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lunes, 16 de diciembre de 2019

C@lores de otoño




La sangre de las piedras

Y rojas las hojas de la parra
recuerdan su líquida y animalista
alma, la sangre de las piedras
bebe la planta para no morir
de frío, que la tierra no la olvide
durante el invierno,
aquella la mantiene erguida
aunque caiga por su leve peso
a través del más liviano aire
que la sostiene.
Claro el vino que la alimenta,
claro el horizonte pleno
de fotografías de insectos,
el cine mudo con banda sonora
de traficantes de seda y artífices
del oro, el crisol de los sueños
amamantados por el sol, que ya es ama de cría.
Un invierno de gozo, una almohada
de tierno hallazgo entre la luz
y tus manos tan calientes.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Luces de noche



Presentimiento

De luz y tiempo se viste la noche calma,
de alba cuelga el blanco nuboso
tintado de silencio y agonía esférica
que clama bajo el sonoro mestizaje
entre la falta de sombras
y la armónica disonancia
entre el cielo y la tierra.
De repente un nido se colma,
de repente la robusta inocencia de la noche
emerge solidaria con el ventanal
de la luna, habitan sépalos serpientes
camino de la encina
supurando flemas,
los fantasmas nublan mis sentidos,
ajorcas de amor
que arropan el frío orificio
por donde se divisa plano
el otro hemisferio, aquel que acontece
en la otra noche más temprana,
la súbita puerta a las estrellas
me lleva al zaguán de su casa,
la valentía de abrirse a mis ojos
como un exhibicionista,
la bendición de despertar
más allá de la oscura materia
del sueño y sus secuaces.

Pensamiento nulo de bala
y bruma que culmina bajo el encendido
farol de las sábanas ya dormidas
libres de mi cuerpo y el peso de la soledad
de mis neuronas, tan animistas
como la serena que me eleva.
Qué bendeciré yo cuando cante
sobre el huerto enterrando
mis talones en el estiércol de plata
sino a la difusa, la mágica,
la sorteada presencia de estar viva
antes de la aurora.

Presiento un pozo de sueños
bajo el sincrónico canto del gallo
y mi corazón de voces. El nido
se aturde fragante de otros suelos:
los de ayer, los sin llegada, los amados
tirabuzones de la vida y su encanto
silabeante de hojas vivas en el otoño
de mis días.

martes, 3 de diciembre de 2019

Una cosa pequeña

Una imagen a modo de recuerdo sobre la presentación de "Los cabezos amarillos"



El libro se puede adquirir AQUÍ o en cualquier librería encargándolo.

viernes, 29 de noviembre de 2019

A modo de bienvenida

Hoy lo presentamos en Sevilla.






La des-despedida

Las olas renuevan
el aire y la arena.

Muerta el hambre se acabó
la fiesta y la bestia muerto
el hombre dormido
el menor de los males
la arena conquistó la orilla
el mar rindió la retirada
la venganza de las conchas
floreció bajo la antigua espuma.

Y como la Tierra es redonda,
todo retorna a su lugar.
No hay más despedida
que la de la ola,
que se va para poder
volver a volver.

(De "Los cabezos amarillos". El libro se puede adquirir AQUÍ o en cualquier librería encargándolo.)

martes, 26 de noviembre de 2019

Tiempos líquidos




El río de la lluvia

Cuando hace lluvia hace
después para la rosa
cuando hace calma hace
lloviendo el cálido
aire sobre la rosa y el suelo
de la rosa rosa flama
por el agua y el velo
templado del cielo lleno.

Plácido tiempo de agua
con sólido después
sobre la luz y nos,
tan líquidos como él,
nuestro compañero.

(De "Momentos estelares")

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Sobre regímenes que caen por su propio peso



Nuestro régimen

Porque ya ni las hojas caen,
porque no la lluvia las adelgaza
porque ya ni pesan
para hacerse más levantiscas
ante el viento de norte.
Protégense como leves brotes de aire
que al color de la nube se someten
transparentándose, solicitando
el peso de una mirada
que a tierra las lleve.
Ah, cuánto las hojas ansían
soltarse de sus ramas y bailar
al son del bóreas que se atreve
con ellas y con su incertidumbre:
no saben si son del verano o del otoño.
Sí conocen su lecho caliente
y hacia él apuntan con sus flechas
livianas, alas de polillas
a la lumbre dormida de la noche
del año, ni se queman ni enmudecen.
Truenan cercanas, golpean
la puerta del invierno:
que no las olvide el que vive,
recitan como manos juntas
rezando por la lluvia
al suelo. Se equivocan de dios
tal como nosotros erramos
juzgando y jugando a ser
otros de oro y aire
cuando de barro somos,
no celestes ni extraños.
Ellas siempre caen,
tal como todos al final
recordamos pies en tierra
que a la tierra volvemos
juntos, todos uno y sin preces.

Y la tierra sí que engorda
con nuestro alimento.
Aún sin lluvia.

(De "Momentos estelares".)

martes, 12 de noviembre de 2019

Colchón de rosas



El colchón

Coincidiendo la decadencia
de esta civilización con la de mi propio cuerpo,
no puedo más que felicitarme
por mi enorme tino: qué celebrarán
los posteriores sino mis propios años,
qué celebraré yo sin un después
que me esparza sobre la tierra
de mi huerto, mi jardín, sino
mi propio vivir sobre mis muertos
que todos los días piso
y de vez en cuando mezclo
con las piedras que me sostienen
en mi propia decadencia sobre su muerte
y la caída de todo un tiempo de los hombres.

Gorros de invierno, para qué os quiero,
si aún la lluvia no ha ametrallado
el aire, la tierra, mi tino que os cose
sin haber podido limpiar las ventanas
que al jardín se abren.
Para después, me digo,
sin un después.

Muertos vivientes en mi propio suelo
me calientan. Muerto viviente
un tiempo que hace aguas
tal como yo entre mis piernas
sobre mis muertos y las semillas
se abren sobre el lodazal
amoniacante. Al final, sin el después,
construyo un jardín con toldos de plástico
para eternidad y salud de los mares,
un jardín con rosas de tela
para que mi caída se amortigüe
con mi propia decadencia
y la de nuestro tiempo.

Las hinchadas huestes
y la mezquina suerte,
la tierna tesitura
y la mordaz y madura
manzana de la muerte
de un mundo sin por-
venir o manzanos que devengan
paraísos. Y yo ya me tumbo.
Que otros muerdan. Yo me duermo
ya sin hambre.

(De "Momentos estelares")

jueves, 31 de octubre de 2019

El amo de casa



El amo de casa

El esfuerzo con que la luz
se hace todos los días,
maldito sea el génesis
y todos sus estudiosos,
ninguno contempló ni relató
cómo el sol levanta
el manto negro, la mortaja
sobre la tierra bajo la tumba
resucitándose a sí mismo,
como si la empresa dependiera
de unos brazos más extensos
que el Universo.
Calculamos a nuestra medida,
contamos las estrellas con las puntas
de nuestros dedos, el milagro
nos ilumina todas las mañanas
revelándonos el poderío
de tanto astro esforzado
en su tarea cotidiana:
Recoger la noche,
barrer las estrellas,
abrir las flores,
secar la yerba,
calentar los techos de los hombres
y cocinar el humus
que germinará desde semillas.
Pobre amo de casa el sol,
nadie contempla la fosa abisal
que atravesó
para revivirse cada día
en nuestra mirada tan parca,
tan parcos somos, nos
y nuestros lamentos de lagartos
con lágrimas de cocodrilos
y voluntades de renacuajos.

(De "Momentos estelares")
 
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