(Modifico la entrada de anoche, que elimino, y le agrego esta canción de "La Frontera")
Pets cemetery
I
Sí.
Ya no se abaratan los días en las tristezas de esa especie de vertederos que abandonados sumergen en sus lodos la pestilencia de lo obsoleto, lo sin puertas, lo negado./
Tú tienes un orden, hermano./
Tu estómago se sitúa bajo los pulmones/
y sobre tu cabello/
florecen margaritas, también amapolas, algunos lirios.../
Tu orden se establece a fuerza de sangre limpia, como la que recorre/
las venas de los titanes sumergidos no sabemos aún por qué cataclismo./
Subyace entre tus sienes, bajo tus axilas, gobernando/
la risa fresca de la fuente./
Mi hermano tiene nombre de dios innombrable./
Tan justo como el aire, no reserva su desmedida para el ataúd./
Jalona con su aliento la mar embravecida/
convirtiendo el gozne que chirría en vuelo de gaviotas terrenales...tan breves, tan leves,
tan presenciales./
Mi hermano viste de negro, como Hamlet,/
pero yo no moriré como Ofelia diluida entre las flores y el agua./
Mi hermano no existe,/
mas yo reiré cuando asome la dicha desde su nuca hasta su sonrisa de tierna boca,/
de almacén de dios, que ya viene siempre presente./
Expele, jardín mío, expele, no si soles o señales,/
que de tu estómago llegan las primaveras./
II
¿Qué seré yo?, ¡qué seré?/
Tan viva, tan discorde, tan rayana en la espesura,/
tan fragmentos,/
¡tan una!/
¿Qué seré dios mío?, ¡qué seré?/
Y a quién llamo ya para poder vaticinarme si sola conmigo y tan repleta me absorbo casi hasta matarme y todo me cabe./
¡Qué soy?/
Barco desmedido para laguna tan en las afueras, tan concreta, tan justa en el enorme paisaje de esta blanca y nunca eterna noche./
Tan pura, tan pura./
Tan sucia, tan sucia./
Tan informe, tan invalidada, tan certera sin asomo de nombres.../
¿Qué seré, qué seré sino tal vez sólo imaginaciones mías?/
III
Ha de haber suerte felizmente encontrada./
Ha de existir la rosa que genera aberturas, la del gozo publicado, la del sol sin sueño más que allá, justo cuando atraviesa el lindero de la montaña azul./
Deben persistir el lapsus, la gramínea, la flor nacida bajo las lavas, las marismas/
sobre el generoso estero,/
los pies mojados deambulando entre tu posición y la mía bailando al son de los jilgueros que entonan el aire de este parque renacido tras el invierno apocado,/
el tembloroso y estéril,/
el que renueva, gimiente, el fulgor de las estatuas de la noche, los hambrientos silos de las almas que vagan./
(Sofía Serra, febrero 2010)
jueves, 4 de febrero de 2010
lunes, 1 de febrero de 2010
Rien ne va plus

Feliz suerte del hoy
Hoy no sirven las lágrimas, aunque aparezcan./
Hoy ni la sonrisa expresa, aunque floreciente emerja desde mis pulmones./
Hoy la abatida no tiene hueco, ni siquiera la exaltación./
Hoy el orden extraño requiere insistencia de abandono, de flagelo descompuesto,/ despedazado y roto por los brazos incólumes de los sortilegios sin edad, sin premura por las horas o la acontecida./
Hoy que navegamos./
Hoy que sorteamos los peñascales, que convertimos las escorrentías en toboganes donde las cristalinas flores emergen al son de nuestro juicioso juego./
Hoy que la vida adquiere el nombre de esperanza. Hoy que ella muere para no necesitarla al menos por hoy./
Hoy que vivo ausentando las miserias que otras veces me acobardan, me contienen, me suplican abandono./
Hoy que no existe la suerte más que para gozarla,/
hoy te canto hombre sin nombre, compañero mío,/
para no matarte nunca, para poder vindicarte siempre./
