La injusta milicia de los ajenos besos
qué pena,
qué pena que hayas escapado de los riñones
para atesorarte en el vaivén de las mejillas
excretadas a golpe de sable
sobre la que menos puede,
sobre la que menos vende
pena,
qué pena que tu boca durmiera
entre salvas de cañones
cuando la lentitud del paisaje
muerto corría a hurtadillas
te salvaba milagrosamente
de no caer a palacio,
te enlodaba en la vía terrena
de los amores inhabitables,
las escaramuzas de las bocas
cuando mal dicen lo que de buena
tu boca gemela de playa
besó de tus sienes
la tu blanca y valiente audacia
que ninguna letra negra enmudecía.
y las palabras se desvanecen en la esfera
del grillo que yo miro cómo canta a lomos
de la esdrújula que lo descabalgará
de su trono de yerba, almizcle y rocío.
Navegábamos hacia puerto sin bandera
y tú te quedaste en la nieve de las vetas
de un verano que se congela enfogado
sin melenas de leones,
con calvas de plástico (ni siquiera las llanuras resecas del Serengueti
—han corrompido mi tierra—)
y vestidos de esqueletos
vesánicos listos para enlutar
nuestra única selva sana,
nuestro único bosque habitable,
nuestra única marisma
que pena, qué pena, qué pena
que sólo ciego a vida
la poseas en la gota de la lluvia
blanca que no ha llegado,
qué pena de tordo liberto
hoy o aquí, ayer o allá
sin nombre tuyo o mío.
la injusta milicia
de los ajenos besos.
Sofia Serra ( De Suroeste)
miércoles, 20 de marzo de 2013
martes, 19 de marzo de 2013
El puma paseante
El puma paseante
A un amigo que se me ha ido demasiado
pronto,
a Paco Gamero.
paseaba
hundido a puma
entre el
lomo de sus sienes
y los bajos
de sus bolsillos
tan enormes
como las clavículas
de sus ingles
de un inglés tornado
clavo a salvo
de tímidas luces
que le aventaba
el pájaro azul
de su
vientre, de su sino,
un amor a
sosa solitario
siempre cáustico
en el reojo
de sus manos
rosas de madera
y tanto Pumarejo,
tanta Geografía
y tantos edificios
con sus cristales
tan limpios
como los
vasos que vaciaba
y a mí y a
sus cigarros nos quedaba
el dulce
agrio de un aire azul
entreverado con
los quince
años sabios sin
saber
si cantaba
claudicando
o me sonreía
desde algún lugar
de mi sueño,
no sé si el cielo
para él,
seguro,
un lugar a salvo
de tanto
puma y rejones
de
amor,
que no pudo
dar
ni obtuvo.
Sofía Serra (De Suroeste)
lunes, 18 de marzo de 2013
Letanía afrodisíaca
Letanía afrodisíaca
Afrodita–mente I
Afrodita, la de huesos perennes
y salud de hierro y elástica sangre.
Afrodita, la hacedora de sienes.
Afrodita–mente II
Afrodita, de cuerpo como estrella.
Afrodita, la de los ojos grandes.
Afrodita, la desmembrada y ojerosa.
Afrodita-mente III
Afrodita, la del negado a-dios
o manto memoroso.
Afrodita y el agua de perfil.
Afrodita, la seductora
de raíces. La de profundas huellas,
y potentes piernas. Afrodita
arbórea y terrena
se mudó más allá del sol
y el humo, como los barcos
que se sucedían
—como en cascada caían,
como en cascada—
imitando el canto de las piedras,
extendiendo los arrozales,
cavilando duermes
como ventisquera muda
hacia el soplo se huye,
hacia el sur y el oeste.
Afrodita, la de manglares brazos.
Afrodita, la de terrizas manos
y acuosas sienes. Afrodita,
la que permanece y la que llega.
Afrodita continental
y continente. Afrodita,
la sureña con norte de orbe.
Afrodita, la deicida.
(Sofía Serra, 2012-2013)
Afrodita–mente I
Afrodita, la de huesos perennes
y salud de hierro y elástica sangre.
Afrodita, la hacedora de sienes.
Afrodita–mente II
Afrodita, de cuerpo como estrella.
Afrodita, la de los ojos grandes.
Afrodita, la desmembrada y ojerosa.
Afrodita-mente III
Afrodita, la del negado a-dios
o manto memoroso.
Afrodita y el agua de perfil.
Afrodita, la seductora
de raíces. La de profundas huellas,
y potentes piernas. Afrodita
arbórea y terrena
se mudó más allá del sol
y el humo, como los barcos
que se sucedían
—como en cascada caían,
como en cascada—
imitando el canto de las piedras,
extendiendo los arrozales,
cavilando duermes
como ventisquera muda
hacia el soplo se huye,
hacia el sur y el oeste.
Afrodita, la de manglares brazos.
Afrodita, la de terrizas manos
y acuosas sienes. Afrodita,
la que permanece y la que llega.
Afrodita continental
y continente. Afrodita,
la sureña con norte de orbe.
Afrodita, la deicida.
