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jueves, 15 de noviembre de 2012

jartura sine die

Me dicen que publico demasiado en el blog, pero ¿a quién puede importarle eso? El cuarto claro registra 0,000000001 % de lo que me pasa durante cada día, de su cien por cien algo queda registrado en forma de foto o poema o texto, tal vez ni un uno por cien, y de ese uno por cien publico un 0,5 yyy… ¡yyy!, qué jarta estoy. Si no quieren leer que no lean, ¿a quién estorba? Además unos días no publico nada y otras cien... una anchura siempre estorba, ¿estorba?,
estoy harta,
estoy harta,
estoy harta
estoy deseando acabar con la dosis y las medidas, tanto bandazo, tanto medirme y soltarme, tanto, tanta costra dura de la nomenclatura, tanto muletazo por aquí, por allá, ¡cuando no al burladero corriendo!
Un torero sin cuadrilla, eso es lo que es el poeta aquí arriba, alguien que cree en la tercera orilla pero es consciente de que la realidad para cuando no lo es o para el que no lo es consiste en el estar en el con o en el contra, dos forma de entender las cosas, ¿dos?... no sólo hay dos, ¿y los matices?, ellos son los que nos sustancian, en la costra a las dos se ciñen. El que está en el subsuelo taladra una vez que ha llegado abajo sabiendo que tiene que volver al suelo, y de ahí y el que pueda o quiera hasta el cielo. Qué difícil, ¡qué difícil estar siendo ambas cosas a la vez! Los hombres políticos no saben lo que se pierden, sí lo saben, la locura.
Es el único lugar del poeta, justo siempre en el limes trayendo y llevando, recogiendo y llevando, así nos van dadas. Raros, raros siempre. Los que saben no son poetas. No somos poetas cuando sabemos.

Acabar ya con la faena poder cuadrar
al hombre y entrar a matar
mi propio prejuicio por fin descansar
en mi suroeste, en la exploradora, en solenostemon, en mis cabezos amarillos. Uf, qué ganas, madre, ¡qué ganas!
¿Ganas?

Anhelo una paz que sólo puedo darme yo misma.
Pero antes tengo que acabar de organizar y corregir la dosis y la desmedida. Puro barroco, un título más barroco imposible, ni pensado, los contrarios, buscando el equilibrio. Buscando el equilibrio que sé que existe y al que he llegado, he llegado.
Me repito.
Me repito.
Me repito.

¿De qué estoy harta?

viernes, 7 de septiembre de 2012

Las contradicciones, poema de La Peregrina

Disparo de la fotografía: Sevilla, Sofía Serra, Nikon D-80, Nikkor 18-135, 20/Julio/2012, 29868.

Las contradicciones

No encuentro paz, ni me permiten guerra;
de fuego devorado, sufro el frío;
abrazo un mundo, y quédome vacío;
me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
veo sin luz, sin voz hablar ansío;
temo sin esperar, sin placer río;
nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;
al sentirme morir me encuentro fuerte;
valiente pienso ser, y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
siempre a los pies de la beldad que adoro,
y no quiere mi vida ni mi muerte.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, "La Peregrina"


