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jueves, 28 de agosto de 2014

Poema para Agosto (poema para un cumpleaños II)

Poema para Agosto

siniestro e indoloro cautivando
el obsequio, madreperla
benevolente culminando
la hechura de la vasija
desde el barro, limo y centinelas
bajo las palmeras de este oasis
zurdo y regalado.
Las chumberas multiplican
higos verdes: este justo verano
terminará por endiosarse
con la aureola del agosto
arenoso y libre.

Y cuánto sueño duerme
bajo las ojeras de tus testículos
tan jadeantes. Ellos piensan púdicos
y sosegados por la espera
de mis manos, y no habrá
un solo vino que desechen
cuando sed a solas manen,
cuando yo te hable
del fango y de la sangre
volverán las heladas fuentes
a derretir el blanco mármol
en la verdina fresca de mi pozo,
esa luz redonda que cultiva
el agua liberando el milagro
de los panes y los peces
en el desierto.

(Sofía Serra, 2012. De "La dosis y la desmedida", trilogía "El hombre cuadrado")

lunes, 11 de agosto de 2014

Surrender

Surrender

La única revolución pendiente
es la del individuo sobre sí.
Y la única con final feliz
para el mundo.

Me comuniqué y atravesé
las medias noches del olvido de sí
o bien de mí permaneciendo
derrengada junto a las sobras del mundo.
Me recorrí aventando los solares
que quedaron quietos
como atemperadas sombras
solazando las desiertos.
Yo me participé y transgredí
la filamentosa náusea adherida
a las entretejidas togas de la memoria.

Mas eres tú y son mis ojos
y yo te diré y será
lo que tú digas.

ESO y un no siendo
fue ser poeta.
ESTO es ser
revolucionario.

Las perseidas noches

Las perseidas noches
que ni dormir me consienten.

el calor avariento duerme hombres
y adoquines, se rebela abreviando
el ritmo vital consanguíneo
y correspondiente de clara luz,
la opacidad sucede al orto,
como si el sol se hubiera consumido
y cayera el telón del escenario
sobre la esperanza.
Queda algo por hacer y no soy yo.
Descansan tranquilos
el poder del usufructo y
la menoscaba en las huertas.
La tartamudez de este verano
convive con la grave sombra
lenta y gruesa, como si el orbe
se hubiera inflado y contenido
en cláusulas de gomaespuma.
Duermen los lechos hinchados de noche
hueca, evacuan sus tripas de muelles,
vomitan el calor de látex
que suelda pieles a las aguas
saladas de las sábanas.

Se desalienta el aire inútil
de un mundo que se ha estropeado
y hemos dejado en la acera
del dominio. A salvo las barrigas
se desplazan como globos oculares
torpes y grávidos recorriendo
el curso de las descarriadas
calles, plazas y playas.

Nulos transeúntes,
oscuridad en el misterio,
negación de dioses.
No se hace el día.

viernes, 4 de julio de 2014

El temblor II (poema a mi primer recuerdo verbal)

(Recordando poemas de poemarios ya terminados. Este en concreto pertenece a "El hombre cuadrado", la tercera parte de la trilogía del mismo nombre.)


El Temblor II (poema a mi primer recuerdo verbal)
(A la Venus de Willendorf)


Con qué mando vino
y a qué fango llega
la venia bajo la que te labraron.
Si conocemos el momento,
¿te imaginas un desierto sin hombres
poblado sólo de árboles?
…Y entonces llegaron
sus pechos manando leche,
y en su barriga
crece la nueva vida
y se haga fuerte
y coma con sus dientes
y hasta ojeras tiznará
al enfrentarse a la pendiente
cuando el jefe de herida muere
por el colmillo del mamut,
o tal vez por la venenosa
espina de la acacia
que por entonces verdeaba
las arenas del sáhara.

Ni qué decir tiene ya
su vulva fue el origen
del mundo para ellos,
pobres hombres blandos
y sedientos de rascacielos
que los elevaran del frío
del suelo de la cueva.
Pero he aquí que llegó
su bonhomía temprana,
y la mujer chamana
se talló en caliza
hasta dar lugar,
o luz,
al misterio:

y si a esta piedra
y la clavo y casco
lasca a lasca
ya llegarás,
cuando se me abra
la rosa dura.