Sofía Serra, Enero 2010
martes, 26 de enero de 2010
Calzas para un orden

Título de la fotografía: Zapatos rojos
Zapatos rojos
¿Qué delirante poema renace sobre tus mejillas?/
No quiero ser aguafiestas, nunca./
El agua me traspasa, la juventud me reclama y no soy leña amontonada en la penumbra del helero, asomo gris en la tiniebla./
Es sólo que la irrealidad se impone a veces. Puede más que una palabra,/
que el beso, e incluso la sonrisa o las lágrimas./
Un zapato rojo se extravía sobre los adoquines,/
dos zapatos rojos sobran ante el semejante./
Proust aprieta pero no ahoga,/
la irrealidad se desescombra sobre las sancionados abismos/
horadados a fuer de endogamia:/
los señoríos, las señorías./
Los antifaces./
El anti-faz,
el negativo de los rostros des-ojados./
Los timbales sobre los que tamborilea el brillo/
de nuestra mirada, y tú, y yo, ya convencidos preguntamos enjaezados/
a lomos de la estirpe, a horcajadas sobre el abismo./
Mundos virtuales. Siempre hipócrita calma./
Pereza./
...Y los zapatos rojos./
No quiero ser aguafiestas,/
pero aquí no se establece nada./
Si lo deseamos, se aposenta y hasta se habita, incluso se fundamenta,/
pero no sin tierra, no sin agua. Ni sin adoquines o mis zapatos rojos./
¿Qué hacen los que no saben cantar?/
Sólo digerir o gritar sobre la faz del interpuesto,/
Pelotear sobre sus propios pulmones, o zapatos rojos,/
para que no los asfixie (¡qué no, por dios!, ¡qué no, te lo ruego!)/
la roca desorbitada por las regurgitaciones de los morosos,/
los parcos, los olvidos del tú,/
los recurrentes sobre la ocurrencia que arrastra
a la inmundicia de la incomprensión/
hasta al corazón más puro./
Zapatos rojos./
Corazones rojos./
¿Cómo olvidar a los que no cantaron?/
¿Cómo no intentar habitar en sus bocas, altavoz fundido a su caverna,/
mascarón de proa sobre la reserva que los hizo permanecer coléricos, sin cantos?/
Abastecer hasta en los muertos,/
colmar el hueco sellado hasta moldear a la paloma,/
la alada suerte, la blanca metáfora alzada desde la tierra,/
desde su yo hasta el más nosotros./
Hacer pervivir lo que no obtuvo ni vuelo ni memoria, /
ultrasonar un cántico que traspase los límites del tiempo y renazca en el pasado,/
reivindicar los sordos bramidos de los que se fueron sin apenas dormida,/
sin gloriosa voz, sólo porque el orbe los confió a las afueras./
Fuera de sitio,/
fuera de tierra,/
fuera de todo./
Como a los zapatos rojos./
Sofía Serra, Enero 2010
(Este poema contiene un "post-scriptum". Si se desea leer picar aquí)
sábado, 23 de enero de 2010
Estroboscopía
La paloma y su sombra
Como la paloma que va y viene, a mí y a la fuente,/
así me sostengo sobre el abismo de este cauce perdurable, tan inclemente, tan nutriente de designios, cifras, contenidos, avisos y mutaciones.../
Tan alambicado en sí mismo, en su propio sino de nido de estirpe, de historia sin lugar, de un jamás soñado y construido/
al paso de la corriente que ya no sólo atisbo,/
sometiendo mis muslos a los embates del agua cristalina,/
andando de puntillas sobre el lecho de limo del océano./
Mar verde, agua pura y límpida fuente de sales para el abono/
de mis lágrimas, que, oh, grandiosas, convirtieron a mis ojos en manantiales de mares./
Como la paloma que va y vuelve, de la fuente a su estera,/
de la estera a su muerte y a la fuente de nuevo,/
de nuevo a la fuente, miríada de miradas conformando crisol del agua./
Y de pronto la esfera se detiene./
Y de pronto el vacío atómico adquiere nombre,/
