Poema queriendo dejar de escribir poemas
No tengo el poema
Escrito para ti.
Creo que este
Es el silencio
Que buscaba
Para expresarme.
Tú y tus labios y la ninguna circunstancia.
Sofía Serra (De Solenostemon)
viernes, 28 de septiembre de 2012
jueves, 27 de septiembre de 2012
Los cuatro sentidos
Los cuatro sentidos
Olfato
No tienes ojeras, la salud
te hace inmortal tras la mesa de mármol.
La fresca medida de tu sorbo
oscurece el devaneo de la luz,
que se tiende a escucharte
como yo
me asomo al deseo
impuro
de oler
a nada
Tacto
Cómo corresponder
al tacto me duda
la esquina de tu casa,
como si tratara de desplazar a la acera
por donde yo camino hacia ti
y centra mi frente en tu balcón
la mirada brillante
de una mujer bebiendo
en paz pendiente
del cielo y el reflejo
del cristal de tu puerta
Gusto
me ha pasado
un haz de luz
por la garganta
Vista
tus ojos
como pozos de estrellas.
ya se acerca el día
de la gran derrota,
el rumbo del oriente
a mi amanecer
de pozo donde estrellar
tus ojos.
Sofía Serra (De Solenostemon)
ese amor lento y acuoso
que no reconozco.
Olfato
No tienes ojeras, la salud
te hace inmortal tras la mesa de mármol.
La fresca medida de tu sorbo
oscurece el devaneo de la luz,
que se tiende a escucharte
como yo
me asomo al deseo
impuro
de oler
a nada
Tacto
Cómo corresponder
al tacto me duda
la esquina de tu casa,
como si tratara de desplazar a la acera
por donde yo camino hacia ti
y centra mi frente en tu balcón
la mirada brillante
de una mujer bebiendo
en paz pendiente
del cielo y el reflejo
del cristal de tu puerta
Gusto
me ha pasado
un haz de luz
por la garganta
Vista
tus ojos
como pozos de estrellas.
ya se acerca el día
de la gran derrota,
el rumbo del oriente
a mi amanecer
de pozo donde estrellar
tus ojos.
Sofía Serra (De Solenostemon)
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Con la palabra (Charles Chaplin)
Nuestra vanidad y arrogancia de futuro nos merma. Nuestra vagancia de presente nos merma. Con que sólo tuviéramos la humildad de mirar de reojo, casi sin molestarnos, hacia atrás, tendríamos el conocimiento de todos los que nos precedieron, y, así, comprenderíamos que no estamos solos, y que, por tanto, podemos más que los ignorantes de nuestro común acervo de Hombres.
No hay sombras bajo la noche
No hay sombras bajo la noche
Lombardas y geminadas
tus ventanas jugaron complacientes
a la cuerda de tu boca que canta
metástasis de abundancias e imperios.
No menguaste la vasta endemia,
de ese silogismo abreviaste sin pasar
por la casilla de salida,
no:
injusticia
engendra debilidad engendra
desdicha
que provoca debilidad
que favorece los abusos
que conllevan más injusticia
que genera debilidad
que reproduce la desdicha
que manifiesta más injusticia
sobre el débil,
que se fortalece
si hacia él te inclinas
fiel a tu debilidad,
fiel también a tu injusticia.
Y la balanza se equilibra,
y el fiel iguala voces,
y el equívoco del poeta
toma tierra y ya libera:
Acosada la paloma
tan sedienta de huella
no sabe que en el agua
sus pisadas se ahogan.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
Además el sentimiento de justicia, hasta una completa ausencia de sentido moral, me era desconocido. En el fondo de mi corazón estaba totalmente entregado al más débil y desdichado. (Marcel Proust)
Lombardas y geminadas
tus ventanas jugaron complacientes
a la cuerda de tu boca que canta
metástasis de abundancias e imperios.
No menguaste la vasta endemia,
de ese silogismo abreviaste sin pasar
por la casilla de salida,
no:
injusticia
engendra debilidad engendra
desdicha
que provoca debilidad
que favorece los abusos
que conllevan más injusticia
que genera debilidad
que reproduce la desdicha
que manifiesta más injusticia
sobre el débil,
que se fortalece
si hacia él te inclinas
fiel a tu debilidad,
fiel también a tu injusticia.