Pensó la mujer naranja
con el contraluz
de un cuerpo y durmió
con un cuerpo,
soñó, despertó
y se levantó del tálamo
de piel de alce
con un cuerpo
girado hacia el oriente
del horizonte naranja y negro
y rojo temblor:
terremoto
sopla con sus piedras,
te nombra meciendo
sus altas tundras,
te labra moviendo
tus pequeñas sábanas
te engolfa en las voces de afuera
cuando mis muslos
aún no habían engordado
con la teta, en la cuna
y desde su tierra
se cinceló la talla
de ésta no sé ya
si habla o antigua.

miércoles, 2 de julio de 2014

Poema de amor II


Poema de amor II

No necesito leer para saber qué
te duele, tu grito
es mi consuelo no
por igual sino
por común ambos
y su-fijo de mí
y yo su-fijo de ti
como la suerte
que al fin y al cabo
, como la cola y la cabeza
de la serpiente se unen, nos
hila, nos funde sin
confusión de uno
sino tan sólo
explicación de dos.

Como los árboles juntos
de tan bosque vergel
verde y suelo de fondo
y el lucernario de las amplias.
porque la luz
es ordenada de cualquier
co-ordenado, el tiempo,
la abcisa,
nuestro compañero.


sábado, 5 de abril de 2014

Practico la hablación

Practico la hablación

(ante la visión de una imagen de televisión
en la que aparecía una niña abierta de piernas
siendo sometida a la ablación)

y vuestras mudas y nudas voces arrancadas
de vuestras bocas, vuestro esófago,
vuestra tripa, mis ovarios,
vuestras roncas
y granadas
rosas
rojas
lágrimas en el pétalo siguiente,
el conspicuo
y detenido, ablatado altar de dioses,
y tu tierna guerra y tus galgas piernas
y tus manos leves blancas
ya
para nada.
para blande espada, que suturen,
que revienten sus oculares
sobre sima, sobre duda,
con mi finta, con mi sesgo,
con tu grito,
con mis manos
mataré al hijo insano
que te abla, que te blinda a ti
de ti,
a nosotras
que te hablamos,
que te hablo por mi boca,
que los ablo por sus cuellos:
Sangre para la tierra que en ella es fértil.
Sus cerebros,
para los perros.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Amor de hondos y bajos fondos

Amor de hondos y bajos fondos

Al menos sirve el querer más.
Amor de bajos fondos,
sí fue fácil:
éramos Amor.

El amor es una calleja cierra
de donde sólo se sale
con los pies multiplicados
por delante.
Nada tenía, nada me quitaron
los vendavales delinquieron
a cuchilladas juntas en cada costilla
y las ingles cercenaron buscando la general
de mi aorta acampando en nuestro vasto pecho:
entre mi frente y mis plantas
te ubiqué regurgitando mi sangre sana,
sola abasto, sola mísera la dádiva
de los periódicos y los herrajes
que sobre tu regia mente y mi cóncava cabeza
depositaban los hunos de la noche de afuera.
Vándala la risa de las ciudades y de las otras hormigas,
¡esa marabunta que nos asesinó cuando
nos atrevimos a dormir sobre los cartones
que defenestraron!... Tan generoso fue
su tirar la casa por la ventana.

Yo creo que aún andamos expiando,
callejón arriba, callejón abajo,
el crimen sin escena, sólo
por no desahuciarla, sólo
por no dejar vacía esta calleja
cierra a un lado del mundo.

jueves, 20 de marzo de 2014

El ocaso de los dioses

El ocaso de los dioses

Separado en semántica sección
de tu abrupto y cavernícola segmento,
huyes de las palabras
de tu misma osamenta,
y así, cuando desbrozas, queda
al desnudo tu abuso sobre escleróticas
sanciones, los argumentos solapados
con grapas de cobre, tu venérea boca
no articula el son con lo que te corroe,
te desarma.
Pobre hombre muerto de sí.

