sábado, 31 de mayo de 2014

El éntasis

El éntasis

¿No os perdéis en este mundo 
de bosque ordenado
como el peristilo de un templo griego?

Hasta la bola
de tanta palabra hueca,
hueco absurdo de dicen
palabra llena de prosa
y poesía hablan los palurdos,
los jóvenes hombres
de medio pelo en la axila
de la entrepierna entre
su pensamiento — qué sabrán
de eso— y el suyo mismo.
De ese ente
profiláctico como
los condones envasan
con goma transparente,
se deslizan gimos ausentes,
¡grima! me provocan
sus sandeces, dichos
de diarios, nachos
picantes, onanismos
seglares o seniles orgasmos
en carnes letradas con bacantes
y vacantes huesos presidiarios
¡y hasta cantes! esgrimen
con pseudonombres—tú enarbolas
y a ti te hago un caso—, la casa,
mi casa sólo la cosifican
mis muertos, tus muertos,
nuestros muertos,
nuestros siempre vivos
árboles tan clásicos,
una encina, un olmo seco
o vivo, un sauce, una rosa
en su tumba, el pino
desde donde el mundo
continúa girando sin éntasis
ni chilis verdes o rojos.
la mirada del poeta sin nombre
toma nombre de estómago
de rumiante, de carnívoro,
de omnívoro que soy, te amo,
sin ser literato que no hallo
más que en la pradera
manitú o tu mano
u hombre nuevo aún
porque no te conozco
vivo eres
muerto ya
hace siglos
que eres nuestro.

Y por lo tanto mío.

Pero qué difícil, qué
difícil dar
contigo, dar-
te con-mi-
go con otros tantos
como tú,
como nadie.

jueves, 29 de mayo de 2014

La palma

La palma

Cuando digo o escribo playa
no digo o escribo playa, no
una extensión uniforme
de arena blanca y lisa ni
un mar salado en relieve
de sus pequeñas o grandes olas.
cuando nombro playa
hago así con mi mano
extendida
un todo liso en la arena
y un todo removido
como en la curva de la ola
todo plano
cuando digo playa
hago esto con mi mano
y su palma
inventa con las letras
de la palabra playa
adheridas a la piel
arena y fuente fiel
de mi mano
que ahora y en este lugar
aliso sobre el agua
del río sin cauce
ni sombra.

Un árbol al norte

Un árbol al norte
(a un hombre operado de cáncer de próstata)

Pretenderíamos quedar como esbozos
de la sedente orfandad de besos
huídos en los tiempos.
besos, besos y besos
tan ajenos ahora
como el soldado de pascua
a ramos olvida su misión,
se viste con el vellocino blanco
y ofrece su cuello al cuchillo
rojo y sangrante.

La clave está en los árboles
y en el fruto de dibujo
confundido con ciertos
hemistiquios que juntos
conforman tus pléyades neuronales,
tu río de estrellas balbucientes
se asemeja a la leche que mamaste,
blanca y pura como una olla
de amor entrante en un hueco
tan oscuro y tierno
como el vientre que me invade.
Soy jamás como mujer
una sola nada, tú, dos
nueces, la de la voz
y la de mi hambre te hacen
hombre por vida garante
de la simiente ejecutora de la suerte,
del llano, del plano y de perfil
tan escondido la raíz
que te extraen como vacían
otras raíces maternales
menos ocultas más
ausentes del amor divino,
un amor con sólo nombre
te castra de por vida y para la vida
que una sola vez nace.

La clave está en los árboles
y en las raíces que te extirpan,
¡si hasta los mismo ganglios
me hablan de los nódulos
enterrados! Pienso en los nervios,
¿serán como las auroras boreales?
Extenso calambre verde
de ráfaga de orgullo de carne
enhiesta lista y presta
para introducirse allá donde
naciste, el minúsculo retorno.
La precariedad a la intemperie
se descuelga de tu cuello,
la vuelta deshacen las manos blancas.
La asepsia nunca fue buena
compañera del hombre
y sus inmortales cirugías.

Vengarás, como a tu herida
el rojo llanto de mi humecto
corazón sonando cascabullos
de palabras dichas en mi oído
con tu susurro de nueces,
¿quieres ser para siempre?
Y para siempre asienta
la semilla suelo,
para siempre
dice la perfecta claraboya
por donde husmeo
como ratona asomada
al hueco. Veo, aun sin
apenas neuronas, ese hueco
ya tan similar al mío. Como
dos animales gemelos
nos amigamos huyendo
hacia lo que nos falta.

