El equilibrio, la restitución de la armonía, es susceptible de ser contemplado mucho más cercanamente de donde solemos poner nuestra mirada.
Todo lo que hicimos por una idea justa o mejor, nos revierte benéficamente. Aunque cegados por los mismos abalorios de los que el devenir suele vestirse, o por las anteojeras con las que él mismo suele vestirnos (y nosotros permitir que nos vista), no sepamos verlo.
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