domingo, 4 de abril de 2010

La higuera


 Titulo de la fotografía: Higuera ver-desmayo

Higuera que renace, fuego que me hizo.

Higuera, amor, verde higuera soy,
flores son mis frutos,
sólo flores puedo darte,
sólo frutos dulces flores,
sólo dos uno dos sólo
fruto y flor maná.
Fruto
y flor tuya, manjar
de luz.
Y sombra y perfume para tu aliento mis hojas.
Estas manos te acarician la boca con mi flor
de Abril , Junio y Agosto,
estío prolongado
para apagar tu sed, quemar tu fuego, salvar tu viento.
Larga vida. Vida

Higuera, higuera soy, higuera con raíces, yegua libre en mi propia cerca
donde me entrego toda en dos, siempre, dos cosechas.

No una, sino dos,
ubérrima en higo y breva
perfumo en sombra y verde
renacidos bajo el fuego.
Sin esperarla, siempreviva, azul-verde, por fin colmada
palabra, mar de amor.

Si hundo mis raíces en la tierra, ¿qué me queda?
Bella lenta y almanaque de prendidas hojas verdes
en el azul borde mar,
playa lenta, playa ancha de anhelo, higuera y verde agua
jugando a estampar arenas sobre las olas
bravas, tan lujuriosas, tan ávidas
de nombre.
Para mis muslos tu deseo de
mar de fondo, mar de hulla, mar negra mía,
mar de mi alma blanca blandiendo espada
de viento, tan liviana, sonoramente blanca,
tormenta de paz en centro blanco sin la tierra.

Ya no hay vida, ya no sol.
Aquí y acá, ahora lamento perdido
sin eco en pensamiento, sin
células espejo,
ya sin blancas hojas de los árboles blancos,
como in albis, como en nada.
Dormir, si cobijada, mejor.
Higuera soy.
Higuera con des-mayo.
En el mar me deshago
en esta blanca noche, blanca.
Y verde.


(Sofía Serra, Abril 2010)

sábado, 3 de abril de 2010

Madreterna

Un poema "antiguo" que me vuelve una y otra vez, como la marea. (Hoy forma parte de un poemario, pero lo escribí antes de configurarlo)





Madreterna


Una cabriola,
un caracol centelleante, ¿o una estrella licuada?
Un tambor sobre la piedra,
un colapso en tu silencio de madrugada, arena,
¿o es tu corazón que galopa urgentemente
para fundirse con tu amor, tu mar?
Una fuente salada en tu seno,
un flujo vibrante y blanco de tu maternidad.
Un embate, injusto,
de sus tiernos labios a tus dientes,
a tu osamenta,
Tierra,
y a tu dorado vientre, nido de los frutos verdes.
Una llamada a tu espalda,
a tu hombro enlutado.
Un aviso para tu correspondencia.

Camino soslayando el viento que me tumba,
el viento que te construye y moldea,
que te riza el alma de verde,
tu alma húmeda.

Camino, no sé si por el mar o la yerba.
Sólo sé que camino.
Camino.
Cansada.
Abierta,
sola.

Todas las almas están solas,
todas las soledades son humanas,
todos los seres humanos no son almas.
Pero el mar continúa allí donde lo creamos.
En nuestra playa, en tu abrazo,
en su risa preñada de alegrías arboladas.
El dolor no mueve el mar,
no abunda sobre sus pechos, ni en su lecho,
ni agota las mareas que acompasan a las brisas celestes.
Nuestro mar sigue allí,
azul, verde y plenipotenciario.

El mar nos habita.
El mar nos abriga,
el mar lava las cenizas.
El mar sala nuestra comida.
El mar ablanda nuestras postillas.
El mar blanquea, en locuaz tarea, nuestros iris enrojecidos de pura sal.

El mar nos espera.
Nos avisa.
Ya nos despierta:
El mar, el mar, blanco mar de almas.
Blanco amor de humanos.
Blanca alma de nuestra azul vida.

Todas las almas son el mar,
todas las verdades el color de tu sonrisa, marina.
Todos los humanos que verdean vida caminan sobre tu agua, sobre tu sal,
sobre tu lámina de guerra invertida:
La orilla de tu llegada,
el fondo en tu ausencia,
la risa de tu marea,
el durmiente sonoro en tu fecundo afán.

Sofía Serra (2004)

jueves, 1 de abril de 2010

Cambio de tercio anual (o estacional)




Me he vuelto loca y apenas lo he soñado.
Me he vuelto muerte y tierra.
¿O es que no lo era?

Ya no,
ya no más orden ni concierto,
ya sola y negra, negra como la hulla negra ,
negra sin sol, sin lluvia, ya no agua, ya sólo aire,
humo de cenizas blancas, quiero viento que me lleve.


Iré intentando liberar este blog del mismo tópico que hace por lo menos un año cogió, que ya es hora, me tiene agobiada, amarrada y anquilosada en muchas ocasiones. Anárquica soy, caótica, pero tremendamente organizada en mi propio orden   que se abre al sol y al viento como polvo de cenizas rosas, o grises, o blancas... qué más da.

