Discriminación positiva
Jamás, hombre, aprehendiste
que para cantar debiste
antes aprender
a entonar
el suelo con el verbo,
y a entolar el rasgado velo
que deja pasar la luz y el aire.
Dulce boca errante,
quijada herida por aquellos
claros de amor y sexo,
ganas me poseen
de dividir meandros.
Se engullen a sí solitarios abajo
del quejumbroso y quijotesco-esquelético
sueño, ni con páramos recuerdas
que esta vida, que esta vida, que esta vida
sólo se hace
entre ambas manos,
ambas manos,
ambas manos a uno y otro
extremo retoñan montañas
en la sola umbría, la umbría sola
adopta la exacta daga que rebana de tajo
el meandro y dulce meandro
que me curva, pues,
aguas arriba de mi falda:
Parí.
Al final dolor
de entuerto alerta
la única discrepancia positiva.
Por más que hablen
o dicten leyes.
Por más que hables,
por más que hables,
por más que hables.
(De "La dosis y la desmedida")
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