Rosa de otoño
Lluvia de ayer,
polícroma rosa
de húmedo aroma.
La novia cadáver
No, creo que no hubo
amniocentesis.
Algunos hombres y mujeres
cocean, vocean aullidos
de sus trancas y pezuñas
castañas.
Caminar, tanto caminé
sobre las ortigas
como terminan los pies
en dedos de costumbre
sobre la yerba
y sus flecos punzantes.
Consumisteis un porvenir
de solaz indiscreto,
oculto lo más bello,
ahora como siempre,
trabajan los dioses.
Y yo lloro,
lloro.
Ese habitante cuadrado
habla verdes por tu nuca.
Si más deseo
avarientos jamelgos
y otros cuadrúpedos
Himalayas
como techos andróginos
donde todo es posible
en el vaso boca abajo
y la salud requerida
por tu lengua escalando
el cuello de los olvidos, timbres
del arco trilobulado que abre
son, sentido y mecha
hasta la escafandra:
he pretendido adioses
cuando sólo he casado
CON MIS MUERTOS
estas manos y tu boca,
qué soy sino
tan sólo
una
sola.
Para que no se me olvide.
Abajo, poema del libro.
Pero no recordaste
Cualquier ciudad transita
por mis manos
con las caricias de su lomo.
Ya apuntan modos
las dodecafónicas ingles,
se inscriben en el gozo
como las orugas que reptan
por los perfiles de las hojas,
doblándose
sobre sí mismas
amortiguan
el aroma de haber abrazado
donde más oprimen
los gestos:
el señuelo,
la bifurcación.
No hay otra palabra.
La verdadera huele.
Los techos indisponen
contra el cielo estrellado
y tú te cubres
con tejados a dos aguas.
Pero quién va decir
si el árbol o la mentira
crecen ajenos.
Mis manos y tus piernas
hacen tiempo lamiendo
la escarcha salvaje y antigua
que cubría la ciudad de las luces.
Desde aquí, desde este polvoriento camino,
voy preparando la partida
con espejos que no enluto
para no guardar
ominosos encierros
de otros lesos seres,
son sólo fantasmas sin
diafragma ni pulmones.
Algunos pútridos afanes
quedaron colgando del árbol
como bolas de navidad fuera
de temporada.
Tanta dejadez ausenta
el valle rico de la vertical memoria,
siempre verde y limpia
como el tiempo, nuestro compañero.
Este viejo camino
sin duda tránsito
como todos
los caminos
que llegan o hacemos,
este cansancio inaudito
solo se llama el poema
y se escribe
en dos palabras, o cinco:
mi hueco y tu lleno.
Este sábado, día 29 de octubre, estaremos "La exploradora" y yo
en la Feria del Libro de Sevilla.
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Discriminación positiva
Jamás, hombre, aprehendiste
que para cantar debiste
antes aprender
a entonar
el suelo con el verbo,
y a entolar el rasgado velo
que deja pasar la luz y el aire.
Dulce boca errante,
quijada herida por aquellos
claros de amor y sexo,
ganas me poseen
de dividir meandros.
Se engullen a sí solitarios abajo
del quejumbroso y quijotesco-esquelético
sueño, ni con páramos recuerdas
que esta vida, que esta vida, que esta vida
sólo se hace
entre ambas manos,
ambas manos,
ambas manos a uno y otro
extremo retoñan montañas
en la sola umbría, la umbría sola
adopta la exacta daga que rebana de tajo
el meandro y dulce meandro
que me curva, pues,
aguas arriba de mi falda:
Parí.
Al final dolor
de entuerto alerta
la única discrepancia positiva.
Por más que hablen
o dicten leyes.
Por más que hables,
por más que hables,
por más que hables.
(De "La dosis y la desmedida")