Ríes
aunque llueva
Llueve y el agua limpia
tu reserva de gesto escondido
a las mieles
del triunfo.
Por un puñado
de monedas
que no coges,
conquistas el
favor del cielo
y de la
amante, mas, lo sabes,
tú siempre lo
sabes, no hay favor
que necesite
gesto
de tu honrada
boca ducha
en vociferar
cuando el gentío
te escinde y
esconde una y otra
vez, las
monedas almonedan
el aire, lo
subastan
al mejor
deporte:
¡qué perpetro
observado
sobre tu risa
centelleante!,
duermen los
armónicos sonidos
de la
lentitud del agua cayendo
sobre las
piedras y la verdina
aún por
nacer, tan someras.
Es decir, tan
ciertas.
Vierto caudal
sobre tu
honrosa
costumbre de
saludar
a la gota de
lluvia
que se
desvanece (vuela,
ella vuela
aunque caiga).
No hay
mejilla más alegre
que la mía
cuando se deposita
en tus labios
untados
con deslices
otoñales:
un dorado y
sabio verdor
que enrojece
al cielo nublado:
la ciudad nos
puso límites
de tejados,
pero tus dos aguas,
esa una sobre
tu mejilla derecha
y esa otra
sobre la izquierda,
continúan
silabeándome
el lenguaje
que comienzo
y no termina
cuando callo
mi continuo
no dejar de
mirarte.
(De "La exploradora")
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