El mundo se deshace y tú das
oídos a la música.
Se te han adherido a la piel todas
las mieles posibles a ellas
las moscas y las pupilas azules
te señalan con bajeza de contrabajo
desafinado por el tiempo que hacía
que tus dedos no acariciaban
los tendones del hueco,
la caja de resonancia sirvió de nido
a los ratones y ahora las pavesas
de las bolsas de plástico
se esparcen cayendo
de tu estómago
a tus manos,
a tus manos que miran
a tus manos que te hunden.
Y nieva tras tu ventana en pleno mayo.

Qué pena de música fatua.
nunca sabrá que ya no concluye
ni el día atardece
la caída de tus párpados,
tanto echármela a la espalda
está arrasando con la belleza
de las puestas de sol,
allí, a media tarde,
cuando la montaña las impedía,
donde yo era infeliz
como tú, pobre hombre muerto
de hambre de gloria de amor
que no te devuelven.

lunes, 3 de marzo de 2014

La novia cadáver

La novia cadáver

No, creo que no hubo
amniocentesis.

algunos hombres y mujeres
cocean, vocean aullidos
de sus trancas y pezuñas
grises.

Caminar, tanto caminé
sobre las ortigas
como terminan los pies
en dedos de costumbre
en la yerba
y sus flecos punzantes.
Consumisteis un porvenir
de solaz indiscreto,
oculto lo más bello
ahora como siempre
trabajan los dioses.

Y yo lloro,
lloro.

ese habitante cuadrado
habla verdes por tu nuca.

Si más deseo,
avarientos jamelgos
y otros cuadrúpedos
Himalayas
como techos andróginos
donde todo es posible
en el vaso boca abajo
y la salud requerida
por tu lengua escalando
el cuello de los olvidos, timbres
del arco trilobulado que abre
son, sentido y mecha
hasta la escafandra.

he pretendido adioses
cuando sólo he casado                con mis muertos,
estas manos y tu boca
qué son sino
tan sólo
una
sola.

domingo, 2 de marzo de 2014

árbol solo

árbol solo

Hubo un lugar
sometido
a mis piernas (¿?)

tranquilamente dormito
en la espera del cuento inacabado.
solicitud y bienes acarician
mis hojas verdes, y yo, riendo,
entre los pájaros admiro mi floresta.
Tantas verdes hojas
y olor a madera,
tanta humedad
sobre el rocío con mi savia
como apacible compañera
de toda mi vida
suya ayudándome al sorteo
de los precipicios
de los juicios del leñador
y las tempestades abusivas
del mal previsto por la atmósfera,
las heladas y las hormigas
y los hábiles podadores,
y ni el amor me acuchilla
tatuando todos sus nombres
de verde puesto en vilo al filo
hasta el punto caído desde el nido
que cobijé cantando sobre el abismo
cuando el sol se me derramaba
en cada brazo, cada lentisco leñoso
o cada cruz y frío cuando
duermo silencios de desdén
o refresco de infantiles sinsabores y balanceos…
no hay penas, no hay penas
sólo de sola juventud
algo herida por el círculo
secante de la entrepierna enterrada.

Mas en este invierno
los rizomas ya adquieren
de nieve su secreto y mi savia
se concentra en los bajos
más bajos de mi canto.

se fueron hacia el otro lado
mientras yo concluyo
el Misterio sobre la tierra.

viernes, 7 de febrero de 2014

Primitiva

Primitiva

Me queda poco sobre que pensar,
un solsticio de animosos cantores
se apiña en torno a las manos
rezadoras, orantes a salvo
de la nieve que golpea
desde el abeto solo
en algunos países del norte.
Serpentean
el cuervo y la herida.

nematodos, Némesis,
frenólogos y otras lindes.

efectivamente nos quedan cuatro días.
efusivamente andan inquietos
a ese lado del mundo
los expatriados como tú y yo
quedamos solos
ante el vecino
que no se movió, no se mutó
en zíngara salvaje y tierna
del zaguán de su puerta.
y me entrenaré en sonsacarte la herida
hasta que no quede más
que albas puntas de un doméstico
desaire de geometrías
apestantes, volutas de la radioesfera
que suministran tus cabildos gozos,
esos que la penumbra sostiene
sobre mi cabeza para no destocarte,
para que siempre acontezcas
aunque yo ya muera,
aunque tú ya mueras
o ambos muramos
ojo a ojo, diente a diente,
de rabo a cola en el otro descabello,
el de las pieles rojas
y verdes.

