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martes, 12 de noviembre de 2019

Colchón de rosas



El colchón

Coincidiendo la decadencia
de esta civilización con la de mi propio cuerpo,
no puedo más que felicitarme
por mi enorme tino: qué celebrarán
los posteriores sino mis propios años,
qué celebraré yo sin un después
que me esparza sobre la tierra
de mi huerto, mi jardín, sino
mi propio vivir sobre mis muertos
que todos los días piso
y de vez en cuando mezclo
con las piedras que me sostienen
en mi propia decadencia sobre su muerte
y la caída de todo un tiempo de los hombres.

Gorros de invierno, para qué os quiero,
si aún la lluvia no ha ametrallado
el aire, la tierra, mi tino que os cose
sin haber podido limpiar las ventanas
que al jardín se abren.
Para después, me digo,
sin un después.

Muertos vivientes en mi propio suelo
me calientan. Muerto viviente
un tiempo que hace aguas
tal como yo entre mis piernas
sobre mis muertos y las semillas
se abren sobre el lodazal
amoniacante. Al final, sin el después,
construyo un jardín con toldos de plástico
para eternidad y salud de los mares,
un jardín con rosas de tela
para que mi caída se amortigüe
con mi propia decadencia
y la de nuestro tiempo.

Las hinchadas huestes
y la mezquina suerte,
la tierna tesitura
y la mordaz y madura
manzana de la muerte
de un mundo sin por-
venir o manzanos que devengan
paraísos. Y yo ya me tumbo.
Que otros muerdan. Yo me duermo
ya sin hambre.

(De "Momentos estelares")

jueves, 31 de octubre de 2019

El amo de casa



El amo de casa

El esfuerzo con que la luz
se hace todos los días,
maldito sea el génesis
y todos sus estudiosos,
ninguno contempló ni relató
cómo el sol levanta
el manto negro, la mortaja
sobre la tierra bajo la tumba
resucitándose a sí mismo,
como si la empresa dependiera
de unos brazos más extensos
que el Universo.
Calculamos a nuestra medida,
contamos las estrellas con las puntas
de nuestros dedos, el milagro
nos ilumina todas las mañanas
revelándonos el poderío
de tanto astro esforzado
en su tarea cotidiana:
Recoger la noche,
barrer las estrellas,
abrir las flores,
secar la yerba,
calentar los techos de los hombres
y cocinar el humus
que germinará desde semillas.
Pobre amo de casa el sol,
nadie contempla la fosa abisal
que atravesó
para revivirse cada día
en nuestra mirada tan parca,
tan parcos somos, nos
y nuestros lamentos de lagartos
con lágrimas de cocodrilos
y voluntades de renacuajos.

(De "Momentos estelares")
 
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