Podéis oír tres poemas del libro publicado por Ediciones en Huida
jueves, 19 de noviembre de 2020
"Los cabezos amarillos" en la fonoteca de poesía
domingo, 25 de octubre de 2020
Exilios
Las
chumberas (En tierra extraña. Tango)
Celeste
destino de siemprevivas
adolescentes
el que se abate
sobre
las pencas del escudo arbolado.
Antaño
abogué por su poda,
por
su infrecuente fertilidad
de
almanaque sin veces
ni
días en rojo de festivo descanso,
luz
de sus espinas vejaba la tersa placidez
sobre
sus pieles nacaradas como el sol de agosto,
la
luminiscente aura vestida como fruto almado
de
semillas vivificantes como dulzores de senectud
como
las abuelas del campo,
de
tanto vivir repelían los ojos avizores
de
tanto extraño viento
de
levante, levantaban sus lábaros
de
acolchadas flores sobre el pétreo horizonte
de
vencidos cercados,
casi
juncias ágiles y legiones leves ellas
acariciaban
la dorada niebla de polvo
de
un otoño perseguido, necesitado.
Hoy
adelgazan sus gibas
como
muchachas extraviadas
en
el bosque húmedo de la vida
sin
patria, ácratas ancladas
a
la residencia en tierra
mis
muchachas con tapados de armiño
tiritan
sonrientes, mayores
logran
sobrevivir
sin
que nadie las corteje
a
pesar del cálido suelo
adonde
las exiliaron,
mas
ya viejas aman más por más
enclaustradas
entre cuidados
ajenos
de insectos granjeros
que
acicalan sus arrugadas ubres
de
madres creadoras:
Son
tiernas criaturas
que
ya parieron gozosa progenie,
que
ya se seca.
Tanto
amor repartido
y
nada de vuelta exigen
salvo
la atención de mis ojos
y
mi canto sobre su resistencia
ante
tanta alimaña de sangre.
Las
avaras púas atesoran
los
dedos de tantas manos
amables
que erraron su juicio
de
confinada suerte, la de envejecer
siendo
dúctiles y lentas
como
la anciana que camina
apoyada
en el andador
columna
de todas las ausencias.
Y
un pasillo abren mis chumberas
ante
la presencia de tanto esfuerzo
asolante,
solas construyen
el
gélido arco triunfal del laurel
sobre
el desamor, el ostracismo
vestido
de fiesta para el baile
de
la devastación necesaria,
la
de la injusticia.
Marchamo
benéfico de mis chumberas
que
gozan los churumbeles del cielo,
son
estos ancianos valientes
niños
recién nacidos
al
regazo de otra vida sin muerte
ni
abandono de tierra extraña
ni
de hijos.
(Sofía Serra. Octubre, 2020)
lunes, 19 de octubre de 2020
Destierro
Las margas azules, la tercera parte de “Los cabezos amarillos”, representan la vuelta a “lo real”, al hoy de la voz que escribe, el mundo que vivo, todo aquello que no tiene que ver con el hecho de “la playa”, que no es un pasado en sí, ni un ayer, ni un futuro, aunque sí otro tiempo al inmanente en la escritura poética. Las margas azules son un tipo de roca sedimentaria, normalmente provenientes del mesozoico, que se forman o se depositan en entornos fluviales o marinos. Se me figura el tramo físico visto en un mapa desde la ciudad de Sevilla hasta “la playa” como el lugar de las mismas. En el poemario acogen todo aquello tomado de la evocación del lugar y el tiempo (los cabezos amarillos) para traerlo a la actualidad y a la realidad de la voz poética. Jugué con la imagen ecoica de su nombre (marga/amarga) y el visual del color, azul (que también recuerdan el del cielo y el del mar), como complemento cromático del amarillo de los cabezos.
