Me siento avergonzada por mi misma idiosincrasia que me obliga a compartir especie con la desinteligencia que encamina a, que si un tipo de sistema social económico ha hecho aguas, volver a elegir a representantes de una tendencia ideológica que fue la que posibilitó la existencia del mismo y sus desmanes.
De la misma forma me siento avergonzada porque, estando como está el planeta, casa de todos, al borde de un peligro del que todos somos causantes, por haber vivido como lo hemos hecho bajo los principios de ese sistema ideológico que sólo prima el beneficio a corto plazo y la ley de que quien más pueda, más obtenga, se haya seguido eligiendo esa forma de habitar el planeta . Casos en este país avalan con contundencia esta tesis. La desmedida en la urbanización de las costas levantinas, la actitud miserable sin entono de mea culpa cuando la catástrofe del Prestige, el afán por la necesidad de agua a toda costa para sistemas de regadíos subvencionados por las mismas administraciones en lugares donde, por movimiento natural de la vida de este planeta, ya no son posibles.
De igual forma me siento avergonzada porque ante la catástrofe económica humana que la actual crisis plantea en la media social con la que cohabitamos, se haya optado por la tesis de las ultraderechas, y posturas menos ultras, que echan la culpa de la misma a la presencia de la inmigración, optando por ello mismo por respuestas xenófobas que rallan con las tesis racistas, sin comprender que, votándolas a ellas, estamos echando piedras sobre nuestro propio tejado entre otras cosas), pues es gracias a esa inmigración que esta Europa, las arcas pecuniarias de esta Europa cuentan aún con dinero con el que favorecer la vida de los que ya no están en edad activa de trabajar, que son los que en gran parte conforman la pirámide social europea (Europa es una región de viejos)
Pero aún más avergonzada me siento por la actitud de ésos, que viviendo las bondades de un sistema democrático, han optado por no cumplir con su deber de ejercer su derecho al voto. Así es, porque cuando un derecho se obtiene, se logra, como es el de poder elegir quienes queremos que se nos represente, si el derecho no se ejerce, estamos incumpliendo con el ejercicio de un deber. De esta forma, un sistema envidiado y anhelado en una gran parte de este planeta, que lamentablemente sufre las barbaridades y atrocidades que todo gobierno autoritario favorece, es vilipendiado, denostado y pisoteado por sus mismos beneficiarios.
Resulta paradójico, pero natural desde un punto de vista cínico, que entre esa población de abstencionistas, abunden además personas que tienen su vida asegurada mediante su trabajo que no es más que la de ser funcionario de un estado al que “dicen”, (según lo que significa ser funcionario) servir. Maldito servicio le prestan, a un estado democrático.
Cuando “en la otra orilla”, cuenta el mundo con el liderato de una persona, respaldado por millones de votos de un enorme país, no lo olvidemos, que representa una nueva, pero simplemente, la más inteligente, desde el punto de vista de ser humano completo, actitud antes las cosas, apoyándose para ello en valores como la solidaridad, el entendimiento humano más allá de religiones y tendencias políticas, con un intento por la apuesta por la palabra como arma con la que luchar en vez de la apuesta por las armas que matan a otros seres humanos (no lo olvidemos, como usted o yo, como su hijo o el mío, todos somos exactamente iguales comparados con una mosca), va la vieja Europa y hace gala, no ya de senilidad, cuyos valores podrían haberla llevado a extraer de la experiencia vivida por esos miles de años que nos contemplan las conclusiones necesarias que le permitieran atisbar cual es el correcto camino para la evolución de un mundo habitado mayoritariamente por esta especie, para que todo eso que TODOS anhelamos, TODOS, lo mismo el conservador que el progresista y por lo que, cuando nos lo quitan sufrimos lo indecible, contara con un campo favorable para su desarrollo, no ya de senilidad hace gala, no, como decía, no, sino de algo que no podría resumirse bajo ningún concepto y para el que habría que utilizar muchos: desinteligencia, desamor por el prójimo, egoísmo, codicia, cobardía (no se puede llamar de otra forma a ese echar las culpas a “otros” más débiles), desmemoria. En resumen, una total falta de ética humana.
Cierto es que en la campaña pre-elecciones nadie, ningún político, se ha referido a ello explícitamente, pero intentaba no acogerme al pensamiento que siempre me sobre viene, ése por el cual sólo tenemos los políticos que nos merecemos. El resultado de estas elecciones, contando para ello además con esa elevada abstención, sólo hace, desgraciadamente para mis entendederas, avalarme esa tesis.
Ciertamente es así. TENEMOS LOS POLÍTICOS QUE NOS MERECEMOS. Así que, por favor, háganme el favor de no volver a criticarlos nunca más. No es la clase política la que adolece de falta de moral, sino la ciudadanía (si así puede llamarse a los abstencionistas), que la favorece.
Señor/a ( y que esta dicotomía a/o valga ya para cada vez que cite) funcionario, señor interino funcionario, joven que disfruta de una beca Erasmus, joven que disfruta de poder contemplar a Europa , y por lo tanto poder pasearse por ella y por el resto del mundo casi como si fuera el salón de su casa, señor desempleado que cuenta con equis por prestación de desempleo, señor empresario que cuenta con las ayudas de las subvenciones administrativas, y con la posibilidad de acceder a bienes de consumo que antiguamente estaban vedados para todo aquel que no procediera de familias ilustrísimas y con amplia raigambre en el corpus de los poderes fácticos de la historia de este país, señora madre que cuenta con la posibilidad de parir gratuitamente donde le dé la gana y de acceder a una comida para su bebé con todas las garantías higiénico sanitarias, además de llevarlo a guarderías o escuelas infantiles para poder no prescindir del hecho de su empleo, o simplemente que cuenta con una madre, que por virtud de un sistema sanitario público, ve mejorada su esperanza de vida, y por tanto puede seguir siendo útil para usted…señores todos y todas que se han abstenido:
No vuelvan a quejarse por el estado de las carreteras, ni por las multas, ni por la falta de empleo, ni por lo mal que huele el arroyo que pasa cercano a su chalet, ni por el espectáculo de las botellonas bajo sus balcones, ni por la desmoralidad de la juventud de hoy en día (estoy segura que de 18 años para abajo, es decir, menor de edad, sin derecho a voto, con muchísima más visión ética de las cosas que usted, señor o señora abstencionista), ni porque los “chorizos” entren y salgan por los juzgados, ni porque su patrón lo despida libremente cuando le salga de las narices o simplemente lo tenga como sievo-mayordomo, ni por la falta de valores democráticos en el ejercicios de las policías en los distintos lugares, ni por las guerras aquí o acullá, y por ello mismo, no llore si a un ser querido suyo lo matan o es víctima de cualquier ejercicio de violencia, no se queje porque su agua sepa mal, ni porque su playa se inunda de pestilentes alquitranes, no se me vuelvan a emocionar de dolor cuando vea a cualquier hijo de África muriendo de hambre o tragado por las aguas del Estrecho de Gibraltar. Pero, sobre todo, no se vuelva a quejar porque sus hijos ya no lo respeten.
No lo vuelva a hacer. No se queje, no se emocione, no llore ante un dolor. No tiene usted ningún derecho a ello. No hay ley, ni natural ni política, que lo ampare.
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