El preso
a nadie contar,
a todo cantar,
a todo llegar,
a todos llagar.
si el fútil y furtivo amante
deviene
a tu soliloquio de animal
enjaulado,
no visites las sienes,
auspician
cierta decencia a solas
compatible.
tú a ti te tienes
y detienes.
no moriré hasta que el rubor
amanezca en mis mejillas.
Y entonces no querré libertad.
Sofía Serra (De Suroeste)
lunes, 26 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
Al Través
Correcciones La dosis y la desmedida
Al Través
Pequeños signos cantores
tan mínimos y desfallecidos
como la consigna asediada.
Al terminar, se deduce la escafandra
o la tensión arterial obstaculiza
los privilegios del paso de la sangre
libre por sus regueros de vino:
una prebenda y un pusilánime sentido
del estorbo. La juventud y la luz
sojuzgada por otros destinos,
paradisíacos o no, se sometieron.
Encontrar, más allá, agranda los ojos
de burra tiene los ojos, tan grandes y
francos como los de Platero.
La libre calma abierta a toda la duda,
la duda piedra perdida en el río,
la rueda en la quinta avenida borbotea
orgasmos a toda pleura.
Quejumbrosos soldados
quedan a medias
hundidos en el limo aceitoso
de la memoria y en el huérfano descuido
que se trabajan lentamente, se horadan,
se inmiscuyen entrambas superficies
por doquier, superficie fundamentada.
No existirá un solo porvenir
al que asomarse si las juntas de hielo
permanecen congeladas. las barcazas hacen
el tiempo que atravesó el lago navega
rumbo al sol acometido
por las olas de la pregunta,
¿qué mar más bello sino?,
la eterna pregunta de si
no somos nada, no somos bajío,
ni orilla, ni probable respuesta.
ni cuestión, nos advierte el mirlo
entonando su pico naranja
de fuego derretido en el mar,
la cuestión, comunicar
perdido el rumbo.
… la quietud de la saliva.
Sí, ¿por qué no?
No te escindí
y una luciérnaga boca pasea
por el
lúcido hilo. Quieta emprende
quimeras
queman
pueblan.
Irrumpes verbo claro.
Balanceas.
Al través
de un allá
hasta aquí.
Sofía Serra. De la dosis y la desmedida
Al Través
Pequeños signos cantores
tan mínimos y desfallecidos
como la consigna asediada.
Al terminar, se deduce la escafandra
o la tensión arterial obstaculiza
los privilegios del paso de la sangre
libre por sus regueros de vino:
una prebenda y un pusilánime sentido
del estorbo. La juventud y la luz
sojuzgada por otros destinos,
paradisíacos o no, se sometieron.
Encontrar, más allá, agranda los ojos
de burra tiene los ojos, tan grandes y
francos como los de Platero.
La libre calma abierta a toda la duda,
la duda piedra perdida en el río,
la rueda en la quinta avenida borbotea
orgasmos a toda pleura.
Quejumbrosos soldados
quedan a medias
hundidos en el limo aceitoso
de la memoria y en el huérfano descuido
que se trabajan lentamente, se horadan,
se inmiscuyen entrambas superficies
por doquier, superficie fundamentada.
No existirá un solo porvenir
al que asomarse si las juntas de hielo
permanecen congeladas. las barcazas hacen
el tiempo que atravesó el lago navega
rumbo al sol acometido
por las olas de la pregunta,
¿qué mar más bello sino?,
la eterna pregunta de si
no somos nada, no somos bajío,
ni orilla, ni probable respuesta.
ni cuestión, nos advierte el mirlo
entonando su pico naranja
de fuego derretido en el mar,
la cuestión, comunicar
perdido el rumbo.
… la quietud de la saliva.
Sí, ¿por qué no?
No te escindí
y una luciérnaga boca pasea
por el
lúcido hilo. Quieta emprende
quimeras
queman
pueblan.
Irrumpes verbo claro.
Balanceas.
Al través
de un allá
hasta aquí.
Sofía Serra. De la dosis y la desmedida
sábado, 24 de marzo de 2012
"La desquerida" en "Mi jardín prohibido"
Anoche me dormí con el descubrimiento de un hermoso regalo que me habían hecho unos días antes con motivo de la celebración del Día Internacional de la Poesía. Zarck, autor del blog "Mi jardín prohibido" había elegido La desquerida para la entrada en la que la homenajeaba. No es la primera vez que Zarck incluye un poema de mi autoría en sus sensual y bello espacio. En unos años muy anteriores lo hizo con un poema de La presencia por la ausencia, mucho antes de que se poemario saliera en libro. La diferencia estriba en que por entonces no nos conocíamos de nada y ahora, por otros azares, somos amigos.
Creo que con respecto a a la extensión de la poesía que pueda salir de mí lo que más me llena es poder verla en lugares de personas que no se mueven por ese espacio sin fisicidad que otros llaman "gremio de poetas". No hay nada que me alegre más en realidad que ver mi poesía en lugares ajenos a él. Señal de que traspasa la frontera, señal de que hace lo que tiene que hacer.