y dos brazos se engarzan, y dos mundos se funden conformando órbitas supeditadas, gravitacionales y correspondientes./
Alba de este combate, pernocta, gime y urge,/
que las huellas sólo conforman deshechas sombras./
Y ya la paloma bebe,/
y ya la paloma sueña tranquila, /
ya la fuente vive plena,/
y ya mis oídos se abren al verano de esta benéfica simiente./
La luz, el canto y el agua,/
y ya el murmullo de las olas como sonora propuesta del lugar por vivir,/
por nacer desde mí, que Universo soy./
Ya no en tierra de nadie, ya en la mía propia./
ya sola no. Ya, no sólo paloma./
Sofía Serra, Enero 2010
lunes, 18 de enero de 2010
Sin lugar
Poeta de noche
Andas cansada como la lluvia de lesa vida,/
sombra veraz de la intrépida parra virgen que en el estío soportó la sed./
Diluvio hostil, verbigracia obtenida tras el desamparo/
del gentil recuerdo de tu nombre, malvafía./
Quimera ostentosa en la vanagloria del ayer derrumbado, porque,/
¿acaso no sometes tu verbo incendiario al espeso velo/
de la egoísta sabiduría?/
¿Qué más decir que lo que tú ya sabes, sordas hojas, como las hojas/
secas del otoño desmesurado de los eternos circunloquios sobre las penas, las costumbres...?/
Mi descanso, mi eterno renombre, mi cierta incertidumbre,/
que ya me acodo sobre estos pechos para pernoctar sobre, al menos,/
la ingenua curva del anhelado sueño gozoso./
Ya sucede al río la blanca noche,/
ya se alimenta el mar con lo que hacemos,/
madreperlas enquistadas sobre la que, abonada, emerge la joya./
Más tú, más yo, aún sin amarnos, sin siquiera entreverarnos,/
convencemos al vacío de su no-existencia./
Y se renueva en el porvenir sonoro la suplicante juventud de la tierra virgen,/
tierra madre, sospecha inhábil de que tu gozosa tarea/
sólo subsiste cuando todos duermen, hasta el sol, clavado al ente anterior a nuestras espaldas./
Si de mí partiera, como plaza con fuente, la calle en/
los cotiledones del Jano eternizado.../
¡Que alguien se levante,/
que alguien mueva el aire y hasta ice el estandarte!/
¿Cómo ser yo la que me clave en la pica/
y me engarce como veleta sobre la casa que soy yo misma?/
Labrar entre de serpientes de cascabel/
para lograr extraer el crisol del anido de la estirpe./
Resignarme a ser mordida, envenenarme y sangrar para,/
alzando mis manos como recolectora, ofrecer/
la trufa prodigiosa , el crisol de nuestra fragua, la unicélula,/
que, después, mortalmente herida, podré resucitar porque de su llaga blanca fluye el manantial salubre,/
los antídotos contra la cadaverina del semen vivífico./
...Pero doler, tendré que doler./
De nuevo./
Sólo desde este lugar es posible el con-voco./
Llamar sobre lo que nadie dice pero a todos nos hace,/
depurar la rosa roja escondida entre las anémonas,/
las perlas sulfúricas, bajo el acantilado./
Nombrar para desteñir y versificar sobre/
las olas para que tú, tú y tú, encontremos/
el líquido vital emergente del canal azulado de las mareas nocturnas/
de la luna nueva./
Construir un submundo por venir,/
generar, combatir al crisantemo y a la ortiga, amándolas, tornándolas colaboradoras de la tarea alegre y feliz que a todos recobra./
Yo no soy altavoz para sordos./
Yo, que he llegado, no tengo por qué estar sola./
Tú, que ni anidas ni poetizas, sólo extiéndete sobre el mar salubre,/
y gime hasta el adviento/
de la siguiente ola golpeada y derramada,/
que sobre el nivel te convocará hacia donde tú ya no duermes./
Sofía Serra, 2009 (Del bestiario de los inocentes)
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