Otoño
Como queriendo escribir otras palabras,
como posándose las hojas sobre la tierra
aún caliente del verano,
los árboles la abrigan
previendo el frío del invierno,
así yo me desnudo y declaro
mi fronda caída y me consuela
el gesto de la naturaleza
al protegerte con mis palabras
que hoy yacen
para que tú despiertes
algún día.
Sofía Serra (De Solenostemon)
lunes, 1 de octubre de 2012
domingo, 30 de septiembre de 2012
Desde fuera
Desde fuera
Más una penumbra sola
más una penumbra, dos
y no más, seña
y santo de aquí
no inhuma
y el mar no entierra.
Y llegarán gigantes damiselas
a entolar el cielo
con sus pastizales húmedos
y el fru-fru de sus sedas
espantará al sonido acuoso
de tu oído.
Y ni una habrá que lacere
la piel de tus mejillas
cabalgarán
a lomos del miedo
llevándoselo con sus faldas
más allá de la esfera de poniente
volverán los exógenos centros
a rejuvenecer el tronco salino
de tu semen
y ni tú ni yo
volveremos
a sucumbir
solos desde dentro
sólo uno solo
dentro de este incómodo
e inhumano universo.
Aplastaremos a la noche
hasta amasarla pan de ángel.
Estamos enfermos de sed
y lamento huérfano de oídos
comunicando adioses cuando
sólo ellos asienten soledades.
Sofía Serra ( De La dosis y la desmedida)
Más una penumbra sola
más una penumbra, dos
y no más, seña
y santo de aquí
no inhuma
y el mar no entierra.
Y llegarán gigantes damiselas
a entolar el cielo
con sus pastizales húmedos
y el fru-fru de sus sedas
espantará al sonido acuoso
de tu oído.
Y ni una habrá que lacere
la piel de tus mejillas
cabalgarán
a lomos del miedo
llevándoselo con sus faldas
más allá de la esfera de poniente
volverán los exógenos centros
a rejuvenecer el tronco salino
de tu semen
y ni tú ni yo
volveremos
a sucumbir
solos desde dentro
sólo uno solo
dentro de este incómodo
e inhumano universo.
Aplastaremos a la noche
hasta amasarla pan de ángel.
Estamos enfermos de sed
y lamento huérfano de oídos
comunicando adioses cuando
sólo ellos asienten soledades.
Sofía Serra ( De La dosis y la desmedida)
sábado, 29 de septiembre de 2012
Fondeadero
Fondeadero
no es necesario el soplo
ni la condena de tus lentos
y grávidos paisajes que se ausentan
a babor y a estribor olvido el acicate
de este verte y no verte venir
hacia el pozo de estrellas.
me pregunto dónde,
me pregunto cómo,
me pregunto ostiones
adheridos a tu casco
cuando llega al fondeadero
hacia donde caminará
la lenta acogida de la arena ahora
que planeo sobre el mar abierto
como mis piernas se abren
como el compás que abarca
el ancho de la mesa donde
los mapas del tiempo
se extienden sin caer al piso
de madera.
Y yo todo veo a través del ojo de buey…
Me descuello en graveros
de senderos habituados
al paso de las naves de agua
sobre la cubierta de esta sentencia
adosada a la quilla de las estrellas.
Que también se cansan.
hace tiempo que me despertó
el estallido de tu llegada,
mas no debatí con tus ojos
la medida y ahora los fuegos fatuos
iluminan los mástiles
del aire azufrado,
poemas queriendo dejar de escribir
poemas en el suelo
de un día que se sienta
en la borda de mi vida.
Sofía Serra (De Solenostemon)
no es necesario el soplo
ni la condena de tus lentos
y grávidos paisajes que se ausentan
a babor y a estribor olvido el acicate
de este verte y no verte venir
hacia el pozo de estrellas.
me pregunto dónde,
me pregunto cómo,
me pregunto ostiones
adheridos a tu casco
cuando llega al fondeadero
hacia donde caminará
la lenta acogida de la arena ahora
que planeo sobre el mar abierto
como mis piernas se abren
como el compás que abarca
el ancho de la mesa donde
los mapas del tiempo
se extienden sin caer al piso
de madera.
Y yo todo veo a través del ojo de buey…
Me descuello en graveros
de senderos habituados
al paso de las naves de agua
sobre la cubierta de esta sentencia
adosada a la quilla de las estrellas.
Que también se cansan.
hace tiempo que me despertó
el estallido de tu llegada,
mas no debatí con tus ojos
la medida y ahora los fuegos fatuos
iluminan los mástiles
del aire azufrado,
poemas queriendo dejar de escribir
poemas en el suelo
de un día que se sienta
en la borda de mi vida.
Sofía Serra (De Solenostemon)
"El hombre no ha concluido", un poema de Batania
El hombre no ha concluido
¡Cómo estiras la trenza de los meses!
¡Cómo asomas tus brazos de garganta
ante la pluma sorda del jilguero!
¡Cómo al perro le llamas perro, al loco loco
y al hombre injusticia!
No quieres hacer la vida que te toca.
No quieres copiar el verso que te sabes.
Quieres hundir tu hereje en los papeles,
quieres matar tu cansancio de puentes,
quieres decir en este mismo minuto,
ahora que duermen los otros,
que el hombre no ha concluido.
¡El hombre no ha concluido!
(Argüelles,
veintisiete y cuarto de Noviembre,
seis en punta de la mañana).
Batania. Neorrabioso. Poemas y pintadas. Ediciones La Baragaña, 2012
¡Cómo estiras la trenza de los meses!
¡Cómo asomas tus brazos de garganta
ante la pluma sorda del jilguero!
¡Cómo al perro le llamas perro, al loco loco
y al hombre injusticia!
No quieres hacer la vida que te toca.
No quieres copiar el verso que te sabes.
Quieres hundir tu hereje en los papeles,
quieres matar tu cansancio de puentes,
quieres decir en este mismo minuto,
ahora que duermen los otros,
que el hombre no ha concluido.
¡El hombre no ha concluido!
(Argüelles,
veintisiete y cuarto de Noviembre,
seis en punta de la mañana).
Batania. Neorrabioso. Poemas y pintadas. Ediciones La Baragaña, 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
"Melíferas", un poema de C. K. Aldrey
Melíferas...
Mis ojos en tu pecho
tus piernas en mi espalda
Vuelan las melíferas
alrededor de tu boca
chupan la saliva
-que no es miel sino vino
y luego en sus aguijones
cubiertos de pelillos oscuros
llevan a la reina el elixir
que la inmortaliza
a su celda
defendida por enjambres
en el atardecer que se oculta
entre los árboles
Tus manos en mis brazos
mis huesos en tu cadera
Regresa la sinergia
y conjura los sonidos
de batallas
con mis labios recorriendo
tu pradera rojiza
de otoño inesperado
Entra a tu alcoba
de cirios perfumados
-L'nuit d'ete
mientras murmuras
a mi oído
la sentencia de Bukowsky
tenemos que morir
más de una vez
para realmente vivir
Como las abejas
cuando mueren y resucitan
en esos ciclos de amor
despiadados
e inyectan
con el beso de la muerte
la dulce fragancia
de la miel…
C. K. Aldrey
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