Los cotiledones
Fuente y albedrío libre de junto a mí:
ya sobrenada tu agua bañándome entera
desde mis propias manos.
Suerte sal y urbano renombre del monte sobre el monte de Venus,
o sobre la colina del loco,
hacia estas orillas vivas de estuario
que se abre a la barra del río que me hace y renace.
Ay, amor, cómo destilan savia
las flores de estas jacarandas,
altas, altas como los rascacielos.
Desde estos valles de verde amapola,
yo respiro exaltada sobre mi cadera enlazada
a tu alma contraída del vértigo
a los dólmenes que sostienes con las puntas de tus dedos,
a los adoquines mojados,
al pilar-soledad de tus saltos sobre las vendas de seda de la droga blanda, dura y tierna
de las carnes atusadas de las diosas que no son griegas,
solapando temblores, apisonando tu bomba-corazón
bajo las otras humanidades, las otras voces,
las vampiras de la celeste sangre.
Y todos abastecidos sin saber que el agua que bebemos
no proviene más que de un mismo pozo que no tiene nombre.
Mar eterno, mar sin orillas, mar subterráneo bajo la costra dura de
la nomenclatura.
Ya se yergue salvaje y sañuda el ave de la suerte, ¿suerte?
Suerte nuestra de Ser de Hombres.
Sino lleva otro nombre sin nombre de vida y marea, la vena
que nos atraviesa de parte a parte y no duele ni contesta.
Ay, salvaje yunta, ay, clámide que te espera,
velo opalino a horcajadas sobre tus mejillas,
sobre tus caderas tan amadas, tan mías... tan de mí.
Tanagra abrigada, ¿a qué esperas para desembarazarte
de tu telúrico manto de lino que te ampara?
Luce como la Venus de Milo, aun sin brazos,
luce cual estatua blanca de alma y
vida predispuesta a tornarte
en manca y grande esposa viva
del hombre y su tierra y su agua clara
que mana del pozo del que ya naciste.
¿Libertad manca?...libertad de aire.
Cerrada la puerta de amapola viva no olvida que tras el paso de la corriente
de aire no quedan más que germinales nuevas semillas,
tartáricas visiones de quien anduvo soñando muerto
que duerme sobre la cama de su propia osamenta clavada al suelo de sus necesidades,
mis anhelos.
Canto al poeta en paro, canto al de celeste sangre,
al humillado ante la tierra,
ante los ojos de calvario del semejante.
Canto a la vida fecunda que adquiere nombre de vida
más allá de tus manos o los cotiledones de mayo,
canto serio sin sonrisa de risa: nunca ríes, poeta de ti.
Come risa, come vida, cómeme.
Cultiva mis lágrimas, lava mi ropa, revuélcame en tu cama.
Acoge en ti algo más que el nombre bajo el que te resguardas.
El poeta quiere estar sólo. ¿Qué le pasará al poeta?
El signo por sus alas o el saco desgajo
de su vientre descuartizado.
¿Qué le sucede al poeta que ni sabe ni contesta?
El poeta tiene que estar solo, ¿cómo puede vivir el poeta?
Poeta a más contra el viento, poeta a más contra la suerte que surte
poetas de más poeta y más voz contra la mansedumbre
y las vieras de peregrino hacia el lugar que ya sabemos.
Que no es Dios.
Sólo libre y pendenciero contra su alma, el poeta nace más allá de la entrepierna madre o las almenas que amilanan
la sombra de las nubes bajo tu cielo, bajo tu cielo,
hunde tus hombros en el poder de la mies y el sueño,
llora al nacer, que así cantaremos
con tu aire los que nos pudrimos, los que morimos, los que abaratamos este silencio
en estos míseros cantos de gozo travestido.
Ya ves cómo abro esta risa a caudales de dos manos llenas
de aire va, agua viene, tierra fértil, fuego mío,
sentencia a sangre de poeta abrasada en el viento,
no más que ente divergente ya sin voz, ya sin flores, ya sin llanto:
no más que dos cotiledones abiertos al sol de mayo.
(Sofía Serra, mayo 2010)
( y creo que con este poema cierro "Del bestiario de los inocentes", creo)
jueves, 13 de mayo de 2010
miércoles, 12 de mayo de 2010
Esa suerte alada (Al poeta Aarón García Peña)
Título de la fotografía: Pecado original
(Persona fotografiada: el poeta Aarón García Peña en la noche del 23 de Abril de 2010)
Pecado original
En un lugar del alma existe el dios que dicen todos llevamos dentro,
tú más tú sobre el aire y la nada,
tú más el todo que abarca y abraza al sonido en silencio
del consuelo , y nutre, y agiganta y hace vivo
a este ser que otros dicen expulsaron de aquella suerte.