Estuve documentándome, lo que una puede no siendo experta en la materia, aunque sí muy amante de la geología. La escritura de un poemario también implica una investigación científica, es decir, racional, ajena a la poética. Una especie de autodestierro del locus amoenus. Siempre la practico. No solo porque naturalmente me apasione, investigar, sino también porque la escritura poética así me lo requiere.
El alma desterrada
El corazón no duele,
pero a cambio
el cuerpo desaparece.
La sangre me
hierve
y cuando llega
a su natural
condensación
por el frío
que me
rodea, me chorrean
las lágrimas,
agua y sales
como la urea
que al matojo reverdece,
el poso es
tierra donde
el cañaveral germina
y crece,
mas estoy
a revienta
calderas
y el barco de
vapor
busca el otro
motor
de aceite y gas
que me suprima
de esta
artificial suerte
de esperar
sobre margas azules
cuando los
amarillos
me destilaron
los siete
colores del arco iris,
me explosione y,
convertida
en masa humeante
y celeste
intangible,
vuele por los
aires
hasta mi padre
marítimo
una vez
él también se
condense
en olas de
salinas
y reales y
blancas
tempestades, no
importa
si pequeñas o
grandes.
Todo ha ido
aumentando
como la marea
sube
y los girasoles
que me
alimentaban justo
cuando te oí,
crecieron.
Ahora su
amarillo
ya tiñe el
lugar del encuentro,
del que nunca
he salido.
Nuestra es la
bandera del exilio
interno y la
verde playa
amplia y sola.
Salir de donde
no estoy
para llegar a
donde mismo
soy, que no soy
más
que tú o yo
o el mundo que
odio,
pero del que
formo parte.
Ni siquiera la
tormenta, con su gran poderío,
puede decir a
las nubes: ¡no soy vuestra!
No mates los días que te quedan por vivir.
miércoles, 14 de octubre de 2020
La poesía de Ángela Álvarez Sáez o la necesariedad del ser humano
La poesía de Ángela Álvarez
Sáez o la necesariedad del ser humano
Si el lector se deja llevar por la
primera impresión que provoca mirar esa sonrisa tan tierna y llena de simpatía,
tan amigable, del rostro fotografiado de la autora, cometerá un craso error. La
poesía de Ángela Álvarez Sáez (AAS a partir de ahora) es implacable. Desde que
conozco a la persona a través de las redes sociales y un poco a sus poemas por
ella misma compartidos públicamente, intentaba hallar el término que, desde un
parco conocimiento como lectora de los mismos, me nombrara su ejercicio
poético, me lo definiera. Porque percibir, lo percibía. Tan solo no era capaz
de nombrarlo. Ahora, tras la lectura de
los dos libros que tan amistosamente (y generosamente por su parte, dos he recibido
a cambio de uno) hemos intercambiado, la he hallado, a la palabra. Implacable.
La poesía de AAS es implacable, hay que repetirlo. Implacable con Ella misma (consigo mismo como
poesía), implacable con su autora e implacable con el lector. Poesía tan
honesta que no deja títere con cabeza, es Ella misma por los siglos de los
siglos amén, sin concesiones a la galería, emanando limpia y pura hasta
deslumbrar con su feraz solvencia. Se resuelve a sí misma aparentemente sin
ayuda ni de la poeta ni del lector, no admite, por su propia ontología, ninguna
intervención que no sea su propio ser de palabra expuesta para poder hacerse inmanente
en la realidad del poema o del poemario. Feraz como se dice arriba. Honesta,
igualmente. Implacable, también, de nuevo. Con toda la rotundidad y el poder que pueden
evocar esos adjetivos. Ella sin necesidad de nadie, independiente, todopoderosa,
salvaje. Por hablar llana y simplemente,
de otro mundo, de ese mundo de donde nace el hecho poético, que es ajeno a las
verosimilitudes que aparentemente se necesitan para poder hacernos con Ella. Este