(Sofía Serra, 2012-2013)
sábado, 16 de marzo de 2013
es peso de la historia (el peso de la historia)
es peso de la historia (el peso de la historia)
sobre tu lomo
tan blando y deslamido
el alma endurece como un
bastión alejado,
que de qué
sirve su único lamento
de salve y solitaria magnífica
más que para amortiguar
las olas confusas
del miedo en los oídos.
tan lejos te ahuyenté
que ya no queda
relieve del agua
al que asirme.
escalo esta horizontal
de piedra mojada.
Mis yemas florecen en el grito.
mas son los de ellas
ajenos a la estación primera.
No hay primavera
que vomite una perséfone
dormida por los siglos
que unos y otros unos
tras otros quiénes
delante de quienes
llevamos a cuestas
dormidos por los siglos
de nuestras venas
sin amén.
Sofía Serra (De Suroeste)
sobre tu lomo
tan blando y deslamido
el alma endurece como un
bastión alejado,
que de qué
sirve su único lamento
de salve y solitaria magnífica
más que para amortiguar
las olas confusas
del miedo en los oídos.
tan lejos te ahuyenté
que ya no queda
relieve del agua
al que asirme.
escalo esta horizontal
de piedra mojada.
Mis yemas florecen en el grito.
mas son los de ellas
ajenos a la estación primera.
No hay primavera
que vomite una perséfone
dormida por los siglos
que unos y otros unos
tras otros quiénes
delante de quienes
llevamos a cuestas
dormidos por los siglos
de nuestras venas
sin amén.
Sofía Serra (De Suroeste)
viernes, 15 de marzo de 2013
Lo que queda (las palabras del alba)
Lo que queda (las palabras del alba)
Cuando más a gusto escribo es recién despertada, al amanecer.
Nada me sabe
a nuevo nada
que leo nada que
miro nada que vivo
nada que digan
he
terminado.
Cuando más a gusto escribo es recién despertada, al amanecer.
Asesinos de almas es amarillo y negro. Las donadas, azul y verde yerba de otoño, La duermevera, rojo y blanco. La presencia por la ausencia, gris oscuro. Entreterras, marrón y amarillo.
Sonethos tiene el color de su fotografía, es un dorado. El paraíso imperdible los del arco iris, la toalla tendida al sol, el misterio de la resurrección de Perséfone. Canto para esta era es azul y verde mar, El deshielo marrón y blanco y el color del mosquito aplastado en el parabrisas. Del bestiario de los inocentes aún no posee color, o sea ha ido haciendo en los otros. Los parasoles de Afrodita es de color lila. Mi color preferido. El de mi paz, el de la soledad, el de la asunción, el de la entrega, el de la renuncia y la felicidad que se halla en ella, el definitivo, el de mi aroma preferido, el del anillo que no llevo puesto, el de la soltería, el de la independencia y el dolor. Lo obtuve tres años antes de escribirlo, ya mezclé los pigmentos, ya lo fotografié.
Nueva Biología es verde y rojo, con fondo amarillo, la fertilidad y la vida. La trilogía El hombre cuadrado no posee colores. existen las acciones, el tumulto, la batalla. Son lo sin color. El puro acto. Suroeste es gris, pardo, verdoso, azulado, como las aguas del río, como el tono del Aljarafe, como el tono del estuario en Sanlúcar. La exploradora aún no sé que color tiene. Solenostemon, púrpura, y Los cabezos amarillos azul y amarillo.
La clave está en los árboles debería ser verde brillante de las hojas nuevas que se transparentan vistas a contraluz, verdaderas gemas vivas. pero no sale, no quiero escribirlo. Sé muy bien que he terminado, aunque también sé que no depende de mí la decisión. Si quiere, se hará. O yo lo escribo. O ya lo he escrito.
EPI, la adelfa y el laurel, el arma de la guerrera. CPEE son el tilo y la encina, la medicina y el bastión. ED, la buganvilla, el oxígeno. DBEDLI, el naranjo de Sevilla en invierno. LPDA, las jacarandas. NB no tiene árbol, es animal, de mamífero a ovíparo, independiente, sin cáncer, sano, carnal, como buen hijo de Afrodita. EHC tampoco, sólo luz y arquitectura. SU, LE, SO y LCA no tienen árboles.
Por eso llega LCENLA. Arrancó antes de Sonethos... antes, mucho antes. Con una foto de una palmera cuando tenía 15 años. La clave está en él. Pero al parecer no quiero descubrirla. O ya la he descubierto.
Sonethos es el árbol.
Nada me sabe
a nuevo nada
que leo nada que
miro nada que vivo
nada que digan
he
terminado.
El fin es el no “para”, lo no predeterminado. La verdad. Termino como empecé. En EPI lo dice, vieja y nueva sin que nada la sorprenda, ni la misma belleza. Sólo queda embellecer tras el descubrimiento. Acto. La belleza confiere la transmisión. Como las flores de los frutales en primavera. La por nacer, la verdadero, LO que queda.
Debo seguir corrigiendo, que al menos pueda dejarle a él Las palabras del alba listo por completo. LPDA (¡¡¡¡...)
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