En el torno de las Eras que hacemos,
con la boca, con los ojos,
ya en la luz, ya en la mancha del lugar que nos despidió,
existe un dios que, palabra a palabra,
engendra el tiempo, nuestro compañero,
cumple venganza contra la mudez inexcusable del canto divino
y hace carne al verbo por mor del secreto a voces en el paraíso.
Los ángeles duermen pacíficos, y las palomas cantoras
de la presencia levantan vuelo
hablándose con sus alas unas a otras.
Aleteo va, aleteo con caricia llega, se dicen felices:
“El hombre habla, el hombre habla...”
Y el mundo se hace.
Sofía Serra, 11 de mayo de 2010
lunes, 10 de mayo de 2010
Noche, clara rosa
Título de la fotografía: Noche clara
Noche rosa clara
Sobre las curvas del deseo/
se engullen, abisales, las flamas/
ardientemente festivas, plácidamente seductoras,/
avenidas sobre la huída/
que el ciervo practica hacia delante, siempre hacia adelante./
Abierta y compuesta, esta flor sigue tragando/
silencio en la madrugada de los cultivos./
Podríamos intentar adecentarlo, vestirlo con la muda hoja del recuerdo,/
ahora que lloran las piedras y las lilas conforman futuro/
en blanco sobre el otoño, tal vez primavera tan sólo con que miremos desde el sur./
Toda la negritud y el paisaje desgajado para esta mirada en vena,/
chutes de infartos para seguir en muerte viva./
¿Quién da más?/
Se cerraron las apuestas, albas del agua abierta ya olvidan el nadie/
río corriente abajo,/
ola que estalla ya deshecha en la roca siempre inmóvil./
Necesito poder de dar/
(¿alguien se avecina para recibir?)/
y no se observan más que flores eyaculadas desde el silencio./
Hace tiempo que levanté otras losas.../
Hablando del calor o del verso,/
¿hasta cuándo beberemos de abandonarlos?/
Alborea la noche sagrada de la sombra:/
ahora peleo por recuperarla./
Son los pétalos de la rosa roja/
que en tu sangre se aborbotonan.
Himen de descerrajo en la piel,/
clausura sobre verdes afilados que rebanan tus brazos despellejándolos,/
siniestros ocupas de la vida viva,/
¡despertad, que ya sale el sol!/
avivad vuestro paso, desmembrad/
esta salva liviana y tenue,/
salid corriendo,/
sonrisas de manos sujetando al muro del futuro venido a menos./
Que se acerca, que se acerca,/
que se aviene el andarín virginal sobre su nube de polvo rosa/
a este hueco de presente./
Quebrad mis cárcavas, romped mis manifiestos,/
someted vuestra llana meseta al peso del aire./
Cantad, aunque no sepáis hacerlo,/
por justicia al generoso, al que nunca muere,/
desde el que siempre mana agua-clara-agua, pervertid/
este lago inmenso, que no quiero cisnes con canto de muertos./
Estremeced vuestras entrañas hasta que no quede más que desgajo/
de pétalos dormidos sobre el asfalto. Tan bellos, tan sin ellas.../
Llorad, por Dios, lágrimas de agua dulce/
desde mis ojos hasta el regazo de la carne madre./
La de a salvo./
Sangrante y roja y lluvia y pura./
Sangrante y rosa, ya te entiendo. Y acaricio, y beso, y ya me duermes/
en el sentido de la llama que ilumina el viento breve de esta noche clara./
Sofía Serra 10 de Mayo de 2010
domingo, 9 de mayo de 2010
Ya no publico
Por todos es conocido el hecho de que existen editoriales de autopublicación o “de pago”, como comúnmente las conocemos. No puedo criticar su negocio. Se trata simple y llanamente de eso, su negocio, y estoy segura de que todas ellas desarrollarán su labor dentro de los compromisos éticamente adecuados.
Existen otras que no se autonombran de esa forma, ni pública ni privadamente cuando por la circunstancia que sea, en este caso, al parecer, haber leído un poemario de una que les ha gustado, entras más directamente en contacto con ellos, pero que, una vez expuestas someramente las condiciones de la supuesta edición, y con la REAL justificación de lo inédito de la autora en cuanto que escritora de poesía, y por el hecho de en ese mismo momento saber que debo pagar una X cantidad de dinero, pero que en el fondo, no sé si en la forma porque, aprovecho para decirlo, no he llegado ni a leer el contrato, significa lo mismo. Es el propio autor el que financia la edición de su obra.
