viernes, 14 de febrero de 2020

Tres poemas de amor y una fotografía



TRES POEMAS DE AMOR Y UNA FOTOGRAFÍA

Poema de amor

Nosotros somos otra cosa.
Tal vez no más que el puerto y la bahía, o, quizás, el ave fénix,
un condenado facsímil del libro de la tierra
o simplemente las gotas de lluvia
que comienzan a limpiar las aceras polvorientas de la ciudad.
Acaso una semejanza escrita
con la sangre de nuestro pulso
o con las lágrimas saladas de la alegría.
En todo caso, otra cosa.
Suspendidos del valle de nuestro acervo,
la cordillera nos queda tan cercana…
¿Quién puede dudar de lo que somos sino nosotros mismos?
Nos parecemos a aquellos gavilanes que,
desdibujados,
atraviesan el parabrisas del automóvil,
vistos y no,
y continúan volando,
como el mar bajo la ola,
que existe más allá de sus tormentas
o sus recalas sobre rocas o sobre leves
y curvadas y amplias viñas de arena.

Plantaré para que la dicha
te asome al menos una vez por semana,
sobre nuestros pechos o la muerte de lo malhadado,
pero alojaré, sembraré
quebrando nuestro vuelo
en el que giraremos rumbo al norte de la esquina,
donde los pasajeros ya no pueden vernos.
Porque nosotros, amor, somos otra cosa.
Tal vez palomas, tal vez árboles
como la encina y el tilo, tal vez,
no más, que una plaza de octubre
engalanada con farolillos de abril.
Algo así como compañeros del tiempo.

(De “Canto para esta era”)

La luz de los días (com un arbre nú)

Ya los gavilanes se sumergen
en el río de las horas.
Romper el tiempo siempre
fue lo nuestro, aunque construir
catedrales no se nos diera
bien sabemos hacer
el amor entre sus pilares
y la luz de las vidrieras y la piedra
nos tallan como flores maduras
que robustecen el estallido
de los transparentes en otoño.

Y jamás nos sonrió la suerte.
Aunque el membrillo, sí.

Ahora que los árboles se desnudan
columpio su ocaso
en tus pupilas tú me ves
como si nunca me hubieran mirado
como un árbol vestido
de pájaros azules y voces
como la suma del bien
y tu longitud de hombre libre
como un árbol desnudo
y mi latitud de mujer
como un árbol desnudo
con sus hojas
ya transparentes
somos.

(De "Solenostemon")

Poema de amor II

No necesito leer para saber qué
te duele, tu grito
es mi con-suelo no
por igual sino
por común ambos
y su-fijo de mí
y yo su-fijo de ti
como la suerte
que al fin y al cabo
, como la cola y la cabeza
de la serpiente se unen, nos
hila, nos funde sin
confusión de uno
sino tan sólo
explicación de dos.

Como los árboles juntos
de tan bosque vergel
verde y suelo de fondo
y el lucernario de las amplias.
porque la luz
es ordenada de cualquier
co-ordenado, el tiempo,
la abscisa,
nuestro compañero.

(De “En-clave de árboles”)


oOo

miércoles, 12 de febrero de 2020

Raíces y razones




Cambiar la tierra

Me canso al final del día
como si hubiera estado picando
piedras como el gallo o las gallinas.
Pero solo he estado cambiando la tierra.
¿Solo?, ¿te parece poco? Siéntate
y goza de tu hazaña. El planeta
pesa tanto como los olvidos antiguos,
recuerda tu espalda el suelo
ovillado en la carretilla de mano
y tus manos combatiendo
con las raíces de espanto, tercas
como terco el ser humano
que cambia la Tierra olvidando
su recuerdo de animal pensante
y pensado para cuidarlo todo.
Si por dios o por natura no importa
preguntas, pero exporta cansancio
de pensares negando la evidencia
del crimen cometido contra sí
y contra el orbe, la locura que nos arrebata
la conciencia de ser humano
bueno. Malo el principio
de nuestra soledad en este universo
tan viejo, la respuesta a todos los males
que nos asolan y asola este astro
sin luz propia pero con una chispa
prendiendo nuestras neuronas.
Si supiéramos, ay si supiéramos,
superaríamos nuestra congoja
de animal solo entregado
a las fauces del pozo negro
de la autoconsciencia y el razonamiento.

