domingo, 28 de octubre de 2012

Poema para agosto (poema con introducción)


Nunca introduzco los poemas, me parece una falta de todo hacerlo, pero con este me voy a permitir el lujo (porque sí, porque siento y pienso que es lo que debo hacer). Tiene algunos versos de estos que una repite en su mente sin saber por qué, de estos que no se olvidan, aunque el poema sí esté olvidado o simplemente perdido en los recovecos de la memoria no visible diariamente. Cuando corrigiendo La dosis y la desmedida,  que es el poemario donde aparece, di el otro día con él, me llegó una de esas alegrías que no tienen precio, esas por las que una vuelve a saber que lo que hace es verdadero, que está en el camino correcto, al menos, en el suyo. Sorprendentemente, aunque no tanto porque suelen sucederme estas cosas bastante con mi poesía, habla, dice, anuncia exactamente con pelos y señales y un año antes el poemario que creo ya he cerrado o estoy a punto de cerrar, Solenostemon. Quizás La sorpresa que me llevé se deba más al hecho de que La dosis y la desmedida es un poemario confuso, como el desarrollo de una batalla, un "yo" encima de la costra dura de la nomenclatura batallando, más omenso como estoy siempre, y así, encontrarme con un poema esperanzador y de dádiva me desconcertó momentáneamente. No sabía qué pintaba ahí. Pero ahora ya sí lo sé. Y lo sé felizmente.

Poema para Agosto

siniestro e indoloro cautivando
el obsequio, madreperla
benevolente culminando
la hechura de la vasija
desde el barro, limo y centinelas
bajo las palmeras de este oasis
zurdo y regalado.
Las chumberas multiplican
higos verdes: este justo verano
terminará por endiosarse
con la aureola del agosto
arenoso y libre.

Y cuánto sueño duerme
bajo las ojeras de tus testículos
tan jadeantes. Ellos piensan púdicos
y sosegados por la espera
de mis manos, y no habrá
un solo vino que desechen
cuando sed a solas manen,
cuando yo te hable
del fango y de la sangre
volverán las heladas fuentes
a derretir el blanco mármol
en la verdina fresca de mi pozo,
esa luz redonda que cultiva
el agua liberando el milagro
de los panes y los peces
en el desierto.

(Sofía Serra, de La dosis y la desmedida)

sábado, 27 de octubre de 2012

Primer misterio eleusino

(Como veo que es de las entradas más visitadas en los últimos días, y es muy antigua, actualizo y corrijo poema)




Tú caminas por encima de los mundos.
Pasos con pasos desprovistos hasta de huellas,
vanas señales de tu permanencia instantánea sobre ayeres.
Vuelas olvidando veletas,
flemas de soles abrumados por las corrientes
vespertinas y matutinas
que residen en las circunstancias
pasivas de los aconteceres.

Ni más tú, ni más yo, salvo la unión.
De emblemas y consignas
aprehendidas voluntariamente
como cuando
las amapolas ocultan su trino
para que no enloquezcan
con sus rojos clamores
las miradas ingenuas.

Súbita y permanentemente
el ocaso abriga tu memoria.
Ella pelea por no pervertir
la  elocuencia del cauce continuo
de la vida que duerme y que vela.

Ahora que resucitas, decido abandonarte.
Antes, cuando morías, te acuné.

Y quedó dormido anunciando tu renacer,
como paradoja sistemática del lenguaje inextinguible.
Estamos solos,
mas recíprocamente inmiscuídos.

(Sofía Serra 30/Marzo/2009. De "Entreterras")

Un mar lleno de una duda

Un mar lleno de una duda 

20. He de alejarme de su influencia. De la de los sentidos, no. De la de la razón.

sé nadar, me repetía, sé nadar.

21. Llevo toda la mañana intentando hacer, pero sólo mis neuronas trabajan. Clavo mis ojos en un oscuro entresuelo entre el día y la noche de mis circunvoluciones cerebrales, allí me alojo, me deposito en la memoria de mi propio olvido. Quiero olvidarlo todo, ser consciente sin serlo. Inhabilitar, dejar hueco, ampliar. Me celebro descorchando una botella de champán, que nunca me ha gustado. Las burbujas son huecos de líquido. Mi mente necesita líquido virtual, ejemplar. Me basta con un solo trago.
Y tengo un embalse completo.
Sé nadar, me repito. Como aquella vez que me lancé desdé la barca de pedales, posiblemente a no más de cien metros de la orilla. Me apetecía nadar y no tener que volver a caminar todo el tramo de arena que había entre el chiringuito del negocio y la sombrilla. Ahora que con la barca habíamos llegado a su perpendicular, me ahorraría recorrer ese trecho por tierra. Me lancé al agua de cabeza, qué placer poder nadar en el mar sin estorbo, despacio, no tenía prisa, veía la orilla, incluso oía el chapoteo de aquel bañista que más se suele alejar cuando observas a los que se adentran.
Y de pronto, llegó. Primero, la duda: ¿No llego? Después, el miedo. Inmediatamente el desconcierto: ¡Pero si yo sé nadar!, estoy acostumbrada a hacerlo, no me canso, ¿por qué este miedo? ¡Pánico! ¡Dios mío, me ahogo!
Entonces comprendí. Entonces supe: Aquí es cuando se ahogan, aquí es cuando nos ahogamos. El miedo nos puede, nuestro cerebro embrutece nuestro propio cuerpo, que se convierte automáticamente en peso muerto. Nuestro pensamiento lo entumece, lo anula. Ahoga nuestro instinto. El miedo invalida nuestra sabiduría congénita y la adquirida. Entonces nos hundimos y morimos ahogados. Sin explicación posible. "¡Pero si sabía nadar!", dirían.
Un instante casi eterno de dos segundos, no más. Al comprender, al conocer, hice el esfuerzo, lo que no significa más que no hacerlo. Cerré los ojos y me impuse calma concentrándome en el recuerdo (concentrándome en mi recuerdo, concentrándome en el recuerdo empíricamente obtenido), guié a mi pensamiento hacia el hecho de que yo sabía nadar. Extendí mis brazos intentando relajarlos. Inmediatamente mis piernas se elevaron, avancé con el empuje del mismo mar que me mantenía a flote. Un segundo más sin consciencia y el empeine de mi pie rozó la arena del fondo: Me hubiera ahogado a apenas veinte metros de la orilla, teniendo pie, y, para colmo, sabiendo nadar.

