Te tarareo desde que me recuerdo (y me recuerdo desde que tenía meses), te canté por dentro durante mi adolescencia, me sorprendiste volviendo a mis engramas musicales durante los inicios de la edad esa que llaman adulta y ya, en plena madurez, te descubrí cantada (¡y bailada!) por esta joya de mujer. Cuando vuelves a mí, cuando me despierto y al cabo de las horas apareces en los ritmos y melodías de mi mente, entonces descubro que sigo siendo la misma: corazón contento. Yo doy gracias a la vida por ser como soy, saber vivir las penas y las alegrías que ella nos regala (porque todas son privilegios que se nos conceden), y sobre todo por no saber desperdiciar ni un segundo de vida. Quien pena esgrimiendo razones, vive limitándose, y lo que es el gran pecado, vive limitando a la vida (inútilmente, por otro lado, esfuerzos vanos).
(Creo que es la segunda o tercera vez que la comparto en este blog. Siempre vuelve. ¡Que conste, es mi video preferido de toda la puñetera internet!... ah, y daría lo que fuera por poder bailarla como ella ;))
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