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martes, 1 de diciembre de 2015

Me acompaña (II)



Golfo de mar con gran fortuna airado
se puede comparar la vida mía:
van las ondas do el viento las envía,
y las de mi vivir do quiere el hado.

No hallan suelo al golfo, ni hallado
será cabo jamás en mi porfía;
en el golfo hay mil monstruos que el mar cría;
mi recelo mil monstruos ha criado.

En el mar guía el Norte, a mí una estrella;
nadie se fía del mar, de nada fío;
vase allí con temor, yo temoroso;

por mí cuidados van, naves por ella;
y si en algo difiere el vivir mío,
es que se aplaca el mar; yo no reposo.

(Gutierre de Cetina)


Gutierre de Cetina, poeta del Renacimiento español. Begoña López Bueno.
Sevilla, 1978.

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jueves, 4 de julio de 2013

Al río Betis (Gutierre de Cetina)



Al río Betis

Betis, rio famoso, amado padre,
Que con paso tardío
Haces tu curso al mar acostumbrado,
Mientra así oscura está la antigua madre;
Oye en el canto mío
Las quejas de un pastor desventurado,
De un hijo que algún tiempo ha celebrado
(A pesar del grosero y bajo estilo)
del Indo al Tago y del Danubio al Nilo.
Oye pues mi pesar, mi desconsuelo,
Mi temor y mi recelo;
Lleve consigo el viento embravecido
La memoria del mal fiero, rabioso,
Y mientras dura el son de mi gemido,
Llora padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lágrimas van vayan las mías.

Lleve el viento la voz, como se lleva
La mísera esperanza;
El llanto lleva tú, y el sentimiento
Quede solo conmigo, y haga prueba
Si la desconfianza
Pudiese destruirme el sufrimiento.
Mas ¡ay! Que este vencido pensamiento
La fuerza de mi fe, la del deseo,
Lo rehacen de nuevo y lo levantan
Cuando los males más, más me quebrantan
(Haciendo del sentido otro Anteo).
A todo cuanto veo,
Los ganados, las yerbas y las fuentes,
A todos soy molesto y enojoso
A las fieras, al cielo y a las gentes.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías
Do tus lágrimas van vayan las mías.

No quiero perder tiempo en recontarte
Mis pasados ardores;
No pienso recitar viejas historias.
Estas riberas pueden acordarse,
Tus ninfas, tus pastores,
Di mi perdido bien tristes memorias.
Los vencimientos sabes, las victorias
Que Amor hubo de mí, yo de él he habido;
Mas no son estos causa de este llanto;
No fue entonces el mal tan grave
cuanto fue la alteza del bien no merecido
El haberlo perdido,
Y el acordarme de él, sin él agora,
Me hacen de la muerte deseoso;
Pero mientra su daño el alma llora,
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Dos tus lagrimas van vayan las mías.

Bien sé que deste mal la mayor culpa
Querrás atribuirme,
Porque estando tan bien osé mudarme;
Mas si aquella beldad no me disculpa,
Que pudo destruirme,
Baste el hado cruel para excusarme.
No me valió el huir, no el alejarme,
No aprovechó el discurso y la cordura;
No el hacerme yo fuerza resistiendo;
Todo lo fue gastando y deshaciendo
De Amarílida el trato y la blandura.
Quiso mi desventura
Ponerme nuevo yugo
Tan fácil al principio y tan sabroso
Cuanto ha sido después pesado y grave.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lágrimas van vayan las mías.

Contento de mi suerte tal cual era
Por no andar peregrino
Buscando mejor pasto a mi ganado,
Pasaba yo mi vida en tu ribera,
Cuando nuevo camino
Para nuevo pesar me mostró el hado.
De la bella Amarílida avisado
Fui que el amado río atrás dejaba
Libre de sujeción, y que quería
Mudar patria, costumbre y fantasía,
Do lo cual me juró que se alejaba
Por ver que se acercaba
A tus hermosas ondas, do tenerme
Cerca de sí quería y con reposo,
Segura para siempre de perderme.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lágrimas van vayan las mías.

