jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz suerte de día


Título de la fotografía: Feliz suerte de día


Diurno de merecida (envite)
(Embiste, combate y, si puedes, abate.)


No, si debes tener razón./
El embate, las olas, la gigantesca hondonada y el lagrimoso perfil de tu sonrisa./
Debes serla, tal vez suspirando tras las orejas, conjugando el verbo fácil,/
la clámide que nos opaca...debes, debes tenerla./
Aunque ese asomo lastimero, dúctil como el quejido de un adolescente, me recuerda más al mercado en los lunes de agosto,/
desierto, vaciado de sí mismo como en permanente cielo abierto al maná para nuestras bocas abiertas al alimento,/
moradas sobre la carne y el espíritu./
Así que, sin querer, aún sabiéndolo, me recuerdas a un agujero negro./

Quién sabe por dónde nadarán las olas tras tu muerte,/
quién sabe hasta cuándo las arenas secas erosionaran tu perfil enquistado de
cauce sin escorrentía, río sin venero./
Quién sabe, mentira, si sólo abasteces a los huecos fríos y desangelados,/
a las soledades de calvario, ancianas ante su propio tránsito, al contraer/
el nervio viril que contractúa estirando del resorte que te hace permanecer viva junto a la fuente./

Perenne, perenne, solemne y huera perennidad de la que nos libra la muerte, ejecutoria implacable que pone a salvo nuestras vidas./
Vuelan, ávidas de luz, libres, por fin, de estas pesadas y arcillosas huellas./

¡Ah!, cómo llega la paz aún sin preverla./
¡Cuánto dicha poder descansar! Sólo por un instante, tan sólo por un instante nada más./
Glorificarme en el saber del acontecer entendido,/
en las palabras del acaso demudado en la gracia,/
contenido de tú más yo y el sin hablar con lenguaje en la mirada tras el velo./
¡Cuánta suerte!/
Fortuna la llaman, y así debo nombrar al hallazgo de tu lozanía,/
la gentil rosa de tu bendita boca continua a mi avenida sumiéndome en el distraer de mi propia planicie./
...Qué suerte gesticular y sentir que las palmas de mis manos hallan huella en tu piel./
...Qué suerte poder bendecir con mi sonrisa tu alma de boca./
...Qué suerte contemplar el verdeo de mis lindes amarillas, qué suerte verte pisar la yerba que yo cuidé, ¿para qué pies si no?/

Al abrir, al gemir, al vibrar:/
a lucir este logro de espejo en el agua./
A batir estas alas, a bandear sobre el puente./
¡A vivir, blanca gracia!/
¡A volar, garza mía!/
¡A gozar de esta fuente!/
...Ah, qué suerte, ¡cuánta suerte!...Qué suerte poder contemplarme en tu clara suerte del día./

Sofía Serra, 31 Diciembre 2009

martes, 29 de diciembre de 2009

Soberbia de perversiones


Título de la fotografía: Hombre andando

Hombre andando

A mí ya me tengo ¿para qué más verme?/
Percibir aniquilando la ominosa estancia que te suprime o te condena día a día a revertirte sobre el supremo pandemónium, /
a nivelar las ostentosas manipulaciones del anquilosamiento sobre tu juventud fracturada en plena senilidad de las cosas viejas,/
que obstan , que pervierten, que suprimen, que rebanan.../
El amor es sólo potencia de tú y yo, sólo acontecida de acaso y voluntades, no más que un afán sobre la noche profunda, la inercia embatallada y vencida./

Y ya claudican las empresas, claudican generaciones completas sobre el desvivir de la suerte sobre el hombro azaroso, alejado de su naturaleza,/
de lo que proclamaste a sabiendas de tu obtuso fuego,/
el juego invertido sobre las olas recalmosas como las velas que navegan sedientas de aire imbatible, como sustenta mi pecho tu propia sombra en el calvero./
Sostiene mi gemir tu bramido permanente de profunda y telúrica ilusión de centro sobre la muerte del mutismo,/
sobre lo justo cometido cuando ya no más que rozas el porvenir/
del sin ti cuando desapareces:/
desde tus ojos a mis oídos de alma blanca...honda, más honda tu mirada que el siniestro devenir del segundo tras el oreo del batiente./