Descombatir el desvío hueco
y absoluto dejamen
de las cosas.
Denostar aunque no te rías,
perpetrar y subsumir,
contrincar.

En rojo y verde me siento
sobre la tierra, me hundo
en el barro y camino a cuatro
suelas o lados que vuelan alto.
No necesito padres para sostenerme,
me basta el duro suelo
de tu mente y el tierno vello
de tu brazo que enciende el sol,
tú, fuliginoso hombre cuadrado
con verde nuca transparente,
eres mi auténtico amor,
con todo los inconvenientes
de mi verdadero amor,
incluido el desgarro
de mi roja pulpa.

Los goces, para los civilizados.

lunes, 20 de enero de 2014

Sólo me queda el frío (Inercia sobre el frío)

Sólo me queda el frío (Inercia sobre el frío)

Habrá que hablar algún
día claramente, digo:
tu boca de hielo hace
siglos que la conozco.
I

Desde el alba, someto.
¿Cuándo llegará el sol
en esta noche tan pálida, tan triste y tan blanca,
en esta noche tan luna a media tinta de día,
en esta noche desmesurada de esquinas
y loquios y seniles silencios
y locuacidades estériles
y cuadrúpedas cornamentas,
¿cuándo el sol, el sol, el sol,
que a todos hace iguales?
Akenatona.

Estas cosas, las de nuestras manos,
hablan así, a cántaros.
Menos cuando llueve.

Cuando llueve,
este imán en forma
precisa
de árbol de invierno
soporta la catecúmena labor.


II

No sé a cuánto se vende la estopa.
En el mercado, los habitantes
del cielo hablan con los codos.
Será que el gato,
el que avitualla
los ojos pardos de la noche,
gobernó por las esquinas redondas
con su interrogante cola
preguntando a las paredes por los ratones.
Las paredes, mudas.
Las lenguas, comidas.
Y yo ya me hice vieja.

III

No se comparan los rastros
que dejas perdidos sobre el arroyo,
las ranas beben de nuestras usuras
como las viejas que, bastón en mano,
golpean sobre el suelo gris
lo que les queda de hembras.
Aseguran el futuro de los hijos del dantesco.
Suenan trompetas doradas
como goznes oxidados,
las puertas del paraíso
cerradas abren a cal
y canto de otras voces serias,
voces rutilantes atraviesan
la melodía de los espartanos
que vinieron al mundo
sacrificando hijos.
Tu yo y el del vecino
terminaremos viviendo
en la aldea misteriosa
bajo ese culo del mundo,
ese que permanece sentado
aplastándonos.

IV

los nombres,
las sonoras luces
beben sin avergonzarnos.
¿Qué sentirá la bomba cuando estalla?
¿Qué el átomo cuando lo taladran?
¿Qué inverosímil factura de luz
revienta entre los laureles
descomprimiendo el lúcido
espanto del cristal aplastado
entre dos aires,
el de fuera y el de dentro?

¿qué descollada y discontinua enredadera
crece agitando estas hojas plegarias?

Me asomo bajo la yerba
palpitando fríos que dicen
qué será de esta senectud
ahora que me abandona.

Ah, espanto… el espanto
habita la factoría
bajo las nubes plateadas.
Ya me aviento en este hallo enhebradas
torturas bajo el símil de paz.

siempre constante,
siempre constante resbala
esta fría por el esófago
de tantas tragaderas de hielo.
el cristal hecho añicos
rompe la quietud del mutismo,
se precipitó por el único socavón,
éste que comunica el aire
con el estómago.
Aquél.