¡Cuántas veces la vi certificarme
Que dejaba aquel río,
Y el Tago, do vivir también podía,
Por tenerme más cerca y por tratarme,
Porque el ganado mío
Gozase su pastor siquiera un día!
Jurar la vi también que ya tenía
De Pisuerga tan libres los cuidados,
Que no dejaba atrás rastro ninguno;
Que deseaba ver paciendo en uno,
Por tus riberas andar nuestros ganados.
Los ardores pasados
Veníamos mil veces acordando
Por hacer el camino más sabroso.
¿Para qué mi dolor voy relatando?
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lágrimas van vayan las mías.

¡Ay, Dios! Si me durara aquel camino
Cuanto dura la vida,
O la vida con él se me acabara;
Si de un trato tan blando y tan continuo
Huia de dar caída
¡Pluguiera a Dios que nunca lo gustara!
Mas, ¿quién creyera tal, quién lo pensara,
Viéndose así tratar tan blandamente?
Quién se vio como yo que no creyese
Que tal contentamiento eterno fuese,
Siendo eterno el autor que el alma siente?
¿Cuál piadoso bosque o fuente
Vimos en el pasar que no haya sido
Castigo de mi bien? ¡Ay qué rabioso
Es el recuerdo, Amor, del bien perdido!
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lágrimas van vayan las mías.

Pisuerga sabe bien que fue testigo
De mi dolor primero,
Si de todo mi mal recibe el pago;
Y si fuere mayor del mal que digo,
También lo sabe Duero.
Tormes lo sabe bien, sábelo Tago,
Que la vieron pasar. ¿Con cuál halago
Me regaló viniendo ora por verte?
Y aún tú, Betis, también viste una parte
De mi felicidad, mientra con arte
Simulaba el engaño de mi muerte.
Pues quien tan buena suerte
Perdió viéndose tal, sin ella agora,
Mira si con razón vive quejoso
Del cielo, del amor de su pastora.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías
Do tus lágrimas van vayan las mías.

No descubrió en llegando las cautelas
Que agora ha descubierto
Por abrasarme más, por encenderme;
Más atenta a pacer sus ovejuelas,
Con mañoso concierto
Se comenzó a tratar y a entretenerme;
Ni mostraba soltarme
Ni dar vida a mi mal ni nueva muerte.
Cuando estaba más blanda y cuando dura,
Yo, que andaba engañado en mi locura,
Todo lo atribuía a la buena suerte;
El nudo estrecho y fuerte,
Que sólo entre los dos ligó Himeneo,
Y en verme en posesión, menos cuidoso
Me hicieron del daño que hora veo.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías,
Do tus lagrimas van vayan las mías.

Agora ni me trata ni entretiene
Ni mi vivir le agrada,
Antes huye de mí como de fiera;
Y si donde yo estoy acaso viene
Se muestra tan trocada
Que no parece ser la que antes era.
No la puedo entender ni sé qué quiera;
Lo mesmo que me hiela, eso me enciende,
Y lo que más me ofende
Es no saber de qué se satisface.
Eso es pues el dolor fiero, rabioso,
Que en llanto me consume y me deshace.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías
Do tus lágrimas van vayan las mías.

Betis, río famoso,
Recibe esta canción en tus honduras,
Y mientras lloro aquí mis desventuras.
Llora, padre piadoso,
Y si el tributo usado al mar envías
Do tus lagrimas van vayan las mías.

(Gutierre de Cetina)

Esta entrada fue publicada por primera vez en "La fuente" el 18 de Junio de 2012.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Canción a la Esperanza (Gutierre de Cetina)

Dejé a Cetina listo para sacarlo en blogger, en aquel frustrado proyecto de una editorial sobre este soporte. Hoy lo reabro para mis ojos, pero algo me sigue diciendo que es mejor dejarlo tal como está acurrucado en mis brazos. Me sigue partiendo el alma cuando le canta a la esperanza, ¿cómo es posible en autor de tan católica época lance esas andanadas tan dolorosas, tan resentidas sobre una de las virtudes teologales? La Sevilla en la que el vivió no es la que todos (mal)conocen. Hay una Sevilla mística y existencialista, estoica y lírica a la vez, profundamente reflexiva e interiorizante. Una en la que la emoción y la razón se unen para poder hacer factible creación. Una que logró conectar con el hombre de todos los tiempos. Una que continuó lográndolo. Una que sigue haciéndolo. Esa es la esencia de Sevilla, como el río sin sombra ni cauce.
Esa es la Sevilla que yo conozco y a mí me hace.
Los versos de Cetina me siguen sorprendiendo (y llenando) por su contemporaneidad, por la queja íntima y sincera que transmiten, por la auténtica re-flexión de la que parten.