Y nevará./
Volverá a nevar sobre este puente./

Pero la fuente permanecerá abierta en su brocal al consuelo del tú más yo más que no quiero para mí. Porque si la nombras, te destruirá./

Ella puede más que todo, ella es mi contrincante. Ella, la hechicera de los hombres./
Lujuriosamente serena, ávida de sus lágrimas y sus risas, perversa algarabía de aves pendencieras/

revoloteando sobre la frente perlada:/
Perversa tú, perversa nigromante de añadas resecas y uñas avariciosas sobre esta pura piel de nácar viva, la tierna caricia que nos sostiene sobre el aire tan entretenido, tan bendecido por estos inocentes alientos./

Y ella asoma su desintegrada muerte, su simiente ejecutora de raíces en allá no ya más aquí, que yo sin ti, que sólo soy./
Pecata minuta en la ensordecedora tiniebla./
No más, no más que su perfil sobre tus labios usurando, desabasteciendo al único rayo de sol viviente./

A ese hombre de pie, a ese hombre andando./



Sofía Serra, Diciembre 2009

domingo, 20 de diciembre de 2009

Nocturna suerte del día

Título de la fotografía: La fuente

La fuente

Desde un circunflejo acto reflejo entablas querella con la suerte./
Nada quiero, sobre nada vuelo./
Bajo la sombra de esta fuente crece el musgo fresco./
Bajo la luz y sus símiles combaten pacientes las hormigas,/
palabras y más palabras para circunscribirnos a lo que somos más allá del albero entre las piedras donde se despistan algunas huellas./
¿Qué signo luminoso se expande sobre su clara geometría?/
Bajo la luz no veo ni nada quiero. Más que un asomo./
Un asomo de imperioso gozo, una faz digna que me devuelva a mi misma suerte de aquel ocaso vestido de yerba dorada bajo el amanecer de la noche,/
un justo proclamo del sol sobre el sol,/
un combatiente dormido que despierte a su sonrisa./
Una quimera encallecida,/
una manos afanosas en el poeta de las suyas abiertas, unas flores, unos ojos.../
Ojos no busco, mas me asombra encontrarte en los tuyos./
Como si consiguiera verme./

Nocturna suerte del día.../


Sofía Serra, Diciembre 2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Del bestiario de los inocentes

Título de la fotografía: Sin título



De mi tierna sombra a tu suelo, de la gélida batalla/
de tanta humanidad que duele, de batiente a batiente,/
gélida estación, la puerta abierta a la umbría y nevada noche , negra noche./
Asomo de rendijas de esperanza y vida, luces claras batiendo alas sobre la escandalosa sombra de la calavera hecha hombre, hecha espina clavada en la sien del que menos golpea./
Muro a muro, faz a faz estupefactas ante su misma suerte de faces enterradas en las cenizas de la no-muerte./
Silencio, tan terco este silencio que en mi centro se funde.../
Hoy he pensado que el mundo está loco, y que yo de él no quiero formar parte./
Pero entonces , ¿de dónde te llega este soplo que ilumina tu descerebrada suerte de poeta desheredada?/
No se cobijan estos alientos ni bajo el sol ni bajo el sereno de la noche./
Amargo quebranto que reverbera en esta planicie resplandecida,/
amargo quebranto de duelo por toda la miseria de esta basura enterrada, de estas flores nacidas con nombre de fuente y persona./
¿Qué tienes que tanto me embelesa?/
¿Qué registras que tanto me duele?/
Dolor sobre el dolor más el canto del ruiseñor clavado a su propia espina, a su propia muerte engarzado tornando a flor, rosa roja o espinada suerte, alambrada lumbre, vertical espadaña o gobierno sobre la Fortuna:/
¿Qué más da?/
Canto de esperanza ya sin golpe, sin muerte alada, sin barbechos por labrar...sin vida./
El mundo está demasiado loco, o cuerdo, y yo, de él, no deseo formar parte./

Voyeurs , sólo voyeurs. Nuestro mecánico iris enrojecido de pura fruición, de deseo de labio sobre el otro beso, el que no surte, el que no nace./

Y aquí se expande probablemente una aurora, o tal vez el principio del supremo fin que acontece cuando bajo las frías capas de tu tierra,/
la muerte, que llaman muerte, ¿de qué?, asigna a cada piedra su estanque dorado
más allá de la esquina sobre la que yacemos./