viernes, 13 de julio de 2012

Afrodisíacos fuegos


Afrodisíacos fuegos

I

He vivido alguna decena larga de incendios forestales, la mayoría leves, escasa superficie quemada, y cercanos; la menor parte descomunales, graves y algo alejados.
La primera vez que vi arder el bosque en primera línea de fuego, hay expresiones que no tienen desperdicio, fue hará unos treinta años, allá por la Sierra de Alájar, en la peña de Arias Montano (Huelva). Yo pasaba días de vacaciones en el cercano pueblo de Fuenteheridos. La juventud en tropel nos desplazamos a ver el espectáculo. Quedé impresionada, comprendí la inutilidad de las manos del hombre contra una llama del tamaño de un árbol crecido. El aire y el fuego se confabulan contra las carnes tiernas de los seres vivos, en esta ocasión, las víctimas seguras, las verdes de las plantas y las blancuzcas o rojizas de los insectos y mamíferos de menor tamaño. Los pájaros huyen volando, los animales grandes suelen saber ponerse a buen recaudo si la velocidad de sus patas se lo permite. Recordaba la película “Bambi” que tanto me impresionó de pequeña. El hombre intenta, y en ocasiones lo consigue, luchar contra él.
Los terrenos se recuperan al año siguiente. Cientos de árboles desaparecen, décadas y hasta cientos de años de laborioso trabajo de la naturaleza, pero es cierto que la tierra vuelve a reverdecer. Nada se pierde en la naturaleza. Somos los hombres (¿no somos naturales?) los que perdemos: pulmones, recursos para explotaciones forestales, ganaderas o agrícolas y solaz para nuestra vista ante la contemplación de paisajes verdes. Identificamos belleza con paisaje verde, cuando estéticamente un paisaje quemado no sólo no se desprende de esa cualidad, sino que, dependiendo de gustos, hasta puede multiplicarla.
El fuego nos asusta tal como nos da de comer. La vinculación del ser humano con la combustión del oxígeno, un fenómeno natural, se demuestra desde los primeros mitos y en todas las culturas. Hoy en día es sinónimo de catástrofe. Catástrofe humana, medio ambiental, es decir, de nuestro espacio, nuestro hábitat. ¿Nuestro hábitat? La Naturaleza.
Ella nunca sufre, sus ritmos e intereses son distintos a los nuestros, ella siempre gana, nunca pierde, la naturaleza sigue su curso, nada es catástrofe para ella. Se mantiene y se alimenta de sí misma, sabe recrearse y autogenerarse. El hombre con su inteligencia no la ayuda, no debemos engañarnos, sólo nos ayudamos a nosotros mismos, egoístamente. Sembramos plantones de árboles allá donde el fuego arrasó bosques, construimos nuevos paisajes, como las hormigas, ellas también los transforman con el triture de la tierra en sus excavaciones, sólo que nuestra potencia es mayor.
Como la del fuego.


II

Sierra Pajosa ardía casi un año sí, otro no y el de en medio también. Sierra Pajosa no tiene árboles. La cubren retamas, esos grandes arbustos de hojas finas y delgadas de color verde blanquecino que, de tan agrupados y en la distancia, asemejan un manto como de terciopelo sobre las estribaciones de la serranía. Ardía un verano y al verano siguiente la contemplabas otra vez verde. No quedaba ni una sola encina, conforma una isla de arbusto entre dehesas, bosque rural, bosque del hombre. El riesgo más peligroso lo constituía que las llamas se desplazaran hacia el borde de la carretera: una gasolinera. Pero los terrenos cuidados por el hombre suelen estar libres de ese peligro. Prevención, limpieza de rastrojos, cortafuegos. El hombre sabe apañárselas hasta para (no) provocar un incendio.
Fermín nos contaba cómo las rencillas familiares y sociales de la comarca se solventaban a base de provocación de incendios en los terrenos del “enemigo”.¿Tú no me dejas cazar en tus terrenos en pleno otoño?, fuego que te endilgo para vengarme. Se deja correr un conejo con una ristra de cerillas encendidas amarrada a su cola. El vecino, normalmente gran o mediano o hasta pequeño propietario se quedaba sin dehesa para sus cerdos. Hubo unos años en que se aprovechó una guerra para solventarlos, la civil española, claro. Pero esto es pieza de otra cacería, cerdo de otra matanza mucho más grave que la que el fuego provoca. Al hombre le acompaña la conciencia del tiempo. A los animales y las plantas, no. Un país , un grupo humano, tarda en recuperarse décadas, si no hasta algún siglo. Parece como si a nuestra conciencia temporal le acompañase la capacidad para retardar la resurrección de la vida natural del hombre, su psicología, sus emociones, sus relaciones sociales. Su mente, su dolor, su capacidad para la alegría.
Pasé la noche casi en blanco. A seis o siete kilómetros se había declarado un incendio, esta vez en zona boscosa lindando con Sierra Pajosa, de encinas siempre, pero con matorrales tupidos entre ellas, típico bosque mediterráneo preparado y conservado para la caza, es decir, para que muchas especies pudieran criarse durante el verano. Tardó en dejarse controlar. El viento no cobraba fuerza, pero la visión del horizonte nocturno festoneado de llamas imponía demasiado. Temía que aún discurriendo el pleno verano al aire le diera la ventolera por traerlo del norte, un casi imposible. Pero, ¿y si sucedía? No estaba cerca, pero  quinientos metros no son nada para una chispa en el aire. Hablábamos siempre de nuestras capacidades para poder contener un incendio que llegara a nuestro alrededor. Teníamos la yerba seca cortada, al menos la más cercana a las casas si ese año no habíamos tenido ocasión o recursos para desbrozar toda la hectárea. Los diferentes puntos de agua estaban estratégicamente situados, casi por casualidad, y si alguno faltaba, la tal manguera más cercana disponía de metros suficientes con los que acercarse a determinada zona más alejada.


