domingo, 29 de agosto de 2010

En respuesta a Batania tras cruce de breves correos

Dicen que lo importante no son las respuestas sino las preguntas, y yo siempre he pensado que sólo es auténtico poeta quien provoca que los demás se las hagan. Camina Batania de noche y a escondidas sembrando poesía sobre muros y paredes, terrenos que antes sólo servían para que orinasen ciertos animales, de varias especies. Él dice que quiere ser escritor y yo digo que áun no se ha dado cuenta de que lo que emergió, con Iratxe o sin ella, más allá de cachicuernos, neorrabiosos, camisetas y otros merchandising, seguro que cuando murió su padre, es la ecoica voz de un auténtico poeta. Pocos datos tengo, pero con lo que cuento, eso colijo.
Yo dejé de tirar todo cuanto escribía a la edad de 39 años, al poco de morir mi padre, traumas añadidos aparte. Es la soledad que ningún humano desea, la no pretendida, por muy amantes de la otra que podamos ser, la que hace posible oigamos la voz del poeta diciendo: "¡Eh!, ¡que aquí estoy!".  Algunos tal vez, tengamos el oído más afinado que otros (de tísico, que siempre se ha dicho). La voz del poeta no se hace ni se aprende, quizás todos los humanos la llevemos dentro, pero sí necesita hueco por dónde salir a flote. Después, termina inundándolo todo, como un pozo del revés, riega que te riega esta costra dura de la nomenclatura.





La otra cara de sagesse

Ahora que lo pienso, conscientemente,
creo que es verdad, rara soy.
Debo ser extraña.
Nunca me propuse futuro asible
ya saben, certero, por mí posible,
lo que necesitara alguna maña
con conocimiento
sobre el medio, estrategias desarrollables
y demás ata-puercas que justamente guían
al conocer la red de cuadrículas donde se juega.
Nunca me he planteado qué quería ser,
pero hago camino siendo
lo que no sé soy y lo que los demás creo ven.
Ven, venid y decidme qué halláis
en estas palabras hiladas
en la rueca
que hace girar el motor de la lavadora,
que voy haciendo continuos,
lavados, no sé, coladas de lava seguro.
Si saber a dónde llevan sugiere destino,
ni lo sé ni me importa:
El poema camina y yo lo sigo.
Hasta muerto el volcán se comunica con el núcleo.
No sé si la vida es o mejor hay que hacerla
siendo aun sin saber qué,
el único medio a salvo del miedo
jugando con lo que Batania
tan bellamente clama.
Creo, en fin, el poema es ser de vivirlo
siendo
el hacer lo que uno quiera por escribirlo.


Sofía Serra, 28 agosto 2010

viernes, 27 de agosto de 2010

La muerte de Afrodita




La muerte de Afrodita


Dejo de mirar la puerta por donde llego./
Hoy ya sí, años tras la espalda./
Espero, pero otra espera…/
Cambio huerto por una fuente,/
mudo tierra a otros cielos./
Hoy navego surcando los mares/
aéreos cruzados por los vientos que/
en tu boca pronuncian mi nombre./
Porque rauda, rauda soy,/
lejana ya de mis raíces quietas,/
cercana ya, momento a momento/
de lo que llaman/
sueño, quimera, mentira, utopía,/
qué más da,/
y yo sólo puedo nombrar como cierto./
Mas de mi memoria me perdí,/
subsumí haciendo mía esta patria de presente./
Renuncio a mí misma por todo lo que fui./
Tú, desconocido de orilla,/
mira bien esta lengua, y estas letras,/
ya cansadas de tanto lamer la costra tan dura-dura como la nomenclatura/
que conforman,/
no desdeñes palabras que de estas yemas nacen./
¿Los espárragos?,/
ellos lo tienen fácil: se-lo-hacen-to-do. Se lo hacen./
En la sombra vivo feliz, vivo calma y vivo vida./
En la sombra, pero no a escondidas.


