La fuerza (la belleza)
hay personas que caen
por su propio peso la caída
posee símil de abismo
donde figura la verdad.
Gobernamos con juncos
mientras ella se bate en retirada.
No depende del fulgor
de las espadas, pero se alimenta
de su pureza, de su sacralidad.
Seamos honestos:
las puntas se hunden
los hincos el cuerpo
sagrado de la tierra,
la compañía, su compañía,
el sol, la luz, la noche,
las estrellas, la tormenta,
el granizo, la yerba seca
desmentida por el viento
del estío, los orines
de los perros, los túneles
aventajados por las bocas
de las lombrices y sus anos,
toda
su enorme compañía
se alza en lanzas
enhiestas son
de guerra defensa
haced de lo que en silencio
os pida
la huella sobre la rosa
y dura tierra del verano.
lunes, 26 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Ahora los muros
Quiero irme al campo a vivir. Lo deseo con casi toda mi alma. Pero sé que aún no ha llegado el momento. Esta es la segunda oportunidad que tengo para poder hacerlo bien. Ahora comprendo que en la primera me precipité, me precipité o no estaba preparado, el resto del mundo. Quizás por eso se volvió en contra. Y con el mundo en contra, una vivencia casi paradisíaca terminó tornándose en hecatombe psicológica.Hasta qué punto me adelanto. Hasta qué punto se retrasan. Hasta qué punto cualquier pensamiento, deseo, intuición, práctica individual, no pertenece tan sólo al individuo. Se concatenan las reacciones del rededor hasta convertir una decisión en casi crimen con su respectivo castigo.¿Castigo?, hasta qué punto si no hubiera sido por aquella decisión, no me encontraría ahora con este deseo que es casi fuego interno de estar viviendo en el campo.Allá escribo todos los días sin ordenador ni plumas ni papel. Mi mente es la página en blanco. No queda registro salvo en las abstracciones de mi alma. Los tordos no me dejan viva ni una sola suculenta de las que siembro. Son tordos. O tardos, o prestos ladrones estos pájaros, que no son pájaros-pájaro como decía Bambi.Como no lo eran los otros ladrones. Entraron pensando encontrar Jauja, el palacio de las mil y una noches, cuevas con baúles repletos de monedas de oro y piedras preciosas: pero sólo encontraron un cuchitril. La conversación por escrito que el segundo de la banda mantuvo con su superior así me lo confirma. Cuchitril. Un cuchitril.Allí aprendí a construir pozos artesianos. Y a mantenerlos. Hay tantos hoy que mi paso sobre la costra se convierte en el paseo por la esencia, nado en el río sin sombra ni cauce. El sueño que tuve en el 2003 así me lo pronosticó. Ahora he llevado el agua hasta arriba. Me falta poder distribuirla, hacerla llegar a esos lugares donde puede resultar especialmente valiosa. Después de taladrar la costra dura de la nomenclatura estoy aprendiendo a horadar los muros que los hombres construyen sobre ella.Hay que llevar el agua, hay que llevar el agua. Taladrar los muros.Nunca pensé que podría con la potencia de semejante herramienta. Ya no le temo.Ahora ya tengo agua corriente en mi propia cocina.A lomos del infierno construyo mi propio poema, mi poema para mí. Un grifo.Un grifo con el que poder limpiar los alimentos.También mis manos.
miércoles, 21 de agosto de 2013
sorda en el extravío
sorda en el extravío
Los hombres buenos tiraron
por la calle de en medio
y a mí me dejaron en el arrabal
de las luces inventariadas
y probablemente fundidas.
Las calles negras y amarillas
(debo reconocer
cierto fulgor anaranjado
producto de algún matiz rosa
que mis ojos añaden)
ventriculan
el escenario perfecto
de pesadilla pegajosa,
ni el tiempo tiene fuerzas
para desembarazarse de ella,
a pesar de la presencia
de soldados votivos,
uno a uno
los fui disponiendo
a su alrededor.
No existe guerra posible
entre el aire y mi alma.
Mi cuerpo me estorba
para matar al ángel hollín
de la suerte estéril y llena
de orugas con pelillos
urticantes.
la procesionaria de mis lamentos
se hace cuerda del presente.
Pero no oigo el tic-tac.
Los hombres buenos tiraron
por la calle de en medio
y a mí me dejaron en el arrabal
de las luces inventariadas
y probablemente fundidas.
Las calles negras y amarillas
(debo reconocer
cierto fulgor anaranjado
producto de algún matiz rosa
que mis ojos añaden)
ventriculan
el escenario perfecto
de pesadilla pegajosa,
ni el tiempo tiene fuerzas
para desembarazarse de ella,
a pesar de la presencia
de soldados votivos,
uno a uno
los fui disponiendo
a su alrededor.
No existe guerra posible
entre el aire y mi alma.
Mi cuerpo me estorba
para matar al ángel hollín
de la suerte estéril y llena
de orugas con pelillos
urticantes.
la procesionaria de mis lamentos
se hace cuerda del presente.
Pero no oigo el tic-tac.
martes, 20 de agosto de 2013
Despertar arqueológico
Despertar arqueológico
Apenas tener nombre de hueco
o suma de melancolías
que se escalonan unas
sobre otras se admiten
pisándose los talones
hasta que forman la falsa
bóveda o cúpula del túmulo
enterrado con su verdadero
túnel abierto al campo claro
del día. me vi en la yerba
blanca del agreste agosto
meditando sobre la máscara
agamenónica de tu fecunda
risa, tu ara votiva a la alegría
de la mañana.
Despertar y estremecer
al calor, la calle, aun negra
y naranja, me avisa
de tu urgente destino de hombre
feliz y en calma,
como los amantes esposos
etruscos retratados
en su tumba.
Apenas tener nombre de hueco
o suma de melancolías
que se escalonan unas
sobre otras se admiten
pisándose los talones
hasta que forman la falsa
bóveda o cúpula del túmulo
enterrado con su verdadero
túnel abierto al campo claro
del día. me vi en la yerba
blanca del agreste agosto
meditando sobre la máscara
agamenónica de tu fecunda
risa, tu ara votiva a la alegría
de la mañana.
Despertar y estremecer
al calor, la calle, aun negra
y naranja, me avisa
de tu urgente destino de hombre
feliz y en calma,
como los amantes esposos
etruscos retratados
en su tumba.
lunes, 19 de agosto de 2013
El poeta
El poeta
En el fondo— qué fondo, ese fondo,
el de la taza del té—, el poeta
es un ente minúsculo-minúsculo,
arrugado y pequeñito como una bolita
de papel de seda. Anhela el agua
para poder expandirse, ser todo
él sin dobleces que lo hieran,
no importa que, de más, se deshaga.
En el fondo— qué fondo, ese fondo,
el de la taza del té—, el poeta
es un ente minúsculo-minúsculo,
arrugado y pequeñito como una bolita
de papel de seda. Anhela el agua
para poder expandirse, ser todo
él sin dobleces que lo hieran,
no importa que, de más, se deshaga.
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