III

Resultaba espectacular ver trabajar al helicóptero que ayudaba a extinguir un pequeño incendio que se declaró en la ladera de Las cañadillas. De él colgaba uno de esos artilugios que recogen agua y la dejan caer en puntos concretos. Evolucionaba volando en dirección hacia una zona que identificábamos como lugar por donde aproximadamente podía correr la ribera. Llenaba el helicóptero la bolsa o cubo de enormes dimensiones con agua, se elevaba, volvía a desplazarse por el aire y, cuando llegaba a la zona determinada, dejaba caer el líquido contenido. El agua. El agua contra el fuego. Una manguera no fue capaz de controlar uno doméstico que apenas quemó más de 200 metros cuadrados. Pasto corto, ralo. Una encina cercana y cuatro o cinco árboles recién sembrados. Labor controlada de quema de mínimos. Viró el ligero viento, giró a Levante. El hombre se quedó sin manos para dominar.
Afortunadamente, por la carretera cercana pasaba justo en ese momento una patrulla del Infoca. Vieron el humo. Cuatro o cinco potentes hombres y mujeres altos como trinquetes saltaban las vallas de piedra como si fueran atletas, que lo eran. Carreras, palas de goma, cinco minutos, fuego extinguido.
Temblé como una perrilla con frío. Lloré de impotencia, pavor. Nada se pudo hacer por el pequeño laurel, aunque las llamas ni lo habían rozado. A la higuera hubo que mimarla durante años hasta que pudo dar frutos, aunque siempre ya creció achatada y como arbusto algo desmesurado. Ella fue la que inauguró casi diez años más tarde el poemario Los parasoles de Afrodita.

oOo

martes, 10 de julio de 2012

Filo-Sofía vs Poesía y Política (I, II y III)

Filo-Sofía vs Poesía y Política

I

Cuatro años mal contados con un blog dedicado a la Poesía en el 99% de sus entradas y resulta que las más leídas son, aparte de esas cuyos títulos remiten al morbo (Vampiros, Una animalada más , sexo humano, blog de crítica feroz, etc), las que hablan de política.
Tal vez si me hubiera dedicado a ella, tal como mi padre me sugería mil y un millón de veces, habría conseguido que en el respectivo blog, caso de que ese tipo de vida me hubiera permitido llevarlo adelante, las entradas más visitadas fueran las que incorporaban poemas. “Afíliate al PSOE”, me decía una y otra vez, cuando ya había elegido estudiar Historia en vez de Derecho como todo el mundo presuponía, yo incluida. “¡Que no, papá, que no me vendo!, ¡¡que yo no me vendo!!”. Conseguía sacarlo de sus casillas (tampoco habría que esforzarse demasiado, todo sea dicho). Lo que no llegaba a atisbar, ni yo tampoco, era que poéticamente también estaba diciendo una verdad como un templo. No es que no me vendiera, ¡es que no sabía hacerlo!, lo cual ha sido la nota dominante en el concierto, creo  que de tintes dodecafónicos, de mi vida. Sigo sin saberlo hacer, venderme, o sea, según términos del marketing, promocionarme.
La sensación de no estar nunca en el sitio adecuado, o en el lugar donde te sitúa la mirada del otro es una constante en mi vida. Yo no he ido a contracorriente, sólo a corriente de mi alma, de mi pensamiento y de mis sentimientos. Claro que al parecer son justo los contrarios a los convenientes para una mayoría que más se esfuerza cada día en dejar de pensar libremente. Perdón, quiero decir en intentar que el otro deje de hacerlo.

El contrapelo sólo duele al que lo padece. Por eso odio las caricias en el lomo. Me producen un repelús que asusta. Y urticaria insoportable. La de las ortigas son bálsamo comparadas con ella.

La poesía ha marcado mi vida, intentar hacerle hueco a la belleza y a la justicia, en la letra y en los actos, la poesía ha hecho mi vida, o yo he hecho la mía a través de ella, y la gente lee las cuatro migajas que tengo publicadas sobre política, unas escritas violentada por el miedo que la actitud de algunos colegas me han provocado por estos andurriales y otras escritas tan serena y objetivamente como mi formación como historiadora y la confianza en el buen entendimiento de otros colegas me capacita.
Me pregunto si no es hora ya de mandar a tomar viento todo mi decir poético, de limitarme a decir políticamente este por ejemplo: podéis iros a freír los espárragos. Dejadme cultivarlos en paz, me da igual si luego no sabéis coméroslos.

II

Gutierre de Cetina y el honor
O Gutierre de Cetina y el deshonor
De la "poesía".