A la esperanza

¡Ay, mísera esperanza!
¿Qué me aprovecha andar desvanecido
Contra toda razón, sin fundamento,
Haciendo confianza
De cosas do jamás certeza ha habido,
Engañando al cuitado entendimiento?
¡Tristes torres de viento,
Cuán cerca llega vuestra caída,
Pues yo no puedo esperar ni quiero vida!

¡Esperanza engañosa,
Que con promesas falsas, aparentes,
Me has tenido suspenso, embarazado!
¡Ay, alma deseosa
De salir ya de mil inconvenientes!
¿No es tiempo que se acabe este cuidado?
¡Ay, cuán desengañado
Está quien sabe bien que es mal que espere
El que por menos mal la muerte quiere!

¿Esperanza perdida!
¿Qué me puedes poner delante ahora?
Qué te puede quedar ya por mostrarme,
Si yo no quiero vida
Que cuanto dura más, más empeora?
¿Piensas me la alargar para matarme?
¡Ay! Que no hay que mostrarme
Razones mal fundadas; que es locura
Hablar de vida al que morir procura.

¡Ay, esperanza incierta!
¡Cuánto fuera menor mi desventura
Si razón de esperara jamás tuviera!
Viera mi duda cierta;
Y pues no basta amor do no hay ventura,
Con mi fortuna el desear me diera,
¡Ay, cuánto mejor fuera
Que la razón del esperar faltara,
Y en lugar de esperar, desesperara!

¡Ay, esperanza loca!
En fuerza de tu fe solo pensabas
Salvarte de un engaño que así engaña.
Ya la vida se apoca;
Que aquel mismo manjar que antes le dabas
De su pasado error la desengaña.
¡Ay, pena fiera extraña!
¿Qué puedes hacer ya para dañarme
ni para entretenerme ni engañarme?

¡Esperanza traidora!
Debajo de amistad me has engañado;
Súfrese pues perder sobre seguro,
Si mi mal no mejora.
Ni lo sufre un dolor de tal cuidado.
¿Cómo tarda el morir pues lo procuro?
¡Ay, hado triste y duro!
Que es el mismo morir quien me entretiene,
Porque donde hay vivir muerte no viene.

¡Esperanza grosera,
De seso falta, falta de experiencia!
¿Sobre qué estribas ya, qué te sustenta,
Vida rabiosa y fiera?
Acábame a lo menos la paciencia;
Ya que acabaste tú, no se consienta.
¡Ay, peligrosa afrenta!
Si la esperanza ha visto el desengaño,
¿Qué puede ya esperar sino mas daño?

¡Esperanza cuitada!
¡Ay, si supieses bien cuán caro cuesta
El manjar del que vives trabajoso!
¡Cuánto más descansada
Te sería una muerte alegre y presta
Que un vivir tan cansado y enojoso!
¡Ay, último reposo,
No se dilate más nuestra partida.
Que al que se ha morir, muerte le es vida!

Canción, permite el cielo
Que sea esta del cisne; y pues alcanza
Dé cuenta mi dolor a la esperanza,
Alcance ya el recelo
Que se acabe el vivir y el desconsuelo.

(Gutierre de Cetina)

martes, 10 de julio de 2012

Filo-Sofía vs Poesía y Política (I, II y III)

