martes, 16 de octubre de 2012

El sacbé

El sacbé

un diccionario del diablo inventan
sobre la marcha del derretido tren
descompuesta su chatarra como
si árbol generacional fuera,
como si veinte pútridas crías
de no me olvides olvidados
caminaran por la férreas
paralelas que dan cuelgue
a tu hombro, camino de orgía
quíntuple sobre el desatino, mendaces,
lúbricamente escollados
sobre la mampara del futuro
que se acera en el alto horno
de un municipio que ni es munífico
ni principia un tercio siquiera del sol
cuando en su mediodía resplandece.
venerarán depositarios
de alhajas marinas ennoblecidas
por los corales, pero al final—
del mar y la escollera de su columna—
no serán más que óxidos
nitrosos en la espuma de nuestro barco
que veloz dará la vuelta al mundo
con su enorme vela blanca.
Y todas las estrellas mirarán a la Tierra,

y en algún microsegundo del big-bang
una voz detendrá el cerebro de Einstein
mientras él escribiendo ha citado
tiza en mano a la magnífica, en su fórmula
lo dejó escrito, energía es igual
a masa por aceleración
al cuadrado como el hombre,
no hay nave con vela más veloz,
más científica ni amasada,
más certera y cuadrada.

Pero yo soy elipse abierta.
Un nautilus quizás
con flecos de algas marinas
y pozos hemisféricos
y estelas curvas.

Sofía Serra (De Solenostemon)

La sierpe lozana

La sierpe lozana

¿mi dios se llama          él?,
¿mi dios se llama          tú?,
depende de donde        yo
                                        nos sitúe.

ellos buscan las estrellas
y tú donde no estrellarte
las piedras nacieron
para que tropieces no
para que las lances
yo te lanzo mi aventura
sin nombre ni piedra,
tan inverosímil,
tan alucinante tú
desgarraste
la última corteza de tu olivo
cuando yo amamantaba
bajo la lumbre del candil
con aceite que silo en el molino
que tú edificaste con ruedas
tan grandes como tu osamenta
de elefante puro y recio
fondeaste tu trompa urbe
en el limo de mi abrazo
y aquí te enterraste sin saber tocar ya
ni una sola piedra, ni una sola yerba
ni una sola brizna de aire
hasta que asfixiado
cierres los ojos
y yo me nazca en tu muerte
que no deseo será que
tu entierro móvil, la ciénaga de tu sueño,
trabaja lumbres sobre las que amanece
el nuevo día que me da esperanza
y la vida ya
cobra áspid
y sentido
para mi des-lengua
única.

no muerdo,
pero te roen.
Y yo necesito vengarte.

Sofía Serra (De Solenostemon)

lunes, 15 de octubre de 2012

Demencia, un poema de Carmen Karin Aldrey

Demencia
Purgatorio
Lanzas
Ceguera
Pared
Ácido
Tijera
Frontera
Desamor
Renuncia
Alambrado
Ozono
Alcantarilla
Humo
Prejuicio
Mordedura
Carbón
Quemadura
Crematorio

Muros
Muros
Muros

Padre
Nuestro
Que
Estás
En
Los
Cielos

Que
Así
No
Sea
Por
Los
Siglos
De
Los
Siglos

Signos cantores con Isolda

Tenía que llegarme de ella, que lo tiene to' bonito (el nombre, la cara y, más aún, el espíritu), de Isolda, llegarme la alegría de que Signos cantores tiene materia y existe más allá de estos líos y los otros (editar), que ya tiene una casita donde estar... ay, es que me he deshecho de alegría, siento la entrada tan... pues personal, ;)
Muchísimas gracias Isolda, ¡ah!, y no se te olvide lo que te he dicho en facebook, ¿oook?...:))) Tú léelo, que para bien o mal esos poemas ya no son míos, :).

Qué hermoso lugar lo rodea, y qué preciosa fotografía entre plantas y verdes.


Fotografía  de Isolda Wagner

Adiós, poetas

Adiós, poetas

I

De sol a sed
desolada
la sal
lo sabe.

ellas se habían enredado a mis manos
porque
ellas no tenían
quien las acogiera en sus manos
buenamente
ellas se vacían.
Las yerbas habían encontrado
donde desentumecer
a la muda.
Me enreda menos, mas
no lleva tu nombre.


II

Política y honestamente
tengo más
que ver
con las yerbas
que con vuestras manos

(ya, sin las tuyas o las mías,
la pradera subsiste sola)

,
malevolencia
entretanto,
entre tantos
y con nombres.


III

La única revolución pendiente
es la del individuo sobre sí.
Y la única con final feliz
para el mundo.

                                   no pidas
revolución
                  externa
cuando
                  interna
                                  no la das.

IV (Victoria)

Derrótate
entonces
conocerás
batallas
ganadas.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

 
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