Son mis parasoles los que abro,/
son mis manos las que se yerguen creando propia sombra junto al laurel/
del adormecido sino./
Aquí, junto a la fuente, agua fresca vierto en sus labios celestes/
con celo sobre su aliento. Agua que bebe/
agranda mis cauces internos,/
mi gruta caliente, este huerto/
donde puede cultivar hasta en pleno invierno./
Las humedades recreo con estas carnes salubres,/
estampida de la espuma sobre la sal marina que se crece, se crece como regente de la ola que se hace grande,/
más grande mientras más se acerca a la orilla,/
algas… algo de yerba/
que se me queda prendida en el pelo./
Son recuerdos./
Retozar sobre cementerios/
siempre conquistó albas de la muerte en vida:/
¡ay, la sal!,/
sal de mis amores y de tus olas, ¡sal huyendo!/
Ola mía, ola brava, ola tuya,/
salina ola, ¡no claudiques!,/
arremete y sigue muriendo./
Tumba dicha rubia arena,/
tumba agosto dicho sal, ¡sal!,/
tumba cercas, atraca tumbas,/
tumba vida, vive tuya y dame, dame ya tu buena muerte./

Sofía Serra, Agosto 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

Tres eran tres las potencias de sagesse

Son tres fotografías "antiguas" sobre las que probablemente trabajaré para portada de novela que publicará Bohodón próximamente, unas fotografías que quedaron especialmente grabadas en mi retina interior. No quiero perderlas, las subo tal cual las preparé en su momento, año 2006. Parece que en este cajón abierto de la red pudieran quedar más a salvo que en ningún lado.
Los versillos los he escrito por acompañarlas. La cuarta fotografía es retrato de la "muda".
;)









Sagesse nunca habla
sagesse nunca canta
sagesse vino al mundo sin tesitura.
Ayer me sopló unos versos,
sagesse,
hoy me visten como plumas
que al viento,
sagesse,
el viento se las llevaría
si no fuera por mi canto.
Pierde sagesse el suyo.
Yo vuelo bajo el suelo.
ajena.

Hoy canta la muda ahora que nadie la escucha:

No vivo por hablar,
ni hablo por cantar.
Si canto es porque sé,
si sé es porque viví,
si vivo es por amar.

Sagesse es la muda.


lunes, 23 de agosto de 2010

La canción del guindo en flor



La canción del guindo en flor

Cascarón de amor./
Cascarón de un huevo partido en dos/
colmo de la desventura o la suerte fecunda./
Pero, si no vuelvo a ti, no encuentro paz./
¿Qué será de lo que abasteces a esta pobre lluvia?/
¿Eres suelo a dónde llego?, ¿eres cielo de dónde vengo?/
Escurre por las esquinas de esta pradera/
la perplejidad:/
No más celaje de medio suelo./
Saltan bravas las gotas sobre la dura tierra de Agosto,/
las metonimias/
acompañan al viento/
que ya ni espigas que tumbar encuentra./


Y yo te canté, yo te canté allá por mi muerte./
Mas no te enterré conmigo./


A la suerte y al rondó que tararea tu sonrisa,/
gobierna el azul del verde estío en las rojas cerezas./
Yo sembré un guindo que descaminaba el ámbito de las estaciones,/
yo lo sembré, según me dijo./
Hoy mis dedos acarician yema a yema sus blancas flores/
que destilan gotas/
que ayer soñé sudabas:/
no duelas más, pajarillo mío, que si vuelas es porque estás vivo./


Ésta es mi vida,/
ésta mi suerte, ésta mi hora./
Ésta es mi brisa, éste es mi viento./
No quiero sueños ni futuros,/
mi yunque-yunta-yugo se han escindido/
de esta tierna célula./
Camino a cuatro patas/
olfateando el aroma de la muda humedad desde acá,/
mi estómago adaptado a la curva amistosa de la tierra./
Zahorí desde mi ombligo, me doy la vuelta y me tumbo/
de rostro al cielo:/
no quiero más,/
no quiero más que lo que soy,/
esta flor más entre las flores,/
esta yerba más verde,/
esta espiga rubia más harina,/
este cuerpo humano más amable. Tan en paz./


Y no más/
que decir salvo que mis propios ojos/
no son dos estrellas fugaces./
Brisa que te vi, brisa me devuelves al cielo, al cielo,/
y ya llego a tu corola, flor de mayo./
Desde este suelo duelo, canto, vivo y río por todos lo que han muerto/
queriendo quedar callados./


Que no se confunda,/
que no se dispense suerte de grave poesía tierna o leve./
Este universal navío no tiende amarras/
a las hojas puerto del muelle calendario./
Sembré un guindo que florece todo el año;/
sus frutos llenan ahora mis cestas./
Cerca del tiempo las palomas se posan:/
No temen al equilibrio de la muerte./

Sofía Serra, Agosto 2010
 
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