Filo-Sofía vs Poesía y Política

I

Cuatro años mal contados con un blog dedicado a la Poesía en el 99% de sus entradas y resulta que las más leídas son, aparte de esas cuyos títulos remiten al morbo (Vampiros, Una animalada más , sexo humano, blog de crítica feroz, etc), las que hablan de política.
Tal vez si me hubiera dedicado a ella, tal como mi padre me sugería mil y un millón de veces, habría conseguido que en el respectivo blog, caso de que ese tipo de vida me hubiera permitido llevarlo adelante, las entradas más visitadas fueran las que incorporaban poemas. “Afíliate al PSOE”, me decía una y otra vez, cuando ya había elegido estudiar Historia en vez de Derecho como todo el mundo presuponía, yo incluida. “¡Que no, papá, que no me vendo!, ¡¡que yo no me vendo!!”. Conseguía sacarlo de sus casillas (tampoco habría que esforzarse demasiado, todo sea dicho). Lo que no llegaba a atisbar, ni yo tampoco, era que poéticamente también estaba diciendo una verdad como un templo. No es que no me vendiera, ¡es que no sabía hacerlo!, lo cual ha sido la nota dominante en el concierto, creo  que de tintes dodecafónicos, de mi vida. Sigo sin saberlo hacer, venderme, o sea, según términos del marketing, promocionarme.
La sensación de no estar nunca en el sitio adecuado, o en el lugar donde te sitúa la mirada del otro es una constante en mi vida. Yo no he ido a contracorriente, sólo a corriente de mi alma, de mi pensamiento y de mis sentimientos. Claro que al parecer son justo los contrarios a los convenientes para una mayoría que más se esfuerza cada día en dejar de pensar libremente. Perdón, quiero decir en intentar que el otro deje de hacerlo.

El contrapelo sólo duele al que lo padece. Por eso odio las caricias en el lomo. Me producen un repelús que asusta. Y urticaria insoportable. La de las ortigas son bálsamo comparadas con ella.

La poesía ha marcado mi vida, intentar hacerle hueco a la belleza y a la justicia, en la letra y en los actos, la poesía ha hecho mi vida, o yo he hecho la mía a través de ella, y la gente lee las cuatro migajas que tengo publicadas sobre política, unas escritas violentada por el miedo que la actitud de algunos colegas me han provocado por estos andurriales y otras escritas tan serena y objetivamente como mi formación como historiadora y la confianza en el buen entendimiento de otros colegas me capacita.
Me pregunto si no es hora ya de mandar a tomar viento todo mi decir poético, de limitarme a decir políticamente este por ejemplo: podéis iros a freír los espárragos. Dejadme cultivarlos en paz, me da igual si luego no sabéis coméroslos.

II

Gutierre de Cetina y el honor
O Gutierre de Cetina y el deshonor
De la "poesía".

La política haciendo razzia seca y cuerda sobre la obra de un poeta. Si Fernando de Herrera hubiera sido poeta (así ha pasado a la historia, pero yo me niego a contemplarlo como tal, es un erudito, es un crítico, es un estudioso y es un versificador), habría que meterlo en el saco de los genocidas como el más sanguinario de sus congéneres (¿hay alguno menos?). Esto es lo que sucede cuando el poeta sesga, pervierte la poesía.

Y en este sinvivir, en este camino sordo y lento, desastrosamente lento de la justicia, te apagaron todas las luces de tus candelabros. Canta el poeta la medida entre la luz y la poesía y llega el ronco bramido de la bestia para ahuyentar la música de lo verdadero.

Tenemos a Cetina por un lado, componiendo, argumentando vida y obra, entrelazando su tiempo con su alma y logrando dejar por escrito para admiración y conocimiento de generaciones futuras el verdadero latir del espíritu humano. Llega el crítico tras su muerte, el “poeta” y el crítico y le asesta el navajazo por la espalda a su corpus poético. A partir de entonces la obra de un poeta se olvida casi por completo.

Un poeta que compuso más de 200 sonetos pasa a la historia por un madrigal, un cortito y hasta ridículo poema, un madrigal que por muy bonito que digan que es, yo lo sigo viendo de una insulsez que me exaspera. Cetina era un erasmista. Una lectura detenida de la larga lista de sus sonetos transparenta el espíritu de ese hombre y su evolución hasta el desencanto. Con Fernando de Herrera entra el espíritu contrarreformista en la “poética” (¿política?) de las cosas (con la Iglesia y sus lacayos hemos topado), se confunde poesía con política, a sabiendas, teníamos un rey que “mucho” sabía por entonces de una y otra, de Arte, con los desnudos de las Venus ticianescas en su salita privada, y de “política”, abanderándose en la doctrina del concilio religioso trentino. Llega el rey que tanto sabía, y zas, el rebane, el navajazo, el cercene. En resumen, la injusticia sobre toda una obra y por tanto sobre toda una figura literaria.

