparece
como un porteño desembarcado
por el ayer y el presente.
la nomenclatura municipal
me otorga crédito de santa
fe en las circunstancias:
la providencia en el bar,
el jefe indio hace novillos
—es tan torero, tan torero
ese juncal con el blanco pelo—
me habla, coincidimos,
salgo, conduce
su hogar hasta mi vida:
me venden naranjas
mientras contemplo cómo
dulces nubes velan
el sol helado de invierno.
Dulces las mandarinas.
Dulce el sopor caliente
que provoca el vino.
Cuando el sueño vence,
vence la justicia.
Pero yo nunca duermo.
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