La política haciendo razzia seca y cuerda sobre la obra de un poeta. Si Fernando de Herrera hubiera sido poeta (así ha pasado a la historia, pero yo me niego a contemplarlo como tal, es un erudito, es un crítico, es un estudioso y es un versificador), habría que meterlo en el saco de los genocidas como el más sanguinario de sus congéneres (¿hay alguno menos?). Esto es lo que sucede cuando el poeta sesga, pervierte la poesía.

Y en este sinvivir, en este camino sordo y lento, desastrosamente lento de la justicia, te apagaron todas las luces de tus candelabros. Canta el poeta la medida entre la luz y la poesía y llega el ronco bramido de la bestia para ahuyentar la música de lo verdadero.

Tenemos a Cetina por un lado, componiendo, argumentando vida y obra, entrelazando su tiempo con su alma y logrando dejar por escrito para admiración y conocimiento de generaciones futuras el verdadero latir del espíritu humano. Llega el crítico tras su muerte, el “poeta” y el crítico y le asesta el navajazo por la espalda a su corpus poético. A partir de entonces la obra de un poeta se olvida casi por completo.

Un poeta que compuso más de 200 sonetos pasa a la historia por un madrigal, un cortito y hasta ridículo poema, un madrigal que por muy bonito que digan que es, yo lo sigo viendo de una insulsez que me exaspera. Cetina era un erasmista. Una lectura detenida de la larga lista de sus sonetos transparenta el espíritu de ese hombre y su evolución hasta el desencanto. Con Fernando de Herrera entra el espíritu contrarreformista en la “poética” (¿política?) de las cosas (con la Iglesia y sus lacayos hemos topado), se confunde poesía con política, a sabiendas, teníamos un rey que “mucho” sabía por entonces de una y otra, de Arte, con los desnudos de las Venus ticianescas en su salita privada, y de “política”, abanderándose en la doctrina del concilio religioso trentino. Llega el rey que tanto sabía, y zas, el rebane, el navajazo, el cercene. En resumen, la injusticia sobre toda una obra y por tanto sobre toda una figura literaria.

El poeta que usa los recursos de la poesía para hacer política pervierte el sentido de la poesía, el poeta que usa su capacidad para subvertir añadiéndole un “pre-para” que rinde honores a lo que está situado justo enfrente de la poesía, o sea, la política. En vez de subvertir, pervierte. A sabiendas.

Al político que utiliza los recursos de la poesía en su trabajo, de hecho, hasta se le mete en la cárcel cuando los tribunales consiguen dar con él y juzgarlo. Pervierte pensando que ordena. Hasta cierto punto es más inocente que el poeta, porque lo hace sin tergiversar su oficio. Su oficio se limita a intentar ordenar la costra de la nomenclatura a su antojo: el dictador, el monarca absolutista, el imperator.
El oficio del Poeta es intentar hacerle hueco a la Belleza = Justicia, abrir camino a la esencia de las cosas, a lo verdadero, para que aflore en esta costra dura de la nomenclatura en forma de obra de Arte.
El Poeta puesto al servicio de la política no tiene perdón y su condena eterna debería ser la pérdida de todos sus dones.

La poesía es más poderosa que la política. Por eso los poetas debemos ser indulgentes con los políticos. Indulgentes. Estar por encima de ellos. Y no olvidar que la sociedad necesita un orden en esta costra dura de la nomenclatura. Porque el caos aquí sólo debe aparecer en forma de obra de Arte. Para eso existe el Arte. Si el caos llega sin forma artística a esta costra, se produce la hecatombe. Eso es lo que hay que enseñar.

Cuando todos sepamos hacer Arte llegará el gobierno universal.

Al César lo que es del César, a dios lo que es de dios, o God. Al menos hasta que ambos mueran (Nietzsche se adelantó, se precipitó, digamos que corrió demasiado por delante).

III

La culpa de todo la tiene Platón, por quitarle al Poeta el mando de la república, al que en un primer momento de su pensamiento se lo había dado, y pasárselo al “sabio”, al filósofo. La culpa de todo la tiene él por rectificar, por desdecirse; en resumen, por sabio. Las nomenclaturas, malditas nomenclaturas siempre. Un poeta siempre termina sabiendo. Comienza en la duda pre-poema y termina cuando el poema le hace saber. Lo mismo se trata tan sólo de un problema de traducciones.

Pero aquí estamos tirándonos los trastos a la cabeza todavía por defender una postura u otra, o peor aún, perdiendo el tiempo pensando en qué diferencia hay entre uno y otro, que no es lo mismo ser un poeta filósofo que un filósofo poeta, yo conmigo misma, perdiéndolo, en vez de dedicarme a mis labores.