Y no importa, porque por más que piense, y por mucho subterfugio que pueda parecer ha sido usado, o por muy poca claridad de mecánica del negocio que haya sido expuesto, sigue siendo SU negocio.
No veo nada criticable en el hecho de que para conseguir se usen ciertos medios como es la poca claridad expositiva. Ésas son las “armas” y el “juego” del negocio, y ésas son las armas también muchas veces de la poesía y el arte. Que usándolas en un campo de juego se consiga beneficio contante y sonante, y usándolos en el otro, no, no dice nada merecedor de crítica o comparación para mejor o peor actitudes.
Simple cuestión de, tal vez ni objetivos, sólo de distintos caminos en la vida.
Llegados a este punto sólo puedo hacer esto. Yo me acuso, amigos, y en primer lugar y antes que todo pidiendo disculpas a la vez a todos esas personas queridas que sé han vivido con ilusión el hecho de la posibilidad de ver uno de mis poemarios publicados en papel, me acuso y les pido disculpas por este NO que doy. Me acuso de presuntuosidad, me acuso de que la necesidad, humana, sí, lo somos todos, que siento de reconocimiento por un trabajo en el que me despellejo todos los días y de todas las formas posibles, me haya dejado en sombras durante creo más de una semana , dudando, sin ser capaz de ver claramente. De que en el fondo lo que iba a hacer, si hubiera firmado, hubiera sido auto-publicarme.
Me acuso de presunción porque yo, que reniego de la autopublicación, para mí (hoy vamos a dejar los desdobles poéticos e infinitamente necesarios en otras ocasiones a un lado) por motivos que las personas que me conocen estarán ya hasta aburridos de oírme argumentar, caí en el peor “pecado” posible, es decir, en el de sentirme “elegida” por méritos propios (o el de mi poesía en este caso mejor dicho). No hay nada peor que un anhelo o necesidad aunque sea someramente aliviado. El cuerpo se desmadeja, los ojos se cierran y menos mal que un tercer sentido, un sexto, o tal vez el más común de todos, me hizo al menos sentir el beneficioso asomo de la duda.
Hasta hoy y esta noche no he conseguido despejarla.
En resumidas cuentas me decido a no publicar en la editorial que me lo había ofrecido (no puedo citarla porque como digo no he leído el contrato, no lo tengo aún en mi poder, y el lunes llamaré para que no me lo envíen, es decir, no tengo pruebas documentales) y que yo bien requetebién arrogada en mi propia vanidad y esa necesidad de alivio en el esfuerzo, acogí con la alegría que espontáneamente dejé manifiesta en una anterior entrada de este blog, y de la que no me arrepiento por mí, tan sólo por la ilusión que pueda provocar en esos amigos que sé me quieren bien y que hoy les robo. Les pido perdón desde lo más profundo de mi corazón, aunque goces así, por muy desdibujadores de la realidad que sean son la sal de la vida. Disfruté ese día como pocas ocasiones en mi vida lo he hecho. Después llegó el calvario, sí, calvario merecido, por mi forma de ser que ciertamente contemplo como ambiciosa, y, por defecto, presuntuosa con lo que respecta a la poesía que escribo, porque presuponer que algún día pueda estar en papel, sólo indica creer en la posibilidad de que alguien pueda apostar por ella. Significa tan sólo eso, pre-supuesto sobre su propio valor.
Unas veces, lo dudo; otras, no. Pero sí sólo creo en una forma de hacer las cosas para mí, tal vez demasiado exigente y hasta pre-potente, y por lo tanto, posiblemente reprobable. Y esa forma es atendiendo al neg-ocio del que hablamos que es el de la Poesía, que si ella, yo, puedo tener la fortuna de lograr verla publicada en papel algún día, sea de verdad porque es merecedora de ello. Es decir, por méritos propios SUYOS, si es que los tuviera, y no porque su autora o personas que me quieran a mí también, y no exclusivamente a esa poesía, nos dispusiéramos a salvarle el puente para el papel con billetes extendidos.
Éste es el negocio de la poesía, o al menos el negocio de la poesía que sale de mí. Si mejor o peor, digna de ser apreciada o no, es otro cantar para el que, sobre ése sí estoy completamente segura, yo no puedo ser su altavoz.
A vosotros, queridos amigos que me podáis leer os pido disculpas de todo corazón. Acompaño esta entrada con esa canción que, casi-casi puedo considerar como la canción que más me gusta de todas cuanto puedan hacerlo, con la pretensión en la medida de lo posible de regalaros algo bonito con estas palabras.
Reabro ahora mismo el blog que tenía dedicado al poemario que la editorial había decidido publicarme.