V

Cuando te combatí primero,
no dudé en ningún segundo
que me ganarías. terciaron
los días verdes y alejé la miseria
de mi cuerpo que tampoco dudó
de tu generosa victoria,
que algún día, tarde más o menos,
despellejaría la piel viva de la hoja
para dejar la carne herida
abierta al aire secándose
sin huir del vendaval
que asola sin nombre
que llevarse a la boca.

Eres el frío,
Elfrío, quien
efectivamente
me aterra,
me entierra,
me desnombra.

lunes, 30 de diciembre de 2013

La porquera

La porquera

La realidad es que de tu boca nacen margaritas, así que los cerdos disponen
de comida abundante durante mucho tiempo.

¿cómo no va armarse de amor
alguien que devana el mundo
entre almejas y bellotas,
luces y alacranes, tro-
pezón y puerta
blandiendo el alba?

soy la más creyente de los mortales.
Mi dios es mi bandera,
a imagen suya me tejió
junto a los lodazales irisados
del manantial de los cabezos
amarillos.

Exacta neocirugía
de verdes tú eres
quien yo vivo
sin sobre
saltos,
sin sobre
agudos, los bajos
inundados
paz a paz,
sin palabras.

domingo, 30 de junio de 2013

La cueva clara



Al volver del campo, las perras hibernan como un par de oseznos durante un par largo de días. Mi cuerpo tiende a lo mismo. Es lo natural. Como la osa en Nueva Biología. Pero no lo quiero. Es la querencia.
La voluntad y la inercia señalan los extremos paralelos. Me quedaría todos los domingos en el campo. Hasta siempre. Rompo la segunda y ejerzo la primera.
No descanso.
¿Hasta cuándo?
Volver para aunque sea
no tener que volver.

viernes, 24 de mayo de 2013

Avatar

Avatar

Atónitos paseantes
de la heredada,
¿de qué se compone un hueco
blanco y seco
aludido por la inerte
cuando mesura intacta,
sin roce posible,
su-primida
fe-haciente
comu-nicada
Victoria en los humedales
con el agujero de metal
por el que se va la vida
litúrgica, mitológica
y soterrada,
y el sofá, de quimiogénesis extendida
como si goma suntuosa fuera,
como si las paredes chorrearan
oro y esmaltes derretidos,
licuados metales preciosos
deviniendo en los mágicos
colores de la lluvia, el sol,
la yerba, los insectos, las flores
y la naturaleza de todo año
y geografía imaginable
desde el desierto cálido o helado
hasta estos lodos…

para estar hechos de barro,
resultamos poco moldeables,
y, aún menos, fundibles
armónica, lumínica,
humanamente
fusibles
somos.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

jueves, 23 de mayo de 2013

Primitiva

Primitiva

Me queda poco sobre que pensar,
un solsticio de animosos cantores
se apiña en torno a las manos
rezadoras, orantes a salvo
de la nieve que golpea
desde el abeto solo
en algunos países del norte.
Serpentean
el cuervo y la herida.

nematodos, Némesis,
frenólogos y otras lindes.

efectivamente nos quedan cuatro días.
efusivamente andan inquietos
a ese lado del mundo
los expatriados como tú y yo
quedamos solos
ante el vecino
que no se movió, no se mutó
en zíngara salvaje y tierna
del zaguán de su puerta.
y me entrenaré en sonsacarte la herida
hasta que no quede más
que albas puntas de un doméstico
desaire de geometrías
apestantes, volutas de la radioesfera
que suministran tus cabildos gozos,
esos que la penumbra sostiene
sobre mi cabeza para no destocarte,
para que siempre acontezcas
aunque yo ya muera,
aunque tú ya mueras
o ambos muramos
ojo a ojo, diente a diente,
de rabo a cola en el otro descabello,
el de las pieles rojas
y verdes.

Descombatir el desvío hueco
y absoluto dejamen
de las cosas.
Denostar aunque no te rías,
perpetrar y subsumir,
contrincar.

