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jueves, 17 de abril de 2014

Son de un día




La muerte la mentira

como no me quedan
palabras dejo a falta
de besos sobre las tuyas
mejillas y tus labios
y tu lengua, mi escarcha
pronuncias tu helada
sobre la flor en vida.

Me he quedado
tan delgada como el hilo
de plata labro la rosa
que lo une como un alma
desencontrada.

Desacuérdate de mí,
mi estirpe y tus ojos
que se funden
han sido sino roto
en amplias guedejas
de seda tibia,
de metal la parca
que esgrime el hacha
de hielo.
Aún me queda la duda:
el instante que tarda
en romarse el filo
no sé si al calor de la vida
o la verdad.

Cuerpo helado

apenas árboles, todo
cielo hablando, rompiendo
moldes con azules
y nublados mandobles
de certezas,
contradichos bajo el techo
que nos cubra cuando vuelva
la cama tersa y limpia, esa
que nos acoge mientras me piensas
aun tan cerca tuya, solo la luz,
la luz de la penumbra
de tu pecho —y el techo—
guarda el calor tu cuerpo
para mí para el invierno
donde estoy:
tal como soy
a la intemperie
del no.

Son de este día

Días como aquellos
me persiguen aminorando el lecho,
la sentencia de la densa muerte
de lo malhadado,
porque toda huella
se vuelve sobre sí misma
proclamando la blandura
del barro, la tierra grande,
a donde todos también volvemos
como huellas tiernas
sobre el tiempo o sobre el celeste.

Son de un día
como ese son
tus avenidas circundantes.
Así, como sin pausa
ni marca, llega la alegría.

 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.