(El tras-mayo de este octubre
tan parco, tan reaccionario.)
Apopléjico mayo
Cristiano y tácito
cabecea sobre los parterres, sí y no,
del jardín exultante de yerbas
y amargas prímulas.
el sol rompiéndose:
Conminarán, nos conminarán
a todos al quehacer de lesa
majestad hasta abolir
nuestras axilas de cuerpo
humano sin brazos y ya
hasta sin alas.
Como los ángeles esclavos
de los otros infiernos en la cuerda,
entre dos rascacielos aúlla el lobo
que olvidé, mirad mis ojos
olvidados por mí.
Ya no suman ni restan,
pétreos invaden la vívida luz
y se ahuecan para atraparla.
Culminad, escindid, refrigerad
la sal y la lluvia quebradiza
para que no claudique ni se amiante
la humedad bajo nuestras huellas.
Hubo un ya en que amarnos
fue lo más fácil.
Nada de miedo no tiene
miedo más que de ti
este mayo tan esclerótico
y tan escaso de rosas
en el sol malevolente
que a-las otra s rosa s aja.
Lo sensato es que sostengas
tensas tus sienes hasta
su santo y seña: semestre
como si una adelfa fueses,
este apopléjico mayo
al límite del agostado
y dorado verano
bordeará la apatía
hasta su estiaje,
y así, sazonará el mar
la multicolor dueña
de los abandonos de las olas.
Mas nada relega
a la insumisa,
a la tercera orilla.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 17 de octubre de 2012
El principio
El principio
El secreto
desde un cordero blanco
y penoso blanco lechoso
me acostumbro
y evado las sienes
de lo que soy.
la siesta del cordero
me ha abierto los ojos
secretos que cierro
aunque ya no tenga párpados.
la rosa semántica
y cargada de profundas grietas
abastece el pulmón de tu oído.
qué más pedir en el siniestro
mar de luces.
un canal nos encauza hacia el sumidero.
No hay remedio.
Es inútil.
El miedo al otro.
El miedo a amar.
El miedo a morir.
Por eso nos asiste la soledad.
Ella es nuestra compañera.
Por eso no tenemos remedio.
Esta es la cruel y humana paradoja,
el secreto que nos revela
como
imbéciles.
El conocimiento
El cordero abrió los ojos
para dormir para siempre.
El secreto
desde un cordero blanco
y penoso blanco lechoso
me acostumbro
y evado las sienes
de lo que soy.
la siesta del cordero
me ha abierto los ojos
secretos que cierro
aunque ya no tenga párpados.
la rosa semántica
y cargada de profundas grietas
abastece el pulmón de tu oído.
qué más pedir en el siniestro
mar de luces.
un canal nos encauza hacia el sumidero.
No hay remedio.
Es inútil.
La soledad lo contamina todo. Dejan de tener sentido la esperanza, la habitación, la huella clara o difusa. Nada subsiste si no es en el otro. Ninguno amamos más que a nosotros mismos. La juventud se yergue abanderando sin recordar a sus padres. Los padres han olvidado a sus hijos. El maestro se queja de su salario. Yo pienso en irme. Mientras tú existas me sentiré sola. Mientras yo misma exista. ¿Cómo nombrarte tú sino es desde el yo? Mientras haya una puerta, el cuarto quedará a oscuras. La rebeldía sólo nos atestigua ante el ocaso del sol. No queda más remedio que morir. La muerte es nuestra compañera, y sin embargo le tememos. A todo tenemos miedo, hasta a lo que nos hace felices.
El miedo es nuestra criatura, la endemia, nuestro cáncer. El miedo al otro.
El miedo a amar.
El miedo a morir.
Por eso nos asiste la soledad.
Ella es nuestra compañera.
Por eso no tenemos remedio.
Esta es la cruel y humana paradoja,
el secreto que nos revela
como
imbéciles.
