El cauce
Soy el cauce,
que todo lo recoge
y de todo se vacía,
tal como me desbordan las
sobras
del barro, me desocupa la
carencia del estío,
me minimiza la plenitud de
las adelfas secas
y me enormiza la pletórica
concurrencia de las
escorrentías,
siempre llenas del abuso.
Son las huestes del hambre
del devenir del misterio de
existir
siendo tan solo cauce
al albur de tantas
voluntades
celestes o terrenas,
fríos colmos o cálidas
renuncias
contra mi termal fuente salubre
desde mi sino de ser
no más que cauce
abierto a las piedras y a
la reja abierta
que se eleva, y yo,
desbordado
de pleno o de vacío, tan
solo
eternamente
anhelante
de un
lugar en el mundo.
Mis
orillas ambas
a dos
señalan
bailando,
pero yo, yo, no soy más que
yo
sin movimiento por mí
mismo.
Inerte, consumo mi propio lecho
sin sitio siquiera donde descansar,
socavo hasta mi sino de cauce:
no más que yo soy,
por donde todo pasa
y nada queda.
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