es el mérito indescriptible de la autora, humana como la que más, sometida a todas
las circunstancias de la existencia como cualquier ser humano. AAS moldea con
el barro de esas palabras que conquistan el ser más íntimo por su
capacidad amatoria, ilusoria, esperanzadora, palabras cercanas que nos evocan
el cobijo, el abrigo, el abrazo que el corazón del ser humano expuesto a la
intemperie de la existencia necesita, para, después de amasarlas en sus también
dedos tiernos de autora, pasarlas por el rodillo de la necesidad (ahora sí “necesidad”
y no "necesariedad") rasante de esta costra de la nomenclatura (¿no queremos
adaptación?, ¿no preferimos el orden en vez del caos?, aquí están, aquí los
tenemos, parece decirnos la autora tras el resuello que se permite después del
esfuerzo poético: esto es lo nuestro) hasta convertirlas en una finísima lámina
de acero con la que construye la guadaña de la exigencia poética. Tan
brillante, tan pulida, que antes de cercenar cualquier atisbo de hallazgo de
calidez, de abrigo, nos permite vernos reflejados, resultando así aún más
efectiva la pretensión de la misma poesía: mostrarse tal como Ella es, mostrarnos
tal como nosotros somos. Que cada palo aguante su vela nos dice Ella, la Poesía.
Esto es lo que hay y yo no voy a mentir, parece decir AAS. Yo os traigo la
poesía, esta es la poesía. Y esta es nuestra existencia.
Y nos quedamos blancos, mudos, no de
asombro, sí de reconocimiento ante la visión de un poder sobradamente superior a los que podamos
o creamos poseer.
Así me ha dejado la lectura de sus dos libros que han llegado a mis manos. Más que sorprendida, con la boca abierta. A los poetas se nos llena la misma hablando de poesía. Lo que sucede a veces es que, cuando la encontramos más allá de nuestros minúsculos quehaceres, normalmente nos quedamos mudos. La mudez es producto del hallazgo, del encuentro con la realidad de que la poesía es aún más poderosa de lo que podemos percibir habitualmente, por muy mistérica que nos resulte, antes embarcados en nuestras propias minucias. AAS no olvida que somos humanos, que ella misma lo es. Utiliza los mismos resortes de ser “ser humano” para atrapar la poesía y poder traérnosla, complace a su ser íntimo acogiéndose en sus recuerdos, a sus vivencias, en la impresión afectiva que los conceptos de maternidad, paternidad, filiación, religión, evocación de paisajes muy visuales y, por tanto, atrayentes, para poder imantarla, atraerla a su manos de poeta y , así, poder ofrecérnosla, pero con tal Arte, porque Arte es lo que oficia la poetisa, que ningún atisbo humano mancha la efigie, la figura, la presencia de la diosa que se nos aparece. La Poesía con mayúscula. Ahora, al hallarla, al verla, comprendemos por qué nos atrae, por qué nos puede, por qué no podemos hacer otra cosa que enmudecer ante su presencia. El trabajo del poeta es anterior a su hallazgo. El trabajo del poeta se desarrolla consigo mismo y con el lograr que, tras esa revolución que implica la propia reflexión, la que la poeta hace consigo misma, el horizonte se despeje para que la pura y neta e imponderable Poesía pueda emerger para hacerse visible a todos los demás seres humanos. Audaz, sagaz, todopoderosa, ella misma ya hasta sin necesidad de la poeta. La poesía es inhumana, pero necesita del ser humano para habitar. He ahí su realidad. Ese, y no otro, es su misterio. Y esta nuestra alegría: ¡Somos necesarios! Aun con todas nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestra incompetencia, somos necesarios. Este es el mensaje de la poesía de AAS. Este es su regalo como poeta. Y qué más generoso y valioso regalo, el de nuestra necesariedad.