Razón de más para salvar
lo ni humano ni racional.
Razón para amar la sinrazón
de nuestro nacimiento y de nuestra muerte,
tan naturales como artificial
el de Humanidad es nuestro nombre.

domingo, 9 de febrero de 2020

Son agridulce



El canto del mirlo
(A mi hijo)

También por la mañana
aduce voz al silencio melódico
del campo la sonora garganta
del mirlo y su afán por gobernar
mis adentros ya algo ajados.
Perpetúa el recuerdo de la bondad
y la belleza y hasta el aroma
de las madreselvas aún sin flores.
Canta prodigando senderos
de tiempo felices, de plumas
aves sobre tus ojos libres
de espanto sobre el pasado.
Construye el mismo nido
que tú construyes caminando
por las avenidas de la vida
a tus manos, va llegando
tu suelo poblado de amaneceres
poblados de ti y tu fortuna
donde tu mente preclara
ilumina las estancias de tu presente.
A veces, al mirlo se le entiende
sin palabras, comunica el valle
de la memoria con el altozano
de futuro elevado sobre tu sonrisa
y porvenir soldado a tu corazón
tal como la mañana se une a la tarde
de mis ilusiones y la noche de mis días.
Y tú continúas caminando,
y yo te libro camino aunque no te vea,
este camino agridulce de la vida
tal como el canto del mirlo
rompe la niebla blanca
de mi ceguera iluminando
las estancias de mis lágrimas
y de mi alegría de ti.

domingo, 2 de febrero de 2020

Tres sobre este estado de derecho



Okupación

De lo que sobra se alimenta
la paja del destino, cabizbaja
la nube es atraída por el potente
imán prendiéndose en las miríadas
de hojas de las encinas, sanas mutaciones
de la pérdida, el bestiario escondido
de un amanecer nublado, las regalías
de la lluvia que ya vuelve a domeñar
los pináculos de la sequía, el polvo,
la alergia aun sin apenas polen,
yerba verde hoy retapizada
de agua ahogada en la tierra.

De nuevo también aparece mi araña,
juega al escondite de la temperatura.
Mi tamaño la calienta y gira
sobre sí misma, como el planeta:
ellas estaban antes que nosotros
aquí, como el lagarto, como los topillos,
como el mirlo, como la culebra.
De más está que pensemos
en esta tierra vaciada de hambres
como el lugar muerto
donde caer bien muerto.
Okupas somos de un jardín
donde no habitaba el hombre,
un campo vertebrado con patas
de araña y de opiliones, bacterias
escindidas de la yerba, rosarios
de orugas envueltas en boas
de terciopelo, como modelos
desfilando por la pasarela
se contornean sin hacer preguntas.
Mi araña lobo busca ovejas
en el cuarto de baño, le doy la vuelta
y vuelve a desaparecer al segundo
suelo y ante mis ojos
vuelve la sentencia:
ellas estaban aquí antes que nosotros.
Los okupas somos, okupas permitidos
por un reino de lombrices y encinas
con majestad de tierra y juicios
sumarísimos sin condenas
ni falsos testimonios. El ratón
me da la luz en la cocina, con sus ojillos
golpea el martillo: os habitamos,
ya no estáis vaciados
sino dentro. Sino extramuros
del gobierno de la injusticia.

Justicia

Mi tierra avezada me pinta las uñas,
las ramas del escaramujo baten
mi cabello que se enreda entre
las yemas de las futuras rosas,
dos combatientes a fuego de armas
tiernas y con solo dolor
de la okupa y sembradora de rosas:
por aquella que atajó mi pelo,
por aquella que se fue con su yema
brotante. Una gota de sangre
comporta justo precio por una rosa
abortada por la cabeza que le dio
asiento y nido donde antes solo cardos
grises y pasto de ovejas crecían
a salvo de mis manos. Mis manos
las cuida la tierra esmerilando
mi piel, tornasolando mis uñas,
más fundida con ella sin estar en la tumba
ni en la muerte. Esta esteticista
no cobra por embellecer
salvo mi propia carne y su pellejo:
el exacto y justo precio a cambio
que gustosa le prodigo.

Le pago.

domingo, 26 de enero de 2020

De inundaciones



La sierpe agradecida

Las manos del arroyo se extienden
como garzas rosas planeando
sobre los caminos inundados.
Su cauce, antes perdido de agua
hoy se derrocha lejano por la ribera
de los hombres, llama a los portones
cerrados como la sagrada familia
hizo hace casi dos décadas,
pero no le abren, no atienden
su súplica de inundación de sitio,
su necesidad de traspasar umbrales
de cobijo y calentar suelos insensibles.
El arroyo ahíto de colmo busca
vaciadas huestes de la vida, busca
suceder como a él le han sucedido
la lluvia anhelada, la tierra barrida,
los matojos de zarzas, las adelfas secas,
los cubos de pintura vacíos, el colchón
impuro, las bolsas de plástico voladas
desde la tienda a su barranco antes tan hueco.
Yo soy río grande, él se canta, tan inocente
huye de sí mismo entregándose a todos.
Y todos lo despiden con trompetas
llenas de miedo y carentes de paciencia.
Y se va, se pierde arroYando cada piedra
puesta en su camino. Avanza desembocando
su boca y su vientre pletóricos de barro
en la avenida donde desembocan
todas las vidas. En el mar. Atrás quedan
todas las muertes, todos los portazos,
todos los noes y hasta el ano y sus frutos
de quien solo pretendió devolver
todos los presentes prestados.
 
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