Aquí:
Un enorme abrazo a todos
sábado, 8 de mayo de 2010
Canto inefable
Canto inefable
Como un barrunto de luz./
Como si la Tierra se despertara a sí misma soslayando el abandono de su soledad en su propia esfera./
Como si la lluvia no formara cuerpo,/
como si la adelfa suspendiera su floración terqueando contra los tiempos inestables./
Como si la luz no fuera precisa en el sur./
Como si la calma fuese un ser vivo./
Como si la piedra no estuviera muerta./
Como si tu sonido, inhábil y gozoso en la estepa múltiple,/
no aconteciera cuando la desdicha conforma eco./
Como si me abandonase a mí misma./
Como si muriese, pero viva./
Así crezco sobre tu verbo, tu boca limpia y tu abandono pleno./
Como yo muero, mi planeta de órbita inquieta./
Si no nací para observarte, ¿por qué te pusiste delante?/
Un tal vez de asomo de arrogante dicha./
Una gibosa protuberancia sobre la lluvia de azoteas dispuestas en lontananza./
Un vacío, por desconocido, resorte que me impide asomarme a un nuevo tiempo,/
barca asolanada, sin brea ni conversos, sin justa yunta,/
sin alquimistas proporciones…pretil del agua, futuro conforme./
Me asombro ante mi misma ausencia./
Rompo y reconstruyo./
Abrazo intempestivo entre la luz que nos gobierna y las sufridas añoranzas./
Justa quimera recompensada que abraza el orbe inquieto de esta cruel intensidad./
Quebró el sol al suspiro, a la luz, al hábito inconcluso, a las nobles novedades,/
a la gallarda lozanía de una mente en grata penumbra./
Soliviantaron los ecos los recuerdos atávicos, la suerte de la dicha./
Juventud humana./
Sinergia de las cosas bellas./
Bendito panorama./
Como las perlas de ultramar que hubieran depositado sobre la orilla mis gentiles amapolas./
Como un sueño profundo, lozano y suspensorio de afanes./
Como el locuaz blanco que inunda el cielo en las tardes de estío./
Como un supremo haz de vida refrescando la calma rallada./
Como la risa más sincera./
Como tú, acometida mía, que me has vertebrado sujeta a la puerta, a la observancia,/
al asombro, al respiro beatífico de tu yodo./
Como la mar de grande./
Como yo de suelta…/
Sofía Serra (del poemario "El paraíso imperdible", 2009)
Como un barrunto de luz./
Como si la Tierra se despertara a sí misma soslayando el abandono de su soledad en su propia esfera./
Como si la lluvia no formara cuerpo,/
como si la adelfa suspendiera su floración terqueando contra los tiempos inestables./
Como si la luz no fuera precisa en el sur./
Como si la calma fuese un ser vivo./
Como si la piedra no estuviera muerta./
Como si tu sonido, inhábil y gozoso en la estepa múltiple,/
no aconteciera cuando la desdicha conforma eco./
Como si me abandonase a mí misma./
Como si muriese, pero viva./
Así crezco sobre tu verbo, tu boca limpia y tu abandono pleno./
Como yo muero, mi planeta de órbita inquieta./
Si no nací para observarte, ¿por qué te pusiste delante?/
Un tal vez de asomo de arrogante dicha./
Una gibosa protuberancia sobre la lluvia de azoteas dispuestas en lontananza./
Un vacío, por desconocido, resorte que me impide asomarme a un nuevo tiempo,/
barca asolanada, sin brea ni conversos, sin justa yunta,/
sin alquimistas proporciones…pretil del agua, futuro conforme./
Me asombro ante mi misma ausencia./
Rompo y reconstruyo./
Abrazo intempestivo entre la luz que nos gobierna y las sufridas añoranzas./
Justa quimera recompensada que abraza el orbe inquieto de esta cruel intensidad./
Quebró el sol al suspiro, a la luz, al hábito inconcluso, a las nobles novedades,/
a la gallarda lozanía de una mente en grata penumbra./
Soliviantaron los ecos los recuerdos atávicos, la suerte de la dicha./
Juventud humana./
Sinergia de las cosas bellas./
Bendito panorama./
Como las perlas de ultramar que hubieran depositado sobre la orilla mis gentiles amapolas./
Como un sueño profundo, lozano y suspensorio de afanes./
Como el locuaz blanco que inunda el cielo en las tardes de estío./
Como un supremo haz de vida refrescando la calma rallada./
Como la risa más sincera./
Como tú, acometida mía, que me has vertebrado sujeta a la puerta, a la observancia,/
al asombro, al respiro beatífico de tu yodo./
Como la mar de grande./
Como yo de suelta…/
Sofía Serra (del poemario "El paraíso imperdible", 2009)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)