“La tierra frágil” nos ofrece un ramillete de preciosas flores hábilmente compuesto estructurando colorido y formas abullonadas, cálidas, curvilíneas, primorosamente dispuestas como si de un arabesco de líneas onduladas y curvas se tratara, muy similar al efecto gráfico que provoca la visión de su letra, de la escritura manual de la autora (tengo la fortuna de haber obtenido dos dedicatorias suyas), aparentemente intrincado pero repleto de pequeños pimpollos llenos de belleza, carnosos, amables a simple vista, un ramillete de flores que abre el apetito, entran ganas de comérselas aun no siendo veganos. Y es que no lo somos, tendencias alimenticias aparte. Somos sangre y carne y así se transfiguran esas bellísimas flores hasta hablarnos de nuestra debilidad, de nuestra pequeñez, de nuestra vulnerabilidad ante la intemperie de la existencia. Solo podemos recrearnos en nuestra capacidad amatoria para sobrevivir bajo ella, dejarnos gobernar por la realidad de nuestra naturaleza y la crudeza de nuestra lógica. Un día nacemos y otro día morimos. No hay más. Y no hay menos que dedicarnos a vivir nuestra existencia en el cobijo de nuestra capacidad para amar y así poder contemplar y vivir el misterio sin más dolor que el necesario para el esfuerzo: lograr que el amor habite en la inclemencia de nuestra existencia.
La tierra (amante, poderosa, fecunda, madre) como imagen de nuestra propia vulnerabilidad (frágil). El amor, tan poderoso, depende de nosotros, paradójicamente tan vulnerables.
El “Libro de la nieve” se escribe por sí mismo, como si no necesitara autora aunque racionalmente sepamos que ese hecho es un imposible. Se autoconstruye tal como exactamente la nieve hace, que pasa del estado gaseoso al sólido sin mediador líquido (o autorial) que necesite, como por auto-emanación divina, por sí misma. La nieve es la manifestación sólida más inestable de nuestra fenomenología física. La nieve no se desmenuza por muy escamosa y briznosa que aparente ser. La nieve se diluye cuando la temperatura sube, cuando el calor del esfuerzo o del cobijo, o del amor, aparece. La nieve se convierte en agua, el estado sólido transmuta en líquido: ahora sí, la autora aparece. El autor como último eslabón en la cadena fenomeno-ontológica de la poética, como el lugar que le corresponde en la tarea del traimiento de la poesía a la realidad de esta nuestra existencia en la costra dura de la nomenclatura. Ahora, al leer el libro, entendemos el misterio poético. Ahora comprendemos el uso de la prosa poética escandida en breves párrafos textuales por decisión de la autora. Ahora el líquido puede ser escrito. Ahora el líquido de ese mar de dudas que anega el libro nos transparenta la incertidumbre de nuestra propia existencia. En la incertidumbre que es la esencia neta de toda poesía.
Poco más añadir salvo el hecho de transcribir
que, con poéticas así, el temor de alguien como yo (lectora y escritora de
poesía) por que en nuestros tiempos la lírica y la poesía no encuentren lugar,
desaparece. Paz. Paz. Sin miedo ya al comprobar que aún existen seres humanos como
Ángela Álvarez Sáez capaces de hacernos visibles lo verdadero a través del
Arte, por algo llamado nuestro último refugio. Lo que siempre nos queda,
afortunadamente. Aquello para lo que siempre seremos necesarios.
(Sofía Serra, 2020)
domingo, 11 de octubre de 2020
Dos esperadas
La Espera-da
Se emborrachan las ubres
Ebrias de contenido
vital
Y de calamitoso
estrépito
Que los otros pechos
proclaman:
Manan leche jerigonza.
Metralla cubierta
De sierpe sabia,
La culebra honda,
La de la cabeza grande
Anida bajo los romeros
en flor,
Entre las piedras y el
polvo,
Pero su piel no cambia,
Su líquido curvilíneo
advierte:
Si me pisas, me defiendo
Como el sol que se
oculta
Con las manos, su
resplandor
Llagará mis palmas
Abiertas
A La Esperada.
Mientras, he construido
Pozos artesianos.