Y la balanza se equilibra,
y el fiel iguala voces,
y el equívoco del poeta
toma tierra y ya libera:
Acosada la paloma
tan sedienta de huella
no sabe que en el agua
sus pisadas se ahogan.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
martes, 25 de septiembre de 2012
Arbólcrata
Arbólcrata
Donde yo veo un árbol,
un tronco hermoso, una enhiesta
sonrisa de la tierra, un borboteo
de vida manando desde
las rocas cálcicas o cuarzos
que se abovedan protegiendo
acuíferos y ahuecando cuevas,
un chupinazo de alegría
que estalla en un paraguas
de sombra donde los alevines
de flores y yerba verde crecen
más espigados y mi propia sombra
se desdibuja y confunde
con las copas y así, ellas y yo,
en un terrenal acto de amor
sin arados ni espadas
pasamos a formar parte
de la hojarasca que la encina
lanza en junio al vacío
(el levante tiene mucho que ver),
como queriendo proteger al suelo,
mi suelo y su fiel,
de los rigores injustos
y estí-ados del calor
del sur, así su espejo
bajo tierra podrá extraer
aún cuando ni gota de agua
queda arriba cierto cc
de sal
de blanda humedad
que
le permitirá permanecer
viva
aunque casi todo se agoste
ella se mantiene fresca
con sus verrugas
como de adolescente
tierno y supuroso de acné
y otras erecciones, perdón,
(amar significa saber pedir)
erupciones padecidas,
cuando yo, decía, me asombro
al contemplar a los valientes
alcaudones meridionales
lanzarse en picado desde dos
metros tan sólo de alzada
contra la culebra amarilla de dos
metros tan sólo de larga
que sesea su cuerpo
por la tierra lija, la tierra dura, la tierra raedera
de mis rodillas oteando las posibilidades
de acercarse al nido
y así poder alimentar,
en el bosque que he desbrozado,
un cuerpo bello y asombroso
como la sonrisa de la tierra y el géiser
de vida y el chupinazo de alegría
donde yo
veo una encina, como decía,
otros y otras
ven un falo.
No quiero ni pensar
qué harán
cuando se encuentren
con el falo de verdad,
unas y unos.
Al menos las encinas
son
especie protegida
y hay que
Pedir Permiso Pagar Podarlas
cada siete años,
y ni aún enfermas se cortan
ni arrancan de sus carnales
raíces, no hay huevos
como en mis solenostemon
del alma fecunda creo
que por eso
a ellas
no les escribo
poemas.
Pero los falos, los falos,
los phalos,
ay, dios mío, temo
por ellos
no
temo a
los palos.
Nunca imaginé por ti
tener miedo de nuevo,
leñador de mis sueños,
pirómano y bombero
de esos tus mismos fuegos
y nuestro mutuo deseo.
(Sofía Serra, De Solenostemon)
A Cristina Peri Rossi
Donde yo veo un árbol,
un tronco hermoso, una enhiesta
sonrisa de la tierra, un borboteo
de vida manando desde
las rocas cálcicas o cuarzos
que se abovedan protegiendo
acuíferos y ahuecando cuevas,
un chupinazo de alegría
que estalla en un paraguas
de sombra donde los alevines
de flores y yerba verde crecen
más espigados y mi propia sombra
se desdibuja y confunde
con las copas y así, ellas y yo,
en un terrenal acto de amor
sin arados ni espadas
pasamos a formar parte
de la hojarasca que la encina
lanza en junio al vacío
(el levante tiene mucho que ver),
como queriendo proteger al suelo,
mi suelo y su fiel,
de los rigores injustos
y estí-ados del calor
del sur, así su espejo
bajo tierra podrá extraer
aún cuando ni gota de agua
queda arriba cierto cc
de sal
de blanda humedad
que
le permitirá permanecer
viva
aunque casi todo se agoste
ella se mantiene fresca
con sus verrugas
como de adolescente
tierno y supuroso de acné
y otras erecciones, perdón,
(amar significa saber pedir)
erupciones padecidas,
cuando yo, decía, me asombro
al contemplar a los valientes
alcaudones meridionales
lanzarse en picado desde dos
metros tan sólo de alzada
contra la culebra amarilla de dos
metros tan sólo de larga
que sesea su cuerpo
por la tierra lija, la tierra dura, la tierra raedera
de mis rodillas oteando las posibilidades
de acercarse al nido
y así poder alimentar,
en el bosque que he desbrozado,
un cuerpo bello y asombroso
como la sonrisa de la tierra y el géiser
de vida y el chupinazo de alegría
donde yo
veo una encina, como decía,
otros y otras
ven un falo.
No quiero ni pensar
qué harán
cuando se encuentren
con el falo de verdad,
unas y unos.
Al menos las encinas
son
especie protegida
y hay que
Pedir Permiso Pagar Podarlas
cada siete años,
y ni aún enfermas se cortan
ni arrancan de sus carnales
raíces, no hay huevos
como en mis solenostemon
del alma fecunda creo
que por eso
a ellas
no les escribo
poemas.
Pero los falos, los falos,
los phalos,
ay, dios mío, temo
por ellos
no
temo a
los palos.
Nunca imaginé por ti
tener miedo de nuevo,
leñador de mis sueños,
pirómano y bombero
de esos tus mismos fuegos
y nuestro mutuo deseo.
(Sofía Serra, De Solenostemon)
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