El conocimiento
Hoy comienza una nueva vida, una nueva parte de mi vida. Así pongo punto y aparte. Cierro un ciclo comenzando otro que no sé adónde me llevará. El continuo sigue habilitando recursos en mi mente para decidir por mí misma que debó hacer, aunque yo no lo sepa. El qué se impone, el porqué es mi fundamento, el cómo mi debilidad. La debilidad de todos también.
El cómo nos comunica con el otro, logra o no logra abrir el cauce, saltar el abismo, tender el puente.
Este cómo me ha servido a mí hasta ahora. He tenido el puente entre yo y lo que sea que nos sostiene a todo. Por eso ya puedo decidir. Con conocimiento. Segura de un mundo y su lugar y segura de mi lugar en él. mi lugar en él sólo soy yo aunque yo pueda amar. Aunque yo misma sea amor.
El amar es un estado de reposo absoluto, de paz sin fin. Un estado magnificiente. Lo hace todo serio y profundo, consecuente, congruente, en paz con dios y con los hombres, con uno mismo. No da lugar a al miseria ni al dolor. No vomita. Sólo exige verdad. Nos manifiesta. Dejamos de necesitar los cinco sentidos para estar. requerimos tan solo la presencia de nosotros mismos. Nadie llama ni convoca salvo la propia verdad.
La miseria no tiene vuelo, se arrastra pegajosa y hiere la longitud de de las mareas, siniestra lo oculto. Traiciona lo verdadero.
Ser independiente significa ser capaz de amar. Ser esclavo significa no poder hacerlo, no poseerse. Si uno no se posee no se puede dar.
Todo ha re-comenzado. Echar la suerte significa amar, amar es la verdad. Y nada es susceptible de amar salvo la verdad. Todo lo que no es verdad es mentira, luego no es. Si no es, no puede ser amado.
Sólo la verdad hace el lugar para el acto del amor. Sólo la verdad pone en paz al hombre consigo mismo, porque le permite amar.
Hacer lo que debe ser hecho es la verdad. No hacerlo, la mentira.
Acabo de morir.
Acabo de morir.
Vuelvo a comenzar.
Sofía Serra (De Solenostemon)
martes, 16 de octubre de 2012
El sacbé
El sacbé
un diccionario del diablo inventan
sobre la marcha del derretido tren
descompuesta su chatarra como
si árbol generacional fuera,
como si veinte pútridas crías
de no me olvides olvidados
caminaran por la férreas
paralelas que dan cuelgue
a tu hombro, camino de orgía
quíntuple sobre el desatino, mendaces,
lúbricamente escollados
sobre la mampara del futuro
que se acera en el alto horno
de un municipio que ni es munífico
ni principia un tercio siquiera del sol
cuando en su mediodía resplandece.
venerarán depositarios
de alhajas marinas ennoblecidas
por los corales, pero al final—
del mar y la escollera de su columna—
no serán más que óxidos
nitrosos en la espuma de nuestro barco
que veloz dará la vuelta al mundo
con su enorme vela blanca.
Y todas las estrellas mirarán a la Tierra,
y en algún microsegundo del big-bang
una voz detendrá el cerebro de Einstein
mientras él escribiendo ha citado
tiza en mano a la magnífica, en su fórmula
lo dejó escrito, energía es igual
a masa por aceleración
al cuadrado como el hombre,
no hay nave con vela más veloz,
más científica ni amasada,
más certera y cuadrada.
Pero yo soy elipse abierta.
Un nautilus quizás
con flecos de algas marinas
y pozos hemisféricos
y estelas curvas.
Sofía Serra (De Solenostemon)
un diccionario del diablo inventan
sobre la marcha del derretido tren
descompuesta su chatarra como
si árbol generacional fuera,
como si veinte pútridas crías
de no me olvides olvidados
caminaran por la férreas
paralelas que dan cuelgue
a tu hombro, camino de orgía
quíntuple sobre el desatino, mendaces,
lúbricamente escollados
sobre la mampara del futuro
que se acera en el alto horno
de un municipio que ni es munífico
ni principia un tercio siquiera del sol
cuando en su mediodía resplandece.
venerarán depositarios
de alhajas marinas ennoblecidas
por los corales, pero al final—
del mar y la escollera de su columna—
no serán más que óxidos
nitrosos en la espuma de nuestro barco
que veloz dará la vuelta al mundo
con su enorme vela blanca.
