domingo, 7 de octubre de 2012

Fotógrafa en apuros (tal vez I)


Fotógrafa en apuros (tal vez I)

Hoy que me falta, dejo de dudarlo, por fin me convenzo. Nada ni nadie podrá alejarme ya de mi propio reconocimiento. Soy fotógrafa, me importa un bledo que no acumule títulos profesionales “ad hoc” o acreditaciones en mi cartera (puñetera costra dura de la nomenclatura sobre la que me rebelo constantemente, y no porque no me haya ganado nombres de ella, pero siempre he renunciado a competir por ellos, la competición para el oficiante, para el gremio), soy más fotógrafa que un reportero de cualquier periódico, que cualquier aficionado de estos que en internet aparecen con una lista a su lado tipo biblia en papel de seda con toda la ristra de los objetivos y las cámaras que posee (el más larga-más gorda-más dura (sic)). O que aquellos que montan un estudio con dos meses de cursillo a ¿sus espaldas?... qué pronto le sacan beneficio, alivio, unas veces económico, otro social. No bajan al infierno. Aún recuerdo la exposición de alguien, un “poeta”, mejor no recordarla. Y no hablemos de los que tienen cuarenta años de oficio, esa es la palabra, oficio. Por eso tanto se han acercado a mí los conocidos como profesionales. Ellos han abundado en la fotografía, en el acto fotográfico, por pura inercia gremial, y han llegado a echar de menos ese algo por mucho oficio que hayan adquirido (el oficio se adquiere, la naturaleza subyace inmanente o trascendente, siempre permanece, ES).
Jamás me faltó la posibilidad de disparar como hoy, ni un solo día de mi vida ha estado este cuerpo sin ese dispositivo (gadget, soy como el inspector gadget), siempre en mi tiempo la posibilidad de atrapar lo que me rodea, lo que miro -cómo miro- cómo me miro, ¡soy yo!, ni revelado ni leches, ese es sólo el siguiente paso, el primero es el disparo, ese justo momento en que por fin asumo y me sumo, me integro, reintegro, muevo, me dispongo, me doy, enumero, coloco, sitúo, encajo, soluciono, aprehendo. Comienzo a conocer. Conozco.

Como me sucede cuando escribo . Escribo para conocer. Porque pienso, necesito escribir poesía y disparar. Son mis actos de conocimiento, de ser, y después, de reconocer.

Oficio y naturaleza. Lo mío es naturaleza.
El poeta hace; después hace oficio.
Recuerdo ahora cuando pintaba al óleo. En realidad lo que hacía la mayor parte de las veces, de las pinturas, era revelar las fotos que disparaba. Nunca había podido aprender a revelar, aún no existían las cámaras digitales, encargaba hacer las copias en papel para poder visualizar lo que había visto mentalmente. Sobre ellas, sobre esa mera visión, ya creaba, ya re-creaba, ya pintaba. REVELABA. Por eso mis pinturas y mis fotografías hablan siempre de lo mismo (siempre hacemos las mismas fotografías, siempre, como siempre escribimos los mismos poemas, siempre, por mil formas distintas que le demos, por mil puntos de vista desde los que miremos), porque no hacía otra cosa más que revelar al pintar cuando mis disparos eran analógicos.

Necesito ese dispositivo en mí para poder terminar de ser tal como necesito escribir poemas para seguir siendo. Son dos minusvalías que una lleva a la espalda. Son el remedio. No poder ser sin el acto de la letra escrita ni de la fotografía. El agua y la luz… Creo que soy como un vegetal, una planta (por eso tanto los fotografío casi monotemáticamente), tal vez un árbol. Agua y luz para poder seguir viva. Agua y luz para ser. Agua y luz me hacen.
Un árbol quizás, a lo mejor soy un árbol… un árbol como una puñetera encina.

Y vuelvo a llegar a ella, siempre ella, la encina: lo mismo por abajo que por arriba como ya dijo Virgilio, como decía mi padre, como decía Fermín, esa soy yo. Y mi mundo, el pensamiento, que es el Arte. Mi forma de ser humana, el poema y la fotografía.
El arte como la superación de una carencia, una encina a la que olvidaron vestir de ser humano.
Tú eres mi vestido en esta costra dura de la nomenclatura, tú eres mi Arte. Ya lo dejé dicho en algún poema.