Aquí pueden acceder a la entrada en cuestión de ese hermoso espacio que lleva adelante Zarck desde hace ya muchos años. Abajo captura muestra de la misma.
viernes, 23 de marzo de 2012
Aromas de bene-ficio (poema escatológico del final del mundo)
Aromas de bene-ficio (poema escatológico del final del mundo)
Del desierto las arenas cansadas
en seca sinfonía
que más
da duda
si en tu espacio me asomo
al albergue,
me priva de
dura pernocta,
de duras juntas de pieles secas
y fuerzas algarróbicas, corruptas
sienes blancas entrometidas
en la ancianidad de la tierra
y su trastienda de hogar
encendido, de calor entre manos
y tu mirada y la mía
lagrimeando al compás
del fuego y el humo,
tan solas y tan fríos,
tan bajo la helada…
En el culo del mundo,
sólo el dolor como un aire puro,
y del mundo,
sólo la diarrea pestilente
provocando nuestras arcadas
de tomateras,
rosales
y madre
selvas.
Ciertos olores no se olvidan,
por mucho
que el mundo remueva
su mierda
final.
Sofía Serra (De Suroeste)
Del desierto las arenas cansadas
en seca sinfonía
que más
da duda
si en tu espacio me asomo
al albergue,
me priva de
dura pernocta,
de duras juntas de pieles secas
y fuerzas algarróbicas, corruptas
sienes blancas entrometidas
en la ancianidad de la tierra
y su trastienda de hogar
encendido, de calor entre manos
y tu mirada y la mía
lagrimeando al compás
del fuego y el humo,
tan solas y tan fríos,
tan bajo la helada…
En el culo del mundo,
sólo el dolor como un aire puro,
y del mundo,
sólo la diarrea pestilente
provocando nuestras arcadas
de tomateras,
rosales
y madre
selvas.
Ciertos olores no se olvidan,
por mucho
que el mundo remueva
su mierda
final.
Sofía Serra (De Suroeste)
jueves, 22 de marzo de 2012
Al pairo (la cierva)
Correcciones La dosis y la desmedida
Al pairo (la cierva)
Decir que la noche fue fría
sería falsedad entreverada
de rojos hilillos de gluones,
ni mendaz la noche sorda
se hace en mis oídos materia de caúcaso
y cuevas de calientes orificios
por donde el visitante me desmorona.
El olimpo
recorre sus avenidas de gracia
soñando que las hojas se transparentan
y revelan la caída de los árboles.
El jazmín herido clama venganza.
La patrona de las huestes solea
y esparce su mendicidad de nasales deleites
al centelleo de nuestras voces
en una montaña apagada
que permite posarse a la luna.
Tan celeste el cielo
la expulsa de su cuna —es verdad,
la luna duerme causada en la noche—.
Ya la cierva me mira.
Cuando me acosté,
ya estabas muerto.
El descanso oportuno
penetra al uno en el otro
nivelando el ansia
que nos comprende:
tan grandes, más debe serlo ella.
Junto a la estratosfera de tus sienes frías,
mi decantación: Qué me queda por hacer.
Tal breve flujo de espinilla
adversa a la nuca,
a la magistratura,
a la pregunta,
cuando todos desembocamos
entrantes en el océano.
Mas hay que nadar, que nadar
inquietantes y vórtices y abruptamente
la tormenta estirpe golpea
en la proyectiva culata.
Flujo y reflujo:
aquí hay como
una especie (nueva) de Viernes
en la orilla de la Ribera.
Quemamos juncos
solos tan sólo
se jactaban puntiagudos
contra mis muslos.
Ya la cierva me mira.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
Al pairo (la cierva)
Piensa
si las velas conducen
o las rigen los vientos.
si las velas conducen
o las rigen los vientos.
Decir que la noche fue fría
sería falsedad entreverada
de rojos hilillos de gluones,
ni mendaz la noche sorda
se hace en mis oídos materia de caúcaso
y cuevas de calientes orificios
por donde el visitante me desmorona.
El olimpo
recorre sus avenidas de gracia
soñando que las hojas se transparentan
y revelan la caída de los árboles.
El jazmín herido clama venganza.
La patrona de las huestes solea
y esparce su mendicidad de nasales deleites
al centelleo de nuestras voces
en una montaña apagada
que permite posarse a la luna.
Tan celeste el cielo
la expulsa de su cuna —es verdad,
la luna duerme causada en la noche—.
Ya la cierva me mira.
Cuando me acosté,
ya estabas muerto.
El descanso oportuno
penetra al uno en el otro
nivelando el ansia
que nos comprende:
tan grandes, más debe serlo ella.
Junto a la estratosfera de tus sienes frías,
mi decantación: Qué me queda por hacer.
Tal breve flujo de espinilla
adversa a la nuca,
a la magistratura,
a la pregunta,
cuando todos desembocamos
entrantes en el océano.
Mas hay que nadar, que nadar
inquietantes y vórtices y abruptamente
la tormenta estirpe golpea
en la proyectiva culata.
Flujo y reflujo:
aquí hay como
una especie (nueva) de Viernes
en la orilla de la Ribera.
Quemamos juncos
solos tan sólo
se jactaban puntiagudos
contra mis muslos.
Ya la cierva me mira.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
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