Y todas las estrellas mirarán a la Tierra,
y en algún microsegundo del big-bang
una voz detendrá el cerebro de Einstein
mientras él escribiendo ha citado
tiza en mano a la magnífica, en su fórmula
lo dejó escrito, energía es igual
a masa por aceleración
al cuadrado como el hombre,
no hay nave con vela más veloz,
más científica ni amasada,
más certera y cuadrada.
Pero yo soy elipse abierta.
Un nautilus quizás
con flecos de algas marinas
y pozos hemisféricos
y estelas curvas.
Sofía Serra (De Solenostemon)
La sierpe lozana
La sierpe lozana
¿mi dios se llama él?,
¿mi dios se llama tú?,
depende de donde yo
nos sitúe.
ellos buscan las estrellas
y tú donde no estrellarte
las piedras nacieron
para que tropieces no
para que las lances
yo te lanzo mi aventura
sin nombre ni piedra,
tan inverosímil,
tan alucinante tú
desgarraste
la última corteza de tu olivo
cuando yo amamantaba
bajo la lumbre del candil
con aceite que silo en el molino
que tú edificaste con ruedas
tan grandes como tu osamenta
de elefante puro y recio
fondeaste tu trompa urbe
en el limo de mi abrazo
y aquí te enterraste sin saber tocar ya
ni una sola piedra, ni una sola yerba
ni una sola brizna de aire
hasta que asfixiado
cierres los ojos
y yo me nazca en tu muerte
que no deseo será que
tu entierro móvil, la ciénaga de tu sueño,
trabaja lumbres sobre las que amanece
el nuevo día que me da esperanza
y la vida ya
cobra áspid
y sentido
para mi des-lengua
única.
no muerdo,
pero te roen.
Y yo necesito vengarte.
Sofía Serra (De Solenostemon)
¿mi dios se llama él?,
¿mi dios se llama tú?,
depende de donde yo
nos sitúe.
ellos buscan las estrellas
y tú donde no estrellarte
las piedras nacieron
para que tropieces no
para que las lances
yo te lanzo mi aventura
sin nombre ni piedra,
tan inverosímil,
tan alucinante tú
desgarraste
la última corteza de tu olivo
cuando yo amamantaba
bajo la lumbre del candil
con aceite que silo en el molino
que tú edificaste con ruedas
tan grandes como tu osamenta
de elefante puro y recio
fondeaste tu trompa urbe
en el limo de mi abrazo
y aquí te enterraste sin saber tocar ya
ni una sola piedra, ni una sola yerba
ni una sola brizna de aire
hasta que asfixiado
cierres los ojos
y yo me nazca en tu muerte
que no deseo será que
tu entierro móvil, la ciénaga de tu sueño,
trabaja lumbres sobre las que amanece
el nuevo día que me da esperanza
y la vida ya
cobra áspid
y sentido
para mi des-lengua
única.
no muerdo,
pero te roen.
Y yo necesito vengarte.
Sofía Serra (De Solenostemon)
lunes, 15 de octubre de 2012
Demencia, un poema de Carmen Karin Aldrey
Demencia
Purgatorio
Lanzas
Ceguera
Pared
Ácido
Tijera
Frontera
Desamor
Renuncia
Alambrado
Ozono
Alcantarilla
Humo
Prejuicio
Mordedura
Carbón
Quemadura
Crematorio
Muros
Muros
Muros
Padre
Nuestro
Que
Estás
En
Los
Cielos
Que
Así
No
Sea
Por
Los
Siglos
De
Los
Siglos
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