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domingo, 10 de marzo de 2013

En la soledad (Poema de Francisco Bejarano)


EN LA SOLEDAD

LA tarde azul y las rememoranzas
parecen vivas en la paz presente
y es momento sereno el que estas horas
al declinar, hasta morir, me ofrecen.

Mirando el sol en lejanía pienso
si pude ser feliz, pero al perderse
los últimos destellos he sentido
que la luz la he perdido para siempre.

Si fugaz el amor, más frágil vida
he de vivir con él, sin él. Y siente
mi corazón en el ocaso, solo,
que al morir de tristeza resplandece.

(Francisco Bejarano, De "Las tardes" (1982-88). Un juego peligroso (Antología poética, 1977-2002). La Isla de Siltolá. 2011.)

lunes, 4 de marzo de 2013

Caín: textos para un invierno


[...]
CAÍN: Habla igual
que un dios.
ADA: Y la serpiente, más mentía.
LUCIFER: ¡No es verdad, Ada! ¿No era aquel el árbol
de la sabiduría?
ADA: Sí, lo era... para nuestra desdicha.
LUCIFER: Y aún así, esa desdicha es la sabiduría: así que
no mintió.
Y si os traicionó fue con la verdad,
y la verdad no puede, por propia esencia, ser
sino buena.
ADA: Todo lo que sabemos
es que nos ha traído un mal tras otro, la expulsión del hogar,
el temor, el trabajo, el sudor, la dureza,
la contrición por todo lo que fue, la esperanza
por lo que no será. No sigas a ese espíritu!
resignate, Caín, a estos padecimientos. [...]

(Caín. Lord Byron. Traducción de José Luis Piquero. Isla de Siltolá, 2011)

jueves, 28 de febrero de 2013

Andalucía (poema de Antonio Hernández Ramírez)

Andalucía

Me quedé en ella porque era hermosa
y necesitaba su alegría. Nunca
se puede ocultar al corazón
lo que han visto los ojos. Nunca
la alegría al canto. Repetidamente
fui viviendo en sus cosas y aprendí
por los ríos, el amor; por un pájaro,
el desvelo en la paz; por las nubes ligeras,
la forma de vitarme algún recuerdo.
Todo estaba limpio por sus tierras.
Hasta los pobres, en vez de dolor,
se una seguridad insuficiente hablaban.
Hasta los jornaleros, en vez de justicia,
resignación decían. Era un modo
de ahuyentar la tristeza. Se conformaban
con los que le venía desde arriba,
y con un cante que nació en las raíces
de su pena y fue extendiéndose a las ramas
del mundo, como al amanecer la luz.
Cada día iba aprendiendo más: que el vivir
no es un ave que pasa, sino un pozo
que queda allí para el que necesite beber,
que el llevar una tierra clavada en las entrañas
vale más que haber pisado un continente entero,
que morir por los brazos de una madre
es la gran solución para santificarse.

Andalucía era limpia, y por eso
al renacer en ella, al darme cuenta
que no solo de fiestas se trataba,
defendí su ilusión de más de mil dolores,
apoyé a la alegría cuando enmascaraba la tristeza,
robé a todo lo hermoso cuanto pudo mi amor.
No. No era un vino o una guitarra la escena.
Era lo que quedaba dentro de cada uno oculto,
la alegría quizá, que le costaba sangre
a aquellas tierras de secanos cuando
un campesino alzaba como un Dios
su ronquido total, su enorme queja,
su gran desolación vestida de colores.


Antonio Hernández Ramírez (1943)
Poesía de la luz [Desde Puerto real). La isla de Siltolá. Sevilla. 2012
 
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