Como la madre da la vida,
también regala la muerte,
y su ausencia,
y tu ausencia y la mía
bajo la sombra del árbol
con frutos verdes como auroras
de otro norte.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Laissez faire, laissez passé

Laissez faire, laissez passé

Todo se confabula como una simulación concreta de la fastuosidad con que la verdad se hace inmanente nada más que nos dejemos gobernar por ella. Cierta laxitud en los hombros y en el cuello son necesarios para que el milagro suceda. Dejar hacer, dejar el campo libre de nuestros aranceles, de nuestras barreras, de nuestras ominosos condicionantes, esos alambres de espinos que interponemos entre nosotros y nuestra propia esencia. Dejar acceder a lo verdadero. O cedernos el paso para lograr llegar hasta allí.

(De El economicón)

martes, 27 de mayo de 2014

Poemas para un prólogo

Tres poemas a modo de prólogo para Nueva Biología que Juan Carlos Sánchez Sottosanto ha tenido la ¿generosidad?, esa palabra se queda corta. Para mí son tres joyas sin precio con las que mi amigo ha tenido a bien obsequiarme. Una, que es afortunada. 


A guisa de prólogo, como en los Siglos Áureos

Nueva Biología, de Sofía Jesús Serra Giráldez

I – Demiúrgica

Y Sofía Achamōth roza la rosa
que un penúltimo dios floreció en vano,
y levanta los ríos y los golfos
para mirar al otro lado, Arriba.

Pero vano es el Uno, vano el centro.
Estamos condenados a suburbios,
béticos y salobres y pampásicos,
con esa Mar Océano en cuadrícula…

Fluya el menstruo del que fluya el Demiurgo,
y fluya su insapiencia de sí mismo,
su vértigo del yo, de creerse único,

reatisbando, empero, los aromas
del pleroma locuaz. Nombre los nombres:
el enebro, la paz, el mar, el llanto.


II – Hesiódica

Qué distancia enorme del golfo gaditano
hasta la mar vinosa de Homero.
Qué distancia de estos dioses pétreos
pero húmedos de amor, pero esmerados
de honda humanidad, a los triviales
contubernios olímpicos del Gran Ciego de Quíos.
Ella no canta
con el sabor de los hexámetros primeros,
los del alba absoluta,
los del alba de Homero.
Prefiere la mañana ya crecida.
Ella canta con la dura costra,
con la maciza huella, con el duro y puro corazón agónico
del teogónico Hesíodo.
Como él, labra la tierra;
como él, los surcos, los almácigos,
las macetas, las flores, las heladas.
La Andalucía del siroco y hielo
como al otro el rincón agreste de su Hélade.
Como a él, la voz de las antiguas Helicónides,
las diosas que mienten y no mienten,
que dicen la verdad, o entre propíleos,
también la niegan descaradamente.
Eros primero y jamás penúltimo.
Las gónadas taladas de Urano.
La guerra de titanes y tifeos.
: Todo en tus versos de raíz oscura,
de sílabas partidas y deshechas
como terrones que se encuentran, otros
terrones vueltos al azadón labriego.
Fluya Sevilla universal, pretérita,
con vocación de tiempo y de planeta;
súmate, impúdica, a los rostros
tartesios, fenicios, galos, griegos,
y godos y vándalos, vikingos,
y al sarraceno de exquisita tilde,
y a las aljamas de exquisita prosa,
y a los Cetinas, los Murillos, los Velásquez,
los marranos, los quemados, los herejes,
a Casiodoro, a Cipriano, a Julianillo,
pobrecito cojuelo incinerado…
Desde esta pampa donde todo
el occidente se lee distorsionado,
recojo el puente hesiódico y de plata:
tu gran simulación de hallar la aldea,
teniendo, en cambio, prisionero el cosmos.

III – Afrodítica

A la Pandemos, a la Urania, a la Ctónica,
a la de anchos labios,
la de cinturas bamboleantes como
las olas trémulas de Chipre;
a la del goce, a la de ultratumba,
la de los lares que ama Proserpina;
a la celeste, la de la unión mística,
a todas ellas,
a toda Ella –Una- Afrodita fuiste
con tus manzanas, con tus plegarias, con
un color nuevo para el trono polícromo.

Que te ame la Diosa
como a Adonis de esquivado vuelo;
que te hiera la Diosa,
como a Adonis el cuerno
del jabalí, otra forma
de la angustia del eros;
que te sepa la tierra
labrando una vez más jardines de la Diosa
y tus versos mezclándose a sus pomas.


Juan Carlos Sánchez Sottosanto (Mayo, 2014)
 
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