viernes, 17 de junio de 2011

Remití una carta

Es tarde, se me cierran los ojos y recuerdo, intento calcular mejor, cuántas cartas en papel habré escrito en mi vida, antes, sobre todo antes de que existiera este medio. Si cuento los correos escritos como cartas, la cifra se me pierde. De las primeras calculo que sobre unas tres mil (tengo constancia de aque algunas de mi puño y letra se conservan en manos de los respectivos destinatarios); otras, la mayoría, las fui quemando yo misma (no, no devueltas). Desde más o menos los 13/14 años (entoces no existía internet, pero sí una red que se llamaba "pen-friend") hasta más o menos los 30.
(Hasta aquí escribí anoche, el cansancio me rindió)
Ayer publicaron una carta mía en un blog que no conocía. La carta no fue escrita en papel, es un correo, pero su destinatario posee esa sensibilidad que le permite romper esta costra dura de la nomenclatura sobre la que caminamos desde el origen de nuestra especie y no estar anclado a las categorías, y estimar que ese correo podía ser nombrado con el de "carta", ese vocablo que asimilamos a la misiva escrita en papel.
La carta alude a un libro, un libro muy especial también, un libro cuyo autor ha decidido publicar en su blog en fascículos o capítulos, un libro que, aunque no vaya en papel, tendrá su entrada correspondiente en el blog de "La fuente". Hoy, Ventura Camacho ha comenzado a publicarlo.
Dejo aquí el enlace a su otro blog donde publicó ayer mi carta, escrita en Noviembre del año pasado, aunque la reproduzco entera más abajo:

http://epistolarioincompleto.blogspot.com/2011/06/ventura-hola-te-sonrio.html

El otro blog de Ventura, donde irá publicando su libro, aparece enlazado desde hoy (ya lo estuvo algunos meses atrás, muevo los enlaces según considero oportuno) en "mi lista de blogs" situada en la columna de la derecha de éste.

Carta

Ventura, hola, te sonrío.

Aún percibo mis sienes felizmente plácidas por fin, como si rebulleran acomodándose en un tierno, fresco y cálido a la vez, colchón de plumas. No sé de dónde llega esta sensación de paz que me ha inundado conforme iba leyendo tus "anotaciones", tus palabras, tus pensamientos entretejidos con los de los poetas sobre...¿cuyas vidas?...no...¿cuya poesía?...no...cuyas esencias, sí, esencias, deambulas. La imagen que mejor expresaría este percibir al autor, tú en este caso, escribiendo este libro sería la de imaginarte con alguno en las manos, leyéndolo, paseando por cualquier jardín no demasiado frondoso, de los de estilo árabe de por aquí del sur, caminos de albero, muretes de arrayán o mirto, día levemente nublado, luz suave y de nuevo tú, el “autor/lector” levantando la vista de las páginas y posándola distraídamente sobre algún macizo de flores, sobre el tronco de algún árbol , en tus propios pies, o pasos, en el hombre sentado en un banco, sentarte tú y seguir leyendo...

Ha sido realmente mágico, con todo lo que me disgusta tener que usar esa palabra.
Cuando comencé a leerlo, al final de un día que ha sido especialmente trabajoso, rondaba por mi cabeza la idea de hacerme una tila más el tranxilium de rigor, me sentía a punto de dar el salto, de nervios o tensión interior. Sólo puedo decirte que tras haberlo terminado, esa sensación sorprendentemente ha desaparecido. Y hacía mucho tiempo, pero mucho, que no percibía un relax así, una satisfacción tan profunda al leer algo.

Ahora dejo metáforas aparte. Pensaba escribirte mañana más despacio, enumerándote motivos por los que me gustaba, pero al llegar al final, he vuelto a comenzarlo, vistazo rápido y entonces, justo entonces, se me han quedado clavados los ojos aquí, en la decimocuarta pieza del puzzle:

14
Lo que nos sobra es el tiempo y las preguntas. Lo que nos falta es el descuido ingenuo que tienen las buenas respuestas, las que aciertan.

Esto es, Ventura. Ésta es la clave de tu libro. Éste es el motivo por el que a mí me ha llenado. Éste s el motivo por el que pienso, y siento que es otra de esas joyas que deberían quedar impresas en papel, éste es el lazo por el que queda cerrado este libro y listo para poder ser contemplado como una obra.