El poeta que usa los recursos de la poesía para hacer política pervierte el sentido de la poesía, el poeta que usa su capacidad para subvertir añadiéndole un “pre-para” que rinde honores a lo que está situado justo enfrente de la poesía, o sea, la política. En vez de subvertir, pervierte. A sabiendas.

Al político que utiliza los recursos de la poesía en su trabajo, de hecho, hasta se le mete en la cárcel cuando los tribunales consiguen dar con él y juzgarlo. Pervierte pensando que ordena. Hasta cierto punto es más inocente que el poeta, porque lo hace sin tergiversar su oficio. Su oficio se limita a intentar ordenar la costra de la nomenclatura a su antojo: el dictador, el monarca absolutista, el imperator.
El oficio del Poeta es intentar hacerle hueco a la Belleza = Justicia, abrir camino a la esencia de las cosas, a lo verdadero, para que aflore en esta costra dura de la nomenclatura en forma de obra de Arte.
El Poeta puesto al servicio de la política no tiene perdón y su condena eterna debería ser la pérdida de todos sus dones.

La poesía es más poderosa que la política. Por eso los poetas debemos ser indulgentes con los políticos. Indulgentes. Estar por encima de ellos. Y no olvidar que la sociedad necesita un orden en esta costra dura de la nomenclatura. Porque el caos aquí sólo debe aparecer en forma de obra de Arte. Para eso existe el Arte. Si el caos llega sin forma artística a esta costra, se produce la hecatombe. Eso es lo que hay que enseñar.

Cuando todos sepamos hacer Arte llegará el gobierno universal.

Al César lo que es del César, a dios lo que es de dios, o God. Al menos hasta que ambos mueran (Nietzsche se adelantó, se precipitó, digamos que corrió demasiado por delante).

III

La culpa de todo la tiene Platón, por quitarle al Poeta el mando de la república, al que en un primer momento de su pensamiento se lo había dado, y pasárselo al “sabio”, al filósofo. La culpa de todo la tiene él por rectificar, por desdecirse; en resumen, por sabio. Las nomenclaturas, malditas nomenclaturas siempre. Un poeta siempre termina sabiendo. Comienza en la duda pre-poema y termina cuando el poema le hace saber. Lo mismo se trata tan sólo de un problema de traducciones.

Pero aquí estamos tirándonos los trastos a la cabeza todavía por defender una postura u otra, o peor aún, perdiendo el tiempo pensando en qué diferencia hay entre uno y otro, que no es lo mismo ser un poeta filósofo que un filósofo poeta, yo conmigo misma, perdiéndolo, en vez de dedicarme a mis labores.

El problema es que hoy en día la mayoría de los que se autonombran como poetas son filósofos. A ellos no me importaría concederle el gobierno de la república. Pero a otros no, a otros no. Su gusto por ignorar al ajeno a sí me hace temblar sólo de pensar en cómo llevarían a la práctica el “canto” una vez en el poder.

Y el otro gran problema es que la mayoría de los que salen elegidos como cargos políticos tiene más formación “poética” que política. Birlan, burlan, perdón, metaforizan y (tergi)versan.

Yo no soy poeta como bien puede leerse en el buzón del cuarto claro. Yo soy ama de casa, que no es más que el escalafón más básico del oficio de político, alguien que se dedica a velar por el buen convivir de todos, o a intentarlo. O sea, soy una política.

Pero no imagino cómo habría podido desempeñar mi trabajo si no es porque la poesía y la filosofía me han acompañado. Ni en sueños, vaya.

A lo mejor por esto no me gusta que se generalice sobre los políticos; es que yo lo soy, y repito, no sé cómo habría podido dedicarme a mis labores sin la presencia de la Poesía y la Filosofía. Ni en sueños, vaya, re-itero.



viernes, 18 de noviembre de 2011

A la aurora (Gutierre de Cetina)

A la aurora


Horas alegres que pasáis volando
porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tan dulce afrenta
el triste despedir me vas mostrando;


importuno reloj que, apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;


gallo que mi pesar has denunciado,
lucero que mi luz va oscureciendo,
y tú, mal sosegada y moza aurora,


si en vos cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera un hora.


Gutierre de Cetina (1520/ 1557)
 
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