Sofía Serra, 7 de octubre de 2012, siete días sin cámara.

sábado, 6 de octubre de 2012

Poema de una anciana que ya murió

Poema de una anciana que ya murió

Bestialidad y vida afloran
indisolublemente unidas.
Soy yo más tú
sin andamiaje,
sin convulsos vetos
sin abejorros ni respectivos aspavientos,
cómplices en perfecta armonía
y equidistancia exacta
del pellejo a la piel
de la una al otro,
sola y justa, perpetua.
No yo.

Argumentos insostenibles
por estas manos que se descuelgan
en la noche que me muere
al final del mar de azoteas
que imagino.
El calor se posa grandilocuente
y cálido como un buda
que otea buscando la boca
que más hambre tiene.
Tú eres fresco,
pero nada transparente
en el mar de tus ¿cojones?
—te ahogaste en ellos—,
así que te hace el hielo.

Yo sé que contigo vive sola
con ella, sola criatura, lobo
suyo, niño bueno, niño
cuerdo y fino niño
y ahora los colmillos
que te afilaron
se ceban en la más
tierna carne.
Y ella es la nada,
nada más que poder
doler.

Cameraman, y mi estulticia
solapándote, atendiendo
a tus razones
como si extendieras
a mis pies los parterres
de flores del parque de marialuisa,
dicen, ventilando patraña,

como si yo fuera a tocarte,
como si mi ventisquera,
porque ya es agosto
y cantan las hojas
llamando al otoño,
corriera rauda por el barranco
gravero de un hoy tan seco,
tan duro y fósil, hermético
en el sentido de las agujas
del reloj de arena.

Veo mi vida como un saco
de muelas recién extraídas
que hubieran abandonado al dolor
en la boca de algún amante,
algún lobo serio tuyo de raíces
y venas al viento, de pelo teñido
con la henna de la luna que templa
mamparas de acero, blancas,
sobre los raíles de cuerpos que duermen
con la garganta abierta al cielo
de una noche de verano
que yo ya he olvidado.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

Ámame, cincuenta años de un signo cantor

Medio siglo. Love me do sonaba por primera vez. Ella nació para el público dos o tres meses antes que yo (pienso que yo no nací para ser pública). La conocí cuando ya registraba la edad de trece años. Qué feliz me hace unir su aniversario con la aparición en Amazon  del enlace a la posibilidad de que  Signos cantores sea leído por alguien más que yo o las cuatro o cinco personas  que han tenido la ocasión.
Un día de estos iré al campo a por la fotografía auténtica que tengo de Los Beatles con firma de Paul Mac Cartney incluida, a pluma, por supuesto,  para escanearla y publicarla aquí.

Hablamos de poesía, del motivo de la palabra, de su razón de ser (razón de amor, Pedro salinas dixit).
Escribir poesía es, entre otras cosas, intentar que el lenguaje no se desgaste, algunos hablan de intentar "renovarlo", yo suelo concentrarme en su fondo y su forma, un modo más de intentar no perder de vista el motivo por el que me (nos) resulta fundamental, silencio incluido.

Enlace al libro  Signos Cantores






Odio

Odio las redes sociales.

"Hubo un tiempo", un poema de C. Karin Aldrey

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo
donde la paz
fue eclipsada
por los vientos
Desfilaban pájaros
de alas negras
que confundían la presa
con retoños
Sus picos horadaban
la hierba
En los estanques
el agua se cubría
de lodo
se acumulaba
en las cañerías
la hojarasca
del furor
Después la oscuridad
cruzó la noche
y los hombres
que morían
eran arrojados
a las fosas
Un día la tierra
abrió las piernas
y comenzó a vender
su cuerpo arrasado
Pocos reconocieron
sus labios negros
su garganta vacía
el hedor de sus axilas
Era otra
sin rostro ni luz
Un paisaje despoblado
donde cadáveres
y buitres devoraban
sus historias
en el festín de la muerte
La paz regresó
un rojo atardecer
Con sus cautelosas pisadas
apartó las piedras
y se arrodilló
sobre los escombros
tan llenos de cenizas
y aguas albañales…
Después
clavó cruces blancas
en cada huella perdida
Alguien la vio venir
y decidió seguirla
y luego otros
y otros
y otros
Pero ella sabía
que solo era un ejército
de muertos…
sombras sin vida
compadeciéndola
por su existencia fugaz…


C.K.Aldrey (De su último poemario aún sin título)

 
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