Aporte técnico: Cuando comencé a leerlo, lo primero que pensé fue, "está tomando notas, pero esto hoy es ya una forma de literatura perfectamente categorizada, claro “deconstructivismo” y demás… uy!, me recuerda a pessoa con su libro del desasosiego, por párrafos, a trozos…no, no… Ventura numera...En realidad tenemos la mente hecha a ver la obra terminada sin imaginar al autor tomando notas antes de decidirse a escribirlo, cuando el otro es el verdadero trabajo, como las fichas para cuando hiciste la tesina, claro, sí…claro, tantos siglos de una concepción del libro en sí, de la autoría y demás, de la obra "terminada", ensayo, novela, teatro, no puede ser nada más, pero, por dios ¡cuanto tiempo hace que las categorías dejaron de servir!...numera, divide en capítulos que parecen temáticos…¿a ver?...”
Todo esto me iba diciendo conforme lo leía, hasta más o menos su primer cuarto. Después ya dejé de pensar, de analizar, me subyugó, me succionó, fue él y ya está, dejé de existir... Esto es lo que creo debe conseguir todo obra que se precie.

Y esto es lo que consigue tu libro. Porque lo es, porque conforme avanzas le encuentras su hilo, o una se lo inventa, es lo de menos, y lo “ de más” (dejas abierto el espacio al lector aunque lo atrapes), todo encaja en…no es en la mente ni en el corazón, es en la percepción total del ser humano que está leyendo, como si esto que tenemos por dentro latiendo/parpadeando constantemente pudiera adquirir grafía en el hecho de la lectura de un libro, en este caso, tu libro.

Quizás has notado que he estado paseándome por tu blog hace un rato, he leído que se lo has enviado a Iván. A ver qué te comenta él, entiendo que tienes su amistad y su punto de vista puede resultarte más fiable que el mío. Yo sólo puedo decirte que me encantaría poder acceder como lectora a un libro así que estuviera en la calle a disposición de quien quisiera.

El problema es que si yo misma como escritora de poesía estoy una hora sí y la otra también planteándome constantemente el pasar de intentar publicar en papel el resto de mis poemarios y decidirme a seguir publicándolos todos en blogs, no me siento en conciencia con capacidad para indicarte qué es lo que debes hacer. Personalmente no creo en el mundo editorial ni en el papel ni en…no está la cosa para creer en nada de eso. Sólo creo en la obra que tengo delante y en si ella debe estar a disposición del resto de los seres humanos.

Y tu libro debe estarlo.

Tu libro es una preciosidad, pienso en él ahora y hasta me emociono…es una bendición de libro. Me has hecho un regalo tan inmensamente bonito al enviármelo que resulta inevitable me emocione (yo ante la Belleza de la que el ser humano es capaz, me emociono). Es una pequeña, porque es breve tan sólo, obra maestra.

Desde luego te quedas con ganas de más.

Nos regalas la visión esencial de unos seres muy especiales como fueron los poetas de esa generación, poetas conocidos por cualquier amante de las letras. Ahora sigo pensando en ellos tras leerte y compruebo ninguno se me ha desdibujado o "contraindicado", sino todo lo contrario, profundizado. Éste es el milagro...no imaginas qué paseo tan placentero este que me has invitado a dar de tu mano.
Ahora entiendo mejor lo que lograste con el epílogo del libro de Iván... mucho mejor.

Dime, si no tienes inconveniente, por favor, si te decides a hacer algo con él. Quisiera no perderle la pista caso de que decidieras ponerlo a disposición de…pues eso, del resto del mundo, que es donde creo debe estar, y no guardado en ningún cajón.

Muchísimas gracias por haberlo compartido conmigo.
Un beso, Ventura.

jueves, 16 de junio de 2011

Salmo dominical

Salmo dominical

Sunday, mal día para alunizar:

Hay generosidad en tu boca
y verde en tu dolor,
qué más se puede pedir
de la dádiva insonora,
la revolución silenciosa,
qué más abrigo hallaré
que tu pecho tierno y hondo
de hombre sin ambages
de soldado hierro que atrofie
su vértebra columna,
qué más solazar sino reír
imantada
de agria paz salmodiando
el brillo de tus pupilas,
sin más,
unas pupilas preguntando
si el cielo habla
o mi mente trota
por la esquina
concupiscente
de la torre.

En el deleite te va dada
la extravagancia numantina,
la traicionera circunstancia
de quien sabe decir amor,
garabatear la cíclica lengua
de esta octava en sol menor
con bemoles entrañables.
Soy yo más tú a penas
y sin huesos me armo
como un mecano de agua
bombeada desde tus falanges
por más que me envicie, me eslabones
o te rumies
volverán, volverán, volverán
las antiguas huellas a deslizarse
curva arriba de tus muslos
y volverán las luces estancadas
en los aljibes de tus órbitas
a bailar
ante el parpadeo de las galaxias
en las mías.

Sofía Serra. Junio, 2011

lunes, 13 de junio de 2011

Ubique

Desde dentro

¿qué hago aquí?
El sol en el cuadrado,
la celda horadada,
el tabernáculo se enciende.

Lo que pueda
ser no ha
de ser más
que de una
vez
en
cuando

con dos pares
de gafas
me
veas sin mirar.