En rojo y verde me siento
sobre la tierra, me hundo
en el barro y camino a cuatro
suelas o lados que vuelan alto.
No necesito padres para sostenerme,
me basta el duro suelo
de tu mente y el tierno vello
de tu brazo que enciende el sol,
tú, fuliginoso hombre cuadrado
con verde nuca transparente,
eres mi auténtico amor,
con todo los inconvenientes
del verdadero amor,
incluido el desgarro
de mi roja pulpa.

Los goces, para los civilizados.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

sábado, 4 de mayo de 2013

El muriente

El muriente

Ante el misterio, cantar o callar.
Y me robaron el silencio
hace mucho tiempo.


Cansadas ya, las rémoras se duermen
al amanecer. Justo oriente.
Canta el mirlo cuando menos se espera,
ave nítida, tan límpido su eco.
Un acervo incita, no instiga, no
duele más, no pervierte el son.
Así que, recuperando un dios que no se oculta,
desde esta memoria hablo:
Mi pecado ha sido recuperar
el caudal de genes que mis padres,
padres nuestros, amasaron
para nuestra fortuna:
Padres y madres míos
que engendrasteis este río,
mudad la desembocadura
desde este alba al muriente,
que ya, aquí, pernocta la mañana,
que aquí, ya, transitan las corrientes,
que aquí, en cuenta abierta,
el mirlo ya canta sosteniendo
con su acústica subacuática
todo aquello que, desde las aves y los peces
que poblaron nuestros pies
allá por donde entonces
el tiempo con banco en el paraíso,
nos hizo humanos sin disimulos,
más libres en la piedra de la orilla,
más hombre erguido sobre su bípeda simiente
que ya otea el horizonte buscando la otra baya
que ya la introduce en su estómago con la mano
que más allá del árbol
fuente bebe y la digiere,
que qué árbol sino
aquél que el árbol
ya hecho leña

para candela
de la caverna.

Sofía Serra (De El muriente)

martes, 16 de abril de 2013

La cainita

La cainita
los perros mean en las esquinas.
las perras, en la tercera orilla


Yo soy la mujer perdida,
esa que avistaste en la acera
del descubrimiento.
Se apostó entre tu territorio
y el del vecino
con un delantal en el pecho
y la hojarasca tierna
acariciando sus tobillos.
Tan perdida, tan perdida era
esta mujer buena,
esta mujer de todos,
esta mujer parida
por manadas de lobos
y lechuzas hambrientas,
que abandonó su nido
para visitar tu establo,
ése que levantaste allá en la esquina
de la acera donde excretan los perros.

Y ya te llegarán días soles
con techo de invierno,
azules mantas cercarán
tu oxidado aliento de puerta
sin goznes ni cerrojos,
ordenarán a golpe de dedo
minúsculo y apéndice de tus horas revueltas
cada célula de tu pequeño
universo atomizado
en vitales secuencias de besos
al vacío, que también te oye
buscando algo que poder
amar, entregarte tú a ti
hasta la descompresión,
hasta exhibirte como pájaro plomo
traspasado por flechas interestelares, negras
y bandidas palomas comerán de tu carne
convertida en grano
que en el establo se olvide
y yo seré ala perdida
en la jaula de invierno
libre de presos.

Y esa mujer buena,
esa mujer a penas vestida
y de sexo abierto
mirará con descaro
las mentas yerbas de la esquinas,
hoy anegadas de orines
en su llanto al aire
de las frescas calles. Y las pisaré,
las pisotearé hasta borrar
toda huella de tus clavados verdes,
y compraré tu tumba arenosa
para ofrendarla al viento
lejano del huerto.
Que aquél reseque tus palmas
tristes de animal desmenuzado
y deshecho como la hojarasca
seca que, abono lleno,
cumplirá rediles, ejecutará
sentencias fértiles sin que el hombre
avieso, aquel hombre,
solicitara taquilla
o compra o venta de solares
donde quiso caer ya muerto.

Soy la mujer que sembró ciervos
a la puerta de tu establo,
soy yo, yo soy
el hombre que labró
la acera que encontraste.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
 
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