Ya el sino del abismo quebró la acontecida de tu nocturna cara de día./
ya aguijoneó la lanza de tu espalda con su punta de flecha imantada al destino salífero de aquellas verdes manos, /
aquellos ruiseñores cantores que obsequiaban púrpuras bendiciones y clamores que sonaban perpetuos en el azul luminoso de la madrugada./
Tan dulce, tan dulce, tan absorta en mi jugo su dulce melodía.../
En las quebradas del ser germina la amapola inflamada, abierta a tu soplo imparable, viento huérfano y solitario como poeta de con-versos de la mediana Castilla./
En las quebradas de la aurora galopan los caballos blancos de Faetón, víctima propiciatoria de la soberbia indecente./
¡Ay, que yo no te canto, rey sobre la luz!/
Que yo no te canto... Sólo, tan sólo te amo./

Pernocta que la noche no es hueca,/
pernocta que los jazmines florecen a oscuras,/
pernocta en el azul, sol de mi embramado embate,/
que si duro es serlo entre los desdichos, huero resulta verter sobre la muerte sin la noche,/
sin la noche justa, gobernanta durmiente de los afanes honestos./

No es momento de reyes, ni de soldados levantando alambradas de fechas sobre el alma que como flechas envenenadas tejen la urdimbre de nuestras limitaciones sobre el espacio./
Sobre el tiempo vuelan estas amigables vías que me abren a tu vigilia,/
reposando sobre las eras como garza blanca ya viva calmando al aire con sus alas siempre blancas,/
siempre grandes, luz y vida de mi suerte abandonada en aquella estera,/
en aquella luz sobre el camino de tu paso, mi paso, la playa en el estío, la humedad aún sin resolver convertida en desierto de centenarios bosques plagados de encinas./
Las tórtolas en el viento que sopla sobre la horadada penumbra del jazminero en flor:/
Nocturna suerte del día,/
levanta el ventisquero al supremo vuelo pareado,/
¡levanta! que no abaratamos en penumbra más que el nombre de nuestros santos inocentes./



Sofía Serra, Diciembre 2009


Título de la fotografía: Aurora sin fin

martes, 8 de diciembre de 2009

Corpúsculo nocturno

Título de la fotografía: Través de orillas


Nanit

Duelen hablando quedamente los lentos crepúsculos de estos días semejantes a ciertas aves que se posan sobre la anochecida./
Duelen quebrando horizontes allá por donde el sol se pierde para lograr ser más sol, más aurora del otro lado, del otro barrio, donde danzan ligeros/
los bostezos, las axilas, los murmullos ahogados bajo las sábanas/
y nuestro olor profundo y seguro de ser vivo alimentándose de sí mismo./
La luz. La luz a oscuras en este abandono necesario de nuestra fuente/
para lograr la bendita proclama del sol sobre todos, sobre las firmes costuras de este travestido animal que persiste y persiste, hombro sobre hombro,/
fuente sobre fuente, del puente al puente de tu mirada sobre el río, el mar, la ancha distancia.../
el agua.

...¿Qué te habita que tanto me arroba?/
¿De qué consumo me abasteces que al igual que me llena me deshace en estas perlas claras?/
Siempre amor, siempre ahogo, siempre agua escondida y clara anhelando/
el perfil de tu mejilla, los labios que me hunden sin haber besado siquiera la fuente terma de este ocaso, bajo el sol,/
bajo la estrella tras tu vida que persigo por el canal de vuelta/
en gozoso desorden, de corriente continua de ti a mí, de mí a ti imaginando que llego hasta tu boca de Hombre abierto a mi avenida./

Creo yo que somos dos batiéndonos en la común espera de nuestra suerte en el otro, en el cauce depositado,/
en el lecho de tu pecho y el mío...calientes,/
caliente nuestra cama de común y mutuo abrigo en esta luz a oscuras del encuentro entre el día y la noche, el siglo y la espera,/
confortados bajo la misma manta, bajo el mismo sol,/
redescubiertos en la mañana de esos anhelos que nos conforman como carne de luz, amor y ser vivo pleno./
Creo yo que no somos dos, sino uno./
Uno más el deseo de no perdernos en el horizonte de aquel nuevo sueño./

Sofía Serra, Diciembre 09 (del bestiario de los inocentes)
 
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