Derrotas pasajeras de trenes
alcistas
ahuyentan escaramuzas
con las que el cielo juega.
Basta una sola sordina
para que se envilezcan los contraluces.
Qué más.
Qué más.
Quemas sordo en el fuego.
Mas yo seguiré aullando.

A fuerza de paz
llega la muerte
de vivir
el único vuelco
sobre lo que no duermo
ni te deja
clamar,
encabo,
decir desde dentro
reventar.

Desde fuera

Más una penumbra sola
más una penumbra, dos
y no más, seña
y santo de aquí no inhuma
y el mar no entierra.

Y llegarán gigantes damiselas
a entolar el cielo
con sus pastizales húmedos
y el fru-fru de sus sedas
espantará al sonido acuoso
de tu oído.
Y ni una habrá que lacere
la piel de tus mejillas,
cabalgarán
a lomos del miedo
llevándoselo con sus faldas
más allá de la esfera de poniente
y volverán los exógenos centros
a rejuvenecer el tronco salino
de tu semen
y ni tú ni yo
volveremos
a sucumbir
solos desde dentro,
sólo uno solo
dentro de este incómodo
e inhumano universo.

Aplastaremos a la noche
hasta amasarla pan de ángel.
Estamos enfermos de sed
y lamento huérfano de oídos
comunicando adioses
cuando sólo ellos asienten soledades.

(Sofía Serra. Junio, 2011)

domingo, 12 de junio de 2011

La desquerida

La desquerida

Yo no fui mujer ni cadera
ni tálamo maldito que en tu vida
infringes. Yo no fui timón levante
ni simún o mistral ni solanera,
ni siquiera un hueco o viento
frío o caliente que en tus manos albergara
a esa estrella escapista que hace huída
dolorida mientras mis uñas emponzoñan
manjar preso de injusticia: hígado
para los buitres fui esparciendo
acre y húmedo alimento de roca
que no fui promesa ni en cadenas confluí
con el río que ya no fluye ni yerba
oscilante siquiera en el margen
del dolor de la oscura y negra fiera
que duerme en la rama de la acacia
como si bello canto nocturno
trinaran sus encendidos iris.
Yo no fui ni selva monte o
bosque de tundra sólo solitario,
ni fui ni sigo siendo sólo loba
o madre ni sólo risa.
Yo no fui mar ni cima
ni siquiera fuego sin beber
siquiera agua
fui ni siquiera
poeta.


Sin comer desaparece
infligida por la noche
allende la calle
que se ausenta.
Y yo no fui ni olmo ni siquiera sauce
que llora fui
si acaso flema.

Sofía Serra, 2011

sábado, 11 de junio de 2011

La muerte de Afrodita

(continuando con las correcciones)


La muerte de Afrodita

Dejo de mirar el cielo de donde llego.
Hoy ya sí, añadas nubes tras la espalda,
no espero agua aunque otra lluvia llegue.
Cambio huerto por una fuente,
mudo tierra a otros vuelos.
Hoy navego surcando los aéreos
mares cruzados por los vientos
que en tu boca pronuncian mi nombre.
Porque rauda, rauda soy,
lejana ya de mis raíces quietas,
cercana ya de lo que llaman
sueño, quimera, mentira, utopía,
qué más da,
y yo sólo puedo nombrar como terreno.
Mas de mi memoria me perdí,
subsumí haciendo mía
esta patria de presente
renunciando a mí misma
en busca de lo que fui.

Tú, desconocido de orilla,
mira bien esta lengua
ya agostada de tanto lamer la costra dura.
No desdeñes las yemas que de su cueva nacen.
¿Los espárragos?,
ellos lo tienen fácil: se-lo-hacen-to-do. Se lo hacen.
En la penumbra vivo feliz, vivo calma y vivo vida.
En la penumbra, pero no a escondidas.

Son mis parasoles los que abro,
son mis manos las que se alzan
creando sombra mía junto al laurel
del adormecido sino.
Aquí, junto a la fuente, agua fresca
vierto en sus labios celestes
con celo sobre su aliento: Agua que bebo
agranda mis cauces internos,
mi gruta caliente, este huerto
donde se puede cultivar en pleno invierno.
Las humedades recreo con estas carnes salubres
embestidas contra la espuma sobre la cárcava marina
que se crece, se crece como regente de la ola
que se hace grande,
más grande mientras más se acerca a la orilla:
algas… algo de yerba
prendida en mi cabello.
Son recuerdos.
Retozar sobre cementerios
siempre conquistó albas de la muerte en vida:
¡Ay, la sal!,
sal de mis amores y de tus olas, ¡sal huyendo!
Ola mía, ola brava, ola tuya,
salina ola, ¡no claudiques!,
arremete y sigue muriendo.
Tumba dicha rubia arena,
tumba agosto dicho sal, ¡sal!,
tumba cercas, cerca tumbas,
tumba vida, vive tuya y dame,
dame ya la muerte buena.

Sofía Serra, 2010
 
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