La Peregrina es una preciosa joya revista dedicada a la difusión literaria y artística en general editada y dirigida por
Carmen Karin Aldrey, a quien ya presenté
aquí. Ella ha tenido la generosidad de seleccionar
algunos poemas de mi autoría para hacerles un hueco en la edición de esta temporada, y hasta me ha regalado con la inclusión de una de mis fotografías para la
portada de esta entrega. Ni yo misma sabía cuál iba a elegir y ni por la cabeza se me pasó que pudiera ser una de esa serie. Ayer me confortó encontrarla. La serie a la que pertenece me recuerda un paisaje limpio tras el paso de una tormenta con lluvia, los verdes brillantes del campo en primavera y la fortaleza de la sensatez del canto de alguien al que yo llamaba loco como el de la colina de los beatles por sabio que era a su corta edad.
Karin Aldrey tiene una peculiar forma de hacer, peculiar por nada común, que a mí me conforta mucho, un hacer con esa sabiduría que proviene de una mirada de paz sobre las cosas, una congruencia espontánea tan difícil de hallar hoy en día, una hechura en rima con sus sentimientos y sus pensamientos que hace que lo que de sus manos nazca siempre sea fructífero.
Recomiendo encarecidamente esta revista joya, es decir, con toda mi querencia, o sea, con todas mis neuronas cerebrales y cardiales.
Independientemente de lo que una escriba, se encuentran allá una selección de poemas y textos (en español y otros en inglés) de otros muchos autores, la mayoría con una trayectoria mucho más asentada que la mía por lo que he podido leer, y de por sí poseedores de una alta calidad literaria.
Pero
éste aparte para acceder a la lectura de un poema escrito por Karin que se incluye en el mismo número. Ahora mismo lo acabo de encontrar y leer y me ha encantado. Esta mujer tiene la habilidad de siempre depararme agradables sorpresas.