viernes, 31 de enero de 2014

Desnortado

La noche ha sido amorosa con los brotes de los rosales. La fina lluvia con que se ha vestido ha servido para cubrirlos con un cálido manto de abrigo. Todo tibio. Todo calmo. Salvo mis pensamientos que supieron llegar a su punto de ebullición necesario y justo para obligarme a saltar de la cama de madrugada.
Casi obsceno, por frío y alejado ya, me parece el recuerdo de ayer. Los cipreses volaban. No vivo en Siberia, pero la sensación térmica para alguien del sur era la misma que si estuviera allí. Tan frío su desierto silencio. Tan sonora la estampida en la huida del viento intentando alejarse del hielo del norte.
Temí por los brotes de los rosales. Pero la noche los ha protegido. A mí también. He destilado con el alambique la esencia que me construye.  He cosido con retales de colchas viejas una nueva ropa de camilla. Retales de mi vida que me explican por fin: Porque soy verdad, las farsas se derrumban nada más aparezco. Así, es comprensible tu huida. Como la del viento de un norte.

jueves, 30 de enero de 2014

Los erizos del revés

Los erizos del revés

en este mundo oscuro
hasta los invitados
pasan hambre.
(Just the wind
like the wine.)


solo el viento como el vino
que enarca las cejas de la vida,
solo el sendero de agua y conchas
que cansino se desliza
entre la raíces quietas
de los matojos abrazados
y los cañaverales abiertos
al sereno de la noche.
sólo el suplente
martiriza los erizos
volviéndolos del revés
sobre sí mismos,
sólo la roca los acoge
en sus cárcavas navajas
consolando sus desconsuelos
al viento como el vino
abriéndolos, al agua
salada. Ella sana
los sinsabores fríos
de cada púa clavada
en el interior de sus mejillas,
de sus gargantas, de sus todo
estómago solo
de carne amarilla
y viva y fe-
haciente.

martes, 28 de enero de 2014

La gema

La gema

un caer en desgracia
como una afilada cuchilla
de guillotina, rueda y saja
la pelvis de tantas pernoctas
al pie de la torre, a la vera
del manantial de la espera.
Los cañaverales rotos y
las enhiestas ingles, una hoz
desbroza el unísono canto,
la mendaz tarea de pescar
en el arroyo con las redes
de altura,
con lo que pesan,
con lo que sufren los brazos
cuando el barco aminora
su paso por mis oídos.

Porque llega la orilla.

Mi cercana aturde un misterio
hecho gema que recojo:
el cristal erosionado
de un culo o un cuello
de botella verde,
la esmeralda que el mar me regala,
la que ni en tíffanys encontraría,
la obra maestra
del Océano.

lunes, 27 de enero de 2014

El hombre con bozal

El hombre con bozal


En el acaso sabroso del barrio nuevo
tararean las perdices, ¿se perdieron?
Esta muerte de silbo bebe de los cristales. Amarga
el sostenido de los vasos con hielo
que estrellan círculos contra
las noches ajenas a las cuatro perchas,
sexo, beso, multa y ciclamen,
nos cuelgan de este cielo negro
perdido en la memoria,
que no recuerda y no recuerda
más que para agachar la cabeza y
presentar nuco a la puntilla
del suicidio en nuestras venas
de sal común. Sal. Son
nuestras las verdes praderas,
el cielo llano,
la alta meseta
donde el aire se hace cúspide,
se envalentona contra nuestras mejillas
arrebolando el sinsabor,
llagando la diferencia
se abre: a todos hiere (besaba)
creciendo en la roja semilla
de luna llena de tu boca.

¿Por qué la cerraste?

La fe

La fe

una caña y un asterisco
en la muralla,
y el manantial se abre.


y se abrió
como un reguero
sedimentando
el arco iris en el suelo,
pies para qué os quiero,
se preguntaba la pintora,
yo, alfarera en mi recuerdo
y en la estancia de la caverna,
no necesito colores ni barnices,
son mis manos las que crean
un arco iris a la medida
del hombre en la tierra
amarilla como los cabezos,
mis cabezos, las peinetas
o los arcos de mis iris,
de mis luces.

como un reguero de gozo,
como un reguero de tierra,
el amarillo suspende
mis desvelos y me hace dormir
llena de paz en la curva
de la playa tan gigante
se extiende el sol
por las arenas secas
y calientes, verdadera
huella del mar que me habla
de la vuelta y el regusto
de las olas, que saben
del retorno de todo
lo que al océano llega,
un río, un cuerpo de hombre,
un árbol, unas cenizas, las cañas,
las medusas y los sargazos
ya tapizan de verde y rojo
la orilla antes soñada,
las aguas se hacen vivas
modelando estanques
a la medida, mi medida,
de pequeña. No abarco
un mar tan grande
que desde mis ojos brota
en lágrimas como medusas
muertas. Construyo un jardín
a los pies de los cabezos,
un jardín soldado de amor
a tu pecho de hombre
bautizado como dios
por la torre que me guarda
que me guía como faro
del acervo de la verdad
y del sueño.

No necesito tener fe.
Se me da
por sí
cada día.
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.