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miércoles, 6 de junio de 2012

Enrique Valdivieso. Recuperación visual del patrimonio perdido

Es que él me trajo al mundo.
Del Arte.
Un hombre que da (a) LUZ.

Hoy lo he sentido emocionado, su tono de voz por teléfono lo decía todo, todo como a él le debo  mi amor por Él, toda mi creencia, mi profunda fe en el Arte (Arte con mayúscula, Arte, referido a cualquier expresión humana que sea capaz de transmitir el ser humano completo que somos). Por él me encaminé en mis estudios hacia esa especialidad y gracias a él sé percibir el Arte.

Y tantos MILES y MILES que a él le debemos esa formación del espíritu que, sin pensarlo, sin comerlo ni beberlo, te hace más sensible dirían algunos, receptiva, diría yo, a lo que significa la expresión artística en el ser humano.

Todos querían asistir a sus clases. Todos asistían, hasta los que no estaban matriculados en su especialidad ni en su horario. Toda la pandilla de La Moneda, todos...

No hace años aunque hayan pasado décadas, no hace ni un instante. Sigo viviendo en lo mismo, sus enseñanzas me permitieron encontrar la puerta para ahondar en lo que desde pequeña me perseguía. Unos enseñan y otros aprendemos, y los que aprendemos, a él le debemos una gran parte de la vida. Y más si esta ha seguido internamente por esos mismos caminos intuidos ya entonces.

Él estaba emocionado hoy. Una empresa magna. Y tan preciosa. Ver la Inmaculada de Murillo, la monumental, esa para la que no consigues imaginar retablo de medidas posibles que pudiera contener al lienzo, recogidita en su contexto... uff, ahora la emocionada soy yo.

Mi profesor, mi querido profesor sobre el que siempre, años ya, pienso en poder escribir en este blog, Enrique Valdivieso. Nunca la entrada me podrá salir, la llevo dentro, la hago todos los días en cada fotografía, en cada poema, e incluso en cada comentario que haya podido dejar por ahí a lo largo de tantos años en este medio.

Todo lo que sé sobre el arte me lo enseñó él. A saber verlo, a saber amarlo y, como ilusa que soy (esto no es culpa de sus enseñanzas, es congénito),  a intentar hacerlo.
Ahora la emocionada soy yo.
Sin poder ni querer evitarlo.

Ser historiador del Arte es ser Enrique Valdivieso. Sé que cualquier compañero de por entonces podría suscribir estas palabras. Sé que cualquier alumno suyo. Sé que cualquier ser humano que haya tenido la fortuna  y el privilegio de pasar por sus enseñanzas, por su magisterio.

Gracias por haberme avisado, Magister.



El lunes próximo, el lunes volveremos a poder vivir una de tus lecciones magistrales. Lleno hasta la bandera, no hay que ser ninguna sorgintxu para augurarlo.
 
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