El problema es que hoy en día la mayoría de los que se autonombran como poetas son filósofos. A ellos no me importaría concederle el gobierno de la república. Pero a otros no, a otros no. Su gusto por ignorar al ajeno a sí me hace temblar sólo de pensar en cómo llevarían a la práctica el “canto” una vez en el poder.

Y el otro gran problema es que la mayoría de los que salen elegidos como cargos políticos tiene más formación “poética” que política. Birlan, burlan, perdón, metaforizan y (tergi)versan.

Yo no soy poeta como bien puede leerse en el buzón del cuarto claro. Yo soy ama de casa, que no es más que el escalafón más básico del oficio de político, alguien que se dedica a velar por el buen convivir de todos, o a intentarlo. O sea, soy una política.

Pero no imagino cómo habría podido desempeñar mi trabajo si no es porque la poesía y la filosofía me han acompañado. Ni en sueños, vaya.

A lo mejor por esto no me gusta que se generalice sobre los políticos; es que yo lo soy, y repito, no sé cómo habría podido dedicarme a mis labores sin la presencia de la Poesía y la Filosofía. Ni en sueños, vaya, re-itero.



martes, 3 de julio de 2012

La poética de las cosas, la justicia de las cosas

Me he quedado sin cuenta Pro en mi galería de flickr, aunque espero recuperarla en pocos días. La poética de las cosas, la justicia de las cosas. En flickr, si pagas 24'95 dólares al año no tienes límites de carga, pero lo más importante, todas las fotografías que se suban a la galería permanecen a la vista, mientras que si no dispones de cuenta "pro" sólo se pueden ver 200, lo mismo el público que el usuario. Pagué hace una semana o así la renovación, pero hoy al entrar para subir las del mes pasado como siempre suelo hacer, me ha saltado el aviso de que no dispongo de cuenta Pro. Me he ido rápidamente a la cuenta del banco a ver qué había pasado: sencillo, no había dinero cuando flickr remitió el cobro. Normal también. 

Esto no es culpa de los políticos, ni de los bancos, esto es culpa de un ciudadano que cuando dispuso de vacas gordas se encargó de comérselas todas, empachándose, de tal forma que ahora los alivios para ese empacho los saca del sueldo de sus empleados no pagando a tiempo, sino a-(pe)dita y a-trasando, como en los tiempos de maría castaña, ya que Hacienda, que somos todos, porque "la" somos todos (a mí no me acompleja ni un mostrador ni una mesa de funcionario, la administración está para servir al ciudadano, cualquier demócrata tiene esta concepción del estado) lo presiona debidamente para que cumpla con sus obligaciones fiscales por las numerosas vacas gordas que se zampó. Es decir, hace lo que tiene que hacer, Hacienda. Al contrario que el ciudadano que cometió el pecado de la gula comiendo vacas gordas sin prever la capacidad de su saco estomacal.

El otro día un querido amigo me preguntaba si no había hecho exposiciones de mis fotografías nunca. Me entraron ganas de preguntarle que "eso" cómo se hacía, lo que pasa es que andaba algo cortada y no supe reaccionar. Un "no" selló la pregunta. Algunas veces pensaba en exponerlas allá por las encinas, clavando una en cada tronco, pero antes habría de haberlas imprimido, claro, y si bien es cierto que el dinero para el local me lo ahorraba, lo que me resultaba imposible era reconvertir la lavadora en una impresora actualizada y mucho menos aún transformar el agua del arroyo en vino tinto, o sea, quiero decir, en tinta con la que "colorear" el papel fotográfico con mis fotografías. No soy Jesucristo, ni siquiera su madre, la Virgen María. Tampoco podía dedicarme a fabricar papel a partir de la madera de las encinas. Todo el mundo sabe de su extrema dureza, más o menos como si se intentara introducir el filo de un hacha en un cristal, y además de eso, y para colmo, habría desertizado un bosque ejemplarmente mediterráneo. Ahora no tengo bosque alrededor, y dispongo de algo de tinta, no mucha, y papeles, y hasta impresora. Lo que me falla es el local: lástima, no se puede tener de todo en esta vida. Normal. También natural. Completamente sano y natural. Hay que compartir, hay que repartir, no somos uno sólo en este mundo, sino siete mil millones, más todos los seres vivos y hasta inermes, agua incluida, poblando este planeta.

Por eso expongo en flickr, en mi blog o en donde pueda en este medio virtual. Porque soy natural, y sobre todo, muy-muy física y terrenal.


 
 
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