De vueltas de la tierra

Llegar y negar.
Llegar para levantar y soslayar.
Huir para devenir sobre el magisterio de lo que no es obtuso ni hueco.
Llegar...
¿A dónde si no a ti?
Llegar para musitar,
ahondar para gemir,
cansar y suspirar de dolor escondido bajo la espalda.
Musitar al fin.
Esto es lo que se construye con los versos.



Fuego para purificar.
Fuego para limpiar.
Fuego para recomenzar.
Fuego quiero que me abrase toda
para dejar de ser lo que no soy.


miércoles, 31 de marzo de 2010

Canción de La Flor de vida








Título de la fotografía: La Flor en tu cadera


Canción al  verbo enterrado

No quiero andar más que para gastarme,/
no quiero gastar más que para la luz,/
no quiero iluminar,/
no quiero vivir, no quiero gozar,/
no quiero revertir más que para asomar/
a esta blanca página de paz que la mañana/
ha vestido de mí hecha ya sombra a la luz/
de tu cobijo anterior a mi futuro,/
de tu sangre bella que no quiero/
apartar de mí más que para soldar tu flor a tu vida/
formando agua de amor derramada más allá de mí./
Más allá de mí./
Que siempre viva./
En la flor,/
vida pura tuya y agua,/
muero para renacer en tu encina caliente y nueva,/
que mi soldado corazón se desnuda/
para armarse de tu pecho ya grande,/
que tu piel sola, que me prende/
como la flor a tus caderas de hojas verdes, que son verdes como el sol vivo/
bajo el mediodía, sol y flores abiertas./
Para mi cielo, tu azul./

Y vivo en ti y por ti colmada a todas horas,/
y a todas distancias de mi alma a la tuya,/
y al núcleo verbo que mantiene mi sien perfecta llena de tu frente y tu herida que es la mía./
Yo lloro esta noche sola, sola noche sin columna/
que sólo tierra soy,/
ni templo ni hija ni mujer ni poeta,/
sólo yerba, sólo agua, sólo luz,/
y te entierras, y te anidas y te ahogas y te apagas,/
y en vida tuya te alegra el sol,/
te amaban la noche, la candela, los grillos,/
te amaba el amor./
El amor te ama sin tener que morir y te da el alba./

Para mi noche tu latido./
Cambio este verso por mi muerte,/
cambio este alma por tu risa,/
cambio a La Flor por tu cadera/
de hombre vivo/
andando./

(Sofía Serra 31 marzo 2010)

lunes, 29 de marzo de 2010

Desde lady Frances Elizabeth Jocelyn (Non solum mater filii, sed photographa)


Título de la fotografía: La fuente y la encina viejas



Desde lady Frances Elizabeth Jocelyn (Non solum mater filii, sed photographa)

Por dos cabezas que ganaste, perdiste la sombra en el cuarto que ondea bajo la nieve./


Una mujer, travestida en su recóndito profesar/
posa casi desnuda ante el parasol de sí misma/
y el antiguo relámpago que la entrecomilló/
en las densas mareas de los tiempos./
Una mujer bajo la escalera, tan cercana/
como si mi sombra fuera./
Nos distinguen nuestros peinados,/
alguna falda más la cofia y el cenotafio,/
altares e hijos mojados por el chaparrón del destiempo al nacer/
bajo el manto de imperios diferentes./
¿Tan distintos?/
Amabas con las arenas mojadas de tanto sudar nadando/
bajo esta densa pleamar de lluvia/
que poco tiene que ver consigo misma./
Ni contigo./
Ni conmigo./


Un acto reflejo equidistante entre dos partes,/
la de la luz y la del suelo./
Que nadie las aplaste o distinga,/
a la encina o a la caverna, ambas viejas./


Yo me asomé a tu cueva clara en busca de las sombras/
y en ellas descubrí piedras tan blancas como el peltre./
Afuera no encuentro más que los tópicos que me opusieron. Fiera/
combatiente a hierro y fuego/
contra la man-sed-umbría, las costumbres y los fueros: yo me ciego/
buscando las sombras transparentes./
Y al final, non solum será lo que tú y yo fuimos, mater filii,/
lo que acontecerá en ese río sin lugar de la justa suerte y el acontecer humano,/
mucho más lejos de la orilla, estigia,/
lejos, muy lejos del tópico que extirpa cualquier pecho de conocimiento./


Tengo que desentrañar a la memoria que aun oculta resplandece a través de tus
reflejos de clara cualidad de vida/
interpuesta entre el espejo y tus ojos. El parasol es mi centro./
Tengo que embravecer al lago de las horas/
que acobarda al destino de ser de Hombre:/
Tú, ¡tú!, ¡hombre de oro!, ¡¿cuándo recobrarás el ornato de/
tu indumento?!/


La encina,  la escalera, la fuente. El cielo./


¡A ver cuando leemos con ojos de nuevo nombre!/
lo que nos trama, lo que nos surte, lo que nos hace,/
que no hay más que justo proclamo sobre todo el orbe de que tu carencia es mi sobra, y tu aporte,/
mi escasez torpe y muda,/
el estigmatizado resorte, disparo a todas luces, la tuya y la mía, necesario./


Yo la doy y a ti te la quitaron. La alegría./
Tan iguales./

Sofía Serra, Marzo 2010 (Del bestiario de los inocentes)
 
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