viernes, 26 de octubre de 2012

El conflicto

El conflicto

El concepto Rousseauniano
por el que el hombre no es malo
sino que nace honrado y bueno,
y es la sociedad — el grupo—
la que lo corrompe.
De ahí que sea la sociedad
la que debe compensarlo cuando cae
y ayudarlo así a recomponer
su integridad o bondad perdida.
todos, porque todos somos sociedad,
deberíamos sentirnos culpables
de cada desgracia que al hombre le suceda,
o bien, por la pérdida de
bondad de uno de sus individuos,
de cada desgracia que le suceda a ella misma
por culpa de lo que a simple vista
parece tan sólo obra de uno solo.
Porque si un individuo cae,
toda la sociedad cae,
falla como sistema humano
de convivencia. De ahí que todos seamos
responsables de su buen funcionamiento.
Todos, absolutamente todos,
desde el más
dañino de los hombres
al más honroso,
al más hermoso.
Sólo sucede que
sólo el hermoso
tendrá
habilitada, aún, la capacidad
para sentirse responsable.
Porque responsabilidad es sólo
recuerdo vertical
de lo que somos.
Luego responsabilidad es igual
a mayor bondad o menor maldad.
Menos corrompido por
la necesaria sociedad.
Dependerá de su fortaleza,
no de su adaptabilidad.

Sofía Serra, 26 octubre 2011

El poema

El poema

A los que nunca me apoyaron
cuando yo sufría casi infartos
hace 10 años.
Al no psicólogo que tuve
para mi depresión.
A mi esfuerzo y las yerbas
y las flores del campo
que me acompañaron.
A mi seráfica compañía en aquellos años,
las silenes, los lirios, el diente de león y las encinas,
y las ausencias que me disteis.
A los poetas que se ríen cuando uso esa palabra,
ser-afín, sin tener ni puta idea de donde
llega, o sea, a los ignorantes.
A las torre de la luz que canté con mis fotografías,
y a vosotros, que no estuvisteis
cuando pensaba en suicidar
a tres personas queridas yo incluida.
Al tranxilium, que ya sí es mi eterno compañero.

aquí misma asomada a donde ayer
pintaba mi travesura de amante
loca por las yerbas y otras sustancias
alucinógenas, el polvo blanco
es tan dulce, ay, aún mis alas
conservan restos, abejita,
abejita en la amapola soy…
salvo cuando escribo.
Cuando escribo
el opio del pueblo,
o sea el puto dinero
cuando lo hay,
—ahora salta de rama
en rama el mono
enfermo de infartos
y depresiones,—
me deja sin mis poemas.

Yo le canto a la luz y
la luz me corta las alas.
Yo pago la luz
y las tijeras del inconsciente
suicida por la crisis
corta mis palabras.

Estoy harta de ser
una adelantada a mi tiempo.
Al final me como
todos los marrones
—para mí los quiero todos
(¡egoísta, eres una egoísta!,
deja algo para alguien),
con lo rico que está el polvo blanco,
masoquista— de ayer,
antes de ayer y hoy también,
sin haber siquiera
podido disfrutar
de la mínima abundancia,
ni hablemos del derroche.

ajena al mundo
el mundo me la mete
doblada por todos mis orificios,
tan harta, dios mío, o sea, yo,
tan harta de tan mula
de carga con todos
los pesos de sus mundos.

una abeja con alas
como las de un B-52,
una puta entelequia
o casi quimera,
eso es lo que soy.
una extraterrestre.
una mutante.


esa fue la segunda parte de mi día de ayer 23 de octubre. la primera fue hermosa, pero de esa no me dejaron conservar rastros. casi mejor, casi me alegro, me alegro del todo, mejor dicho, no se convirtió en literatura. El mejor grafos es el que huella  el alma humana, ahí es donde únicamente merece la pena permanecer. En el otro.


Sofía Serra (24 de Octubre de 2012)
 
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